Enseñanza sobre los dones del Espíritu Santo
En toda la historia bíblica, desde Génesis hasta Apocalipsis, vemos a un Dios que no solo se revela, sino que también capacita a su pueblo para cumplir su voluntad sobrenaturalmente. En el Antiguo Testamento, el Espíritu de Dios venía sobre personas específicas en momentos puntuales para realizar tareas extraordinarias. Pero en el Nuevo Testamento, con la venida del Espíritu Santo en Pentecostés, esa unción se extendió a todos los creyentes, inaugurando una nueva dimensión espiritual en la vida de la Iglesia: la era de los dones espirituales.
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Los dones del Espíritu Santo no son un simple complemento de la vida cristiana, sino una parte esencial de la identidad y función del cuerpo de Cristo en la tierra. Sin ellos, la Iglesia opera con limitaciones humanas; con ellos, la Iglesia se mueve en el poder de Dios. Son manifestaciones sobrenaturales concedidas por gracia, no por mérito, y cada creyente, sin excepción, ha sido llamado a caminar en esa plenitud espiritual (1 Corintios 12:7).
En un tiempo donde el mundo necesita desesperadamente evidencias reales de un Dios vivo, los dones del Espíritu se levantan como testimonio contundente de que Jesucristo no solo resucitó, sino que también habita en medio de Su Iglesia.
Profundizando en el conocimiento función y propósito de los dones
Por lo dicho anteriormente, este estudio bíblico tiene como propósito profundizar en el conocimiento, función y propósito de estos dones, tanto los carismáticos mencionados en 1 Corintios 12 como los ministeriales, de servicio y de edificación que aparecen en otras partes del Nuevo Testamento, incluyendo Romanos 12, Efesios 4 y 1 Pedro 4.
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Te invito a sumergirte en este recorrido bíblico y espiritual para entender no solo qué son los dones, sino cómo operan, para qué existen, cómo se reciben y cómo deben manifestarse conforme al carácter de Cristo y bajo la guía del Espíritu Santo. Porque una Iglesia llena del Espíritu no es solamente una Iglesia que ora o canta, sino una Iglesia que manifiesta el poder y la sabiduría de Dios en cada área de su existencia.
¿Qué son los dones del Espíritu Santo?
Los dones del Espíritu Santo son manifestaciones concretas del mover de Dios a través de sus hijos nacidos de nuevo. Son capacidades divinamente impartidas que trascienden las habilidades naturales del ser humano, y que permiten a cada creyente funcionar dentro del cuerpo de Cristo conforme al diseño eterno de Dios.
Estos dones no son medallas al mérito espiritual, sino instrumentos de servicio y responsabilidad. Cada don revela una faceta del carácter de Dios: Su sabiduría, Su poder, Su amor, Su compasión, Su verdad.
Recibir un don espiritual implica mayor compromiso, pues se requiere una vida rendida, consagrada y obediente al Espíritu para operar correctamente. No se trata de exhibicionismo espiritual, sino de rendirse como vasija útil para la edificación del pueblo de Dios.
Propósito de los dones espirituales
Los dones existen con un propósito misional, eclesial y redentivo. Son señales visibles del gobierno invisible de Dios operando en la Iglesia. A través de ellos, el cuerpo de Cristo crece, se fortalece y permanece firme frente a las adversidades. Además, los dones ayudan a cumplir la Gran Comisión (Mateo 28:19–20), porque validan el mensaje del evangelio con demostración del poder de Dios (Marcos 16:17–20).
No son para entretener ni para generar admiración humana. Son dados “para provecho”, no personal, sino colectivo. Por eso, el mal uso o la omisión de los dones empobrece a la Iglesia y retrasa la manifestación del Reino.
El uso correcto de los dones
El Espíritu Santo no solo imparte dones, también establece el marco para su operación. En 1 Corintios 12–14, Pablo enseña que deben ejercerse con madurez, respeto, orden y reverencia. El desorden espiritual, el exhibicionismo, o la competencia por quién es más “ungido” son señales de inmadurez espiritual. Por eso, el amor es el filtro principal para que un don sea auténtico.
Todo don espiritual que no esté motivado por el amor al prójimo y al cuerpo de Cristo, pierde su efectividad, aunque sea espectacular en apariencia. Sin amor, los dones se convierten en ruido sin fruto eterno (1 Corintios 13:1–3).
¿Cómo recibir y cultivar los dones?
Los dones deben ser buscados con deseo ferviente, fe activa y corazón humilde. Dios se complace en llenar a aquellos que tienen hambre y sed de Su presencia. No basta con pedir, también es necesario perseverar, obedecer y madurar espiritualmente. Así como el fruto requiere cultivo, los dones requieren ejercicio constante bajo la guía del Espíritu y el discernimiento pastoral.
Además, es fundamental servir en comunidad, ya que los dones se desarrollan y perfeccionan en el contexto del cuerpo de Cristo, donde se corrige, se anima y se supervisa su ejercicio con responsabilidad. El aislamiento apaga el don; la comunión lo activa.
Vigencia actual de los dones
Algunos sectores sostienen que los dones cesaron con la era apostólica. Sin embargo, tal postura carece de respaldo bíblico. Hechos 2:39 declara que la promesa del Espíritu es para “vosotros, para vuestros hijos, y para todos los que están lejos, para cuantos el Señor nuestro Dios llamare”. No hay evidencia en el Nuevo Testamento de que Dios haya revocado el poder espiritual de Su Iglesia.
Los dones son herramientas activas del Espíritu para tiempos como estos, donde la frialdad espiritual, el relativismo moral y la confusión doctrinal demandan una Iglesia empoderada por el Espíritu y firme en la verdad. Los dones siguen vigentes porque el Espíritu sigue obrando y el Reino sigue avanzando.
I. Los 9 Dones del Espíritu Santo (1 Corintios 12:8-10)
A. Dones de Revelación: Para conocer sobrenaturalmente
Los dones de revelación son aquellos mediante los cuales el Espíritu Santo transmite al creyente información divina que trasciende el conocimiento humano, permitiéndole ver, discernir o comprender cosas ocultas, espirituales o futuras. Estos dones revelan el conocimiento celestial de Dios para situaciones específicas, y son vitales para la dirección, protección y edificación del cuerpo de Cristo.
1. Palabra de Sabiduría
La palabra de sabiduría es un fragmento de la sabiduría divina, impartido por el Espíritu para solucionar conflictos, tomar decisiones espirituales acertadas o responder con claridad ante dilemas aparentemente imposibles. No se trata de una sabiduría aprendida ni acumulada por la experiencia, sino de un consejo divino, específico y oportuno, que expresa el juicio perfecto de Dios en una situación concreta.
Fundamento bíblico y aplicación:
En Juan 8:1–11, cuando los fariseos llevan a Jesús a una mujer sorprendida en adulterio con el fin de atraparlo en sus palabras, el Señor responde con una palabra de sabiduría:
“El que de vosotros esté sin pecado, sea el primero en arrojar la piedra contra ella” (v.7).
No evade la Ley, no se contradice, y al mismo tiempo confronta la hipocresía. Esa palabra de sabiduría resolvió una trampa compleja sin violar la justicia ni la misericordia de Dios. Este don es clave en el liderazgo espiritual, en consejería, resolución de conflictos y toma de decisiones ministeriales.
Características del don:
- Es puntual y específica, no una sabiduría continua.
- No es humana, sino del Espíritu Santo.
- Su fruto es paz, dirección y verdad (Santiago 3:17).
2. Palabra de Ciencia (Conocimiento)
Este don consiste en la revelación sobrenatural de hechos, eventos o situaciones que están ocultas o no han sido aprendidas de forma natural. Dios imparte al creyente un conocimiento exacto sobre algo pasado o presente, que no podría obtenerse mediante lógica o experiencia.
Ejemplo bíblico:
En Hechos 5:1–11, Pedro confronta a Ananías y Safira por mentir sobre la venta de una propiedad. Pedro no tenía forma humana de saberlo, pero recibió del Espíritu conocimiento directo de su engaño:
“¿Por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo?” (v.3).
Este don es especialmente útil en momentos de consejería pastoral, intercesión profética, discernimiento de peligros ocultos o manifestaciones espirituales. También puede revelar causas de enfermedad, puertas abiertas al enemigo, o pecados escondidos que impiden el avance espiritual.
Importancia en el ministerio:
- Ayuda a preservar la santidad del cuerpo de Cristo.
- Previene el engaño y la manipulación espiritual.
- Fortalece la autoridad espiritual de los líderes que viven en obediencia.
3. Discernimiento de Espíritus
Este don permite al creyente ver más allá de lo evidente y discernir la fuente espiritual detrás de una persona, palabra o manifestación sobrenatural. Es la capacidad dada por el Espíritu para identificar si algo proviene de Dios, del enemigo o de la carne.
¿Por qué es necesario este don?
Vivimos tiempos en que el engaño espiritual se ha incrementado. No toda “unción” es del Espíritu Santo, no toda profecía viene de Dios. El discernimiento es crucial para proteger la pureza doctrinal, evitar el sincretismo, y confrontar lo falso con autoridad.
Ejemplo bíblico:
En Hechos 16:16–18, Pablo y Silas encuentran a una joven que les sigue diciendo:
“Estos hombres son siervos del Dios Altísimo, quienes os anuncian el camino de salvación”.
Aunque sus palabras eran correctas, Pablo discernió que su espíritu no lo era. Reprendió al espíritu de adivinación que había en ella. Este caso ilustra que el discernimiento espiritual no se basa solo en lo que se dice, sino en la fuente de donde proviene.
Formas comunes donde actúa este don:
- Discernir falsos profetas o doctrinas desviadas.
- Identificar ataques espirituales encubiertos.
- Distinguir si una manifestación (como hablar en lenguas, visiones o sueños) es genuina o no.
Notas doctrinales:
- No es el “don de sospecha”; no se basa en conjeturas.
- No es para juzgar carnalmente, sino para proteger y edificar.
- Opera mejor cuando se combina con amor, oración y sabiduría pastoral.
Reflexión final sobre los dones de revelación:
Estos tres dones —sabiduría, ciencia y discernimiento— son absolutamente necesarios para guiar a la Iglesia en tiempos de oscuridad espiritual. Son las “antenas espirituales” que permiten detectar peligros, encontrar dirección y actuar con entendimiento divino. Una Iglesia sin estos dones es una Iglesia expuesta al error, sin brújula espiritual. Por eso debemos buscar su manifestación con urgencia, pero también con responsabilidad.
B. Dones de Poder: Para actuar sobrenaturalmente
Los dones de poder son manifestaciones del Espíritu que permiten a los creyentes ejecutar actos sobrenaturales que trascienden las leyes naturales o las capacidades humanas. A través de estos dones, el Espíritu Santo interviene activamente en el mundo físico, demostrando que Dios no solo es real, sino presente, activo y todopoderoso.
Estos dones son esenciales para la manifestación del Reino de Dios, ya que validan el mensaje del evangelio con demostración del Espíritu y de poder (1 Corintios 2:4), especialmente en contextos de oposición espiritual, incredulidad o necesidad extrema.
4. Don de Fe (Fe sobrenatural o carismática)
Este don no debe confundirse con la fe salvadora (Efesios 2:8), que es común a todos los creyentes, ni con el fruto del Espíritu llamado fe (fidelidad) (Gálatas 5:22), que se cultiva a lo largo de la vida cristiana.
La fe como don espiritual es una habilidad sobrenatural para creer sin dudar, aun en medio de circunstancias imposibles, impulsada por una convicción interna impartida directamente por el Espíritu Santo.
Características distintivas:
- Es instantánea, específica y extraordinaria.
- Opera ante situaciones de crisis, peligro, muerte o imposibilidades humanas.
- Produce seguridad total, sin temor ni vacilación, aunque las circunstancias naturales digan lo contrario.
- Suele ser el “gatillo espiritual” que activa otros dones como milagros o sanidades.
Aplicación práctica:
El don de fe es crucial en momentos donde la lógica humana se quiebra. Puede manifestarse en creyentes que oran por provisión imposible, salvación de un familiar endurecido, sobrevivencia en contextos hostiles o decisiones ministeriales de alto riesgo. Su presencia produce paz sobrenatural, poder espiritual y autoridad en la oración.
5. Dones de Sanidades (Plural)
La palabra “sanidades” aparece en plural, lo que sugiere que este don opera en múltiples dimensiones: sanidades físicas, mentales, emocionales, espirituales e incluso liberación interior. Estos dones son manifestaciones visibles del amor compasivo de Dios, que restauran al ser humano en áreas donde la enfermedad, el trauma o el pecado han causado daño.
Fundamento bíblico:
“Y por las manos de los apóstoles se hacían muchas señales y prodigios en el pueblo… y eran sanados todos” (Hechos 5:12–16).
En Hechos 3, Pedro y Juan sanan al cojo de nacimiento en la puerta del templo. Pedro no oró pidiendo por sanidad, sino que, movido por el Espíritu, declara:
“No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy: en el nombre de Jesucristo de Nazaret, ¡levántate y anda!” (v. 6).
Tipos de sanidades:
- Físicas: Ceguera, parálisis, cáncer, enfermedades congénitas.
- Emocionales: Depresión, ansiedad, traumas.
- Espirituales: Sanidad del alma, restauración del corazón quebrantado.
- Liberación: Expulsión de espíritus inmundos que causan opresión o enfermedad.
Consideraciones doctrinales:
- No todos serán sanados, pero el poder está disponible para ser manifestado cuando el Espíritu lo determine (1 Corintios 12:11).
- Estos dones no sustituyen la medicina, pero trascienden sus límites.
- El enfoque debe ser siempre la gloria de Dios y la restauración integral de la persona, no el espectáculo.
Aplicación:
Los dones de sanidad son necesarios en ministerios de intercesión, cruzadas evangelísticas, visitas a hospitales, consejería pastoral y restauración emocional. Su fruto más poderoso no es solo el cuerpo sano, sino la fe renovada, la esperanza restaurada y el testimonio glorioso del poder de Cristo.
6. Don de Obrar Milagros (Milagros creativos o intervenciones divinas)
Este don se refiere a actos sobrenaturales donde Dios interviene directamente en el orden natural de las cosas, alterando leyes físicas, eventos cronológicos o circunstancias imposibles. Los milagros son interrupciones divinas del curso natural para demostrar la soberanía de Dios.
Distinción clave:
Mientras los dones de sanidad restauran, el don de milagros crea, transforma o altera realidades naturales. No se limita a curaciones, sino que incluye multiplicación, protección divina, resurrecciones, control del clima, liberaciones espectaculares y más.
Ejemplo bíblico:
Jesús multiplicó cinco panes y dos peces para alimentar a más de cinco mil personas (Mateo 14:13–21). No fue una sanidad ni una enseñanza, sino un acto creativo del Reino, producido por el don de milagros en acción. Jesús dio gracias, partió el pan y el milagro ocurrió en sus manos.
Otros ejemplos:
- Moisés abriendo el Mar Rojo.
- Josué deteniendo el sol (Josué 10:13).
- Pablo resucitando a Eutico (Hechos 20:9–10).
- Pedro liberado por un ángel de la cárcel (Hechos 12:5–10).
Propósito de los milagros:
- Confirmar la veracidad del mensaje del evangelio (Marcos 16:20).
- Mostrar la compasión y poder de Dios sobre la naturaleza.
- Producir fe en los no creyentes.
- Deshacer las obras del diablo (1 Juan 3:8).
Advertencia pastoral:
Los milagros deben ser esperados con fe, pero no pueden ser forzados ni manipulados. Su propósito no es entretener ni enriquecer a nadie. Son herramientas de Dios, no trofeos del hombre. Cuando operan en un ambiente de humildad, reverencia y fe, glorifican a Cristo y edifican la Iglesia.
Reflexión Final sobre los Dones de Poder
Los dones de poder son manifestaciones vivas del Dios que obra en lo imposible. A través de ellos, el Reino de Dios irrumpe en la tierra, trastorna el orden natural, libera a los cautivos y abre puertas que el hombre no puede abrir.
Una Iglesia sin fe, sin sanidades, y sin milagros es una Iglesia intelectual, moral y doctrinalmente correcta, pero espiritualmente débil y estéril. Pero una Iglesia que opera en estos dones, bajo el control del Espíritu y con madurez espiritual, es una Iglesia transformadora, imparable y gloriosa.
“El mismo poder que levantó a Jesús de los muertos opera en nosotros” (Efesios 1:19–20).
C. Dones de Inspiración o Expresión (Para hablar sobrenaturalmente)
Estos dones están relacionados con la expresión verbal sobrenatural inspirada directamente por el Espíritu Santo. Su función es edificar, exhortar y consolar a la Iglesia, trayendo dirección, revelación y edificación espiritual de parte de Dios (1 Corintios 14:3). No se trata de elocuencia humana ni de discursos motivacionales, sino de manifestaciones sobrenaturales que comunican lo que el Espíritu desea decir en un momento y contexto específico.
7. Don de Profecía
El don de profecía es la habilidad sobrenatural de comunicar un mensaje directo de Dios, ya sea para edificar, exhortar o consolar a su pueblo. A diferencia de lo que comúnmente se cree, no siempre implica predecir el futuro, aunque puede incluirlo, sino más bien proclamar lo que el Espíritu Santo quiere hablar en el presente.
El apóstol Pablo lo consideró uno de los dones más importantes para la edificación de la Iglesia (1 Corintios 14:1), y urgió a los creyentes a procurar profetizar, ya que este don fortalece a la congregación en su conjunto. Es un vehículo de dirección divina, reprensión amorosa, advertencia, promesa o ánimo.
Ejemplo bíblico:
Ágabo, profeta del Nuevo Testamento, predijo una gran hambruna que vendría sobre el mundo (Hechos 11:27–28). También profetizó sobre el sufrimiento que le aguardaba a Pablo en Jerusalén (Hechos 21:10–11). En ambos casos, su mensaje fue claro, oportuno y con el propósito de preparar a la Iglesia para lo que vendría.
Discernimiento y responsabilidad:
Aunque es un don poderoso, Pablo advirtió que las profecías deben ser juzgadas (1 Corintios 14:29). Esto implica que una profecía no debe ser aceptada ciegamente, sino discernida espiritualmente, evaluando si está en línea con la Escritura, el carácter de Cristo y la edificación del cuerpo.
Error común:
Un error común es confundir la profecía con el ministerio profético permanente. Todos pueden profetizar por el Espíritu, pero eso no convierte automáticamente a alguien en profeta ministerial (Efesios 4:11). El don es una manifestación momentánea; el ministerio es un llamado permanente.
8. Diversos Géneros de Lenguas
Este don consiste en hablar en un idioma que el creyente nunca ha aprendido naturalmente, como señal sobrenatural de la presencia del Espíritu Santo, y como instrumento de oración, adoración o mensaje profético cuando es interpretado.
Dos aspectos clave:
- Lenguas como señal:
En Hechos 2, el día de Pentecostés, los discípulos hablaron en lenguas que fueron entendidas por personas de diferentes regiones (Hechos 2:6–11). Esto mostró que el mensaje del evangelio trascendía barreras culturales y lingüísticas. - Lenguas como edificación personal y espiritual:
Pablo enseña que quien habla en lenguas se edifica a sí mismo (1 Corintios 14:4), ya que es un lenguaje espiritual entre el creyente y Dios (1 Corintios 14:2). Es parte del crecimiento devocional y de la vida de oración del creyente.
Importancia congregacional:
Cuando se habla en lenguas en una reunión pública, Pablo indica que debe haber interpretación para que la Iglesia sea edificada (1 Corintios 14:27–28). Si no hay interpretación, es mejor que el creyente hable consigo mismo y con Dios en privado.
Lenguas en el bautismo del Espíritu:
En el libro de los Hechos, hablar en lenguas fue la señal inicial visible del bautismo del Espíritu Santo (Hechos 2:4; 10:46; 19:6). Aunque hay quienes no creen que sea indispensable, no cabe duda, por las escrituras en el libro de Los Hechos que son la evidencia primaria de la experiencia del bautismo del Espíritu Santo.
9. Don de Interpretación de Lenguas
Este don se refiere a la capacidad sobrenatural dada por el Espíritu Santo para interpretar un mensaje hablado en lenguas, no traduciendo palabra por palabra, sino transmitiendo el sentido espiritual del mensaje para la edificación del cuerpo de Cristo.
Propósito bíblico:
La interpretación no es traducción literal, sino una expresión espiritual comprensible del mensaje dado en lenguas. Así, lo que fue dicho de manera misteriosa se convierte en revelación comprensible para la congregación (1 Corintios 14:13, 27).
Ejemplo práctico:
Si un creyente habla en lenguas públicamente durante una reunión, el mensaje debe ser interpretado para que tenga provecho para los oyentes. Esta interpretación puede ser dada por otro creyente con ese don, o incluso por la misma persona que habló en lenguas si el Espíritu le concede ambas manifestaciones (1 Corintios 14:13).
Equilibrio congregacional:
Pablo regula este don dentro del orden del culto: si alguien habla en lenguas, que lo haga por turno y con intérprete; de lo contrario, que guarde silencio en la congregación y hable consigo mismo y con Dios (1 Corintios 14:27–28). Esto refleja que el Espíritu Santo no es desordenado, y que sus manifestaciones deben estar sujetas al gobierno espiritual y al discernimiento pastoral.
Advertencia contra el emocionalismo:
No se debe confundir una manifestación genuina del Espíritu con una explosión emocional sin contenido espiritual. El don de lenguas y su interpretación deben producir edificación, claridad y reverencia, no confusión ni espectáculo.
Reflexión final sobre los dones de inspiración
Los dones de inspiración o expresión son una manifestación preciosa del poder y la voz del Espíritu Santo en medio de su pueblo. No son para el entretenimiento, la exaltación personal ni para provocar asombro carnal, sino para edificar el cuerpo de Cristo con mensajes que vienen del corazón de Dios.
Estos dones deben ser ejercidos con madurez espiritual, reverencia, y siempre en armonía con la Palabra escrita. Cuando la Iglesia aprende a fluir en estos dones bajo la guía del Espíritu, se convierte en un canal de consuelo, dirección y revelación para el mundo.
II. Otros Dones del Espíritu Santo en la Biblia
Además de los 9 dones del Espíritu Santo (Dones carismáticos de 1 Corintios 12), hay otras listas de dones en la Escritura que complementan la operación del Espíritu en el cuerpo de Cristo.
A. Dones en Romanos 12:6–8
El apóstol Pablo, escribiendo a los creyentes en Roma, presenta una lista de dones espirituales que tienen una naturaleza ministerial y práctica, es decir, orientados al servicio dentro del cuerpo de Cristo.
A diferencia de los dones en 1 Corintios 12, que son manifestaciones sobrenaturales momentáneas, los dones de Romanos 12 son más bien funciones permanentes o vocaciones dentro de la Iglesia. Aunque todos ellos son igualmente espirituales, aquí Pablo se enfoca en cómo el creyente sirve de forma continua, según la gracia que le ha sido dada.
1. Profecía
Aunque ya se estudió en los dones carismáticos, es importante destacar que la profecía también puede tener un carácter ministerial continuo. En este contexto, no solo implica anunciar eventos futuros, sino también hablar bajo la inspiración del Espíritu Santo palabras que edifican, exhortan y consuelan (1 Corintios 14:3).
El profeta ministerial tiene la capacidad de confrontar el pecado, declarar la voluntad de Dios para situaciones específicas y llamar a la Iglesia a la santidad. Pablo aclara que debe ejercerse “conforme a la medida de la fe”, es decir, bajo la dirección del Espíritu y no de emociones humanas.
2. Servicio (ministerio)
El término griego utilizado aquí es diakonía, del cual se deriva el término “diácono”. Este don se manifiesta en la disposición práctica para ayudar, asistir, organizar y ejecutar tareas necesarias para el funcionamiento del cuerpo de Cristo.
No todos son llamados a predicar desde un púlpito, pero muchos tienen una gracia especial para servir en tareas que parecen invisibles, pero que son esenciales (como la logística, la limpieza, el cuidado de personas, etc.). Jesús mismo enseñó que “el mayor entre vosotros sea vuestro servidor” (Mateo 23:11), lo que eleva este don como un reflejo del carácter de Cristo.
3. Enseñanza
El don de enseñanza es la capacidad espiritual para comunicar verdades bíblicas de forma clara, precisa y transformadora. No se trata solo de transferir conocimiento, sino de guiar a otros en el entendimiento de la Palabra con profundidad y fidelidad doctrinal.
Un maestro ungido tiene pasión por las Escrituras y habilidad para adaptarse a las diferentes necesidades del auditorio (niños, jóvenes, nuevos creyentes, líderes, etc.). Es un ministerio vital en la Iglesia, pues la ignorancia bíblica es terreno fértil para la herejía y la apostasía. Pablo exhorta a Timoteo: “Ocúpate en la lectura, la exhortación y la enseñanza” (1 Timoteo 4:13).
4. Exhortación
Este don, también conocido como el de “animación espiritual”, tiene una raíz griega (parakaleo) que significa llamar al lado de alguien para animarlo, consolarlo o corregirlo. El exhortador es como un consejero lleno del Espíritu que sabe cuándo decir una palabra de aliento o una palabra firme. Es un ministerio que sostiene a los débiles, levanta a los caídos, reprende con amor y fortalece la fe.
En tiempos de persecución o desánimo, la exhortación es un bálsamo del cielo que Dios usa para sostener a su Iglesia. Bernabé fue un hombre “lleno del Espíritu y de fe” (Hechos 11:24) que ejercía este don con poder.
5. Repartir (dar generosamente)
Este don no se refiere simplemente a dar dinero, sino a una disposición sobrenatural y constante de compartir lo que se tiene —ya sean recursos, tiempo, alimentos, o talentos— con desprendimiento y alegría.
No todos los creyentes tienen este don de repartir en medida extraordinaria. Algunos, bendecidos por Dios con abundancia, reciben este don para sostener obras misioneras, apoyar a los necesitados o financiar ministerios. Lo importante no es la cantidad que se da, sino la liberalidad del corazón con que se da (2 Corintios 9:7). El don de repartir refleja el carácter generoso de Dios, quien nos da abundantemente sin reproche.
6. Presidir (liderazgo)
El término griego usado es proistemi, que significa “estar al frente” o “dirigir”. Este don capacita a ciertas personas para liderar con sabiduría, visión y responsabilidad, inspirando a otros a seguir el rumbo que Dios ha establecido. No se trata de ejercer dominio sobre los demás, sino de liderar con humildad, diligencia y buen testimonio.
Este don, de presidir o liderazgo, es vital en pastores, ancianos, y líderes de ministerios. Pablo aclara que se debe ejercer “con solicitud”, es decir, con diligencia y esmero, conscientes de que se trata de una mayordomía espiritual (Hebreos 13:17). El buen líder espiritual es siervo, ejemplo y guía.
7. Misericordia
Este don es la capacidad de mostrar compasión profunda y activa hacia los que sufren o están en necesidad, no solo emocional, sino también práctica. El misericordioso se conmueve por los enfermos, marginados, pobres o abandonados, y actúa movido por el amor de Cristo. Este don es indispensable en ministerios de visitación, hospitales, cárceles, asilos o en consejería.
Pablo dice que debe ejercerse el don de misericordia “con alegría”, no como una carga. Refleja el corazón de Dios, que se compadece del necesitado (Salmo 103:13). Un creyente con este don es como una extensión tangible de la ternura de Dios hacia los afligidos.
Estos dones, aunque más discretos que los carismáticos, son igualmente poderosos y fundamentales para la edificación de la Iglesia. Sin servicio, enseñanza, exhortación, liderazgo, misericordia y generosidad, la Iglesia no puede sostenerse ni avanzar de forma saludable. Cada uno de ellos es una manifestación de la gracia, y debe ejercerse en humildad, bajo la guía del Espíritu y para la gloria de Cristo.
B. Efesios 4:11: Los Dones Ministeriales o de Cristo para la Iglesia
El apóstol Pablo declara en Efesios 4:11: “Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros”.
Este versículo presenta una categoría especial de dones conocida como “los dones ministeriales” o “dones de Cristo”, ya que son funciones entregadas directamente por Cristo resucitado para el establecimiento y crecimiento de Su Iglesia.
A diferencia de los dones del Espíritu mencionados en 1 Corintios 12, que son manifestaciones sobrenaturales del Espíritu Santo distribuidas para el bien común, los dones de Efesios 4 representan personas llamadas, equipadas y constituidas por Dios para liderar y edificar al cuerpo de Cristo.
1. Apóstoles: Fundadores y pioneros del Reino
La palabra griega apóstolos significa “enviado”, “delegado” o “mensajero”. Los apóstoles tienen una función pionera y fundacional dentro del cuerpo de Cristo. Son levantados por Dios para establecer iglesias, doctrinas fundamentales, estructuras ministeriales y abrir territorios espirituales.
En el Nuevo Testamento, además de los doce apóstoles originales, vemos otros como Pablo y Bernabé (Hechos 14:14), lo cual indica que el ministerio apostólico no se limitó a los Doce. Los apóstoles son padres espirituales con una visión global del Reino, y tienen la capacidad de edificar, corregir y plantar fundamentos (1 Corintios 3:10).
En el contexto contemporáneo, los apóstoles no escriben Escritura ni reemplazan la autoridad del Nuevo Testamento, pero sí continúan cumpliendo la función de impulsar el avance del Evangelio con autoridad, estrategia espiritual y formación ministerial.
Funciones apostólicas clave:
- Fundar y establecer iglesias donde no las hay.
- Proveer cobertura espiritual a otras congregaciones.
- Velar por la sana doctrina y la unidad entre iglesias.
- Desarrollar liderazgo y enviar obreros al campo ministerial.
- Ejercer autoridad espiritual regional o internacional conforme al llamado divino.
2. Profetas: Voz de dirección y revelación
El profeta es alguien que habla en nombre de Dios, revelando Su voluntad específica para tiempos, personas o situaciones particulares. En el Nuevo Testamento, la profecía ya no se limita al juicio o predicción como en el Antiguo Testamento, sino que también edifica, exhorta y consuela (1 Corintios 14:3).
El profeta en el contexto de Efesios 4:11 es un ministerio estable, no simplemente alguien que da mensajes proféticos ocasionales. Su labor es discernir los tiempos, alertar al cuerpo de Cristo sobre peligros espirituales, confirmar llamados, y mantener la sensibilidad espiritual dentro de la Iglesia.
Los profetas colaboran estrechamente con los apóstoles para edificar el fundamento doctrinal y espiritual (Efesios 2:20), y deben estar profundamente conectados a la Palabra para evitar caer en subjetividad o error.
Responsabilidades proféticas:
- Declarar la voluntad de Dios para personas, iglesias o naciones.
- Desenmascarar el pecado, el engaño y los planes del enemigo.
- Activar ministerios y confirmar llamados.
- Revelar temporadas espirituales, juicios y promesas.
- Fortalecer y consolar al pueblo de Dios (1 Corintios 14:3).
Distinguir entre don y ministerio:
El don de profecía puede operar en muchos creyentes, pero el ministerio de profeta es una vocación permanente, reconocida y probada por la Iglesia, que incluye una medida más alta de autoridad y responsabilidad.
3. Evangelistas: Ganadores de almas con poder
El evangelista es el mensajero del evangelio, dotado con una pasión ardiente por las almas perdidas. Su llamado es proclamar a Cristo con poder y simplicidad, viendo resultados visibles de conversión, sanidad, liberación y reconciliación con Dios.
Felipe, el evangelista (Hechos 8), es un ejemplo claro: predicaba con señales y milagros, y muchas personas se entregaban a Cristo. El evangelista también equipa a otros creyentes para compartir su fe y despierta en la Iglesia un sentido de urgencia por la salvación de las almas.
En la actualidad, los evangelistas desempeñan un papel vital tanto en campañas evangelísticas como en el fortalecimiento del testimonio público de la Iglesia. Son una chispa espiritual que mantiene a la Iglesia activa en su misión de ir por todo el mundo y hacer discípulos (Mateo 28:19).
Características del evangelista:
- Tiene pasión por las almas perdidas.
- Opera frecuentemente con dones de sanidades y milagros como confirmación del mensaje.
- Funciona como “pico espiritual” para abrir terreno nuevo para el Reino.
- Motiva e inspira a otros a evangelizar.
- Funciona como puente entre la Iglesia y el mundo perdido.
El evangelista no es simplemente un “predicador itinerante”; es una lanza del Reino que perfora tinieblas con el poder del evangelio. Su mensaje es claro: Cristo salva, sana, liberta y viene pronto.
4. Pastores: Corazón del rebaño de Cristo
El término “pastor” proviene de la idea de un cuidador de ovejas, y refleja una de las responsabilidades más sensibles dentro del cuerpo de Cristo. Los pastores cuidan, alimentan, protegen y guían al rebaño de Dios con amor, sabiduría y firmeza espiritual.
Un pastor es más que un predicador; es un guardián de almas, alguien llamado a caminar junto al pueblo de Dios, discernir sus necesidades y ministrar con compasión. Jesús se identificó como el Buen Pastor (Juan 10), y este ministerio debe reflejar su carácter: sacrificial, tierno, protector y veraz.
Los pastores son claves para mantener la unidad del cuerpo, fomentar el discipulado y cuidar la salud espiritual de la congregación. Aunque el término «obispo» o «anciano» a veces se usa en conjunto con «pastor», el enfoque en Efesios 4 apunta a la función pastoral más que al título eclesiástico.
Funciones pastorales esenciales:
- Cuidar del rebaño con amor y paciencia (1 Pedro 5:2–3).
- Enseñar la Palabra con claridad y fidelidad.
- Discipular creyentes hacia la madurez.
- Proteger a la iglesia del error y del lobo espiritual.
- Acompañar en las aflicciones, corregir con mansedumbre, y servir con ejemplo.
Un pastor según el corazón de Dios es más que un orador; es un intercesor, mentor y siervo de todos. Su labor se mide no por cuántas personas congrega, sino por cuántas vidas transforma en Cristo.
5. Maestros: Fundamento doctrinal del cuerpo
El maestro es el instructor espiritual que edifica a la Iglesia a través de la enseñanza sólida de la Palabra. Mientras que el profeta revela, el maestro explica, fundamenta y sistematiza la verdad bíblica.
El maestro tiene la capacidad de desglosar doctrinas complejas, exponer las Escrituras en su contexto, y ayudar a los creyentes a crecer en madurez espiritual y discernimiento. Su ministerio es esencial para proteger a la Iglesia del error y del engaño (2 Pedro 2:1).
Aunque todo pastor debería ser también un maestro, no todos los maestros son necesariamente pastores. El maestro puede servir en diferentes contextos: en la predicación, en aulas de formación bíblica, en escritos teológicos, o como parte de un equipo de discipulado.
Características del maestro bíblico:
- Profundo conocimiento bíblico, no solo intelectual, sino revelado.
- Espíritu de paciencia y dedicación para explicar incluso lo más difícil.
- Destreza para conectar la Escritura con la vida cotidiana.
- Amor por la verdad y celo por la sana doctrina.
- Capacidad para refutar falsedades y formar discípulos estables.
Un maestro no solo informa, forma el carácter, estructura el pensamiento bíblico y equipa a la Iglesia para vivir conforme a la verdad. Su fruto se ve en la madurez del cuerpo, no en su elocuencia.
Propósito y unidad de los dones ministeriales
Efesios 4:12–13 declara que estos cinco ministerios tienen un propósito común:
“A fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo; hasta que todos lleguemos… a la unidad de la fe, al conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto.”
Cuando la Iglesia reconoce y honra estos ministerios bíblicos, y los cinco fluyen de manera integrada, bajo la dirección del Espíritu Santo, se produce una Iglesia madura, estable, poderosa y con dirección profética.
Una iglesia que solo tiene pastorado, sin los demás ministerios, tiende a ser sobrecargada, limitada y desequilibrada. Pero cuando los cinco ministerios cooperan y se complementan, la Iglesia local crece sana, doctrinalmente firme y espiritualmente efectiva.
El propósito no es jerarquía, sino servicio y perfeccionamiento. Estos dones son dados para que la Iglesia crezca en madurez, unidad y plenitud espiritual. No son para gloria personal, sino para equipar a los santos y prepararlos para cumplir su propósito en el Reino de Dios.
C. Dones en 1 Pedro 4:10–11
“Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios. Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios; si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén.”
(1 Pedro 4:10–11, RVR1960)
En esta poderosa exhortación, el apóstol Pedro no pretende enumerar una lista exhaustiva de dones espirituales como Pablo lo hace en Romanos o en 1 Corintios, sino que presenta una clasificación funcional y práctica de los dones espirituales en dos categorías principales: los dones de palabra y los dones de servicio. Esta división es esencial porque revela la amplitud y el propósito del ministerio cristiano en su expresión más cotidiana, comunitaria y espiritual.
1. Dones de palabra: hablar conforme a la palabra de Dios
Estos dones comprenden toda función ministerial relacionada con la enseñanza, exhortación, predicación, profecía, sabiduría y cualquier forma de instrucción verbal con contenido espiritual. Pedro exhorta a que aquellos que ejercen estos dones lo hagan “conforme a las palabras de Dios”, es decir, con fidelidad, reverencia, responsabilidad doctrinal y bajo la dirección del Espíritu Santo.
Aquí se incluyen:
- La predicación del evangelio (kerygma): No como discurso persuasivo humano, sino como proclamación con poder.
- La enseñanza bíblica (didaskalia): Transmitida con claridad, verdad y autoridad espiritual.
- La profecía: Sujeta a evaluación y alineada con la verdad revelada (1 Corintios 14:29).
- La palabra de sabiduría y de ciencia: Con entendimiento divino para guiar al cuerpo de Cristo.
- La exhortación y consolación: Edificando a los creyentes con verdad y gracia.
Implicación espiritual:
Quienes poseen estos dones tienen una gran responsabilidad: ser voceros de Dios. No deben hablar desde su opinión o experiencia, sino conforme a la Palabra. Esto implica estudio diligente, oración constante, y una vida en santidad. El objetivo no es el lucimiento personal, sino que Dios sea glorificado por medio de Su verdad hablada a través del vaso humano.
2. Dones de servicio: ministrar con la fuerza que Dios da
Estos dones comprenden toda función práctica, asistencial o de apoyo que fortalece el cuerpo de Cristo y su misión. Pedro señala que quienes ministran o sirven deben hacerlo “conforme al poder que Dios da”, reconociendo que aun en lo práctico y aparentemente natural, es Dios quien habilita.
Aquí se incluyen:
- El don de servicio o ministerio (diakonía): Ayudar de forma activa y práctica en las necesidades de la iglesia.
- El don de hospitalidad: Abrir el hogar, proveer alimento, compañía y cuidado con amor genuino.
- El don de generosidad: Compartir recursos materiales con alegría y libertad (Romanos 12:8).
- La administración o liderazgo: Coordinar recursos y personas con diligencia y visión espiritual.
- La misericordia: Visitar, asistir, consolar y acompañar al que sufre, al marginado y necesitado.
- El trabajo manual en la obra del Señor: Decorar el templo, limpiar, cocinar, organizar eventos, etc.
Implicación espiritual:
Dios no ve como los hombres ven. Lo que el mundo podría considerar “menor” o “invisible” en el Reino tiene gran valor. Jesús dijo: “el que quiera ser el mayor entre vosotros, será vuestro siervo” (Mateo 20:26). El verdadero servicio no busca reconocimiento, sino glorificar a Dios a través de una vida entregada a los demás. Pedro recalca que se debe ministrar con la fuerza que Dios da, no en nuestra carne ni autosuficiencia.
3. Aplicaciones prácticas del modelo de Pedro
- Todos tienen un don: Pedro dice “cada uno según el don que ha recibido”. No hay creyente sin propósito. Cada miembro del cuerpo de Cristo tiene una función asignada por Dios.
- Somos administradores, no dueños: Los dones no son propiedad privada para exaltación personal, sino recursos espirituales que deben ser bien administrados para bendición de los demás y gloria de Dios.
- El objetivo supremo es glorificar a Dios: Pedro concluye diciendo que todo esto debe hacerse “para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo”. Los dones no son para entretener, competir o controlar, sino para revelar la vida y el carácter de Cristo en medio de la iglesia y del mundo.
La perspectiva de Pedro nos lleva a un entendimiento sobrio, centrado en Dios y profundamente práctico de los dones espirituales. No todos serán profetas o maestros, pero todos tienen un don que deben ejercer con humildad y dependencia del poder divino.
Esta visión equilibra la dimensión sobrenatural con la vida cotidiana del creyente, y afirma que tanto la palabra inspirada como el servicio silencioso son expresiones auténticas del Espíritu Santo obrando en y a través del cuerpo de Cristo.
III. El Propósito de los Dones del Espíritu Santo
Los dones espirituales no fueron dados para exaltar al individuo, ni para la búsqueda de prestigio personal dentro de la comunidad. Por el contrario, tienen un propósito divino claro y trascendental que impacta tanto la vida del creyente como el cuerpo de Cristo en su conjunto, y la expansión del Reino de Dios en el mundo.
1. Edificación del cuerpo de Cristo
Efesios 4:11–12 afirma que Cristo entregó dones ministeriales “para perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo”. Esto implica que los dones funcionan para:
- Desarrollar madurez espiritual en cada creyente, preparándolos para cumplir el llamado personal y colectivo (Efesios 4:13).
- Multiplicar los ministerios y servicios, de modo que nadie sea espectador pasivo, sino participante activo en la obra del Señor.
- Fortalecer la unidad y cohesión entre los miembros, superando divisiones y promoviendo un sentido de comunidad y pertenencia.
La edificación no es solo un crecimiento individual, sino una construcción colectiva, donde cada don, aunque diverso, se integra en una función complementaria que eleva la salud espiritual del cuerpo.
2. Manifestar la presencia activa del Espíritu Santo
En 1 Corintios 12:7 se dice:
“Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho.”
Los dones son señales visibles e intangibles de que el Espíritu Santo está obrando poderosamente en la iglesia. Son el “sello” de la presencia de Dios en la comunidad y el medio por el cual el poder divino se pone al servicio de las necesidades humanas y espirituales.
Este propósito se manifiesta cuando los dones:
- Confirman el mensaje del evangelio (Hechos 14:3).
- Rompen cadenas espirituales y naturales, demostrando que Dios es soberano sobre toda circunstancia.
- Atraen a los perdidos hacia Cristo, produciendo curiosidad, fe y arrepentimiento.
3. Unir a la Iglesia en un solo cuerpo
Romanos 12:4–5 afirma:
“Así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros.”
Los dones son herramientas que integran la diversidad dentro de la unidad. Cada miembro tiene un papel irreemplazable que, aunque diferente, coopera para el bienestar común. Los dones evitan que la iglesia se fragmente en grupos egoístas y promueven:
- Interdependencia, donde nadie es autosuficiente ni prescindible.
- Respeto y valoración hacia todas las manifestaciones espirituales.
- Una visión centrada en la unidad, no en la competencia o rivalidad.
Esta unidad, forjada por el Espíritu y expresada en los dones, es una poderosa evidencia de la autenticidad y fuerza del cuerpo de Cristo.
4. Extender el Reino de Dios
Donde los dones se manifiestan genuinamente, el Reino de Dios avanza. Esto se observa en:
- Crecimiento de la fe tanto en creyentes como en incrédulos.
- Sanidad, liberación y restauración integral, que son señales del Reino presente.
- Multiplicación de discípulos y congregaciones, fruto directo del ejercicio saludable de los dones.
- Transformación social y espiritual, que impacta familias, comunidades y naciones.
Por eso, los dones no solo fortalecen la iglesia internamente, sino que tienen un efecto trascendente en la sociedad, abriendo puertas para que más personas conozcan a Cristo y experimenten su poder redentor.
IV. Uso Correcto de los Dones del Espíritu Santo
Pablo dedica buena parte de 1 Corintios 12-14 a instruir sobre cómo deben ejercerse los dones espirituales, haciendo énfasis en dos pilares fundamentales: orden y amor.
1. Ejercicio con orden
“Hágase todo decentemente y con orden” (1 Corintios 14:40).
El don espiritual no debe ser causa de caos, desorden ni confusión en la iglesia. El Espíritu Santo no produce confusión (1 Corintios 14:33). Por eso, Pablo exhorta que el uso de los dones:
- Se haga en formas reguladas y respetuosas, para que la iglesia sea edificada y no confundida.
- Se evite la competitividad, el protagonismo o el descontrol emocional.
- Se coordine para que todos puedan participar y ser beneficiados, sin que una sola manifestación opaque a las demás.
El orden es expresión de madurez espiritual y respeto hacia el cuerpo, y facilita la recepción del mensaje espiritual con claridad y eficacia.
2. Ejercicio con amor
“Y si tuviese profecía… y no tengo amor, de nada me sirve” (1 Corintios 13:2).
El amor es el fundamento esencial para el uso legítimo de los dones espirituales. Sin amor, el don más espectacular se convierte en vanidad o instrumento de división y egoísmo. El amor:
- Busca el bienestar del otro, no la exaltación personal.
- Es paciente, humilde y servicial, promoviendo unidad y paz.
- No envidia ni se envanece, sino que edifica y sostiene.
Por eso Pablo concluye que sin amor, los dones son como un “metal que resuena o un címbalo que retiñe”: ruido vacío sin fruto espiritual.
3. Amor y orden juntos: la clave para un ministerio fructífero
La combinación de amor y orden garantiza que:
- Los dones sean un canal de bendición y crecimiento.
- La iglesia se fortalezca en comunión y diversidad.
- Se eviten los excesos emocionales o los abusos espirituales.
- La gloria sea dada a Dios y no a los hombres.
Los dones espirituales son una manifestación maravillosa y necesaria para la vida de la iglesia. Pero su verdadero valor se revela cuando son usados con un corazón humilde, motivado por el amor y bajo la dirección del Espíritu, en un contexto de orden que permita a todos ser edificados.
La iglesia que entiende y vive estos principios se convierte en un testimonio vivo del poder transformador de Dios, y en un instrumento eficaz para llevar el evangelio y el Reino a todo el mundo.
V. ¿Quién puede recibir los dones del Espíritu?
1. Los dones son para todos los creyentes
Una de las verdades más consoladoras y transformadoras de la doctrina de los dones espirituales es que todos los creyentes tienen acceso a ellos. El Espíritu Santo es el dador soberano que reparte sus dones individualmente a cada creyente según su voluntad:
“Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere” (1 Corintios 12:11).
Este versículo es una declaración clara contra cualquier forma de exclusión o discriminación dentro del cuerpo de Cristo. No existen “clases” de cristianos que no puedan recibir dones. Tampoco dependen de mérito humano, estatus social, edad, género, ni grado de madurez espiritual. Los dones son expresión de la gracia soberana de Dios, no de una cualidad humana.
2. No se reciben por esfuerzo humano, sino por gracia
Los dones no son producto de un esfuerzo, estudio, ni ritual humano; son manifestaciones sobrenaturales otorgadas por gracia. Aunque la Biblia exhorta a buscar y desear los dones (1 Corintios 14:1), esta búsqueda debe entenderse dentro de un marco de humildad y dependencia de Dios.
Por eso, nadie debe sentirse indigno ni inseguro, ni desesperar por no “tener” un don evidente. Dios obra según su sabiduría y tiempo, y su Espíritu distribuye lo que es mejor para la edificación del cuerpo y la gloria divina.
3. Creyentes regenerados y bautizados en el Espíritu
Los dones se otorgan a aquellos que han experimentado el nuevo nacimiento en Cristo y la regeneración espiritual. Sin vida espiritual no hay recepción de dones (Juan 3:3-8). Además, muchos pasajes bíblicos enseñan que para recibir los dones se debe tener la experiencia del bautismo en el Espíritu Santo, como en Hechos 2, 10 y 19, donde los creyentes son llenos del Espíritu y comienzan a manifestar dones espirituales.
El bautismo en el Espíritu no es un premio para unos pocos, sino una promesa para cuantos el Señor llamare (Hechos 2:38-39), debe ser la experiencia normal y deseable para todo creyente, con la finalidad de capacitar para el servicio espiritual y la santificación.
4. Dones y variedad en el cuerpo de Cristo
Dios no reparte los mismos dones a todos para evitar uniformidad espiritual y fomentar la diversidad que enriquece a la Iglesia:
- Algunos reciben dones de sabiduría y conocimiento para discernir la voluntad divina.
- Otros tienen dones de sanidad o milagros para fortalecer la fe y el testimonio.
- Otros poseen dones de servicio, enseñanza, liderazgo o misericordia para ayudar en las funciones prácticas y espirituales.
Esta variedad es intencional y hermosa, ya que refleja la multifacética gracia de Dios y la complejidad del cuerpo de Cristo (1 Corintios 12:14-27).
5. El don no define al creyente
Es vital entender que un don espiritual es un instrumento para la obra de Dios, no la identidad esencial del creyente. No se debe valorar ni medir a una persona únicamente por sus dones visibles o “exóticos”. La verdadera identidad está en ser hijo amado de Dios, y los dones son para edificar, no para envanecer (1 Corintios 13:1-3).
VI. ¿Cómo se reciben y cultivan los dones?
Recibir un don espiritual no es un acto pasivo ni automático, sino un proceso dinámico que requiere:
1. Desear los dones del Espíritu Santo
Pablo exhorta a los creyentes:
“Procurad los dones espirituales” (1 Corintios 14:1).
Este mandato implica una búsqueda intencional y ferviente. No basta con una expectativa pasiva; se debe anhelar ardientemente ser usados por Dios para el beneficio de otros. Esta búsqueda debe ir acompañada de:
- Oración constante pidiendo la manifestación de los dones.
- Estudio bíblico para conocer qué dones existen y cómo se ejercen.
- Disposición para servir sin importar el don recibido.
2. Orando y pidiendo la dirección del Espíritu
Jesús enseñó:
“Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá” (Mateo 7:7).
El creyente que desea un don espiritual debe acudir a Dios con fe, humildad y perseverancia. La oración debe ser sincera, reconociendo la soberanía del Espíritu y sometiéndose a su voluntad. Además, es fundamental pedir discernimiento para usar el don con sabiduría.
3. Viviendo en santidad y obediencia
La Biblia enseña que Dios se agrada de “vasijas limpias” para manifestar su gloria (2 Timoteo 2:20–21). La pureza espiritual, la santidad y la obediencia diaria son condiciones que preparan el corazón para recibir y mantener los dones:
- Confesión continua de pecados y arrepentimiento.
- Rendición a la voluntad de Dios, evitando el orgullo o la autosuficiencia.
- Fruto del Espíritu visible en la vida (Gálatas 5:22-23), pues los dones sin amor son vanidad.
4. Estando en comunión y participación activa con la Iglesia
Los dones se manifiestan, prueban y desarrollan en el contexto de la comunidad de creyentes. La Iglesia es el ambiente creado por Dios para:
- Ejercitar los dones en un entorno de apoyo y corrección.
- Recibir retroalimentación y guía espiritual para crecer en el don.
- Servir a otros con el don, cumpliendo el propósito para el cual fue dado.
- Experimentar unidad y diversidad trabajando juntos.
La vida en comunidad fortalece el don y evita que se convierta en fuente de división o confusión.
5. Práctica y perseverancia
Como cualquier habilidad, los dones espirituales necesitan práctica continua para perfeccionarse. El creyente debe:
- Atreverse a usar el don, incluso con temor o inseguridad inicial.
- Buscar mentoría o enseñanza de líderes espirituales experimentados.
- Ser paciente y abierto a la corrección y al crecimiento.
- Mantener un corazón humilde y agradecido, evitando la vanidad.
6. Discernimiento y sumisión a la autoridad espiritual
Para que el ejercicio de los dones sea saludable:
- El creyente debe someterse al liderazgo pastoral y al orden establecido (Hebreos 13:17).
- Los dones deben ser evaluados y confirmados por la comunidad para evitar engaños o abusos (1 Corintios 14:29).
- Debe evitarse el uso egoísta o desordenado que cause daño a la iglesia.
7. Dependencia constante del Espíritu Santo
Finalmente, el don espiritual no es un logro humano, sino una manifestación del poder de Dios. Por eso, el creyente debe vivir en:
- Comunicación constante con el Espíritu (oración, adoración, meditación).
- Sumisión a su guía y sensibilidad a sus impresiones.
- Apertura para que el Espíritu dirija cuándo y cómo usar el don.
Recibir y cultivar los dones espirituales es una experiencia integral que involucra el deseo sincero, la oración ferviente, la santidad personal, la vida en comunidad, la práctica consciente y la dependencia total del Espíritu Santo. Esta preparación y madurez espiritual aseguran que los dones sean usados para la gloria de Dios y la edificación del cuerpo de Cristo, generando frutos duraderos para el Reino.
VII. Dones y Fruto del Espíritu Espíritu Santo
1. Diferenciando claramente: dones vs fruto del Espíritu
Aunque ambos provienen del mismo Espíritu Santo, los dones y el fruto del Espíritu no son lo mismo, ni tienen el mismo propósito ni manifestación en la vida del creyente. Esta distinción es crucial para evitar confusiones que pueden llevar a prácticas erradas o a desequilibrios espirituales.
- Dones del Espíritu: Son capacidades, habilidades o manifestaciones sobrenaturales que Dios otorga a los creyentes para servir y edificar a la iglesia y avanzar el Reino (1 Corintios 12:7). Son herramientas específicas, distribuidas según la voluntad soberana del Espíritu, para cumplir una función ministerial o un servicio dentro del cuerpo de Cristo. Ejemplos incluyen la profecía, sanidad, enseñanza, milagros, entre otros.
- Fruto del Espíritu: Se refiere al carácter moral y espiritual que se desarrolla y se manifiesta en la vida de todo creyente que camina en obediencia a Dios (Gálatas 5:22–23). El fruto no es algo que se “recibe” sino que se “cultiva” mediante la vida en comunión con Cristo. Incluye cualidades como amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza.
2. El Fruto del Espíritu: el carácter que debe acompañar a todo don
El apóstol Pablo enfatiza en Gálatas 5 que el fruto del Espíritu es evidencia tangible de la presencia del Espíritu Santo en la vida del creyente. Sin este fruto, los dones espirituales pueden volverse instrumentos de orgullo, división o manipulación.
- El amor, como primer fruto, es la base sobre la cual deben ejercerse todos los dones (1 Corintios 13). Sin amor, aun el don más espectacular se vuelve vano y destructivo.
- Las demás virtudes (gozo, paz, paciencia, etc.) aseguran que el creyente mantenga una actitud humilde, comprensiva, pacificadora y llena de gracia al ejercer sus dones.
- El fruto del Espíritu se evidencia en la vida diaria, en la relación con Dios y con otros, y es la prueba de que el creyente está creciendo en madurez espiritual.
3. La relación dinámica entre dones y fruto
Aunque diferentes, los dones y el fruto están profundamente relacionados:
- El fruto del Espíritu es la “base ética” para el ejercicio de los dones. Sin un carácter transformado, el uso de los dones puede ser egoísta, arrogante o dañino.
- Los dones son el “vehículo” para que el fruto se manifieste en acción. Por ejemplo, el don de misericordia se expresa a través de la bondad y la benignidad; el don de exhortación, con paciencia y mansedumbre.
- Cuando un creyente cultiva el fruto y usa sus dones correctamente, se produce un testimonio poderoso y un impacto duradero en la Iglesia y en el mundo.
4. Peligros de confundir o privilegiar solo uno de los dos
- Algunos creyentes o grupos se enfocan exclusivamente en manifestar dones, buscando experiencias sobrenaturales, pero sin cultivar el fruto, lo que puede generar inestabilidad, arrogancia o falta de amor genuino.
- Otros pueden centrarse solo en el fruto, desarrollando buen carácter, pero ignorando la necesidad de los dones para el servicio efectivo, cayendo en pasividad o estancamiento espiritual.
- La Biblia llama a buscar ambos: poder y carácter, manifestación y transformación (Hechos 1:8; 2 Pedro 1:5-8).
5. Aplicaciones prácticas para el creyente
- Evalúa tu vida espiritual: ¿Estás creciendo en el fruto del Espíritu tanto como buscas manifestar dones?
- Cultiva el fruto a través de la oración, la lectura bíblica y la obediencia diaria. El carácter piadoso es fruto de una vida sometida a Cristo.
- Busca los dones con humildad y para servir, no para ser admirado o tener prestigio.
- Permite que el Espíritu Santo te guíe en cómo y cuándo usar tus dones, siempre acompañado de amor y paciencia.
- En la iglesia, fomenta una cultura que valore tanto el fruto como los dones, evitando extremos y promoviendo equilibrio.
El Espíritu Santo obra integralmente en la vida del creyente, transformando su carácter y dotándolo de capacidades para el servicio. El fruto y los dones son dos dimensiones inseparables y complementarias del Espíritu en nosotros. Ambos son señales visibles y tangibles de una vida cristiana auténtica y efectiva.
Sin fruto, los dones pueden ser vanos o dañinos. Sin dones, el fruto puede quedarse en mera teoría sin impacto real. Por tanto, la iglesia y el creyente deben anhelar una vida llena del Espíritu que produzca tanto carácter transformado como manifestaciones de poder para edificar el cuerpo y alcanzar a los perdidos.
VIII. Los Dones del Espíritu Santo Hoy
1. Contextualización histórica y teológica
A lo largo de la historia del cristianismo, la comprensión y la práctica de los dones espirituales ha tenido diversas etapas y controversias. Algunos movimientos cristianos sostienen la postura conocida como cesacionismo, que afirma que los dones milagrosos cesaron con la muerte de los apóstoles y la culminación del canon bíblico.
Sin embargo, la experiencia de millones de creyentes en todo el mundo, y el testimonio bíblico sostiene que:
- Los dones no cesaron sino que continúan operando y son necesarios para la edificación de la iglesia y la expansión del Reino.
- La obra del Espíritu Santo es dinámica, poderosa y continua, no limitada a una época histórica.
2. Fundamento bíblico para la continuidad de los dones
a) La naturaleza eterna de Cristo y del Espíritu Santo
Hebreos 13:8 declara:
“Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos.”
Dado que los dones son manifestaciones del Espíritu Santo es lógico concluir que:
- El Espíritu sigue operando con los mismos propósitos y dones que en el Nuevo Testamento.
- La iglesia hoy puede y debe esperar el mismo poder y guía sobrenatural que la iglesia primitiva.
b) El mandato de Jesús antes de ascender
En Hechos 1:8, Jesús dijo a sus discípulos:
“Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos…”
Este mandato es para todos los creyentes de todas las épocas, no solo para los apóstoles. El “poder” incluye la manifestación de dones para testificar con eficacia.
c) El libro de Apocalipsis y la presencia continua del Espíritu
En el libro de Apocalipsis, se describen iglesias y santos que están en comunión con el Espíritu, y hay manifestaciones sobrenaturales (Apocalipsis 2 y 3, 19). Esto indica que la obra del Espíritu es vigente hasta el fin de los tiempos.
3. La experiencia pentecostal: renovación espiritual y poder
Desde principios del siglo XX, el movimiento pentecostal ha enfatizado:
- La experiencia del bautismo en el Espíritu Santo que empodera al creyente para el servicio y la manifestación de los dones (como el hablar en lenguas, profecía, sanidad).
- La práctica abierta y normalizada de los dones espirituales dentro de la iglesia local.
- La urgencia de un avivamiento espiritual global, que renueve la santidad, el poder y el testimonio cristiano.
Este movimiento ha impactado profundamente a la iglesia mundial, revitalizando ministerios y llevando a millones a un encuentro vivo con Dios.
4. Importancia de los dones del Espíritu Santo en la iglesia contemporánea
- Edificación y crecimiento espiritual: La iglesia necesita que sus miembros sean equipados para el servicio y la madurez (Efesios 4:11-13).
- Evangelización y expansión: Los dones como el evangelismo, sanidad y milagros abren puertas para la predicación y conversión.
- Consolación y fortalecimiento: En un mundo de crisis, los dones de consuelo, exhortación y ayuda son vitales para sostener a los creyentes.
- Discernimiento y protección: En tiempos de engaño y falsas doctrinas, los dones de discernimiento y sabiduría son necesarios para preservar la verdad.
5. Desafíos y abusos a superar
Como toda manifestación humana, la práctica de los dones no está exenta de errores, abusos o exageraciones que pueden:
- Llevar a caos y confusión en la iglesia si no se ejerce con orden y amor (1 Corintios 14:40).
- Promover profetas falsos o prácticas no bíblicas, que dañan el testimonio cristiano.
- Causar divisionismo y sectarismos si se privilegian ciertos dones o experiencias por encima del amor y la unidad.
Por ello, es necesario que la iglesia se forme bíblicamente, que los dones se ejerzan bajo autoridad y supervisión, y que la doctrina se mantenga sólida.
6. Llamado a la iglesia y al creyente hoy
- Buscar la llenura y el bautismo en el Espíritu Santo con la evidencia del hablar en lenguas y la manifestación de dones (Hechos 2; 10; 19).
- Ejercer los dones con humildad, amor y orden, siempre buscando la gloria de Dios y la edificación del cuerpo.
- Estar atentos al mover del Espíritu Santo para responder con fe y obediencia.
- Fomentar una cultura eclesial que valore tanto los dones como el fruto del Espíritu, integrando ambos para una vida cristiana equilibrada.
- Orar por un avivamiento global donde la iglesia sea un testimonio poderoso del poder transformador de Dios.
Los dones espirituales son una realidad viva y necesaria para la iglesia hoy. Negar su continuidad es cerrar las puertas al poder que Dios desea derramar para transformar vidas, comunidades y naciones.
Jesús es el mismo ayer, hoy y por los siglos, y su Espíritu obra con la misma unción, poder y propósito para capacitar a su pueblo. La iglesia que abraza y ejerce con sabiduría y amor estos dones será una luz resplandeciente en medio de las tinieblas, un instrumento eficaz para la expansión del Reino de Dios.
Conclusión sobre los Dones del Espíritu Santo
Los dones del Espíritu Santo constituyen una expresión fundamental del poder y la gracia de Dios en la vida de la iglesia y de cada creyente. A lo largo de este estudio, hemos visto que estos dones no son privilegios exclusivos para unos pocos, sino que son otorgados por el Espíritu a todos los que pertenecen al cuerpo de Cristo, con el propósito claro y firme de edificar, unir y fortalecer la iglesia en su misión de llevar el Evangelio a todo el mundo.
La diversidad de dones, manifestados en formas sobrenaturales, refleja la sabiduría infinita de Dios al preparar a su pueblo para enfrentar los desafíos espirituales, sociales y culturales de cada época. Estos dones son el medio por el cual Dios activa y moviliza a sus hijos para el servicio efectivo, la restauración, la consolación y el testimonio poderoso.
El verdadero valor de los Dones del Espíritu Santo
Sin embargo, el verdadero valor de los dones reside en su ejercicio bajo el dominio del amor genuino y el fruto del Espíritu, pues sin amor cualquier manifestación, por más espectacular que sea, se convierte en vano y carente de impacto eterno. La iglesia que busca una vida equilibrada, donde el poder de los dones se complementa con la madurez del carácter cristiano, será una comunidad vibrante, saludable y unificada, capaz de reflejar el carácter de Cristo y extender su Reino.
Además, en el mundo actual, lleno de incertidumbre, sufrimiento y desafíos éticos y espirituales, la manifestación activa de los dones del Espíritu es más necesaria que nunca. Dios sigue llamando a su pueblo a ser canal de sanidad, liberación, sabiduría y esperanza, para que a través de ellos, millones puedan experimentar la transformación radical que solo Cristo puede producir.
Finalmente, este estudio es una invitación a cada creyente a:
- Buscar ardientemente la llenura del Espíritu Santo y el despliegue de sus dones con humildad y dependencia total en Dios.
- Cultivar un carácter lleno del fruto del Espíritu que garantice un ministerio eficaz y bendecido.
- Servir con pasión y entrega en la comunidad, reconociendo que el don es para beneficio común, no para exaltación personal.
- Orar continuamente por un avivamiento espiritual genuino que renueve a la iglesia y la capacite para cumplir su misión en estos tiempos.
Que este conocimiento inspire, motive y desafíe a cada lector a vivir una vida plena en el Espíritu, siendo un testimonio vivo del poder transformador de Dios, y un instrumento activo en la extensión del Reino eterno.