¿Qué es la teología?

¿Qué es la teología?: Explorando el conocimiento de Dios

La palabra «teología» evoca imágenes diversas en la mente de las personas. Para algunos, es una disciplina académica compleja reservada para eruditos y seminarios. Para otros, es una herramienta vital para entender mejor a Dios y su voluntad para la humanidad. Pero ¿Qué es realmente la teología? ¿Por qué es importante para los creyentes? ¿Es accesible para todos, o está reservada solo para los estudiosos?

En esta entrada, nos adentraremos en el fascinante mundo de la teología cristiana, explorando su definición, su propósito, sus principales ramas y su relevancia para la vida diaria del creyente.

Definición de teología

La palabra “teología” viene de dos vocablos griegos: “Theos” que significa “Dios” y “logos” que puede traducirse como “palabra”, “razón”, “discurso” o “estudio”. Así, la teología es literalmente el discurso o estudio acerca de Dios. Pero esta etimología apenas rasga la superficie de lo que realmente implica la teología cristiana.

La teología no es simplemente una disciplina académica ni una especulación filosófica sobre lo divino. En su sentido más profundo, la teología es el esfuerzo humano por conocer, entender y responder a la revelación de Dios. Es una búsqueda espiritual, intelectual y práctica que se desarrolla en un contexto de fe y obediencia.

Teología: Un conocimiento revelado

A diferencia de otros campos del saber humano, la teología no surge de la observación natural o la deducción racional, sino de la revelación divina. Dios ha escogido darse a conocer voluntariamente a través de Su Palabra, Su Espíritu y Su encarnación en Jesucristo.

“Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad” (Colosenses 2:9).

Desde la perspectiva de la teología de la Unicidad, esta revelación culmina en la persona de Jesucristo, quien no es simplemente un enviado o una parte de la Deidad, sino Dios manifestado en carne (1 Timoteo 3:16). Por lo tanto, estudiar teología es, ante todo, conocer a Jesús en Su plenitud como el único Dios verdadero (Juan 17:3), revelado de manera personal, redentora y cercana.

No es solo saber sobre Dios, sino conocer a Dios

Uno de los grandes peligros en la teología es que se convierta en un ejercicio meramente académico, una acumulación de conceptos desconectados del corazón. La Biblia nos enseña que el verdadero conocimiento de Dios transforma al ser humano. En Jeremías 9:23-24, el Señor declara:

“No se alabe el sabio en su sabiduría… mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová…”

El conocimiento de Dios, entonces, no es solo información, es relación. Es posible tener un doctorado en teología y aún así no conocer verdaderamente al Dios vivo. Pero también es posible, como ocurrió con los apóstoles y muchos creyentes sin formación formal, tener una teología profunda porque han sido llenos del Espíritu Santo y guiados por la Palabra.

Una definición más integral

Podríamos entonces afirmar:

“La teología es el estudio sistemático de la verdad revelada por Dios en las Escrituras, con el propósito de conocerlo íntimamente, glorificarlo con la vida y vivir conforme a Su voluntad eterna.”

Este estudio abarca no solo quién es Dios, sino quiénes somos nosotros a la luz de Él, cuál es nuestro propósito en el mundo, cómo ha obrado la salvación en la historia y qué significa vivir bajo Su señorío hoy.

¿Quién puede estudiar teología?

Una pregunta frecuente es: ¿La teología es solo para los pastores, predicadores o eruditos? Desde una visión bíblica, la teología es para todo creyente. No se trata de que todos sean teólogos profesionales, pero sí que todo hijo de Dios debe anhelar conocer más profundamente a su Padre.

Jesús prometió que el Espíritu Santo, al venir sobre los creyentes, les guiaría a toda verdad (Juan 16:13). Eso significa que el Espíritu no solo nos da dones y poder, sino también revelación y comprensión. El nuevo nacimiento abre las puertas al conocimiento de Dios, y cada creyente tiene acceso directo a la revelación divina por medio del Espíritu y la Palabra.

La teología como respuesta a la revelación

En última instancia, la teología no comienza con el hombre preguntando por Dios, sino con Dios revelándose al hombre. Toda teología auténtica nace como una respuesta humana a la iniciativa divina. Dios habla; el hombre escucha, responde, adora y busca entender.

Así lo hizo Moisés al ver la zarza ardiendo. Así lo hizo Isaías al contemplar la gloria divina en el templo. Así lo hizo Pablo al encontrarse con el Cristo glorificado camino a Damasco. Todo verdadero teólogo comienza arrodillado, no argumentando.

El propósito final: obedecer y glorificar

La teología no busca inflar el intelecto ni alimentar debates estériles. Su fin último es la obediencia y la glorificación de Dios. Conocer a Dios debería llevarnos a rendirnos más profundamente a Su voluntad.

Como dice Tito 1:1, la verdad de Dios conduce a la piedad. Toda teología que no transforma el corazón y no lleva a una vida más santa y comprometida, es estéril.

Desde la Unicidad, este principio cobra aún más fuerza, pues al reconocer que Jesucristo es el único Dios verdadero, no solo se acepta una doctrina, sino que se rinde toda la vida bajo Su señorío exclusivo. Conocer a Jesús como Dios, Salvador y Rey nos mueve a adorarle con todo el ser y a obedecerlo con pasión.

Más que una definición académica

La teología, entonces, es mucho más que una definición académica. Es un camino de conocimiento revelado, de transformación espiritual y de rendición al único Dios verdadero. Todo creyente está llamado a crecer en el conocimiento de Dios. No para jactarse, sino para vivir mejor, servir con sabiduría y adorar con verdad.

“Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A él sea gloria ahora y hasta el día de la eternidad.” (2 Pedro 3:18)

¿Por qué es importante estudiar teología?

A menudo, algunos cristianos piensan que la teología es algo exclusivo de pastores, misioneros o profesores en seminarios. Otros incluso desconfían del estudio teológico, creyendo que puede sustituir la fe simple o la guía del Espíritu Santo. Pero la verdad es que todos los creyentes hacemos teología constantemente, aunque no siempre seamos conscientes de ello.

Cuando decimos “Dios es amor”, “Jesús murió por mí” o “el Espíritu Santo vive en mí”, ya estamos formulando afirmaciones teológicas. La cuestión no es si hacemos o no teología, sino si la hacemos correctamente, de forma bíblica, cristocéntrica y guiada por el Espíritu.

Una perspectiva desde la teología de la Unicidad

Desde el punto de vista de la teología de la Unicidad de Dios, el estudio de la teología no es un lujo opcional, sino una necesidad urgente. Vivimos en tiempos donde proliferan las falsas doctrinas, el relativismo espiritual, y una visión distorsionada del carácter de Dios. Como creyentes que afirmamos la plena deidad de Jesucristo como el único Dios verdadero manifestado en carne, necesitamos estudiar las Escrituras con profundidad, claridad y reverencia.

La Unicidad, también llamada Cristocentrismo bíblico, enseña que Dios es absolutamente uno, y que ha revelado Su nombre y Su plenitud en Jesucristo. Por lo tanto, hacer teología es conocer más al único Dios verdadero, que se manifestó en carne para nuestra redención.

Razones por las que es vital estudiar teología

1. Conocer mejor a Dios

El propósito principal de la teología es conocer a Dios. Jesús dijo: “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Juan 17:3).

El apóstol Pablo escribió: “Para que lleguemos al conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto” (Efesios 4:13). La teología, entonces, nos lleva a comprender mejor quién es Jesús, cómo actúa en nuestras vidas y cuál es su propósito eterno para la humanidad.

Sin una teología sólida, fácilmente podemos adorar a “otro Jesús” (2 Corintios 11:4), es decir, a una versión distorsionada de Cristo. Estudiar teología nos protege de caer en visiones politeístas disfrazadas de cristianismo, y nos lleva a exaltar a Jesús como el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin, el Todopoderoso (Apocalipsis 1:8).

2. Evitar el error y la herejía

La historia de la iglesia está marcada por controversias doctrinales que surgieron por una mala interpretación de la naturaleza de Dios y de Cristo. La doctrina trinitaria, por ejemplo, fue formalizada siglos después del Nuevo Testamento en los concilios de Nicea (325 d.C.) y Constantinopla (381 d.C.), imponiendo una fórmula que no se encuentra explícita en la Biblia y que contradice el monoteísmo apostólico.

El estudio teológico nos ayuda a:

  • Rechazar doctrinas contrarias a la revelación bíblica.
  • Confirmar la centralidad del nombre de Jesús en la salvación, en el bautismo y en la adoración.
  • Comprender la unicidad de Dios en la diversidad de sus manifestaciones (como Padre en la creación, como Hijo en la redención y como Espíritu Santo en la regeneración).

Estudiar teología desde esta óptica no solo nos protege del error, sino que nos capacita para enseñar y defender la fe apostólica con claridad y autoridad.

3. Fortalecer nuestra fe

La fe cristiana no es ciega; se fundamenta en la Palabra revelada y en el conocimiento de Dios. Romanos 10:17 dice: “La fe es por el oír, y el oír por la palabra de Dios”. Y la teología nos ayuda precisamente a interpretar correctamente esa Palabra.

Cuando comprendemos que Jesucristo es la imagen del Dios invisible (Colosenses 1:15), que en Él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad (Colosenses 2:9), nuestra fe se afirma. Ya no tenemos dudas sobre a quién oramos, quién es nuestro Salvador, y quién mora en nosotros.

Además, una fe informada es una fe más sólida. Cuando llegan las pruebas, las dudas o los ataques ideológicos, una fe basada en una buena teología no tambalea, sino que permanece firme, confiada y gozosa en Cristo Jesús.

4. Guiar nuestra vida práctica

La teología no es solo un ejercicio intelectual. Afecta directamente la forma en que vivimos, amamos, trabajamos y adoramos.

La teología informa nuestra cosmovisión: cómo entendemos el matrimonio, la política, la educación, la cultura, el sufrimiento y la esperanza futura. No hay aspecto de la vida humana que no sea tocado por lo que creemos sobre Dios.

5. Dar razón de nuestra esperanza

El apóstol Pedro exhortó: “Estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros” (1 Pedro 3:15). Esta defensa, llamada apologética, requiere preparación teológica.

En un mundo pluralista, donde se cuestiona todo y se relativiza la verdad, los creyentes de la Unicidad estamos llamados a testificar del Evangelio apostólico con amor, verdad y convicción. La teología nos capacita para:

  • Explicar por qué bautizamos en el nombre de Jesús (Hechos 2:38, 10:48).
  • Responder con la Biblia por qué creemos que Dios es uno (Deuteronomio 6:4, Isaías 43:10-11).
  • Mostrar que Jesucristo es el mismo Dios eterno revelado en forma humana (1 Timoteo 3:16).

La teología nos prepara para no avergonzarnos del Evangelio, sino para proclamarlo con poder, claridad y sabiduría.

La teología no reemplaza la relación con Dios… la profundiza

Es importante aclarar que el estudio teológico no sustituye la oración, la adoración ni la comunión con Dios. Por el contrario, una buena teología nos lleva a adorar más profundamente, a orar con mayor convicción y a amar más intensamente al Señor.

El teólogo unicitario G. T. Haywood lo expresó bellamente cuando dijo: “Si me quitas el conocimiento, perderé fuerza. Si me quitas la comunión, perderé la vida”. La teología y la devoción no están en conflicto; son compañeras de viaje.

Cuando oramos sabiendo que Jesús es el mismo Dios del Antiguo Testamento, ahora cercano, accesible y personal, nuestro corazón se llena de gratitud. Cuando predicamos con la certeza de que hay un solo nombre bajo el cielo en el cual hay salvación (Hechos 4:12), lo hacemos con pasión. Y cuando sufrimos, descansamos en la esperanza de que el mismo Jesús que ascendió al cielo vendrá otra vez (Hechos 1:11).

Estudiar teología para glorificar al único Dios verdadero

Estudiar teología es un privilegio y una responsabilidad. Nos permite escudriñar las Escrituras, conocer al Dios verdadero, y vivir conforme a su voluntad. Desde la perspectiva de la Unicidad de Dios, la teología es aún más urgente, porque estamos llamados a proclamar que Jesús es el Señor (Filipenses 2:11), no como un título más, sino como la declaración máxima del monoteísmo apostólico.

Estudia teología. Ama a Dios con toda tu mente. Defiende la verdad con mansedumbre. Y, sobre todo, vive para la gloria del único Dios, manifestado en carne, justificado en el Espíritu, visto de los ángeles, predicado a los gentiles, creído en el mundo y recibido arriba en gloria (1 Timoteo 3:16).

Las principales ramas de la teología

La teología no es una disciplina monolítica. A lo largo de los siglos, ha tomado forma en diversas áreas de estudio, cada una con su enfoque particular, pero todas orientadas al conocimiento más profundo de Dios, su Palabra y su voluntad. Estas ramas no compiten entre sí, sino que se complementan para ofrecer una visión más completa de la fe cristiana.

A continuación, exploramos las ramas más relevantes:

1. Teología sistemática

La teología sistemática busca organizar la enseñanza bíblica en categorías temáticas, respondiendo a la pregunta: ¿Qué enseña la Biblia en su totalidad sobre un tema específico?

Las áreas comunes de la teología sistemática incluyen:

  • Teología propia (doctrina de Dios)
  • Cristología (doctrina de Cristo)
  • Neumatología (doctrina del Espíritu Santo)
  • Antropología teológica (doctrina del hombre)
  • Hamartiología (doctrina del pecado)
  • Soteriología (doctrina de la salvación)
  • Eclesiología (doctrina de la Iglesia)
  • Escatología (doctrina de los últimos tiempos)

En el pensamiento unicista, la teología sistemática toma un enfoque particular: todas estas áreas giran alrededor de la revelación de Dios en Cristo Jesús. Por ejemplo:

  • La Cristología no se entiende como el estudio de una “segunda persona” de la Trinidad, sino como el estudio del Dios único manifestado en carne (1 Timoteo 3:16).
  • La Neumatología no separa al Espíritu Santo de Jesús, sino que lo reconoce como la presencia activa del Cristo glorificado en el creyente (Romanos 8:9-11).

2. Teología bíblica

La teología bíblica se enfoca en estudiar cómo Dios se ha revelado a lo largo de la historia bíblica. No se organiza por temas como la sistemática, sino por libros, autores y épocas, mostrando el desarrollo progresivo de la revelación divina.

Desde esta perspectiva, se puede hacer una teología de Pablo, una teología del evangelio de Juan, una teología del Pentateuco, etc.

La teología bíblica desde la Unicidad es especialmente rica, porque permite ver cómo el nombre y el carácter de Dios se revelan progresivamente, culminando en Jesucristo. Por ejemplo:

  • En el Antiguo Testamento, Dios se revela con varios títulos: Elohim, El Shaddai, Jehová, pero sin dar a conocer Su nombre pleno.
  • En el Nuevo Testamento, Jesús revela el nombre de Dios (Juan 17:6), y se convierte en la plenitud visible del Dios invisible (Hebreos 1:3).

La teología bíblica ayuda al creyente unicista a leer la Biblia con una visión de unidad narrativa y cristocéntrica.

3. Teología histórica

La teología histórica examina el desarrollo de las doctrinas cristianas a través de los siglos. Estudia los credos, concilios, reformadores y movimientos que han influido en la comprensión doctrinal de la iglesia.

Desde la perspectiva de la Unicidad, esta rama es crucial para comprender cómo y cuándo se introdujeron ciertos conceptos que se alejaron del modelo apostólico, como:

  • El desarrollo gradual de la doctrina trinitaria en los siglos II al IV.
  • La imposición del bautismo trinitario en lugar del bautismo en el nombre de Jesús.
  • El surgimiento de movimientos restauracionistas (como los pentecostales del nombre de Jesús en el siglo XX) que retornan a la enseñanza original de los apóstoles.

La teología histórica permite al creyente reconocer que la verdad no evoluciona, sino que debe ser recuperada y sostenida, como enseñó Judas: “contended ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos” (Judas 1:3).

4. Teología práctica

Esta rama se ocupa de cómo la teología influye y transforma la vida diaria de los creyentes. Incluye áreas como:

  • Homilética (el arte de predicar)
  • Consejería bíblica
  • Discipulado
  • Liturgia y adoración
  • Misiones y evangelismo

La teología práctica es inseparable del poder del Espíritu. La verdad doctrinal debe conducirnos a una vida transformada por el Espíritu Santo, evidenciada en frutos y dones espirituales.

Por ejemplo, el conocimiento del Dios único debe reflejarse en:

  • Una adoración centrada exclusivamente en Jesús.
  • Una vida de santidad como expresión de la naturaleza divina en nosotros.
  • Un testimonio comprometido con predicar el evangelio completo (Hechos 2:38).

La teología práctica responde a la pregunta: ¿Cómo vivimos lo que creemos?

5. Teología moral o ética cristiana

Esta rama estudia cómo aplicar los principios teológicos a los dilemas morales del ser humano: sexualidad, justicia, vida, familia, política, pobreza, medio ambiente, entre otros.

La ética cristiana se basa en la santidad de Dios, revelada en Cristo, y en la guía del Espíritu Santo. Jesús no solo enseñó la verdad, sino que encarnó la verdad moral. Al comprender que Dios se hizo carne y habitó entre nosotros, también comprendemos que nuestra vida moral debe reflejar esa encarnación: vivir con pureza, integridad, amor y justicia.

Además, la ética cristiana reafirma que no hay doble moral ni disociación entre cuerpo y espíritu. El mismo Dios que habita en nosotros nos llama a vivir como templo santo (1 Corintios 6:19-20).

6. Apologética

La apologética es la defensa racional y bíblica de la fe cristiana. Responde a las objeciones del mundo secular, del ateísmo, del pluralismo, y de otras religiones.

La apologética tiene un doble enfoque:

  • Externa: Responder al mundo que niega a Dios o cuestiona la autoridad de la Biblia.
  • Interna: Defender la doctrina apostólica frente a otras formas de cristianismo que han abandonado la fe original.

El creyente debe estar capacitado para:

  • Explicar por qué el nombre de Jesús es exclusivo para la salvación.
  • Responder con las Escrituras por qué Dios es uno.
  • Exponer con claridad que la plenitud de Dios no se reparte en “personas”, sino que habita toda en Cristo.

7. Teología filosófica

Esta rama busca dialogar con la filosofía para abordar cuestiones como:

  • La existencia de Dios.
  • El problema del mal.
  • El libre albedrío.
  • La conciencia y el alma.
  • La naturaleza del tiempo y la eternidad.

Aunque la filosofía puede ser una herramienta útil, la teología sostiene firmemente la supremacía de la revelación sobre la especulación. La razón humana nunca debe imponerse a la Palabra de Dios. Sin embargo, también creemos que toda verdadera sabiduría procede de Dios (Proverbios 2:6), y que los creyentes pueden usar el razonamiento para presentar una fe coherente, lógica y espiritual.

8. Teología dogmática

La teología dogmática estudia las doctrinas consideradas esenciales e innegociables por una determinada confesión de fe.

En el caso del cristianismo bíblico apostólico, los “dogmas” fundamentales son:

  • La unicidad absoluta de Dios.
  • La encarnación plena de Dios en Cristo Jesús.
  • La salvación por gracia mediante la fe, expresada en obediencia al Evangelio (arrepentimiento, bautismo en el nombre de Jesús y llenura del Espíritu Santo).
  • La autoridad absoluta de la Palabra de Dios.

La teología dogmática, bien entendida, no es una imposición humana, sino una defensa de los fundamentos inalterables de la fe entregada a los santos (Hebreos 6:1-2).

Un cuerpo teológico al servicio de la verdad apostólica

Cada una de estas ramas cumple una función vital. Juntas, permiten que la teología no sea solo una ciencia académica, sino un vehículo de revelación, transformación y proclamación. Para los creyentes, estudiar teología en todas sus dimensiones es un acto de reverencia y obediencia a la verdad, centrando todo en la figura gloriosa de Jesucristo.

La meta no es acumular conocimiento, sino amar más profundamente a Dios, servir más eficazmente a la iglesia, y defender con valor la verdad eterna del único Dios que se reveló en carne para salvarnos.

Teología y revelación: ¿Cómo conocemos a Dios?

La teología parte del principio fundamental de que Dios no es un concepto humano, sino un ser real y personal que se ha revelado activamente a la humanidad. El ser humano no puede alcanzar a Dios por su propia capacidad, sino que es Dios quien se ha dado a conocer, de forma progresiva, intencional y redentora.

Esta autorrevelación de Dios es el fundamento de toda verdadera teología. Si Dios no hablara, si no se manifestara, todo conocimiento de Él sería especulación. Pero el Dios de la Biblia ha hablado, ha actuado y se ha mostrado.

La revelación de Dios tiene una progresión que culmina en la manifestación plena de Dios en Jesucristo, quien es la máxima expresión de la Deidad (Juan 1:18; Colosenses 2:9). Toda la historia de la revelación apunta hacia Cristo como el punto culminante de la autorrevelación divina.

Existen dos formas principales de revelación divina:

a) Revelación general

La revelación general es aquella por medio de la cual Dios se da a conocer a toda la humanidad, en todo tiempo y lugar, a través de medios universales. No está limitada a un grupo específico de personas ni requiere una revelación sobrenatural directa.

Los principales canales de esta revelación son:

  • La naturaleza: El diseño, el orden, la belleza y la complejidad del universo apuntan a un Creador inteligente. “Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos” (Salmos 19:1).
  • La conciencia moral: Todo ser humano tiene una noción básica del bien y del mal, inscrita en su conciencia. Esta ley moral interna, aunque imperfecta, da testimonio de que hay un Legislador supremo (Romanos 2:14-15).
  • La razón humana: La capacidad de pensar, razonar y buscar sentido sugiere que fuimos creados por un Ser racional. El apóstol Pablo afirma que los atributos invisibles de Dios se hacen “claramente visibles” a través de las cosas creadas (Romanos 1:20).

Sin embargo, la revelación general es insuficiente para la salvación. Puede llevar a la convicción de que hay un Dios, pero no revela el plan redentor ni el nombre salvador de Dios. Por eso, se necesita una revelación más específica y completa.

b) Revelación especial

La revelación especial es la manifestación directa y específica de Dios a personas concretas, con el propósito de comunicar Su voluntad, Su carácter y Su plan de redención.

Esta revelación incluye:

1. La Palabra hablada (profética):

A lo largo del Antiguo Testamento, Dios habló a los patriarcas, profetas y líderes del pueblo de Israel. A menudo lo hizo a través de visiones, sueños, teofanías (apariciones de Dios), o mediante la inspiración del Espíritu. “Muchas veces y de muchas maneras habló Dios en otro tiempo a los padres por los profetas…” (Hebreos 1:1).

2. La Palabra escrita (la Biblia):

La revelación especial fue registrada por hombres inspirados por Dios, dando origen a las Sagradas Escrituras. Toda la Escritura es “inspirada por Dios” (2 Timoteo 3:16) y constituye la fuente suprema de autoridad para la fe y la práctica cristiana. La Biblia es el registro fiel de la revelación de Dios a través de la historia, y es inerrante e infalible en su propósito salvífico.

3. La revelación suprema: Jesucristo

Hebreos 1:2 continúa diciendo que Dios “en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo”. Esta es la cumbre de la revelación divina. Dios mismo se manifestó en carne, no solo como mensajero, sino como el cumplimiento pleno de Su propia revelación.

Jesús no es una “persona separada” dentro de la Deidad, sino Dios mismo encarnado. Él es “la imagen del Dios invisible” (Colosenses 1:15) y “en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad” (Colosenses 2:9).

“A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer.” (Juan 1:18)

Esta revelación es personal, salvadora y transformadora. No se trata simplemente de adquirir información sobre Dios, sino de entrar en comunión con Él a través de Jesucristo.

c) La revelación progresiva y culminante

Dios no reveló todo de sí mismo de una sola vez. A lo largo de la historia bíblica, se puede observar una revelación progresiva, que va aumentando en claridad, profundidad y manifestación.

  • En el Antiguo Testamento, Dios se revela como el Dios único y verdadero: “Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es” (Deuteronomio 6:4).
  • A través de los profetas, revela aspectos de Su carácter: santo, justo, misericordioso, eterno, y también anuncia Su plan redentor futuro.
  • En el Nuevo Testamento, esta revelación alcanza su plenitud con la venida de Jesús. Él no es solo el portavoz de Dios: es Dios con nosotros (Mateo 1:23).

Jesús es la revelación final y completa de Dios al ser humano. Ya no es necesario buscar otra manifestación, pues en Cristo tenemos la revelación perfecta de quién es Dios, cómo ama, cómo actúa y cómo salva.

d) La revelación y la experiencia espiritual

No basta con conocer teóricamente la revelación de Dios. Para que sea efectiva, esa revelación debe convertirse en una experiencia personal y espiritual. Esto ocurre mediante el nuevo nacimiento (Juan 3:5), cuando la Palabra se combina con el Espíritu.

Desde la experiencia pentecostal apostólica, la revelación se vive y se experimenta a través de:

  • La obediencia al Evangelio completo (Hechos 2:38).
  • La llenura del Espíritu Santo, que guía a toda verdad (Juan 16:13).
  • La adoración revelada, que reconoce a Jesús como el único Dios verdadero.

La revelación no es solo un contenido que se enseña, sino una luz que transforma, una verdad que se revela a los corazones humildes y obedientes.

e) La revelación y el nombre de Dios

Un aspecto crucial dentro de la teología es la comprensión de la revelación progresiva del nombre de Dios.

  • En el Antiguo Testamento, Dios se manifestó con diversos títulos: Elohim, El Shaddai, Adonai, Jehová (YHWH), pero nunca reveló Su nombre completo en el sentido redentor.
  • En el Nuevo Testamento, Jesús es el nombre revelado, el nombre que está sobre todo nombre (Filipenses 2:9-11), el único en el cual hay salvación (Hechos 4:12), y el nombre al cual toda rodilla se doblará.

Esto significa que la revelación más gloriosa de Dios no es un concepto, sino un nombre: JESÚS. A través de ese nombre conocemos a Dios, oramos, predicamos, bautizamos y somos salvos.

“Yo les he manifestado tu nombre, y lo manifestaré aún…” (Juan 17:26)

La revelación de Dios es la base de toda teología cristiana. No se trata de que el hombre alcance a Dios, sino de que Dios se da a conocer por gracia. Esa revelación es accesible, suficiente y gloriosa, y tiene su culminación en Jesucristo, el Dios hecho carne.

Estudiar teología es, por lo tanto, responder a la revelación divina con fe, obediencia y amor. Es sumergirse en la historia de un Dios que ha hablado, que se ha acercado y que desea ser conocido. Y más aún: que quiere habitar en nosotros por medio de Su Espíritu.

La teología y la vida del creyente

Una teología sólida no debe quedarse en el plano de las ideas abstractas o el mero conocimiento intelectual. Su verdadero fruto se manifiesta cuando transforma la vida diaria del creyente, lo lleva a amar más profundamente a Dios, a obedecer Su Palabra con convicción, y a vivir una vida guiada por el Espíritu.

La teología no es solo para pastores, teólogos o profesores. Cada cristiano es llamado a conocer a Dios, y esa búsqueda se traduce en una forma de vivir, sentir, hablar y actuar que glorifica a Cristo. Como afirma el apóstol Pablo: “La ciencia (conocimiento) envanece, pero el amor edifica” (1 Corintios 8:1). Cuando el conocimiento de Dios está acompañado de amor, humildad y reverencia, el alma es edificada.

La teología como alimento del alma

Así como el cuerpo necesita alimento para mantenerse con vida, el alma necesita conocer a Dios para vivir espiritualmente. Una fe sin fundamento teológico corre el riesgo de ser superficial, emocionalista o incluso herética.

Jesús dijo: No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mateo 4:4). Esa palabra es revelación, y el estudio sistemático de esa revelación es lo que llamamos teología.

Por eso, una buena teología:

Nos lleva a adorar:

Al contemplar la majestad, santidad y amor de Dios, brota de nuestro interior una respuesta de reverencia y alabanza. No adoramos a un Dios desconocido, sino al Dios que se ha revelado plenamente en Jesucristo. Adoramos con claridad y certeza al único Dios verdadero, manifestado en carne.

Nos hace humildes:

Cuanto más conocemos a Dios, más reconocemos nuestra pequeñez, fragilidad y dependencia de Su gracia. Como Isaías cuando vio al Señor en su trono: “¡Ay de mí que soy muerto!” (Isaías 6:5). El conocimiento teológico verdadero despoja al creyente del orgullo y lo viste de humildad.

Nos impulsa a obedecer:

El conocimiento de la verdad no es un fin en sí mismo, sino un llamado a vivir conforme a esa verdad. Jesús dijo: “Si me amáis, guardad mis mandamientos” (Juan 14:15). Una teología centrada en Cristo y basada en las Escrituras lleva a una vida santa, consagrada y obediente.

Nos lanza a la misión:

Conocer el corazón de Dios nos lleva inevitablemente a interesarnos por los perdidos. Un Dios que se encarnó, que murió en la cruz, que resucitó y que envió Su Espíritu, es un Dios apasionado por salvar. El teólogo que no evangeliza está incompleto, y el evangelista que no estudia también.

Teología vivida: el ejemplo de la iglesia apostólica

La iglesia del libro de los Hechos no separaba la teología de la vida. Ellos oraban con fervor, predicaban con poder, y vivían con doctrina. Hechos 2:42 dice que perseveraban “en la doctrina de los apóstoles”, y eso dio como fruto una comunidad de amor, unidad y crecimiento.

Esa doctrina apostólica incluye:

Todo esto no es solo doctrina escrita, sino realidad vivida. No basta con saber lo que dice la Biblia, es necesario experimentarlo.

Teología y formación del carácter

Un aspecto muchas veces olvidado es que la buena teología forma el carácter del cristiano. No se trata solo de aprender conceptos, sino de formar convicciones que modelen nuestra manera de vivir. Por ejemplo:

  • Creer que Dios es soberano nos enseña a confiar en los momentos difíciles.
  • Saber que Dios es santo nos motiva a alejarnos del pecado.
  • Comprender que Dios es uno y se ha manifestado en Jesús nos ayuda a tener claridad, identidad y confianza en la oración.
  • Estar convencidos de que Cristo viene pronto nos impulsa a vivir con urgencia y esperanza.

La teología toca nuestras emociones, nuestras decisiones, nuestras relaciones y nuestra conducta. No hay área de la vida que no sea influenciada por lo que creemos acerca de Dios.

Teología y adoración: con el entendimiento y con el Espíritu

Pablo escribió: “Cantaré con el espíritu, pero cantaré también con el entendimiento” (1 Corintios 14:15). Esta frase resume la visión de una adoración teológica: no solo fervor emocional, sino verdad revelada.

Una adoración sin teología corre el riesgo de convertirse en sentimentalismo vacío. Pero una adoración con fundamento bíblico se convierte en una expresión poderosa del conocimiento de Dios. Adoramos a Jesús, el nombre sobre todo nombre, sabiendo quién es Él en Su plenitud.

Nuestra alabanza no es una repetición de frases vacías, sino una exaltación consciente del Creador que se humilló, murió, resucitó y ahora habita en nosotros.

La teología, clave para una fe firme en tiempos difíciles

Hoy más que nunca, el mundo está lleno de confusión, relativismo moral, falsas doctrinas, presión cultural y ataques a la fe cristiana. En ese contexto, una teología bíblica y sólida se convierte en un ancla.

Como dijo Pablo a Timoteo: Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren” (1 Timoteo 4:16).

La doctrina —la teología aplicada— no es un lujo, es una necesidad. Solo un creyente bien fundamentado podrá resistir la prueba, predicar con claridad y vivir con integridad.

La teología como vida transformada por la verdad

En última instancia, el objetivo de la teología no es el debate, ni la mera erudición, sino la transformación del ser humano a imagen de Cristo. Como lo expresa Romanos 12:2: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento”.

Cuando estudiamos a Dios, meditamos en Su Palabra, y somos guiados por el Espíritu, nuestro entendimiento se renueva, nuestra mente se alinea con el cielo, y nuestra vida empieza a reflejar la gloria del Salvador.

Conclusión

En conclusión, la teología no es un lujo intelectual reservado a unos pocos, sino un llamado divino para todo creyente que ama y desea conocer más profundamente al Señor. Desde la perspectiva bíblica y apostólica de la Unicidad, estudiar teología es sumergirse en la revelación progresiva de Dios que culmina en Jesucristo, el único Dios verdadero manifestado en carne. Es un ejercicio que combina mente y corazón, doctrina y devoción, conocimiento y obediencia.

Una teología sana nos guarda del error, fortalece nuestra fe, orienta nuestra vida práctica y nos equipa para defender la verdad con mansedumbre y firmeza. Al final, toda reflexión teológica debe conducirnos a una adoración más pura, a una santidad más profunda y a una proclamación más apasionada del Evangelio. Porque conocer a Dios no es simplemente acumular información sobre Él, sino rendir toda nuestra vida a Aquel que se ha dado a conocer, para vivir y morir para Su gloria.

Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento. Al hacer clic en Aceptar, aceptas el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos.    Más información
Privacidad