Por: Christian Duarte, Iglesia Pentecostal Unida De La Argentina
La palma de coco es un árbol que crece muy alto. Tan alto crece que hay que subirse al árbol o a una escalera para poder tomar su fruto. La otra alternativa es esperar a que el mismo fruto se caiga del árbol. Hablando acerca del orgullo y la soberbia hay un refrán que dice: “que el que como palma sube, como coco baja”.
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Las personas que permiten que el orgullo se apodere de sus vidas van subiendo como la palma de coco. Creen que están en lo más alto, que nadie puede alcanzarlos o llegar a ellos. Alejan a las personas de ellos porque se creen superiores o mejores. Y Dios es bien claro en su palabra cuando dice que Dios mira de lejos al altivo, pero que al humilde atiende.
Yo no me refiero a sentirte orgulloso de tus éxitos, de tus alegrías o de lo que con esfuerzo has trabajado y luchado. Pero si me refiero al orgullo que trae cosas negativas y que no nos permite mantener los pies firmes en el suelo. Pero hay un final para aquellas personas con ínfulas de grandeza, porque así como la palma sube bien alta, el coco baja. A la hora de la verdad cuando nos toque morir no nos llevaremos nada.
Solo dejaremos recuerdos buenos o malos en los corazones de quienes nos conocieron y puede que algunas pertenencias que hayamos adquirido. Pero ni todo el oro del mundo salvará tu alma si te has perdido sin conocer y aceptar al Señor como tu Salvador personal.
Si permitimos que nuestra alma se pierda en los enredos que a veces el mundo produce, si dejamos que el orgullo nos corrompa, no heredaremos la maravillosa eternidad. Una eternal felicidad con el Dios que nos creó para que viviéramos y tuviéramos una vida hermosa. Todos los días debemos asegurarnos de que entre más alto subamos, más humildes debemos permanecer, porque todo es por la gracia y para la gloria de Dios. La próxima vez que sientas que el orgullo se quiere apoderar de ti, contrarréstalo sirviendo.
Verás que ser humilde de corazón te traerá bendiciones y cosas hermosas.