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Hazte cargo de lo que le importa a Dios

Hazte Cargo de lo que le Importa a Dios, Él se Encargará de lo que te Importa a Ti

Vivimos en un mundo saturado de preocupaciones. Nos agobian los problemas económicos, los conflictos familiares, las decisiones profesionales, las enfermedades, los temores del futuro y una interminable lista de incertidumbres. Cada día nos enfrentamos a desafíos que parecen sobrepasar nuestra capacidad humana, y en medio de este caos, el corazón busca consuelo, dirección y propósito. En este contexto emerge una verdad espiritual transformadora: «Hazte cargo de lo que le importa a Dios, Él se encargará de lo que te importa a ti.»

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La afirmación anterior, no es solo una frase motivacional ni una fórmula mágica de prosperidad, sino una profunda invitación a reordenar nuestras prioridades según el corazón de Dios y a confiar plenamente en su fidelidad.

I. Un Llamado a Cambiar el Centro de Gravedad

A) Hazte cargo de lo que le importa a Dios significa adoptar Su perspectiva

Cuando la Biblia nos llama a buscar primeramente el Reino de Dios y su justicia (Mateo 6:33), está trazando una línea clara entre lo que debe ocupar el primer lugar en nuestras vidas y lo que viene por añadidura. Este principio no implica que nuestras necesidades o deseos no sean importantes para Dios. Al contrario, Él conoce nuestras preocupaciones aun antes de que las expresemos (Mateo 6:8). Sin embargo, Dios desea que nuestro corazón esté alineado con sus prioridades.

Hacerse cargo de lo que le importa a Dios significa adoptar Su perspectiva. Significa interesarse por la justicia, la misericordia, la verdad, la santidad, la expansión del Evangelio, la atención a los necesitados, la formación del carácter cristiano, y la comunión con Él. Cuando centramos nuestras energías en estas prioridades, Dios promete ocuparse de nuestras necesidades personales.

II. El Orden de las Prioridades: Lo Espiritual antes que lo Material

Una de las grandes luchas del cristiano moderno es aprender a poner lo espiritual por encima de lo material. Muchos creyentes desean que Dios resuelva sus problemas financieros, sane sus enfermedades, restaure sus relaciones o les conceda éxito en sus proyectos. Estas peticiones son legítimas, pero a menudo están desconectadas de un verdadero compromiso con lo que a Dios le importa.

La Escritura enseña que cuando Abraham se enfocó en obedecer a Dios —dejando su tierra, ofreciendo a su hijo, caminando por fe— Dios se encargó de su provisión, protección y descendencia. El resultado fue una vida bendecida y una herencia eterna. No fue Abraham quien buscó las bendiciones primero, sino que estas lo alcanzaron cuando él priorizó la voluntad divina.

La obediencia al buscar el reino de Dios primero, tarde o temprano, traerá las añadiduras. Lo espiritual primero y luego lo material. Este debe ser el orden de prioridades para agradar a Dios y recibir bendición.

III. ¿Qué le Importa a Dios?

Para vivir esta verdad, primero debemos conocer lo que le importa a Dios. Las Escrituras nos dan abundante luz:

  1. La gloria de su nombre: Dios desea ser glorificado en todo. Vivir para su gloria debe ser nuestro principal propósito (Isaías 43:7; 1 Corintios 10:31).
  2. La salvación de las almas: Dios no quiere que nadie perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento (2 Pedro 3:9). Evangelizar, orar por los perdidos, y apoyar la obra misionera es vital.
  3. La justicia y la misericordia: Dios ama la justicia y espera que sus hijos la practiquen (Miqueas 6:8). Ayudar al huérfano, la viuda, el pobre y el extranjero es parte esencial del corazón de Dios.
  4. La santidad del creyente: Dios nos llama a ser santos porque Él es santo (1 Pedro 1:16). Nos pide consagración, pureza y obediencia.
  5. La unidad y edificación de la Iglesia: Jesús oró para que sus discípulos fueran uno (Juan 17:21). Le importa la comunión, la edificación mutua y el amor entre hermanos.
  6. La adoración sincera: Dios busca verdaderos adoradores que lo adoren en espíritu y en verdad (Juan 4:23-24).

Cuando nos enfocamos en estas cosas, estamos cuidando lo que es precioso para el corazón de Dios. En respuesta, Él cuida de nuestras cargas, preocupaciones y sueños.

IV. Testimonios Bíblicos del Principio

Este principio no es una invención moderna. A lo largo de las Escrituras, vemos cómo hombres y mujeres que pusieron a Dios en primer lugar recibieron su intervención sobrenatural en sus asuntos personales.

A) Hazte cargo de lo que le importa a Dios: Ejemplos de hombre y mujeres

1) Elías en Sarepta

Cuando Elías llega a Sarepta (1 Reyes 17:8-16), encuentra a una viuda recogiendo leña para preparar su última comida. El profeta le pide que le prepare algo a él primero. A simple vista, esto parece egoísta, pero en realidad era una prueba de fe.

La mujer decide obedecer y darle prioridad al hombre de Dios. El resultado fue que la harina y el aceite nunca escasearon. Ella se hizo cargo de lo que le importaba a Dios (sostener a su siervo), y Dios se encargó de lo que le importaba a ella (la vida de su hijo y su provisión diaria).

2) La historia de Ana

Ana, la madre de Samuel, anhelaba un hijo. Años de oraciones no respondidas la habían llenado de tristeza. Pero un día hizo un voto al Señor: «Si me das un hijo, te lo entregaré todos los días de su vida» (1 Samuel 1:11). Ana conectó su deseo con el propósito de Dios. No solo quería un hijo para sí misma, sino para el Reino. ¿El resultado? Dios no solo le dio a Samuel, sino también otros hijos después. Se hizo cargo de lo que le importaba a Dios, y Él se encargó de lo que le importaba a ella.

3) Pedro, el pescador obediente

En Lucas 5, Pedro pesca toda la noche sin resultados. Pero cuando Jesús le dice que eche la red, él obedece. El milagro de la pesca abundante fue consecuencia directa de que Pedro cediera su barca y su tiempo al Señor. Luego, Jesús lo llamó a ser pescador de hombres. Pedro se involucró en los asuntos del Reino, y el Señor se ocupó de su sustento y su propósito.

V. Una Invitación a la Confianza Radical

Confiar en Dios plenamente requiere valentía espiritual. Nos enfrentamos cada día a la tentación de controlar nuestras vidas y resolver todo con nuestras propias fuerzas. Sin embargo, la verdadera confianza se manifiesta cuando, en medio de la incertidumbre, elegimos priorizar lo que es eterno. Es confiar no porque todo esté resuelto, sino porque sabemos quién es nuestro Dios: fiel, justo y proveedor.

Esta confianza radical se alimenta de la relación íntima con el Señor. No se trata de simplemente dejar las cosas al azar, sino de una fe activa que se traduce en obediencia. Es una vida que dice: “Voy a invertir en el Reino aunque mi cuenta esté en ceros, porque sé que Dios es mi fuente. Voy a servir aunque esté cansado, porque sé que su gracia me sostiene.” Cuando damos este paso de fe, vemos a Dios abrir caminos donde no los hay, multiplicar lo escaso, traer paz en la tormenta, y obrar en lo invisible.

Además, esta confianza transforma nuestra perspectiva. Dejamos de ver a Dios como un medio para alcanzar nuestros fines y comenzamos a vivir para sus fines eternos, sabiendo que Él cuidará de nuestras necesidades con precisión divina. Como afirma Romanos 8:28: “A los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien”.

VI. Aplicaciones de la frase: Hazte cargo de lo que le importa a Dios

Estas verdades no son solo teóricas; están diseñadas para moldear nuestra vida diaria. Aquí algunas maneras adicionales y más profundas de aplicarlas:

  1. Empieza el día con Dios: Levántate con intención espiritual. Ora, lee la Palabra, medita. Dale a Dios lo primero, no lo que sobra. Este hábito alinea tu mente con el Cielo y abre tu corazón a su voz.
  2. Ora por los demás: Haz de la intercesión un estilo de vida. Cuando oras por otros, estás llevando sus cargas delante del trono de Dios. Esto genera humildad, compasión y una red sobrenatural de apoyo mutuo en el cuerpo de Cristo.
  3. Apoya la obra del Reino: No postergues tu contribución al Evangelio. Aun con recursos limitados, puedes sembrar. Recuerda la ofrenda de la viuda: pequeña en cantidad, grande en el corazón. Dios honra la intención genuina más que la cantidad.
  4. Busca la santidad: No te conformes con una vida cristiana superficial. Examina tu hablar, tu pensar, tus decisiones. La santidad no es legalismo, es amor expresado en obediencia. Es decirle al Señor: “Quiero agradarte más que complacerme a mí mismo”.
  5. Haz el bien con propósito: No se trata de hacer buenas obras para ser salvos, sino porque hemos sido salvados. El bien que haces a otros es semilla que Dios multiplica. Sé generoso, empático, disponible. En cada acto de bondad, estás cuidando lo que le importa a Dios.

VII. Promesas que Respaldan este Principio

La Palabra de Dios no solo contiene mandamientos, también está colmada de promesas fieles que nos motivan a vivir conforme a Su voluntad. Estas promesas son anclas espirituales que sostienen nuestra fe en medio de las pruebas, y nos recuerdan que Dios recompensa a quienes priorizan su Reino. Son garantías divinas para los que deciden ocuparse de lo que le importa a Dios.

  • Salmo 37:4 nos enseña que cuando nuestro deleite está en Dios —cuando Él es nuestra fuente de gozo, propósito y satisfacción— nuestras peticiones son transformadas por su Espíritu, y entonces Él las concede conforme a su perfecta voluntad.
  • Proverbios 3:5-6 es una llamada a la entrega total. Al confiar plenamente y no depender de nuestra limitada sabiduría, Dios mismo se compromete a dirigir nuestras decisiones y abrir camino donde parece no haberlo.
  • Filipenses 4:19 nos asegura que si estamos comprometidos con el Evangelio, como lo estaban los filipenses, el Dios de toda provisión se encargará de suplir lo que nos falta, no según nuestra economía, sino conforme a sus riquezas eternas.
  • Mateo 6:33 resume el principio que nos ocupa: buscar primero lo que le importa a Dios asegura que Él se encargará de nuestras necesidades. No dice “quizá” ni “posiblemente”, dice: “todas estas cosas os serán añadidas.”

Estas promesas no son condicionales por capricho, sino por diseño. El orden es importante: primero Dios, luego todo lo demás. Y cuando confiamos y obedecemos, Él nunca falla.

VIII. Conclusión: Una Vida Que Vale la Pena Vivir

Recuerda: Hazte cargo de lo que le importa a Dios

Hacerse cargo de lo que le importa a Dios no es una pérdida, es la decisión más sabia que podemos tomar. Es vivir una vida con sentido eterno, una vida donde cada acción tiene repercusiones celestiales. Es levantar la vista de lo temporal y alinearse con lo trascendente. Es elegir el camino del Reino, que a veces es estrecho, pero siempre conduce a la plenitud.

No se trata de una vida sin problemas, sino de una vida con dirección. No se trata de la ausencia de lágrimas, sino de la certeza de que cada lágrima es vista y contada por el Dios que todo lo puede. Mientras tú sirves, oras, ayudas, adoras y obedeces, Dios mueve los hilos invisibles para responder tus oraciones, abrir puertas, sanar corazones y multiplicar lo que tienes en las manos.

Una vida centrada en Dios es una vida que impacta generaciones. Es una vida que deja legado. Es una vida verdaderamente abundante, porque está sostenida por promesas eternas.

Así que hoy, decide hacerte cargo de lo que le importa a Dios: su gloria, su Reino, su pueblo, su Palabra. Y mientras lo haces, confía plenamente en que Él se encargará con poder y fidelidad de lo que te importa a ti.

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