Jesús y la mujer samaritana (Enseñanza Estudio bíblico)
El encuentro de Jesús con la mujer samaritana junto al pozo de Jacob es uno de los pasajes más profundos y transformadores del Evangelio. Más que un simple diálogo, es una revelación acerca del verdadero significado de la adoración, la superación de prejuicios históricos y culturales, y el acceso a una vida espiritual renovada.
Este estudio nos invita a reflexionar no solo sobre el contexto histórico que separaba a judíos y samaritanos, sino también sobre el llamado urgente de Jesús a adorar a Dios “en Espíritu y en verdad” (Juan 4:24). En una época marcada por barreras y resentimientos, el Maestro derriba muros y nos enseña que la verdadera comunión con Dios trasciende tradiciones, razas o lugares físicos.
Un llamado a la verdadera adoración
En Juan 4:24, Jesús nos revela una verdad fundamental: “Dios es Espíritu, y los que le adoran, deben hacerlo en Espíritu y en verdad.”
Este estudio sobre la mujer samaritana es más que un relato histórico; es un poderoso llamado a vivir una adoración genuina, que no se limite a rituales o costumbres, sino que brote de un corazón sincero, guiado por el Espíritu y fundamentado en la verdad divina.
Objetivos del estudio
- Analizar el contexto histórico y cultural que originó la separación entre judíos y samaritanos.
- Resaltar que Dios demanda una adoración auténtica, en Espíritu y en verdad, que supere las barreras externas y llegue al corazón.
Hablar sobre la mujer samaritana nos enfrenta a dos preguntas esenciales que siguen vigentes:
- ¿Por qué existía un rechazo mutuo entre judíos y samaritanos?
- ¿Cómo debemos entender hoy el mandato de adorar a Dios “en Espíritu y en verdad”?
Este estudio busca profundizar en estas interrogantes para que podamos aplicar su enseñanza en nuestra vida espiritual, reconociendo que la verdadera adoración rompe prejuicios, une corazones y transforma vidas.
I. Conflicto histórico entre judíos y samaritanos
A) La profunda separación entre judíos y samaritanos
Cuando la mujer samaritana le dice a Jesús que “los judíos no se tratan con los samaritanos” (Juan 4:9), no solo expresa un dato cultural, sino que pone sobre la mesa una herida histórica de más de quinientos años de separación, rechazo y desconfianza mutua.
Este distanciamiento es resultado de conflictos políticos, religiosos y sociales que marcaron para siempre las relaciones entre ambos pueblos. Para comprender mejor esta tensión, es necesario remontarnos a sus orígenes y eventos claves que consolidaron esa división.
1) División de las doce tribus: el origen del cisma y sus repercusiones profundas (2 Crónicas 10:1; 11:4; 1 Reyes 11:34-35)
Durante la época de David y Salomón, el pueblo de Israel disfrutó de un período de unidad política, cultural y religiosa sin precedentes. Israel era un pueblo unido bajo un solo rey, con un idioma común, una única ley (la Ley de Moisés) y un centro de adoración legítimo en Jerusalén. Sin embargo, la aparente estabilidad comenzó a resquebrajarse bajo el reinado de Salomón.
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Salomón, aunque conocido por su sabiduría y la construcción del templo en Jerusalén, también impuso cargas muy pesadas sobre el pueblo para sostener sus grandes proyectos y su corte. Esto generó insatisfacción, sobre todo en las tribus del norte, que sentían que su economía y libertad eran sacrificadas para beneficiar al sur y a Jerusalén.
Cuando Salomón muere, su hijo Roboam asciende al trono. Roboam comete un error crucial: en lugar de aliviar las cargas, promete aumentarlas (1 Reyes 12:13-15). Ante esto, las diez tribus del norte rechazan su autoridad y se separan, eligiendo a Jeroboam, un antiguo funcionario de Salomón que había huido a Egipto, como su rey. Este momento marca la división definitiva del reino en dos:
- El Reino del Norte (Israel), con diez tribus, que inicialmente establecen su capital en Siquem y más tarde en Samaria.
- El Reino del Sur (Judá), con las tribus de Judá y Benjamín, que mantienen a Jerusalén como centro religioso y político.
División no solo es política sino también tiene implicaciones religiosas y sociales
Esta división no solo es política sino que tiene profundas implicaciones religiosas y sociales. Se crea una frontera que no solo delimita territorios, sino también identidades, lealtades y creencias religiosas. Las tribus del norte y del sur comienzan a verse como rivales irreconciliables.
Además, la separación provoca una crisis espiritual en Israel, ya que cada reino comienza a distorsionar la adoración a Jehová para justificar su autonomía. Por lo tanto, la división de las tribus se convierte en un punto de inflexión que sienta las bases para siglos de conflicto, tanto político como religioso, entre las tribus.
2) Ruptura religiosa e institucional: la política de Jeroboam y su impacto duradero (1 Reyes 12:26-30)
Una de las primeras medidas que Jeroboam toma para consolidar su reino y evitar que su pueblo regresara a Jerusalén para adorar en el templo es la instalación de dos becerros de oro en los lugares de Dan y Betel. Esta decisión tiene múltiples dimensiones:
- Política: Jeroboam busca evitar que sus súbditos crucen hacia Judá, lo que podría debilitar su autoridad y eventualmente provocar un intento de reunificación bajo Roboam.
- Religiosa: Con estos becerros, Jeroboam establece un culto alternativo que se presenta como legítimo, pero que en realidad es una distorsión flagrante del culto verdadero a Jehová.
Al levantar estos ídolos, Jeroboam rompe con la centralización de la adoración que Dios había ordenado, lo que equivale a un acto de rebelión espiritual. Aún más grave, sustituye a los sacerdotes levitas legítimos por hombres de cualquier tribu, muchos sin la debida consagración ni autoridad sacerdotal (1 Reyes 12:31). Esto socava la pureza y legitimidad del sacerdocio y abre la puerta a prácticas religiosas corruptas.
Las consecuencias espirituales de estas acciones son profundas:
- La idolatría se arraiga en el reino del norte, contaminando la fe y provocando la ira de Dios.
- Se genera un cisma no solo político, sino teológico, que separa a israelitas del norte y del sur en términos religiosos, creando un resentimiento que durará siglos.
- El pueblo del norte comienza a practicar una religión híbrida, mezcla de culto a Jehová con elementos paganos, lo que causa una creciente división con los judíos fieles de Judá.
Este alejamiento del culto verdadero contribuyó a que los judíos del sur vieran a los habitantes del norte (y luego a los samaritanos, que surgieron de esa mezcla) con desprecio y desconfianza. La ruptura institucional establecida por Jeroboam fue una raíz fundamental del antagonismo entre judíos y samaritanos.
3) La invasión asiria y el cautiverio del reino del norte: la caída definitiva (2 Reyes 17:6)
En el año 720 a.C., el reino del norte de Israel sufrió una de las catástrofes más decisivas de su historia: la invasión y conquista por parte del Imperio Asirio. Esta potencia militar expandía su dominio sobre todo el Cercano Oriente con un sistema de guerras, deportaciones y reubicaciones forzadas que buscaban desarticular naciones y evitar rebeliones.
Las diez tribus que conformaban el reino del norte fueron llevadas cautivas a diferentes regiones del imperio asirio, lo que significó su dispersión geográfica y la pérdida gradual de su identidad nacional y religiosa. Este evento es conocido como el “cautiverio de las diez tribus perdidas de Israel”.
Esta deportación no solo fue física, sino que supuso un quiebre espiritual profundo, pues el pueblo quedó separado de su tierra prometida, de sus templos y de las prácticas religiosas legítimas establecidas por Dios. La ausencia de una autoridad espiritual clara y la disolución de las estructuras nacionales facilitó la posterior transformación del territorio.
4) La llegada de nuevos pobladores y el peligroso sincretismo religioso (2 Reyes 17:24-33)
Para llenar el vacío dejado por el exilio israelita, los asirios implementaron una política de reubicación de pueblos extranjeros en la región de Samaria. Estos nuevos habitantes provenían de Babilonia, Cuta, Ava, Hamat y Sefarvayin, pueblos con costumbres y religiones muy diferentes a la tradición israelita.
Este proceso dio lugar a una mezcla étnica y religiosa, donde las creencias paganas originales se combinaron con fragmentos del culto a Jehová que aún permanecía vivo en la región. Sin embargo, esta fusión desembocó en un sincretismo peligroso, donde las prácticas idólatras y las tradiciones de diversos dioses coexistían, desfigurando el culto verdadero.
La reacción divina ante esta corrupción espiritual se manifiesta en el envío de leones que atacaron a estos nuevos pobladores, un signo del juicio y la incomodidad de Dios ante la idolatría en Su territorio.
Al mismo tiempo, Dios permitió que algunos sacerdotes levitas fueran enviados para enseñar la Ley de Jehová a estas nuevas comunidades, con la intención de conservar al menos un núcleo de fe en el Dios verdadero. De esta manera, los samaritanos conocieron por primera vez una versión, aunque incompleta y mezclada, de la adoración a Jehová, creando así una religión propia, distinta y rival a la de Jerusalén.
5. La expulsión de las mujeres samaritanas y la defensa de la pureza racial y religiosa (Esdras 10:1-3; 2 Reyes 24:14)
Cuando los judíos que habían sido deportados a Babilonia regresaron a Jerusalén bajo el liderazgo de Zorobabel y Josué, se encontraron con una realidad que para ellos representaba una grave amenaza espiritual y cultural: sus compatriotas se habían mezclado con mujeres extranjeras, incluidas muchas samaritanas y de otras naciones.
Para los judíos, la pureza racial y religiosa no era un asunto meramente cultural, sino un mandato divino indispensable para mantener el pacto que Dios había establecido con Israel. Esta pureza implicaba no solo conservar la identidad étnica, sino proteger la santidad del pueblo frente a la contaminación por prácticas idolátricas y costumbres paganas que las uniones mixtas podían traer.
Por ello, se impuso una política estricta: la expulsión de las mujeres extranjeras y la ruptura de matrimonios mixtos. Este acto tenía el propósito de restaurar la santidad del pueblo y asegurar que la adoración a Jehová se realizara según los preceptos establecidos.
Esta preocupación por la pureza racial tuvo consecuencias sociales profundas y duraderas. En las comunidades judías estrictas, incluso hoy, casarse con gentiles puede ser visto como una traición a la identidad y a la fe, al punto que, socialmente, es casi equivalente a ser considerado “muerto” para la comunidad.
Esta exclusión, sin embargo, generó resentimientos y más distancia entre judíos y samaritanos, profundizando la brecha que ya existía y dificultando cualquier posibilidad de reconciliación entre ambos pueblos.
6. El templo rival en el monte Gerizim: símbolo de división religiosa y política (Nehemías 13:28)
La historia del templo en el monte Gerizim es una de las manifestaciones más claras de la rivalidad y separación entre judíos y samaritanos. Un personaje clave en este proceso fue Manasés, sacerdote y nieto del sumo sacerdote Eliasid, quien contrajo matrimonio con la hija de Sambalat, un pagano de la región.
Esta alianza facilitó la fundación de un templo rival en el monte Gerizim, situado en el corazón del territorio samaritano. En este templo comenzaron a ofrecer sacrificios a Jehová, pero de una manera independiente y en competencia directa con el templo legítimo de Jerusalén.
El templo de Gerizim se convirtió en un símbolo tangible de la división irreconciliable, no solo religiosa, sino también política, entre judíos y samaritanos. La existencia de este lugar de culto rival profundizó aún más las tensiones y reforzó la percepción de los samaritanos como herejes y separatistas por parte de los judíos.
A pesar de que Jerusalén era reconocido como el lugar elegido por Dios para la adoración legítima, los samaritanos defendían el monte Gerizim como el lugar verdadero del culto, basándose en su propia tradición y en el Pentateuco que ellos poseían.
7. La copia samaritana del Pentateuco: un testimonio de identidad y exclusión religiosa (Josefo, siglo I d.C.)
Según el historiador judío Josefo, Manasés, yerno de Sambalat, fue responsable de copiar y preservar una versión especial del Pentateuco para el pueblo samaritano alrededor del año 432 a.C. Aunque esta versión no fue la única, sí se convirtió en el texto sagrado exclusivo de esta comunidad.
Los samaritanos aceptaron únicamente el Pentateuco (los primeros cinco libros de la Biblia), rechazando los otros escritos que forman el Tanaj hebreo, tales como los libros proféticos, históricos y poéticos. Esta selección deliberada refleja una clara delimitación doctrinal y teológica con respecto al judaísmo oficial de Jerusalén.
Para los samaritanos, Moisés era el único profeta legítimo, y su figura y enseñanza eran el centro absoluto de su fe y práctica religiosa. Esta exclusividad les permitió mantener una identidad religiosa coherente, pero también los aisló y separó doctrinalmente del judaísmo rabínico, que reconoce todo el Tanaj como Escritura inspirada.
Esta divergencia en el canon y en la interpretación de la ley contribuyó a que los samaritanos fueran vistos como un grupo herético y marginalizado por los judíos, perpetuando el distanciamiento social, político y religioso que vemos reflejado en el encuentro de Jesús con la mujer samaritana.
8) La destrucción del templo del monte Gerizim y la perseverancia samaritana (129 a.C.)
En el año 129 a.C., el general judío Juan Hircano llevó a cabo una campaña militar que incluyó el ataque y saqueo del templo rival ubicado en el monte Gerizim, un símbolo central para la identidad religiosa de los samaritanos. Esta acción tenía como propósito reafirmar el control judío sobre la región y eliminar un foco de culto que representaba una competencia directa al templo de Jerusalén.
Sin embargo, a pesar de la destrucción física del templo, la adoración samaritana no desapareció; el pueblo continuó practicando su fe y sus rituales en otros lugares, especialmente en el monte de Sicar. Este hecho revela no solo la resiliencia y arraigo espiritual de los samaritanos, sino también la profundidad de sus convicciones religiosas, que trascendían los templos y edificios.
Este evento refleja cómo las diferencias religiosas no solo eran teológicas, sino también un conflicto marcado por tensiones políticas y territoriales, que alimentaron la separación entre judíos y samaritanos durante siglos.
9) El rechazo social y religioso de los judíos hacia los samaritanos
Los judíos de Jerusalén desarrollaron un desprecio profundo hacia los samaritanos, a quienes llamaban de manera despectiva “juthitas” o “cutheos”, términos derivados de los pueblos paganos que fueron trasladados por los asirios para repoblar Samaria. Este epíteto buscaba desacreditar su legitimidad étnica y religiosa.
Los rabinos judíos llegaron a dictar prohibiciones sociales severas, como la conocida frase:
“Que nadie coma pan de los juthitas, porque el que come su pan es como si comiera carne de cerdo.”
Esta sentencia muestra la extrema separación cultural y religiosa que existía, donde cualquier tipo de relación o convivencia con los samaritanos era considerada impura y abominable.
Esta exclusión no solo afectaba la alimentación, sino que se extendía a la interacción social, el matrimonio y la colaboración comunitaria, consolidando un muro casi infranqueable entre ambos grupos.
Este odio arraigado se había convertido en una herida abierta que solo el mensaje de Jesús, como veremos, pudo comenzar a sanar, llamando a una adoración que trasciende barreras étnicas y prejuicios religiosos.
II. La necesidad de que Jesús pasara por Samaria: propósito divino y enseñanza profunda
El viaje de Jesús por Samaria no fue casual ni meramente geográfico, sino que responde a un plan divino con tres propósitos fundamentales que nos revelan mucho sobre su misión y el alcance de su mensaje:
A) La ruta más corta y estratégica para llegar a Galilea
Aunque era común que los judíos evitaran transitar por Samaria debido a las profundas enemistades históricas y religiosas, la ruta directa entre Judea y Galilea pasaba precisamente por ese territorio.
- La ruta alternativa, evitando Samaria, tomaba aproximadamente siete días, cruzando por Perea, al este del río Jordán.
- En cambio, atravesar Samaria redujo el viaje a solo tres días, lo que facilitaba no solo un desplazamiento más rápido, sino también la posibilidad de encuentros providenciales, como el que tuvo Jesús con la mujer samaritana en el pozo de Jacob.
Este detalle revela cómo Dios puede utilizar circunstancias aparentemente comunes para cumplir propósitos sobrenaturales, colocando a Jesús en el lugar exacto para romper barreras y dar un mensaje transformador.
B) Jesús rompe barreras sociales, culturales y religiosas
Jesús desafía las normas sociales y religiosas de su tiempo al acercarse a una mujer samaritana, algo impensable para un judío devoto, especialmente un rabino.
- Aprovechando su llegada al pozo de Jacob, un lugar con historia y significado para ambos pueblos, Jesús inicia una conversación que trasciende prejuicios y enemistades.
- Al pedirle agua, rompe el tabú de no relacionarse con samaritanos, y sobre todo, con mujeres en público.
- Ofrece a la mujer algo que ningún otro podía dar: “agua viva”, símbolo del Espíritu Santo y de la vida eterna, una invitación a saciar la sed espiritual profunda que todos tienen.
Este gesto no solo abre el campo para la conversión de la mujer, sino que enseña a todos nosotros la importancia de superar barreras y prejuicios para llevar el mensaje de salvación a todos, sin excepción.
C) Jesús busca restaurar la verdadera adoración y corregir distorsiones religiosas
El pueblo samaritano había recibido el Pentateuco, pero su interpretación y práctica estaban profundamente alteradas, lo que Jesús aborda con claridad y autoridad.
- La falta de castigo al adulterio:
- Mientras en la Ley judía el adulterio se castigaba con la muerte (véase Juan 8:4-5), en Samaria esta norma no se aplicaba estrictamente.
- Jesús le muestra a la mujer que aunque poseen la Ley, no la obedecen plenamente, viviendo en pecado. Su llamado a “no pecar más” es un reclamo a la conversión auténtica y a la santidad personal.
- Adorar sin conocer a Dios:
- La mujer samaritana defiende su forma de adoración en el monte Gerizim, creyendo que es válida y suficiente.
- Jesús responde: “Vosotros adoráis lo que no conocéis; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación viene de los judíos”.
- Aquí Jesús señala que la verdadera adoración no depende del lugar o las tradiciones, sino del conocimiento real de Dios, basado en la revelación y cumplimiento en Cristo.
- Los samaritanos adoraban según sus conveniencias y tradiciones deformadas, sin la guía espiritual verdadera.
El mensaje está vigente
Este mensaje sigue vigente: tener una Biblia o asistir a un culto no garantiza conocer a Dios ni adorarlo verdaderamente. La verdadera adoración implica obediencia, santidad y un corazón entregado a Jesucristo.
Finalmente, la mujer samaritana ejemplifica la tendencia humana a justificar el pecado, señalando errores ajenos para defender conductas propias, pero Jesús le invita a la reflexión personal y a la verdadera transformación mediante el conocimiento y la relación con Él.
Este encuentro no fue un simple acto evangelístico individual, sino una estrategia divina que anunciaba la expansión del Reino más allá de Israel. Al cruzar las fronteras hacia Samaria, Jesús estaba mostrando que la salvación no sería exclusiva para los judíos, sino que todas las naciones serían invitadas a beber del agua viva. Este momento fue una antesala de la Gran Comisión, y una lección viva para sus discípulos sobre el alcance ilimitado del Evangelio.
III. Los discípulos aprendieron que en Jesús no hay diferencias: un mensaje universal de inclusión y salvación
Uno de los grandes aprendizajes que tuvieron los discípulos tras el encuentro de Jesús con la mujer samaritana fue que en Cristo no existen barreras sociales, étnicas ni religiosas. Jesús derribó los muros que dividían a judíos y samaritanos, demostrando que el mensaje del Evangelio es para todas las personas sin excepción.
A) El impacto del mensaje en Samaria: la predicación de Felipe y la gran conversión
Pocos años después, el diácono Felipe continuó esta obra al predicar en Samaria, y como resultado, todo un país se convirtió al evangelio (Hechos 8). Este movimiento fue un claro testimonio de que la obra de Jesús había sembrado la semilla de la unidad espiritual y la inclusión.
- La barrera histórica y religiosa fue superada gracias a la acción del Espíritu Santo y al poder transformador del mensaje de salvación.
- La enseñanza de que todos los pueblos pueden adorar a Dios en “espíritu y en verdad” se hizo realidad en la experiencia de los samaritanos, quienes abrieron su corazón sin prejuicios ni resentimientos.
1) El corazón sano: condición para la verdadera adoración y conversión (2 Corintios 7:1)
La verdadera adoración nace en un corazón limpio, libre de resentimientos, prejuicios y contaminación espiritual o moral. Como iglesia, el llamado es a preparar ese terreno fértil para que la conversión no solo sea superficial, sino una transformación real y profunda.
- Al limpiarnos de toda contaminación de carne y espíritu, podemos vivir una vida de adoración genuina que produce frutos duraderos.
- Esta purificación personal y comunitaria es la clave para que las naciones experimenten la conversión y la bendición de Dios.
B) La mujer samaritana: ejemplo de transformación y testimonio poderoso
Este estudio nos muestra que, a pesar de las profundas divisiones históricas y sociales entre judíos y samaritanos, Jesús inició su encuentro con la mujer pidiéndole algo sencillo: agua en un pozo antiguo, símbolo de la necesidad humana básica.
- Pero este diálogo se convirtió en una verdadera lección sobre el significado de la adoración verdadera y el acceso directo a Dios a través del Espíritu.
- Jesús le enseñó la importancia de conocerle personalmente, y no solo de seguir tradiciones vacías o prácticas superficiales.
Aunque la mujer intentó defender sus creencias tradicionales, su testimonio evidenció su necesidad de cambio. Sin embargo, al experimentar la revelación de Jesús, ella se convirtió en una mensajera fiel, llevando a todos en Samaria la noticia de que el Mesías esperado estaba presente y que era necesario obedecerlo y adorarlo.
Conclusión: La mujer samaritana
El encuentro de Jesús con la mujer samaritana no fue un hecho casual, sino un acto deliberado de amor, inclusión y revelación. En ese diálogo junto al pozo, Jesús derribó siglos de prejuicio y división, mostrándonos que el Evangelio no está limitado por fronteras étnicas, culturales o religiosas.
La mujer, marcada por su pasado y encadenada a una religiosidad incompleta, recibió la mayor de las revelaciones: que Dios busca adoradores que le adoren en espíritu y en verdad. Este mensaje transformó su vida y la convirtió en un testigo eficaz para toda su ciudad.
Hoy, la enseñanza sigue vigente: si como iglesia anhelamos ver la conversión de nuestras familias, comunidades y naciones, debemos primero limpiar nuestro corazón de toda amargura, prejuicio y pecado. La adoración genuina no nace de los labios solamente, sino de un espíritu quebrantado y un corazón rendido a Dios.
En Cristo, no hay diferencias: todos somos invitados a beber del agua viva que sacia para siempre. Quien la recibe no solo es saciado, sino que se convierte en un canal para que otros también sean alcanzados por la gracia.
Todos, en algún momento, hemos sido como la mujer samaritana: sedientos, cargados por nuestro pasado y confundidos por religiosidad sin relación real con Dios. Pero cuando Cristo se sienta junto a nuestro pozo, nos ofrece una nueva vida y un propósito eterno. Al recibir esa agua viva, no podemos quedarnos callados; así como ella corrió a anunciarlo, nosotros somos llamados a compartir con otros lo que Él ha hecho en nosotros.
Que este pasaje nos inspire a dejar atrás cualquier barrera que nos impida amar y servir, y a vivir cada día como verdaderos adoradores, sabiendo que el tiempo de la cosecha espiritual ya ha llegado.