¿Quién es el ángel de Jehová en el Antiguo Testamento?
El tema del Ángel de Jehová en el Antiguo Testamento ha sido motivo de debates intensos tanto en el ámbito teológico como en el pastoral. Algunos lo identifican como una pre-encarnación de Jesucristo, mientras que otros lo consideran una teofanía de Dios o incluso un ángel literal enviado en representación divina. Comprender este asunto es fundamental porque toca directamente la revelación de quién es Dios y cómo se manifestó antes de la encarnación.
En este estudio exploraremos las Escrituras para responder a la gran pregunta: ¿Quién es realmente el Ángel de Jehová? Veremos las posturas más comunes, el fundamento bíblico detrás de cada una y la importancia de entender la unicidad de Dios en relación con este tema.
¿Quién es el Ángel del Señor?
El Ángel de Jehová y la Imagen de Dios
El escritor de Hebreos nos dice:
“Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo” (Hebreos 1:1-2 RV60).
Este pasaje es clave, porque nos recuerda que en la antigüedad Dios habló de muchas maneras, pero solo en los tiempos del Nuevo Pacto se manifestó plenamente por medio del Hijo, es decir, en la encarnación.
Los creyentes tienen diferentes posturas:
- Trinitarios, quienes afirman que el Ángel de Jehová es una manifestación pre-encarnada de Jesucristo.
- Hermanos unicitarios, que sostienen que el Ángel de Jehová representa la manifestación de la Imagen de Dios creada en el principio (Colosenses 1:15-17).
¿Pre-encarnación de Jesucristo o la manifestación de la imagen creada en el principio por Dios?
Este es el gran debate en torno al Ángel de Jehová: ¿debemos entenderlo como una pre-encarnación de Jesucristo o como la manifestación de la Imagen de Dios revelada desde el principio de la creación? Para responder, necesitamos examinar lo que Pablo y Juan nos enseñan acerca de la Imagen de Dios y del Logos (el Verbo).
La Imagen del Dios invisible
Pablo declara:
“Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten” (Colosenses 1:15-17 RV60).
Aquí Pablo nos muestra que la Imagen de Dios no es algo físico ni separado de Dios, sino que es su propio Logos, la Palabra eterna. Esta Palabra es la misma que en Génesis 1 actuó en la creación: “Y dijo Dios… y fue hecho”. Cada mandato creador era el Verbo de Dios en acción, la expresión visible de lo invisible.
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El Logos: Dios mismo expresado en acción
La Palabra de una persona pertenece a ella misma y la expresa. Así también, el Verbo de Dios es Dios expresándose a sí mismo. Por eso Juan inicia su evangelio con estas palabras:
“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho” (Juan 1:1-3 RV60).
De esta manera, Pablo y Juan coinciden en que:
- El Verbo y la Imagen existen desde el principio.
- Son de la misma sustancia que Dios.
- Fueron el medio por el cual todo fue creado, tanto lo visible como lo invisible.
Esto significa que cuando hablamos de la Imagen de Dios, no nos referimos a un cuerpo físico preexistente, sino a la manifestación eterna de Dios mismo en su Palabra.
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La Imagen y el Logos son Jesucristo
La descripción bíblica deja claro que el Logos y la Imagen de Dios son el mismo Jesucristo, pero en la forma en que existió antes de la encarnación: como el pensamiento, plan y Palabra de Dios en acción.
Por eso Hebreos afirma:
“[Cristo], siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder” (Hebreos 1:3 RV60).
Esto muestra que Jesús no es un ser creado aparte de Dios, sino la manifestación plena de la gloria y sustancia divina.
La Imagen no es algo físico
Un error común es pensar que la Imagen de Dios es un cuerpo físico. Pero Dios es Espíritu (Juan 4:24), por lo tanto, la Imagen no puede ser algo material ni antropomórfico.
Cuando en Génesis 1:26 Dios dice: “Hagamos al hombre a nuestra imagen”, no significa que Adán recibió un cuerpo igual al de Dios, sino que fue creado con características divinas: capacidad de razonar, voluntad, emociones, intelecto, moralidad y libre albedrío.
Por lo tanto, imaginar a Dios con nariz, manos o espalda humanas es limitarlo y reducirlo al plano físico. La Imagen de Dios es su propia naturaleza expresada, y esa Imagen se encarnó finalmente en Jesucristo.
Cuando analizamos Colosenses y Juan, entendemos que el Ángel de Jehová no puede considerarse como una pre-encarnación literal de Jesucristo, sino como manifestaciones teofánicas en las que Dios usó ángeles para representarse a sí mismo. La verdadera revelación de Dios en forma humana ocurrió únicamente en Jesucristo, cuando el Logos se hizo carne.
La manifestación del Ángel de Jehová: ¿Quién es realmente?
No se trata de un Cristo pre-encarnado
Es fundamental comprender que las manifestaciones del Ángel de Jehová no pueden ser atribuidas a un “Jesucristo pre-encarnado”. Pensar así implicaría aceptar que el Hijo ya existía como una persona distinta antes de su encarnación, lo cual conduciría inevitablemente a una visión dualista de Dios.
La Escritura es clara: Dios habló de muchas maneras en la antigüedad, pero únicamente en estos postreros tiempos ha hablado por el Hijo (Hebreos 1:1-2). Esto significa que Cristo no interactuó en el Antiguo Testamento como “el Hijo”, porque esa manifestación comenzó solamente con la encarnación.
El Ángel de Jehová como teofanía
Todas las apariciones del Ángel de Jehová deben entenderse como teofanías, es decir, manifestaciones de Dios mismo a través de Sus mensajeros. Los ángeles eran representantes autorizados de Dios, enviados a hablar y actuar en Su Nombre.
Aquí entra en juego un principio fundamental del pensamiento judío: la Ley de Agencia. Según esta regla: “El agente de una persona se considera como si fuese la persona misma” (Ned. 72b; Kidd. 41b, Encyclopedia of the Jewish Religion).
Esto significa que los ángeles podían hablar con plena autoridad divina, llegando incluso a identificarse con el Nombre de Dios, como ocurre en Éxodo 20:2: “Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto.”
La Ley de Agencia ilustrada en los Evangelios
Este principio no solo se aplica en el Antiguo Testamento, sino que también encontramos un ejemplo claro en los Evangelios.
En Mateo 8:5, se nos dice que fue el Centurión mismo quien se acercó a Jesús para pedirle sanidad para su siervo. Sin embargo, en Lucas 7:3, el relato aclara que en realidad fueron los ancianos de una sinagoga quienes hablaron con Jesús en nombre del Centurión.
¿Por qué Mateo lo presenta como si fuera el propio Centurión? Porque, según la Ley de Agencia, la petición de los enviados era como si el Centurión mismo estuviera rogando. Esto nos ayuda a entender cómo los ángeles podían hablar como si fueran Dios mismo.
Ejemplos bíblicos de teofanías
Veamos algunos pasajes clave que ilustran este principio:
- La zarza ardiente (Éxodo 3:4-15 / Hechos 7:30-32): El texto del Éxodo afirma que Jehová se apareció a Moisés en la zarza. Sin embargo, Esteban, en su discurso, aclara que fue un ángel en la llama de fuego quien se le presentó. Es decir, el ángel actuó en representación de Jehová.
- La entrega de la Ley (Hechos 7:53 / Gálatas 3:19): Aunque Éxodo relata que Jehová dio las tablas a Moisés, el Nuevo Testamento enseña que la Ley fue dada por disposición de ángeles. Nuevamente, los ángeles hablaron y actuaron con la autoridad de Dios mismo.
Las manifestaciones del Ángel de Jehová no son pruebas de una supuesta pre-existencia del Hijo, sino manifestaciones de Dios a través de Sus mensajeros. Estos ángeles, al actuar bajo el principio de la Ley de Agencia, representaban plenamente a Dios, al punto de hablar y presentarse como si fueran Él.
En otras palabras, cuando la Biblia dice que Jehová apareció, lo que realmente vemos es una teofanía: Dios manifestándose mediante un agente angelical.
El Ángel de Jehová: Una teofanía, no Dios mismo
El Ángel de Jehová nunca es Dios en persona
En definitiva, debemos afirmar con claridad que el Ángel de Jehová nunca es Dios mismo, sino una teofanía, es decir, una manifestación de Dios por medio de un mensajero celestial. La Escritura enseña que los ángeles son portavoces, mensajeros y agentes de Dios, y su función es transmitir la voluntad divina con absoluta fidelidad.
Por esta razón, los textos bíblicos pueden decir sin contradicción que “Jehová dijo” o “Jehová hizo” cuando en realidad lo expresó o ejecutó un ángel. El hecho de que se atribuya directamente a Dios una acción realizada por un ángel no genera conflicto, porque en el pensamiento hebreo se entendía perfectamente que Dios obraba a través de Sus agentes.
Los ángeles como portavoces de la presencia divina
Bajo este principio, una narración que describe a un ángel hablando o actuando en nombre de Dios no es una confusión, sino simplemente una forma abreviada de afirmar que Dios actuó mediante Su mensajero. Esto concuerda con la manera hebrea de narrar los acontecimientos: lo importante no era la mediación, sino reconocer que Dios mismo estaba detrás del mensaje o la acción.
Por lo tanto, cuando los escritores bíblicos aclaran desde el inicio que un ángel era el agente directo, no existe contradicción ni incertidumbre: el ángel es el portavoz, y Dios es la fuente real de la revelación.
Reconociendo a Dios en el ángel de Jehová
La experiencia humana ante lo divino
Muchos personajes bíblicos reaccionaron con temor y reverencia ante el Ángel de Jehová, creyendo haber visto al mismo Dios. Esto puede parecer una confusión, pero en realidad tiene una explicación más profunda: reconocieron que Dios estaba presente y obrando a través del ángel.
En ese sentido, cuando las personas se dirigían al ángel, en realidad se dirigían a Dios mediante el ángel. El mensajero no era el destinatario final de la adoración ni del reconocimiento, sino el medio de comunicación entre el Creador y el ser humano.
Ejemplos que confirman esta verdad
- Manoa y su esposa (Jueces 13:21-22): Después de la visita del ángel que anunció el nacimiento de Sansón, Manoa exclamó: “Ciertamente moriremos, porque a Dios hemos visto.” No habían visto a Dios en esencia, sino a un ángel que lo representaba, pero entendieron que esa experiencia era un encuentro real con la presencia divina.
- Jacob en Peniel (Génesis 32:24-30 / Oseas 12:4-5): Jacob luchó con un varón, y luego dijo: “Vi a Dios cara a cara, y fue librada mi alma.” Oseas aclara que aquel “varón” era un ángel. Nuevamente, el principio se cumple: el ángel representaba a Dios mismo.
El Ángel de Jehová debe entenderse correctamente: no es Dios en persona, ni una manifestación de un supuesto Cristo pre-encarnado, sino un ángel literal enviado como agente divino. A través de él, Dios se revelaba y hablaba directamente a los hombres.
Así, cuando los patriarcas y profetas reaccionaban como si hubiesen visto a Dios, lo que realmente reconocían era que la presencia de Dios se había hecho tangible por medio de un mensajero celestial.
El ángel de Jehová es identificado con Jehová mismo
Versículos que presentan al ángel como si fuera Jehová
Hay pasajes en la Escritura que identifican al Ángel de Jehová directamente con Jehová mismo. ¿Cómo se explica esto? Una forma de armonizarlo es comprender que el ángel apareció visiblemente, pero Jehová estaba presente invisiblemente. En ese caso, cuando el texto declara que Jehová habló o actuó, se refiere a que Jehová lo hizo a través de Su mensajero.
La lucha de Jacob con el ángel
Un ejemplo clásico lo hallamos en la lucha de Jacob en Peniel (Génesis 32:24-30). El pasaje dice que Jacob luchó con un varón y que, al finalizar, declaró: “Vi a Dios cara a cara, y fue librada mi alma.”
Sin embargo, el profeta Oseas aclara la experiencia: “Venció al ángel y prevaleció; lloró, y le rogó” (Oseas 12:4).
Esto significa que lo que Jacob vio fue un ángel que representaba a Dios, pero la experiencia fue tan intensa y real que la reconoció como un encuentro directo con Jehová.
A Dios nadie le vio jamás
Este principio es confirmado por toda la Escritura: la gloria plena de Dios es inaccesible al hombre.
- “A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer” (Juan 1:18).
- En Éxodo 33:17-23, cuando Moisés pidió ver la gloria de Jehová, la respuesta fue clara: “No podrás ver mi rostro; porque no me verá hombre, y vivirá.” Moisés solo contempló una manifestación parcial, descrita como las “espaldas” de Dios, lo cual refuerza que lo que experimentó fue una teofanía y no la esencia divina misma.
- Pablo añade en 1 Timoteo 6:16 que Dios es el único que tiene inmortalidad, habita en luz inaccesible, a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver.
Todo esto demuestra que ningún ser humano ha contemplado directamente la divinidad de Dios, sino únicamente Sus manifestaciones por medio de ángeles o en última instancia en Cristo encarnado.
Solo Jesucristo dio a conocer al Padre
El testimonio de Juan es contundente: solo Jesucristo, el Verbo hecho carne, dio a conocer al Padre en los postreros tiempos. Por eso Pablo proclama en 1 Timoteo 3:16: “Dios fue manifestado en carne, visto de los ángeles…”. Es impactante pensar que ni siquiera los ángeles contemplan plenamente la esencia divina, pues Dios habita en una luz inaccesible (cf. Job 4:17-19).
Esto significa que las manifestaciones del Ángel de Jehová en el Antiguo Testamento no fueron Dios mismo en esencia, sino teofanías angelicales donde el Señor se revelaba indirectamente.
El temor de morir ante el ángel
Muchos personajes del Antiguo Testamento reaccionaron con temor cuando vieron al Ángel de Jehová, convencidos de que habían visto a Dios y que morirían por ello. El caso de Manoa y su esposa (Jueces 13:21-22) es ilustrativo: al ver al ángel dijeron: “Ciertamente moriremos, porque a Dios hemos visto.”
La verdad es que no vieron a Dios en esencia, sino a un ángel que lo representaba. Si realmente hubiesen visto la gloria plena de Dios:
- a) Habrían muerto inmediatamente, o
- b) Se implicaría que Dios tiene un cuerpo físico, lo cual contradice la declaración de Jesús: “Dios es Espíritu” (Juan 4:24).
Es más razonable concluir que lo que contemplaron fueron teofanías angelicales, donde el ángel de Jehová actuaba como agente del Señor.
Cristo: el único que revela a Dios plenamente
Finalmente, 1 Timoteo 6:13-16 presenta a Cristo en sus dos dimensiones:
- Como Rey de reyes y Señor de señores en su naturaleza visible y encarnada (el Logos hecho carne).
- Como el único que posee inmortalidad y habita en luz inaccesible en su naturaleza divina.
Aquí se manifiesta el misterio de la piedad: Dios tiene la capacidad de revelarse de manera visible y cercana, al mismo tiempo que Su esencia eterna permanece inaccesible para el ser humano mortal.
El ángel de Jehová, conclusión
Después de examinar cuidadosamente las Escrituras, podemos afirmar con certeza que el ángel de Jehová no es Jesucristo pre-encarnado, ni una segunda persona divina, sino una manifestación angelical (teofanía) que actuaba en representación de Dios.
La Biblia es clara: a Dios nadie le vio jamás (Juan 1:18; 1 Timoteo 6:16). Lo que los patriarcas y profetas experimentaron en el Antiguo Pacto no fue la esencia misma de Dios, sino ángeles comisionados con toda la autoridad divina para hablar y actuar en Su nombre. Por eso podían declarar con reverencia que habían visto a Dios, cuando en realidad habían contemplado a Su mensajero.
Los ejemplos abundan:
- Abraham en Mamré (Génesis 18),
- Moisés en la zarza ardiente (Éxodo 3),
- Jacob en Peniel (Génesis 32),
- Gedeón (Jueces 6),
- Manoa y su esposa (Jueces 13).
Dios se manifiesta al hombre sin comprometer su gloria inaccesible
En todos estos casos, la presencia de Dios fue mediada por el ángel de Jehová, mostrando así que el Señor se acerca al hombre sin comprometer Su gloria inaccesible.
En el Nuevo Testamento, la revelación es superior y definitiva: Dios se manifestó en carne en Jesucristo (1 Timoteo 3:16). Lo que en el Antiguo Testamento fue mediado a través de ángeles, en estos postreros tiempos se nos ha dado directamente en el Hijo (Hebreos 1:1-3). En Cristo vemos la plenitud de Dios mismo revelada de manera perfecta, sin necesidad de mensajeros intermedios.
Por lo tanto, la enseñanza del ángel de Jehová nos conduce a una verdad gloriosa:
- En el Antiguo Testamento, Dios se revelaba parcialmente por medio de ángeles.
- En el Nuevo Testamento, Dios mismo vino a nosotros en Jesucristo, la Imagen misma de su sustancia.
Esto confirma la unicidad de Dios y la centralidad de Jesucristo como la máxima revelación divina para la humanidad.
Que este estudio no solo aclare dudas doctrinales, sino que también nos inspire a valorar la grandeza del plan perfecto de Dios, quien, habiendo hablado de muchas maneras en tiempos antiguos, finalmente se nos reveló plenamente en Cristo Jesús nuestro Señor.
Dios les bendiga en el Nombre de Jesús.