Deficiencias en las citas amorosas
En este artículo, “Las 7 Deficiencias de las Citas Amorosas” descubrimos que, aunque las citas románticas se han vuelto una costumbre ampliamente aceptada en nuestra cultura, en realidad encierran peligros emocionales, espirituales y morales que muchos jóvenes desconocen. Lo que comienza como un aparente juego inocente, inspirado por películas, series o la presión social, a menudo se transforma en un camino de frustración, heridas y desvíos del propósito divino.
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El sistema moderno de citas amorosas no siempre existió. En tiempos pasados, el acercamiento entre un hombre y una mujer estaba íntimamente relacionado con el matrimonio y el compromiso serio, pero hoy se ha convertido en una práctica efímera y recreativa. Así, la intimidad se busca sin responsabilidad, el romance se persigue sin propósito y las relaciones se viven sin dirección, dejando tras sí cicatrices que afectan no solo el presente, sino también el futuro.
Este artículo pretende ser una advertencia y, al mismo tiempo, una luz de esperanza. Si eres joven, soltero o deseas comprender el verdadero plan de Dios para el amor, aquí encontrarás principios que pueden librarte de errores dolorosos y conducirte hacia una vida sentimental sólida, pura y bendecida.
Las citas amorosas en la cultura latinoamericana
Cada región en América Latina tiene su propia forma de nombrar las citas amorosas. En Paraguay se dice que uno «está de festejo» o «está festejando», mientras que en Chile se le llama «pololeo». Estas expresiones populares muestran cómo la práctica, originada y promovida principalmente en programas de televisión y películas extranjeras, ha sido adoptada y normalizada en nuestro contexto.
Sin embargo, detrás de estas palabras que parecen inocentes, se esconde una realidad que merece ser analizada. Este artículo, escrito originalmente por un norteamericano que observó con atención los patrones del sistema de citas a corto plazo, revela las deficiencias, los peligros y las consecuencias que este modelo de relaciones trae a la vida de los jóvenes. No se trata simplemente de una cuestión cultural, sino de una advertencia seria: el noviazgo pasajero no siempre conduce al plan de Dios.
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Una enseñanza práctica: el carrito descontrolado
Para ilustrar este problema, el autor del artículo original comparte una experiencia personal de la niñez. Su madre le había dado dos consejos básicos al ir de compras:
- Nunca vayas al mercado con hambre, porque terminarás comprando cosas innecesarias.
- Escoge un buen carrito de compras, porque uno dañado hará la experiencia difícil y desagradable.
El autor confiesa que logró dominar la primera regla, pero con la segunda siempre fracasaba. Una y otra vez terminaba eligiendo carritos oxidados, ruidosos y, lo peor de todo, aquellos que estaban completamente “descontrolados”. Este tipo de carrito parecía tener voluntad propia: cuando él quería ir hacia adelante, el carrito giraba hacia un lado, estrellándose con las exhibiciones y causando molestias.
¿Y qué tiene que ver esto con las citas amorosas? Mucho más de lo que parece. El autor reconoce que la sensación de luchar contra un carrito rebelde era muy parecida a lo que experimentó dentro del sistema de citas: una lucha de voluntades constante, donde los deseos personales iban en una dirección, pero el “sistema” de citas lo arrastraba hacia otra, contraria al propósito de Dios.
El carrito descontrolado del noviazgo moderno
Al observar este paralelismo, concluye que las citas amorosas, tal como la cultura las promueve, son como un carrito descontrolado. Aunque la intención inicial pueda ser buena, el sistema mismo está diseñado para llevar al joven fuera del camino correcto. En otras palabras: el noviazgo a corto plazo es un sistema cargado de valores y actitudes contrarios al plan divino, y quien se deja arrastrar por él terminará luchando contra fuerzas que lo desvían de la voluntad de Dios.
Este ejemplo sencillo, pero profundo, nos recuerda que no basta con tener buenas intenciones. Así como no podemos controlar un carrito defectuoso con solo desearlo, tampoco podemos esperar que un modelo de citas dañado produzca relaciones sanas y bendecidas. Para el cristiano, el desafío es reconocer que este “carrito descontrolado” no debe ser la norma, sino que necesitamos buscar un camino diferente: el diseño de Dios para las relaciones.
El dominio propio no es suficiente
En una ocasión un pastor de jóvenes compartió una enseñanza sobre el amor y la sexualidad. Para ilustrar su mensaje contó la historia de dos jóvenes cristianos ejemplares que participaban activamente en su grupo juvenil.
Todo comenzó de manera muy inocente: salidas al cine los viernes por la noche, largas caminatas en el parque y conversaciones llenas de sueños y esperanzas. Sin embargo, con el paso del tiempo, los límites físicos empezaron a desdibujarse y su relación se tornó cada vez más íntima, hasta que finalmente terminaron teniendo relaciones sexuales fuera del matrimonio. Poco después, entre la confusión, el desánimo y las heridas emocionales, decidieron terminar la relación.
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Años más tarde, el pastor volvió a encontrarse con ellos en un evento estudiantil. Ella estaba casada y tenía un hijo; él permanecía soltero. Ambos, por separado, se acercaron a hablar con él. Aunque sus vidas habían tomado caminos diferentes, compartían algo en común: seguían luchando con la culpa y las cicatrices emocionales de lo sucedido en su juventud. Lo que parecía una historia del pasado seguía teniendo consecuencias presentes.
Cuando el pastor concluyó la narración, el silencio llenó la sala. Nadie se atrevía a decir nada. Todos esperaban una respuesta clara, una salida distinta, una alternativa real que mostrara cómo vivir de manera diferente. Muchos de los que escuchaban conocían esa misma realidad: algunos habían caído en errores similares o lo habían visto en amigos cercanos. Había un clamor silencioso en sus corazones: “Entonces, ¿Qué debemos hacer?”.
Necesitamos más que dominio propio
Pero el consejo fue limitado. El pastor señaló que estos jóvenes simplemente debieron tener dominio propio. Su conclusión fue que la pareja falló únicamente por ceder a la tentación y que la solución estaba en aprender a controlarse. Sin embargo, no ofreció un camino distinto, un método práctico o una estrategia bíblica para prevenir lo ocurrido. Era como decir: “La próxima vez haz lo mismo, pero intenta resistir más”.
¿Es realmente esa la respuesta que necesitamos? ¿Iniciar relaciones bajo el mismo modelo que ya ha demostrado fallar una y otra vez, esperando que en el momento de mayor debilidad aparezca una fuerza interior casi milagrosa? Ese tipo de consejo se asemeja a entregarle a alguien un carrito descontrolado y enviarlo a una tienda llena de delicadas piezas de cristal. ¿Podemos esperar que salga sin causar daño? Sería poco realista.
El problema es más profundo: el sistema de citas amorosas promovido por la cultura moderna ya nace con grietas. Aunque las intenciones de los dos jóvenes de la historia eran buenas, su relación se edificó sobre patrones equivocados, moldeados por una sociedad que trivializa el romance y distorsiona la pureza bíblica. Por ello, las consecuencias no se limitaron a un error momentáneo, sino que dejaron huellas emocionales que los acompañaron incluso en su vida adulta.
Las 7 Deficiencias de las citas amorosas que no son saludables
A continuación, veremos 7 deficiencias de las citas amorosas que no son saludables, los cuales representan desvíos comunes en los noviazgos modernos. Quizá al leerlos te identifiques con uno o dos de ellos, y esa será una oportunidad para reflexionar y corregir el rumbo antes de que sea demasiado tarde.
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1. El noviazgo te lleva a la intimidad, pero no necesariamente al compromiso
La historia de Jazmín y Tomás es un reflejo de lo que muchos jóvenes viven hoy. Jazmín era estudiante de tercer año de secundaria y Tomás, de cuarto. Durante ocho meses fueron casi inseparables: caminatas, salidas al cine y largas charlas que parecían unirlos cada vez más. Sin embargo, dos meses antes de que Tomás ingresara a la universidad, sorprendió a Jazmín con la noticia: ya no quería seguir con ella.
Para Jazmín, aquella ruptura fue devastadora. Con lágrimas en los ojos confesó: “Terminar con Tomás fue la cosa más difícil que jamás me había sucedido”. Aunque físicamente nunca pasaron de los besos, ella le había entregado su corazón por completo. Tomás disfrutó de la cercanía y de la intimidad emocional mientras satisfacía sus necesidades, pero cuando llegó el momento de dar un paso más en la vida, simplemente se apartó y la dejó atrás.
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Intimidad sin propósito
¿Te suena familiar esta historia? Tal vez la escuchaste de un amigo cercano, o quizás la viviste en carne propia. Como ocurre en muchos noviazgos modernos, la intimidad crece mientras el compromiso permanece ausente.
Podríamos culpar únicamente a Tomás por su indiferencia, pero la pregunta más honesta es esta: ¿Qué busca en realidad la mayoría de los noviazgos de hoy? Con frecuencia, estas relaciones promueven la intimidad por la intimidad misma, sin un destino claro ni una intención firme de construir un futuro juntos.
El resultado es peligroso. Cuanto más profunda es la intimidad sin un compromiso real, más dolorosa es la ruptura. Muchos entregan lo mejor de sí mismos —emociones, confianza, tiempo y, en algunos casos, incluso su pureza física— solo para ser abandonados por alguien que “no estaba listo para algo serio”.
El diseño de Dios para la intimidad
La intimidad es algo hermoso, pero Dios nunca la diseñó para ser un juego pasajero. Su intención fue que naciera de un compromiso sólido basado en el amor verdadero, expresado en el matrimonio. Cuando entendemos esto, descubrimos que la intimidad no es “la decoración del pastel” de una relación, sino el fruto natural de un pacto de por vida.
En contraste, la gran mayoría de los noviazgos adolescentes modernos son precisamente eso: pura decoración. Relaciones sin propósito, de corta duración, diseñadas para satisfacer necesidades momentáneas. Son vínculos frágiles, construidos sobre emociones pasajeras, y no sobre un compromiso que mire hacia el futuro.
Un cambio cultural peligroso
Es importante recordar que este modelo de noviazgo no siempre existió. A principios del siglo XX, en muchas culturas, el romance estaba íntimamente ligado al matrimonio. Si un joven visitaba con frecuencia la casa de una chica, todos entendían que su intención era seria: proponer matrimonio.
Con el paso del tiempo, la cultura comenzó a cambiar. Revistas, películas y programas populares promovieron una nueva mentalidad: el amor y el romance podían disfrutarse como simple entretenimiento, sin responsabilidades, sin compromiso y con la libertad de desechar a la persona en cuanto surgiera una nueva emoción. Así, lo que antes era sagrado y significativo pasó a convertirse en un pasatiempo recreativo.
La raíz del problema
Para los cristianos, este cambio de rumbo representa la raíz de muchos de los problemas actuales. La intimidad sin compromiso despierta deseos emocionales y físicos que la pareja no está preparada para suplir. Por eso la Palabra de Dios es clara: en 1 Tesalonicenses 4:6 se advierte contra “defraudar” a otro, es decir, despertar expectativas y necesidades que después no se podrán cumplir.
Cuando un joven disfruta de la intimidad de una relación sin estar dispuesto a respaldarla con compromiso, está jugando con el corazón de la otra persona. Y al final, ambos terminan heridos.
2. El noviazgo a corto plazo tiende a pasar por alto la etapa de la amistad
Javier conoció a Lily en un retiro de la iglesia. Ella era una chica amigable, reconocida por su seriedad en las cosas de Dios. Durante un juego de voleibol entablaron una conversación y nació una amistad natural. Javier no buscaba una relación profunda en ese momento, pero sí deseaba conocer mejor a Lily. Sin embargo, apenas dos días después del retiro, decidió invitarla al cine, y ella aceptó.
¿Fue correcto el paso que dio Javier? Desde la perspectiva de “conseguir una cita”, logró su objetivo; pero si realmente quería conocer mejor a Lily, lo más probable es que fracasara. Una salida en pareja suele saltar la etapa de la amistad para precipitarse hacia el romance demasiado pronto.
Quizás alguna vez has escuchado frases como:
— “Él me invitó a salir, pero me da miedo que si lo hacemos en serio, se arruine nuestra amistad.”
Quienes piensan de esta manera —consciente o inconscientemente— reconocen que las citas fomentan ilusiones románticas y dificultan la formación de una amistad genuina. Y es que en una verdadera amistad no hay presión de “agradar” al otro ni de aparentar algo que no se es. Con un amigo, puedes ser tú mismo, disfrutar de actividades en común y compartir intereses sin la tensión de impresionar constantemente.
La amistad
El autor C. S. Lewis define la amistad como dos personas que caminan lado a lado hacia una meta común. Lo que los une no es la atracción física, sino los intereses compartidos. En cambio, Javier perdió la oportunidad de fortalecer esa etapa al llevar a Lily a una típica cita romántica, que de inmediato puso énfasis en ellos como “pareja” más que como “amigos”.
En el contexto de una cita, la atracción romántica suele convertirse en la base de la relación. El mensaje implícito es: “Me atraes, por eso quiero conocerte.” Pero lo ideal es lo contrario: después de cultivar una amistad sólida, si surge una atracción romántica, será un extra saludable que se construye sobre una base más firme.
Por eso, una relación que se fundamenta únicamente en sentimientos pasajeros y en la atracción física, sin compromiso real, inevitablemente terminará desmoronándose. La intimidad sin compromiso es un error grave, pues solo dura lo que duren los sentimientos.
3. En las citas a menudo se confunde la relación física con el amor
La intención de David y Ana nunca fue involucrarse románticamente en su primera cita. David no era un joven con “una sola cosa en mente”, ni Ana “ese tipo de chica”. Simplemente, las cosas sucedieron. Habían ido juntos a un concierto y luego regresaron a casa de Ana para ver una película. Entre risas y bromas, Ana se burló de los torpes pasos de baile de David. Él respondió con cosquillas, y lo que comenzó como un juego terminó en un beso apasionado en el suelo de la sala. La escena parecía sacada de una película romántica: se sintió emocionante, intenso, “mágico”.
El problema es que sentirse bien no significa que sea bueno. El contacto físico prematuro introdujo una confusión peligrosa. David y Ana apenas se conocían, pero de pronto creyeron estar “muy cerca”. Con el paso del tiempo, cada vez que intentaban evaluar su relación, la pasión física eclipsaba cualquier intento de objetividad. “Es obvio que nos amamos”, pensaba Ana. Pero, ¿era realmente amor? Dos labios que se tocan no significan dos corazones unidos, y la atracción entre dos cuerpos no equivale a la capacidad de construir una vida juntos.
Nuestra cultura refuerza esta mentira constantemente. En canciones, series y películas, “amor” y “sexo” se presentan como sinónimos, como si fueran inseparables. No debería sorprendernos, entonces, que tantos noviazgos —incluso entre creyentes— confundan atracción y deseo con amor verdadero.
Si analizamos la mayoría de las relaciones modernas, vemos un patrón claro. La base suele ser la atracción física: la apariencia, la química, la emoción del momento. Antes incluso del primer beso, el aspecto sensual ya domina la dinámica. Luego, sin compromiso que limite o encauce sus decisiones, los jóvenes avanzan rápidamente hacia una intimidad artificial, donde las necesidades del momento y las pasiones se convierten en el centro. La pregunta ya no es: “¿Es esta persona alguien con quien podría construir un matrimonio sólido?” sino: “¿Cómo me hace sentir aquí y ahora?”
La amistad y el compromiso quedan relegados
Cuando la amistad y el compromiso quedan relegados, la lujuria ocupa el lugar del amor. La pareja mide la seriedad de su relación por el nivel de lo físico: primero tomarse de las manos, luego besarse, después lo que sigue. La sociedad ha establecido la falsa idea de que salir con alguien implica automáticamente cierto grado de intimidad física, como si fuera un requisito obligatorio para validar la relación.
Pero centrar la relación en lo físico no solo es un error: es pecado. Dios demanda pureza sexual (1 Tesalonicenses 4:3-5), y lo hace para nuestro bien. La intimidad fuera de su contexto —el matrimonio— distorsiona la perspectiva de quienes se involucran, nubla su discernimiento y puede llevarlos a tomar decisiones imprudentes. Además, deja cicatrices: recuerdos, comparaciones y culpas que muchos arrastran luego a su vida matrimonial. El Señor no desea que vivamos marcados por el remordimiento, sino libres para amar de manera íntegra.
Relacionarse físicamente puede dar la ilusión de cercanía profunda. Pero si muchas parejas fueran sinceras al evaluar su relación, descubrirían que lo único que los mantiene unidos es el contacto físico. Y cuando lo físico se desvanece —como inevitablemente ocurre—, el supuesto “amor” también desaparece.
4. A menudo las citas aíslan a la pareja de otras relaciones vitales
Durante el tiempo que Gabriel y Marta estuvieron saliendo, parecía que no necesitaban a nadie más. Gabriel no dudó en abandonar el estudio bíblico de los miércoles con tal de pasar más tiempo con Marta. Ella, por su parte, dejó de notar lo poco que hablaba con su madre y con su hermana menor. Cuando lo hacía, casi todas sus conversaciones giraban en torno a un mismo tema: «Gabriel dijo esto…», «Gabriel piensa aquello…». Sin darse cuenta, ambos habían comenzado a desconectarse de toda relación significativa.
Por definición, una cita romántica coloca a dos personas en el centro, pero cuando esa mirada mutua hace que todo lo demás se desvanezca, los peligros son reales. Si alguna vez has estado con dos amigos que son novios y te has sentido como un intruso, sabes lo cierto de esta realidad.
La Biblia advierte: «Los pensamientos son frustrados donde no hay consejo; mas en la multitud de consejeros se afirman» (Proverbios 15:22). Cuando una pareja permite que una sola relación opaque el consejo de la familia, de los amigos y, peor aún, de Dios, pierde la perspectiva. Las decisiones tomadas bajo esa influencia aislada suelen ser superficiales y, a la larga, dañinas.
Elizabeth Elliot lo expresó con firmeza en su libro Pasión y Pureza: «A menos que un hombre esté completamente preparado para pedirle a una mujer que sea su esposa, ¿Qué derecho tiene de reclamar su atención en forma exclusiva? A menos que ella tenga un compromiso de matrimonio, ¿Por qué habría de prometerle toda su atención?». Estas preguntas hacen reflexionar: ¿Cuántos descubren, al terminar una relación, que sus amistades se han deteriorado gravemente?
Esto fue lo que le ocurrió a Gabriel y Marta. Al finalizar su noviazgo, se encontraron con la dura sorpresa de que sus lazos con amigos y familiares estaban debilitados, porque nunca invirtieron tiempo en cuidarlos.
El peligro es claro: cuando toda la atención se centra en la relación amorosa, se corre el riesgo de perder la pasión por servir en la iglesia, de enfriar la comunión con los amigos más cercanos, de descuidar los lazos familiares más profundos y, lo más grave, de apartarse de Dios mismo, cuya voluntad siempre debe estar por encima de cualquier interés romántico.
5. Las citas y la distracción del verdadero propósito
Una de las consecuencias más serias de las citas amorosas en la juventud es la distracción que generan en los jóvenes adultos, impidiéndoles enfocarse en su responsabilidad principal: prepararse para el futuro.
Dios ha dado a cada persona talentos, dones y oportunidades que deben desarrollarse con disciplina, carácter, educación y experiencia. Sin embargo, muchos jóvenes terminan invirtiendo la mayor parte de su tiempo y energía en mantener una relación, dejando a un lado aquello que realmente podría impulsarlos hacia una vida de propósito y éxito.
Un ejemplo de esto es la historia de Cristóbal y Estefanía, quienes comenzaron a salir a los quince años. Aunque nunca se involucraron físicamente y terminaron dos años después en buenos términos, su relación muestra cómo aún sin pecado aparente se pueden presentar serias pérdidas. Mantener un noviazgo demandó de ellos innumerables horas de conversaciones, pensamientos, cartas y preocupaciones. Esa energía fue sustraída de actividades que hubiesen contribuido más a su crecimiento personal.
Cristóbal, por ejemplo, perdió entusiasmo por su pasión en la programación de computadoras y redujo su participación en el grupo musical de su iglesia. Estefanía, por su parte, rechazó varias oportunidades de integrarse en grupos misioneros de corto plazo, ya que no quería alejarse de él. Aunque parecía una relación “sana”, en la práctica les robó tiempo y oportunidades valiosas que pudieron haber usado para desarrollar nuevas destrezas, fortalecer su carácter y vivir experiencias que marcaran su futuro.
En conclusión, las citas en la juventud pueden convertirse en una distracción silenciosa que detiene el desarrollo de habilidades y la exploración de nuevas oportunidades, desviando al joven del camino de preparación que Dios desea para su vida.
6. El noviazgo y las citas pueden entrar en conflicto con el regalo de Dios de la soltería
La soltería es un regalo de Dios, una etapa única y llena de oportunidades para crecer en carácter, madurar espiritualmente y servir al Señor con libertad. Sin embargo, muchas veces en lugar de aprovechar esta temporada como un campo fértil para el aprendizaje y la preparación, se convierte en un tiempo desperdiciado al enfocarnos en el juego superficial de buscar y retener novios o novias.
El verdadero valor de estar soltero no se encuentra en correr tras romances pasajeros, sino en usar esa libertad para una entrega total a Dios. Cuando un joven vive su soltería centrado en Cristo, descubre que no le falta nada, pues halla plenitud en su relación con el Señor.
El problema de las citas y noviazgos a corto plazo es que generan insatisfacción, ya que promueven un uso equivocado de esa libertad que Dios nos dio. Es cierto que el deseo de casarse es legítimo y puesto por Dios en la mayoría de las personas, pero cuando permitimos que ese anhelo domine nuestro corazón, nos volvemos malos administradores del presente. El error no está en desear el matrimonio, sino en menospreciar la soltería al vivir con la mirada únicamente puesta en lo que todavía no tenemos.
Las citas fomentan esa frustración porque dan un grado de intimidad que nunca es suficiente, dejando a los jóvenes con hambre de más. En vez de enseñar a contentarse en Cristo y aprovechar los privilegios de la soltería, terminan subrayando lo que falta: el romance, la compañía o el matrimonio. Y así, lo que debía ser un tiempo de crecimiento espiritual y propósito eterno, se convierte en un ciclo de búsqueda insaciable que no satisface el alma.
7. Las citas crean un ambiente artificial para evaluar el carácter
Para los jóvenes que desean realmente discernir si alguien es apto para el matrimonio, es crucial entender que la forma en que usualmente se llevan a cabo las citas representa un obstáculo significativo. Este tipo de salidas generan un ambiente artificial, donde ambos pueden proyectar imágenes idealizadas o engañosas, sin mostrar quiénes son realmente.
Durante una cita, cualquier persona puede ser encantadora y divertida, pero ser encantador en un momento breve no revela el carácter verdadero ni la capacidad de ser un buen esposo o esposa. Las citas pueden ofrecer momentos agradables, pero la vida real es mucho más compleja y desafiante que unas horas compartidas en un café o en el cine.
La importancia de la vida cotidiana
Quienes contemplan el matrimonio deben observar a la otra persona en la vida real, entre amigos, familiares y en contextos de servicio y trabajo. Es allí donde se descubren actitudes auténticas: ¿Cómo trata a los demás? ¿Cómo enfrenta los problemas y las frustraciones? ¿Cómo maneja responsabilidades y compromisos? Este tipo de respuestas no surgen durante una cita romántica, sino al convivir en la vida cotidiana.
Los viejos hábitos no desaparecen fácilmente
Las 7 deficiencias de las citas amorosas poco saludables muestran que muchos problemas del noviazgo a corto plazo no se solucionan reorganizando el sistema, ni siquiera cuando un cristiano procura seguir valores correctos. La atracción física, la presión social y las expectativas emocionales generan conflictos que requieren una disciplina y discernimiento constantes.
Incluso aquellos que evitan el sexo premarital o los rompimientos dolorosos, a menudo gastan gran cantidad de energía luchando contra tentaciones y desilusiones que podrían haberse prevenido con un enfoque más sabio y estructurado.
Es momento de reconocer que los modelos del mundo no son suficientes para guiar nuestras relaciones. No podemos seguir intentando controlar el “carrito descontrolado” de las citas modernas. La solución no está en seguir adaptando los valores del entretenimiento y la superficialidad, sino en adoptar una nueva actitud y práctica basada en la sabiduría de Dios y la realidad de la vida cotidiana.
Conclusión: 7 Deficiencias de las citas amorosas
El análisis de las 7 deficiencias de las citas amorosas poco saludables revela que muchas de las prácticas comunes en el noviazgo moderno no solo son superficiales, sino que también desvían a los jóvenes de los planes de Dios para sus vidas. Desde la confusión entre intimidad y amor, hasta la distracción de responsabilidades, la pérdida de amistades y la mala administración de la soltería, estas conductas muestran que el sistema de citas a corto plazo puede ser un verdadero obstáculo espiritual y emocional.
Para los cristianos, la clave no está únicamente en ejercer dominio propio, sino en adoptar principios que honren a Dios desde el inicio, priorizando la amistad, el carácter, la responsabilidad y la preparación para un compromiso verdadero. La intimidad debe ser un fruto de un compromiso basado en el amor y la confianza, no un sustituto de él. Asimismo, la soltería debe verse como una etapa de crecimiento, servicio y madurez, no como un medio para entretenernos mientras buscamos romance.
Al final, las citas no deberían ser un juego de emociones pasajeras, sino un proceso consciente y responsable, en el cual se valoren las relaciones profundas, se cultive el carácter y se mantenga la perspectiva de Dios en cada decisión. Solo así los jóvenes podrán disfrutar de relaciones que honren a Dios, preserven la pureza y conduzcan al verdadero amor duradero, evitando el dolor y las consecuencias de los patrones de noviazgo que la cultura moderna promueve.
Elegir la sabiduría sobre la impulsividad, el compromiso sobre la atracción momentánea y la preparación sobre la distracción, es la manera en que los jóvenes cristianos pueden construir relaciones saludables y eternamente valiosas.
Espero que estas 7 Deficiencias de las citas amorosas te hayan sido de utilidad y de bendición para tu crecimiento personal y espiritual.