¿Puede un cristianos ser atacado con brujería?

El cristiano ante la brujería

En un mundo donde lo espiritual y lo sobrenatural son realidades que muchas veces no se ven, la brujería sigue despertando temor, curiosidad y confusión. Aunque algunos la consideran una superstición antigua, la Biblia la presenta como una práctica real, inspirada por fuerzas de oscuridad que operan en oposición directa a Dios.

Sin embargo, para el verdadero creyente, surge una pregunta crucial: ¿puede la brujería realmente tocar o dañar a un hijo de Dios? La respuesta bíblica no solo despeja el miedo, sino que también nos conduce a una mayor confianza en la protección divina.

¿Puede un cristiano ser atacado por brujería?

Esta es una inquietud muy común entre quienes han visto o experimentado sucesos extraños en su entorno. Un caso real lo plantea una creyente que, viviendo cerca de una mujer que se declara bruja y que muestra hostilidad hacia su familia por ser cristianos, comenzó a notar acontecimientos inusuales: objetos que se rompen sin explicación, un árbol en su patio que fue destruido por una plaga repentina, y la aparición masiva de murciélagos en su hogar.

Estos eventos, sucediendo en poco tiempo, le llevaron a preguntarse: ¿es posible que la brujería esté afectando mi casa? La inquietud es legítima, porque la brujería es una práctica antigua y real, condenada por Dios, que consiste en invocar fuerzas malignas para dañar, manipular o controlar a otros. Sin embargo, para el creyente genuino, la Palabra de Dios ofrece respuestas claras y seguras: nuestra vida está bajo la cobertura de Cristo, y ningún poder de las tinieblas puede obrar sobre nosotros sin el permiso soberano de Dios.

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La brujería es tan real como real es Satanás

La brujería es tan real como real es Satanás, a quien todo brujo o bruja ha jurado lealtad. No es un simple mito cultural ni una superstición sin fundamento; es una práctica espiritual contraria a Dios, impulsada por fuerzas demoníacas que buscan oprimir, engañar y destruir.

Un brujo o bruja es una persona que, voluntariamente, se involucra en magia negra o en actividades con apariencia sobrenatural, recibiendo sus “poderes” mediante la mediación de espíritus malignos. Una de las manifestaciones más conocidas es el embrujo, que consiste en influenciar o manipular a alguien mediante hechicería.

Un hechizo puede incluir desde rituales complejos hasta elementos aparentemente inofensivos como hierbas, pócimas o ungüentos, pero detrás de ellos se esconden invocaciones espirituales que buscan activar la intervención de demonios para lograr un propósito específico. Estos fines pueden ser variados: dañar la salud, provocar divisiones familiares, manipular las emociones, obsesionar sentimentalmente a una persona o incluso causar destrucción material.

Estas acciones son comunes dentro de la práctica de la brujería y, aunque la Biblia condena categóricamente tales obras (Deuteronomio 18:10-12), Dios en su amor no deja de extender su gracia a quienes las practican, llamándolos al arrepentimiento y a la salvación en Cristo Jesús.

Es un hecho que los brujos y brujas, mediante sus artes malignas, pueden causar daño a personas que están fuera de la protección de Dios. Esta es la realidad espiritual que no debe ser subestimada. Existen en todas partes del mundo, y aunque en el pasado fueron perseguidos, en la actualidad han revestido sus prácticas con un aire de “respetabilidad” y tolerancia social. Muchos incluso difunden sus enseñanzas y rituales a través de medios masivos como radio, televisión, internet, prensa y revistas, influenciando así a miles de personas sin que estas reconozcan el peligro espiritual que representan.

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¿Pueden los brujos embrujar a los creyentes verdaderos?

La pregunta central es: ¿puede una bruja o brujo hacer que espíritus malignos causen daño a un verdadero hijo de Dios? La respuesta bíblica es clara y contundente: decididamente no. La Palabra de Dios enseña que la seguridad del creyente no depende de su fuerza personal, sino del poder y la cobertura de Cristo. Este principio se afirma en varios pasajes del Nuevo Testamento.

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1. El creyente está guardado por Cristo

El apóstol Juan declara en 1 Juan 5:18:

“Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios, no practica el pecado, pues aquel que fue engendrado por Dios le guarda, y el maligno no le toca”.

La frase “no le toca” no significa simplemente “no lo roza”, sino literalmente “no puede tomarlo para hacerle daño”. Esto implica que:

  • El creyente genuino, que ha nacido de nuevo, no vive en un patrón de pecado como los incrédulos.
  • Jesucristo mismo lo cuida y lo protege de la acción directa de Satanás y sus demonios.
  • El enemigo solo puede actuar si Dios en su soberanía lo permite, y nunca porque un brujo se lo ordene.

Un ejemplo claro es la vida de Job. Satanás pudo afligirlo, pero únicamente dentro de los límites que Dios estableció (Job 1:12; 2:6). No fue un conjuro humano lo que abrió esa puerta, sino un propósito divino para probar y purificar su fe.

2. La autoridad espiritual del creyente sobre el diablo

Santiago 4:7 añade otra garantía:

“Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros”.

Esto enseña que un creyente que vive en plena sumisión a Dios no solo está protegido, sino que está en una posición de autoridad frente al diablo. Por eso, el enemigo huye cuando se enfrenta a alguien que camina en obediencia a la Palabra.

Es importante comprender que el diablo es un enemigo derrotado. No actúa libremente contra los hijos de Dios ni puede obedecer órdenes de brujos para hacerles daño. De hecho, tiembla ante el más humilde creyente que vive bajo la cobertura del Señor.

3. ¿Qué pasa si un creyente no se somete a Dios?

Cuando un hijo de Dios se aparta de la obediencia y persiste en el pecado, no queda a merced de los brujos, pero sí puede quedar expuesto a la disciplina del Señor. A veces, Dios puede permitir aflicción incluso usando a Satanás como instrumento correctivo, como sucedió con el rey Saúl (1 Samuel 16:14).

La clave no es temer a los brujos, sino permanecer firme en la obediencia y comunión con Dios.

4. El creyente vive seguro en Cristo

Los brujos pueden actuar contra quienes son propiedad de Satanás, pero no tienen poder sobre los que pertenecen a Cristo. Si usted ha recibido a Jesús como su Señor y Salvador personal, está bajo su protección.

Los momentos difíciles que enfrenta no necesariamente son ataques de brujería, sino pruebas que Dios permite para fortalecer su fe. Por eso Santiago 1:2-3 nos exhorta:

“Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia”.

Lejos de temer o culpar a Satanás y sus siervos, mire a Dios detrás de sus circunstancias, confíe en su cuidado y permanezca firme en su victoria en Cristo.

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Conclusión Final: Firmes e Inquebrantables en Cristo

La brujería, con todas sus manifestaciones y rituales, es real y peligrosa para quienes viven lejos de Dios, pero para el creyente nacido de nuevo, es un enemigo sin poder real. La Escritura afirma que estamos escondidos con Cristo en Dios (Colosenses 3:3), y esa es la fortaleza inexpugnable donde ninguna fuerza de las tinieblas puede penetrar sin la autorización del Soberano.

No se trata de negar que el diablo y sus siervos actúan en el mundo, sino de reconocer que su autoridad sobre nosotros fue quebrada en la cruz. Allí, Jesucristo despojó a principados y potestades, y los exhibió públicamente como derrotados (Colosenses 2:15).

Por eso, el creyente no vive en temor, sino en fe y obediencia. El enemigo puede rugir como león (1 Pedro 5:8), pero ya no puede devorarnos si permanecemos firmes en Cristo. La clave no es “protegerse” con amuletos, oraciones supersticiosas o prácticas humanas, sino permanecer sometidos a Dios, cubiertos por la sangre del Cordero y fortalecidos en la Palabra.

Cuando enfrente circunstancias extrañas o pruebas dolorosas, recuerde:

  • No es un brujo quien tiene la última palabra sobre su vida, sino Dios.
  • Toda prueba tiene un propósito de crecimiento espiritual y fortalecimiento de su fe.
  • El Señor es su refugio y fortaleza, un pronto auxilio en la tribulación (Salmo 46:1).

En Cristo no hay lugar para el miedo, sino para la confianza. Así que camine con la seguridad de que ni brujería, ni hechicería, ni demonio alguno puede tocarlo fuera de la voluntad de Dios, y viva cada día proclamando con gozo:

“Mayor es el que está en mí, que el que está en el mundo” (1 Juan 4:4).

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