No detengamos la obra de Dios
La vida cristiana está llena de oportunidades para ver cómo Dios obra poderosamente en nuestra vida y en la de los demás. Sin embargo, muchas veces, por desconfianza, murmuración o temor, podemos poner frenos a lo que Dios desea realizar a través nuestro. En este contexto, el artículo «La obra de Dios no se detiene (No la detengamos)» nos invita a reflexionar sobre la importancia de no interrumpir la obra de Dios en nuestras vidas y en la comunidad de creyentes, recordándonos que cada acción o actitud puede acelerar o retrasar el cumplimiento de los propósitos divinos.
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Cada uno de nosotros es un instrumento en las manos de Dios, y depende de nuestra disposición permitir que su obra fluya plenamente.
Sigamos adelante sin detener lo que Dios ha comenzado
La Biblia nos presenta numerosos ejemplos de cómo la actitud humana puede afectar la obra divina. Uno de los más claros se encuentra en la murmuración de Arón y María contra Moisés. Ellos, al observar que su líder había tomado una mujer cusita, comenzaron a desprestigiar su autoridad, como si ellos pudieran juzgar algo que Dios ya había establecido.
Este episodio nos deja una enseñanza fundamental: cuando cuestionamos la autoridad que Dios ha puesto o señalamos defectos en quienes Él ha escogido, podemos detener temporalmente su obra. El juicio sobre María fue inmediato y evidente:
“Así María fue echada del campamento siete días; Y EL PUEBLO NO PASÓ DELANTE HASTA QUE SE REUNIÓ MARÍA CON ELLOS” (Números 12:15).
La consecuencia fue que el pueblo quedó estancado, y la obra que Dios deseaba realizar con ellos se retrasó. Si no hubiera habido arrepentimiento y restauración, la obra de Dios con Arón y María podría haber cesado o sufrido grandes obstáculos.
Este relato nos confronta directamente: ¿estamos permitiendo que nuestras actitudes, juicios o críticas detengan la obra de Dios en nuestra vida o en la de otros? La respuesta a esta pregunta determinará si avanzamos en su propósito o nos convertimos en un obstáculo para su obra.
Lo que Realmente Detiene la Obra de Dios
A menudo, cometemos el mismo error que Aron y María: mirar los defectos de los líderes y compararnos con ellos, creyendo que nosotros podríamos hacerlo mejor. En el caso de Moisés, la crítica surgió porque había tomado una mujer cusita, y Aron y María hicieron la comparación: “Así como Dios ha usado a Moisés, también podría habernos usado a nosotros”.
Esta actitud no solo es equivocada, sino que detiene y divide la obra de Dios, porque cuestiona la autoridad que Él mismo ha establecido. Como leemos en Números 12:2:
“…¿Solamente por Moisés ha hablado Jehová? ¿No ha hablado también por nosotros?…”
Hoy, esta mentalidad puede manifestarse cuando señalamos a nuestros líderes en la iglesia —ya sea el director de jóvenes, el maestro de la escuela dominical o cualquier otro encargado— pensando que nosotros lo haríamos mejor. Este tipo de comparación siembra división y frena el avance de la obra de Dios, en lugar de apoyarla y fortalecerla.
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Humildad: La Clave para Avanzar en la Obra de Dios
Filipenses 2:3 nos enseña:
“Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo”.
Cuando actuamos con humildad y respeto, dejando de lado el orgullo y la contienda, colaboramos para que la obra de Dios avance. Para lograr esto, debemos ser conscientes de nuestras propias debilidades y reconocer que Dios puede usar a otros igualmente poderosamente.
El problema surge no cuando Dios nos usa, sino cuando, al ser usados, nos sentimos superiores a los demás y solo vemos los defectos de otros, ignorando los propios. Esto es precisamente lo que bloquea la expansión del Reino.
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Aprendamos del Ejemplo de Eldad y Medad
En Números 11:26-29 se narra la historia de Eldad y Medad, dos jóvenes que comenzaron a profetizar en el campamento. Josué pidió a Moisés que detuviera la profecía de ellos, pero la respuesta de su líder fue sorprendente:
“¿Tienes tú celos por mí? ¡Ojalá todo el pueblo de Jehová fuese profeta, y que Jehová pusiese su Espíritu en ellos!”
Este ejemplo nos enseña que la envidia y los celos no son compatibles con la obra de Dios. En lugar de detener la acción divina criticando a quienes Dios levanta, debemos orar y pedir que Él levante más hombres y mujeres para ensanchar su obra.
Hoy, como entonces, muchos se enfocan en criticar o sentir celos por los dones y ministerios de otros, olvidando que el verdadero objetivo es que la obra de Dios se multiplique y alcance a más personas.
Detenemos la Obra de Dios cuando Dudamos de Nosotros Mismos
Muchas veces, la obra de Dios se ve detenida no por falta de recursos, oportunidades o llamado, sino por nuestra propia inseguridad, temor o incredulidad. Un claro ejemplo lo encontramos en Jeremías 1:5:
“Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones”.
A pesar de este poderoso llamado, Jeremías respondió con duda y temor:
“¡Ah, señor Jehová! He aquí, no sé hablar, porque soy niño” (Jeremías 1:6).
¿Cuántas veces nos ha sucedido lo mismo? Dios nos encomienda un servicio o ministerio dentro de la iglesia y creemos que no podremos cumplirlo, frenando así la expansión de su obra en nuestra vida y en la comunidad.
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El temor que bloquea nuestra participación
El temor no es exclusivo de Jeremías. En Job 32:6-7, Eliú confiesa su miedo de hablar ante los ancianos:
“…yo soy joven y vosotros ancianos; por tanto he tenido miedo, y he temido declararos mi opinión. Yo decía: los días hablarán, y la muchedumbre de años declarará sabiduría”.
Sin embargo, cuando nos enfocamos en los propósitos de Dios y su acción en nosotros, entendemos que no somos nosotros los que hacemos la diferencia, sino Dios actuando a través de nuestra disposición.
Jesús mismo nos recuerda en Juan 15:5:
“…Porque separados de mí, nada podéis hacer”.
El mismo mensaje fue transmitido a Jeremías:
“No digas: soy un niño; porque a todo lo que te envíe irás tú, y dirás todo lo que te mande” (Jeremías 1:7).
Incluso Eliú superó su temor y reconoció que la sabiduría y entendimiento provienen de Dios:
“Ciertamente espíritu hay en el hombre, y el soplo del omnipotente le hace que entienda. No son los sabios los de mucha edad, ni los ancianos entienden el derecho” (Job 32:8-10).
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Aceptando responsabilidades para que la obra avance
Decidirnos a cumplir la voluntad de Dios implica aceptar las responsabilidades que Él nos encomienda, reconociendo que no son ideas humanas ni ocurrencias del pastor o líder. Cuando nos comprometemos, la obra de Dios se perfecciona en nosotros, pues con la responsabilidad viene el crecimiento y la madurez espiritual.
Si nos negamos a actuar, la obra se detiene, no porque Dios lo quiera, sino porque nuestro corazón o nuestra actitud se interpone. No importa si eres nuevo en la congregación o llevas muchos años; lo importante es aceptar que Dios te ha escogido y que con su ayuda puedes cumplir lo que Él ha planeado.
Al final, cada paso que damos en obediencia permite que la obra de Dios avance, y cada vez que dudamos o nos detenemos, limitamos su acción en nuestra vida y en la de otros.
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No permitas que tu estancamiento detenga los planes de Dios
Elías decidió alejarse y esconderse en una cueva, lo cual retrasaba los planes divinos. Aunque Dios es soberano y su obra no se detiene por completo, nuestra falta de acción puede demorar el cumplimiento de sus propósitos y limitar el alcance de su obra.
Muchas veces, como Elías, nos alejamos de la voluntad de Dios, ya sea por temor, cansancio o desánimo, y nos encerramos en nuestra propia “cueva”, alejándonos de oportunidades para impactar vidas con el evangelio. Sin embargo, Dios nos llama a ser instrumentos activos, a salir de nuestras limitaciones y a permitir que su obra fluya a través de nosotros para bendición de otros.
Cada vez que avanzamos en obediencia, abrimos caminos para que Dios actúe en la vida de quienes nos rodean. Por el contrario, cuando nos estancamos, limitamos su alcance y retrasamos la bendición que otros podrían recibir a través de nuestra disposición.
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La Obra De Dios No se Detiene
Uno de los principios más consoladores de la fe es que la obra de Dios nunca se detiene, aunque nosotros nos equivocamos, dudemos o nos detengamos. La historia nos lo demuestra en múltiples niveles, tanto bíblicos como modernos.
Un ejemplo contemporáneo es el ministerio del hermano Hernán Silguero, un varón de Colombia, quien con obediencia y valentía salió a cumplir la voluntad de Dios. Su labor dio origen a la Iglesia Pentecostal Unida Hispana, la cual se propagó más allá de Colombia, llegando a Estados Unidos, México, Canadá y Nicaragua. Él no se encerró en una cueva, ni permitió que el miedo o la indecisión lo paralizaran; su disposición permitió que miles fueran alcanzados por el mensaje de Dios.
Hoy, el crecimiento de esta obra depende también de nuestra actitud y obediencia: podemos colaborar para que se expanda a lugares y personas donde aún no ha llegado, o, por el contrario, podemos frenar su avance por nuestra pasividad.
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Dios cumple sus propósitos a través de distintos instrumentos
Si miramos la historia bíblica, vemos un patrón que se repite:
- Lo que no hizo Elías, lo hizo Hazael.
- Lo que no hizo Hazael, lo hizo Jehú.
- Lo que no hizo Jehú, lo hizo Eliseo.
De la misma manera, lo que falta por hacer ahora depende de nosotros, de nuestra disposición para cumplir la obra de Dios. En Nicaragua, por ejemplo, el pastor Rolando Niño inició la obra de la Iglesia Pentecostal Unida Hispana. Gracias a su valentía y obediencia, hoy no solo mi vida ha sido impactada por este ministerio, sino la de muchos otros creyentes que luchan por servir a Dios en este país. Si él se hubiera quedado dudando o esperando el “momento perfecto”, la obra se habría retrasado y muchas vidas no habrían sido tocadas.
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La obra continúa porque Dios siempre actúa
El mensaje final es claro: lo que no hace uno, lo hará otro, porque Dios siempre encuentra instrumentos dispuestos a cumplir su voluntad. La obra de Dios no se detiene, y su propósito se cumplirá a través de aquellos que decidan decir “sí” a su llamado, con humildad y obediencia.
Amén a que cada esfuerzo, cada acto de servicio y cada decisión de obedecer a Dios contribuye al avance de su obra. Depende de nosotros ser parte activa de este plan divino, permitiendo que su luz y su amor lleguen más lejos, a más personas, y a nuevas generaciones.
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Conclusión
La vida cristiana nos enseña que la obra de Dios es dinámica y siempre avanza, pero su progreso depende de nuestra disposición, obediencia y actitud. Cada historia bíblica que hemos analizado —desde Arón y María, hasta Elías, Hazael, Jehú y Eliseo— nos muestra que nuestra inacción, dudas o críticas pueden retrasar el cumplimiento del propósito divino, mientras que la obediencia y la humildad lo impulsan hacia adelante.
Dios nos llama a no detener su obra en nuestra vida ni en la de otros, reconociendo que no somos los protagonistas de la obra, sino instrumentos a través de los cuales Él actúa. Cuando aceptamos responsabilidades, vencemos el temor y trabajamos con humildad, permitimos que su Espíritu transforme nuestro corazón, nos perfeccione y haga crecer la obra que Él comenzó.
Así como en la actualidad ministerios como el de Hernán Silguero o el del Pastor Rolando Niño han impactado vidas por su disposición a servir, cada uno de nosotros puede ser canal de bendición para nuestra generación. Lo que no hacemos hoy, puede ser tomado por otros, pero lo que hacemos con fidelidad y entrega expande el Reino y deja un legado eterno.
Por eso, el llamado es claro: no detengamos la obra de Dios; avancemos con fe, valentía y obediencia, confiando en que Él cumplirá sus propósitos a través de cada uno de nosotros. Cada acción cuenta, cada actitud impacta, y cada sí a Dios impulsa su obra a nuevas alturas.