ESTUDIO Y REFLEXIÓN SOBRE EL REY SALOMÓN, PRÉDICA ESCRITA
Salomón y el olvido de Dios, los pecados de Salomón, prédica escrita
Ningún monarca el Antiguo Testamento gozó de mayores bendiciones que Salomón. Había conocido a Dios en una forma real y personal. Dios lo había colmado de sabiduría, riqueza y fama superiores a las que recibiera cualquier otro monarca del Antiguo Testamento.
Salomón había servido de ayuda, bendición y testimonio maravilloso para los demás. La reina de Sabá es solamente un ejemplo de las muchas personas que llegaron de tierras lejanas y le dieron gloria a Jehová por lo que había hecho con Salomón.
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A pesar de toda la bondad de Dios, Salomón se olvidó de Él y se sumergió en un pantano de confianza en sí mismo, desobediencia, ambiciones desordenadas, sensualidad y concupiscencias de la carne. Salomón cayó y en este triste estado le fue fácil apartarse de Dios por completo y dejarlo en el olvido.
El Materialismo de Salomón
El despliegue de riquezas
La reina de Sabá quedó impresionada por la sabiduría y las riquezas de Salomón, precisamente en este orden, pero llegó el momento en que el orden quedó invertido, pues la misma Biblia lo expresa al decir «Así excedía el rey Salomón a todos los reyes de la tierra en riquezas y en sabiduría» (1 Reyes 10:23).
La reina también quedó impresionada por el culto de Salomón y su solicitud por la casa de Jehová, pero al contemplar estos versículos no vemos ninguna de estas solicitudes. En cambio vemos el énfasis en el lujo provisto por un ingreso anual de 666 talentos de oro, cuyo valor total en la actualidad se calcularía en millones de dólares.
En vez de regocijarse en el templo, volvió su atención a la casa del bosque del Líbano, un edificio espacioso situado al otro lado de su palacio. Para dicha mansión ordenó que se fabricaran escudos de oro para adorno, los cuales pesaban unos siete kilos, y otros escudos más pequeños de kilo y medio.
Puesto que el oro es demasiado blando para usos guerreros, estos escudos se fabricaron seguramente para ser empleados en los desfiles en honor de Salomón. (Quizás te puede interesar: La Disciplina según la Biblia)
Observamos que también Salomón no se contentó con el trono sencillo empleado por David. Hasta el trono del rey Tutankamón en Egipto era una silla tallada y repujada, sin brazos. (Te invito a leer: La Senda del Honor)
Salomón tenía una silla de brazos de oro y marfil, flanqueada por leones, no solamente junto a ella, sino en cada peldaño que conducía a ella. Observamos también que el trono se hallaba en el nivel séptimo, lo que es indicio de la perfección que Salomón pensaba que había alcanzado su reino.
La satisfacción consigo mismo lo separaba de la confianza total en Jehová que en otrora sintiera. Ahora dependía cada vez más de lo que tenía y de lo que su marina comercial podía traerle, posiblemente de lugares tan remotos como la India.
En vez de aliviar al pueblo de los gravosos impuestos, parece que Salomón continuó acumulando riquezas empleadas en forma extravagante (1 Reyes 10:14-21).
El materialismo causó en Salomón el efecto que las escrituras dicen claramente que les causará a aquellos que no manejan las riquezas como administradores de ellas:
1) Olvidarse de Dios (Deuteronomio 8:13,14)
2) Llenarse de Orgullo (Ezequiel 28:5)
3) Oprimir al pueblo (Santiago 2:6)
4) Entregarse al pecado sensual (Santiago 5:5)
Salomón busca más lujos
Mientras que el mundo alrededor de él continuaba buscando y reconociendo la sabiduría que Dios le había otorgado, éste por su parte buscaba cada vez más el lujo. Mucho de este lujo se manifestaba en obsequios costosos que Salomón no tenía el derecho de aceptar.
1 Reyes 10:28 pareciera que da a entender que Salomón actuaba como intermediario vendiendo caballos y carrozas Egipcias a los países septentrionales, con lo que conseguía cuantiosas ganancias.
La Sensualidad de Salomón
Sus esposas paganas
Cuando Salomón le pidió sabiduría a Dios, sentía más solicitud por el pueblo que por sí mismo, pero a medida que disfrutaba cada vez más del lujo, llegó a la conclusión de que no debía ponerles cortapisas a sus ambiciones personales.
Podía darse el lujo de tener varias mujeres, creyendo que no le podía poner límites tampoco a sus emociones, cometiendo el error de añadir a su harén cuanta mujer le agradara, sin tener en cuenta su actitud hacia el Dios que él servía.
Al desenfrenado goce de los bienes materiales, sumó la búsqueda desmedida de los placeres sensuales, pero lo peor de todo fue que les entregó su corazón a mujeres paganas, algunas de ellas procedentes de naciones con las cuales Dios le había prohibido a Israel asociarse, ya fuera en casamiento o de otra manera (Josué 23: 3-7).
El elevado número de mujeres que tenía demuestra probablemente ese mismo amor por la ostentación que lo impulsó a fabricar los escudos de oro y el trono de marfil. Los monarcas orientales consideraban el tamaño de sus harenes como una demostración de su poder y sus riquezas. Al parecer, Salomón quería superarlos a todos.
El hecho de que la mayoría fuesen esposas (pues en casi todos los harenes la mayoría eran concubinas), indica también que se casó especialmente con jóvenes de familias importantes. Probablemente había entre ellas muchas princesas, con lo que esperaba que, los padres estarían inclinados a mantener la paz con él.
Los casamientos entre personajes de la realeza en épocas antiguas estaban destinados a asegurar la paz futura y la seguridad del país. La Biblia indica que Salomón adoptó esta costumbre y firmó numerosas alianzas que fueron selladas mediante el casamiento con mujeres extranjeras.
Por esta misma razón, construyó altares paganos en Jerusalén, no solamente para satisfacer las creencias religiosas de sus mujeres extranjeras, sino para que Jerusalén estuviese a salvo contra ataques de países extranjeros, puesto que estos países no se atreverían a atacar una ciudad en donde estuviese ubicado uno de sus santuarios.
Según las tabletas del siglo XIV A.C. halladas en Tel-el-Amarna, y otras fuentes, hay pruebas de que se celebraban casamientos entre dinastías reales por razones políticas.
Los monarcas Egipcios daban la mano de sus hijas en casamiento a los reyes de los heteos y los príncipes de Mitani. Incluso el rey Acab se emparentó con la casa real de Tiro en el siglo IX A.C. con resultados desastrosos.
La apostasía de Salomón
Poco a poco, los actos de desobediencia de Salomón comenzaron a multiplicarse. Paulatinamente comenzó a entregarles su corazón a mujeres incrédulas.
Antes había amado a Jehová (1 Reyes 3:3), pero probablemente a los 45 años, prematuramente envejecido por una vida de lujos, a sus mujeres no les fue difícil apartar su corazón de Dios.
Salomón comenzó por adorar diosas y dioses paganos y limitarse a cumplir solamente con los ritos de adoración a Jehová.
Cuando David pecó, cuando se le enfrentó con su pecado se arrepintió, buscó a Jehová y lo siguió de nuevo de todo corazón. Cuando vio que se alejaba de Dios, lo buscó con toda sinceridad; Pero Salomón se apartó cada vez más e hizo lo malo, adorando ídolos.
Finalmente, Salomón hasta construyó altares para los dioses de Moab y Amón en una colina al sur del monte los Olivos.
Juicio y Misericordia para con Salomón
El juicio airado de Dios
La idolatría de Salomón provocó la ira de Dios. No significa aquí que Dios haya perdido la paciencia. Él nunca pierde el dominio de sí mismo, pero Dios es santo y no puede ser indiferente al pecado.
Debemos recordar también que el culto a estos dioses paganos, que requería sacrificios humanos, era abominable. Salomón no desconocía tampoco los mandamientos divinos. Dios se le había aparecido personalmente dos veces (1 Reyes 3:5; 9:2), y sin embargo, se aferró a su pecado y a sus mujeres paganas.
Tarde o temprano el pecado tendrá que ser castigado. Tanto los sacrificios del antiguo testamento como la muerte de Cristo en el calvario demuestran esta verdad (Romanos 3:25). Aunque Dios es amoroso y paciente, el castigo llegará.
Dios terminó por decirle a Salomón que estaba resuelto a despojarlo del reino y dárselo a otro, a uno de sus siervos (1 Reyes 11:26; Eclesiastés 2:18)
El recuerdo del rey David
Una cosa atemperó el castigo que merecía Salomón. Dios no podía ni quería olvidarse de la fe de David y de las promesas que le había hecho. (Lea 2 Samuel 7:15).
Dios le había prometido a David que su hijo Salomón disfrutaría de su misericordia y que no se la quitaría, como lo había hecho con el rey Saúl, es decir, que fueron la fe de David y sus oraciones las que postergaron el juicio de Dios.
Esto no significaba que Dios pasaría por alto el pecado de Salomón. El reino le sería quitado. Aunque en realidad, Salomón no escapó totalmente del castigo ya que sus adversarios lo acosaron por el resto de sus días y perdió el dominio de una parte considerable de su territorio (1 Reyes 11:14-25)
Dios atemperó el juicio, por amor a David, prometiendo que no sería total. Una de la tribus (Judá) permanecería junto al hijo de Salomón. Indudablemente Dios no se olvidaría jamás de David ni de Jerusalén.
Salomón se dejó llevar por 4 principales mentiras
1) Soy sabio: No, Salomón no era sabio por sí mismo. Su sabiduría era un don de Dios, solamente mientras caminara obedeciendo a Dios ponía poner en práctica la sabiduría.
2) La experiencia me da seguridad: No, la experiencia lo debía haber hecho menos confiado. Más confianza en Dios, sí, pero menos confianza en sí mismo.
3) El rey merece lo mejor: No, el rey merece solamente lo que Dios quiera darle.
4) Soy ya viejo para tratar de ser justo: Por su vejez misma, más bien debía de haber luchado por permanecer en la justicia. Se estaba jugando todo su futuro. Había llegado el momento de declararse en favor de Dios y no aceptar contemporización alguna.
Hay que renunciar a la mentira, solo así el hombre puede ser libre para servir a Dios y no dejarlo en el olvido porque podrían venir las consecuencias de nuestra desobediencia.