DAVID, SALOMÓN Y ADONÍAS EN LA BIBLIA
ADONÍAS QUISO USURPAR EL TRONO DE SU PADRE
Unos seis años después de que Absalón intentara usurpar el trono, su hermano más joven Adonías, decidió que quería ser rey; sin embargo, su situación era distinta a la de Absalón. David que contaría por aquel entonces con unos 63 años de edad, se sentía tan débil y enfermo que las cobijas no lo podían calentar de noche. Aunque vivió hasta los 70 años, muchos Israelitas temían en aquel momento que muriera. Temían así mismo la confusión que se produciría si moría sin designar a su sucesor.
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¿QUIÉN ERA ADONÍAS EN LA BIBLIA?
Al igual que Absalón, Adonías era un hombre vano, ingobernable y ambicioso, por lo tanto, decidió aprovecharse de la creciente debilidad de su padre y usurpar el trono. En esta empresa se granjeó el apoyo de Joab, general del ejército de Israel, y Abiatar, uno de los sacerdotes. Sin embargo, Adonías se olvidó de que Dios tenía en Jerusalén al profeta Natán, un hombre que sabía defender la justicia con intrepidez, con rectitud y según la voluntad de Dios.
EL COMPLOT DE ADONÍAS EN LA BIBLIA, UNA SENDA SIN HONOR
Adonías en la Biblia muestra una arrogante exaltación de sí mismo
Es evidente que Adonías no sacó lección alguna del orgullo, la rebelión y la caída de Absalón. La soberbia de su propio corazón lo engañó. (Compare con Abdías versículo 3). Continuó enalteciéndose a sí mismo hasta que en su arrogancia pensó que podía tener éxito donde había fracasado Absalón. Ansiaba ocupar el trono.
En la antiguedad, era común la rivalidad entre las subfamilias en los matrimonios polígamos. El comentarista C. Warren señala que cada subfamilia tenía intereses personales que con frecuencia rivalizaban con los de las otras subfamilias que componían la gran familia polígama.
Esta situación determinaba que la madre de cada subfamilia fura más importante para sus hijos que el padre, y con frecuencia los hermanos, llamados «hermanos uterinos», eran los guardianes de sus hermanas. En esta situación la declaración de que «Adonías hijo de Haiguit se rebeló» (1 Reyes 1:5), refleja la rivalidad de las subfamilias dentro de la casa de David.
¡Que distinto era el proceder de Adonías del de David! En efecto, el monarca había respetado la posición del rey Saúl porque era el Ungido de Dios y se había negado a aprovecharse de las oportunidades de darle muerte que se le habían presentado.
Aún después de la muerte de Súl, David esperó, buscó el consejo de Dios y estaba dispuesto a ocupar un lugar de menor jerarquía, al reinar sobre una sola tribu (la de Judá), hasta que Dios indujera al pueblo a coronarlo rey sobre todo Israel.
Para David, Dios era el verdadero Rey y Señor. Quiso expresar esta verdad mediante el nombre que le dio a Adonías («Jehová es Señor»), sin embargo, Adonías no vivió a la altura de su nombre. No solamente se abstuvo de buscar a Dios, sino que también siguió el ejemplo de Absalón, y trató de impresionar al pueblo con su propia dignidad.
En lo natural, tenía toda la apariencia de un monarca, puesto que era bien parecido y de físico elegante. Era así mismo el heredero natural. Sabía, sin embargo, lo poco que esto significaba a los ojos de Jehová. Abraham, Isaac y Jacob habían tenido hermanos mayores, pero por la fe fueron herederos de la promesa de Dios. Ni David mismo era tan alto ni tan bien parecido como sus hermanos mayores.
Parece evidente también que Adonías sabía que Salomón era el heredero del trono; el escogido por Dios (Lea 1 Reyes 2:15). Y sin embargo, a medida que se iba exaltando a sí mismo, fue llegando a la conclusión de que no solamente podía comportarse como rey, sino que podía serlo en realidad.
Nos parece también que se sentía animado en lo que hacía por el hecho de que David ni lo disciplinó ni lo censuró en forma alguna. Adonías interpretó el comportamiento de su padre en el sentido de que se había olvidado de la promesa que le había hecho a Betsabé respecto de Salomón, o que quizás estaba demasiado enfermo para interesarse en el asunto.
El orgullo de Adonías se manifestó al revelarse con las intensiones de erigirse rey (1 Reyes 1:5). Esta conducta que demostró ser el principio del fin para Adonías, tiene varias lecciones para la gente de la actualidad. (También te invito a leer: Los Beneficios de la Sabiduría)
El orgullo se manifiesta en varias formas:
1) En el caso de Adonías, constituía un intento de apoderarse de un cargo que Dios no tenía la intención de darle.
2) Los hombres soberbios de la época de Jeremías demostraron desprecio por la palabra de Dios y por su mensajero (Jeremías 43:2)
3) Al denunciar Dios a Edom, indica que el orgullo de su corazón produjo el autoengaño (Jeremías 49:16)
4) El escritor de los proverbios dice que el altivo de ánimo provoca contiendas (Proverbios 28:25)
5) Las personas soberbias tienen también tendencia a airarse (Proverbios 21:24)
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Adonías en la Biblia muestra deslealtad evidente
Adonías sabía que procedía con deslealtad hacia David y hacia Jehová. Esto está demostrado por los colaboradores que eligió y por los hombres a los que no les pidió ayuda. Joab había sido siempre un oportunista. Como sobrino de David (1 Crónicas 2:16), con frecuencia había sacado ventajas de esa relación y se había atrevido a ir en contra del rey.
Sin embargo, Joab, solo recobró el favor de David después de la muerte de Absalón. Ahora buscaba la oportunidad de ganarse un nuevo sitial de prominencia bajo la protección de Adonías. Abiatar también estaba descontento. David había designado a Sadoc para que ejerciera con él las funciones de sumo sacerdote. Los intereses personales fueron los que hicieron que estos hombres se pusieran de parte de Adonías.
Cuando el interés por sí mismo se manifiesta en la vida del individuo, se parece al agua que se filtra en las grietas de una roca y resquebraja el más duro granito. No es posible una acción conjunta en favor de una gran causa, si no se suprime la búsqueda de ventajas personales. Tango Joab como Abiatar empañaron una vida de fidelidad y quebrantaron sagrados vínculos, porque pensaron en ellos mismos en vez de pensar en la voluntad divina.
Por otra parte, Adonías evitó todo encuentro con Natán, el verdadero profeta de Dios; con el general Benaía, leal a David, o con los valientes soldados de David, todos los cuales habían demostrado ya que estaban dispuestos a sacrificar su vida por David. Tampoco los invitó a los sacrificios de la fiesta mediante la cual esperaba convencer a Israel de que Dios estaba de su parte y que él era el verdadero rey.
Adonias llevo a sus invitados a la fuente de Rogel, que significa «fuente del batanero» en hebreo, un pozo de unos 40 metros de profundidad ubicado al sur de la ciudad de Jerusalén, más allá del empalme del valle Hinón con el valle Cedrón.
El lugar está ubicado en la frontera entre los territorios de las tribus de Benjamín y Judá (Josué 15:1,7;18:11,16). Según un escritor sus aguas eran dulces, pero no muy frías y a veces rebosaba. Se llamaba Rogel porque los bataneros limpiaban sus ropas allí con los pies.
El comentarista Roberto Jamieson nos explica que los pueblos orientales acostumbraban a celebrar fiestas al aire libre en lugares que tuviesen sombra, aire y vegetación. La fiesta organizada por Adonías era de carácter público para fines políticos, con el objeto de ganarse la popularidad y procurar el apoyo público para sus aspiraciones al trono.
LA INTERVENCIÓN DE DAVID
David es Desafiado
Un hombre se dio cuenta del complot tramado por Adonías. El profeta Natán, estaba aún en comunión con Dios; seguía siendo un verdadero vidente por disposición divina (Lea 1 Samuel 9:9). De inmediato, se presentó ante Betsabé y la instó a que se entrevistara con el rey David antes que Adonías tomara las riendas del poder y buscara algún pretexto para darles muerte a ella y a Salomón.
Adonías trataba de comportarse como los monarcas de las naciones limítrofes, y la costumbre era eliminar todo posible rival que reclamara el trono.
Betsabé procedió de inmediato, se postró ante David, y le recordó la promesa que le había hecho ante Dios. Trató a David con respeto y reconoció que era a él a quien le correspondía designar a su sucesor.
Cuando Betsabé se presentó ante el rey David para interceder en favor del derecho de Salomón al trono, le recordó al monarca un juramento (1 Reyes 1:17). El principio en virtud del cual el juramento es obligatorio se nos proporciona en Hebreos 6: 16. Es una apelación a Dios para que ratifique un compromiso o afirmación.
En las sagradas escrituras, se mencionan varias formas de prestar juramento:
1) Levantando la mano. Los testigos ponen las manos en la cabeza del acusado (Génesis 14:22; Levítico 24:14; Deuteronomio 17:7)
2) Poniendo la mano debajo del muslo de la persona a quien se le hacía la promesa (Génesis 24:2; 47:29)
3) Los juramentos debían ser hechos ante el altar. Según lo interpretan algunos, si las personas no se hallaban en Jerusalén el juramento debía hacerse mirando hacia el templo (1Reyes 8:31; 2 Crónicas 6:22)
4) Dividiendo una víctima y distribuyendo las partes (Génesis 15:10,17; Jeremías 34:18)
Entonces llegó Natán para confirmar que el pueblo en la fiesta que había celebrado Adonias cerca de la fuente de Rogel, al sur de Jerusalén, habían comenzado a gritar: «¡Viva el rey Adonías!» a diferencia de Betsabé, Natán habló como si David conociese el comportamiento de Adonías.
Con toda prudencia y sabiduría, Natán, le lanzó una reprensión a David por haberlo tratado como si fuera un monarca con pleno dominio sobre su reino.
David Indignado
Cuando David escuchó las palabras de Natán y comprendió la rebelión que latía en el complot de Adonías, sintió encenderse en su pecho una chispa de su antiguo valor. Betsabé había salido de la habitación, según las etiquetas de la corte. De inmediato, David la llamó de nuevo y le dio seguridad ante Jehová de que cumpliría su solemne juramento y promesa (Una promesa que no está registrada en el libro de Samuel), y pondría a Salomón en el trono sin demora alguna.
David procedió de esta manera teniendo en cuenta dos cosas. Primero, Dios le había sido fiel, liberándolo de todos los peligros y dificultades, y poniéndolo en el trono frente a toda clase de oposición. David sabía que debía ser fiel y a Salomón, que era el escogido de Dios. ¿Cómo podía hacer otra cosa, cuando Dios había hecho tanto por él?
En segundo lugar, se dio cuenta de que debía tomar medidas de inmediato para contrarrestar el malvado complot de Adonías y salvarles la vida a Salomón y a Betsabé. De no ser así, sería responsable por sus muertes.
LA CORONACIÓN DE SALOMÓN
Ungido Públicamente
De inmediato, David envió a Sadoc, Natán y Benaía, a fin de que montaran a Salomón en la mula del rey como señal de dignidad y honor soberano y lo condujeran públicamente hasta el manantial de Gihón, en el valle de Cedrón (al pie de Sion, cerca de la parte central de la ciudad). También debían tomar el aceite santo en el santuario para ungirlo. Luego debían tocar la trompeta y decir: «¡Viva el rey Salomón!. Esta ceremonia indicaría que David lo había nombrado rey (Lo había designado su sucesor), para que reinara en Israel.
El comentarista Adam Clarke aclara la selección del sucesor de un rey mediante los siguientes comentarios:
1) El sucesor elegido era puesto en la mula de su predecesor y debía ir hasta uno de los pozos públicos o hasta un río en donde debía reunirse una multitud para que vieran quien había sido designado rey. En esta ocasión, Salomón fue llevado hasta la fuente de Gihón, para ser ungido; el fluir constante del agua simbolizaba la perpetuidad del reino.
2) El sacerdote y el profeta lo ungieron en el nombre de Jehová; significaba así que debía ser revestido de todas las virtudes soberanas y que reinaría para el Señor, en su nombre y bajo su autoridad.
3) Se tocaba entonces trompeta y se hacía una solemne proclamación de que había sido ungido rey.
4) Se le traía entonces solemnemente y se le sentaba en el trono, para simbolizar que había asumido las riendas del gobierno y estaba a punto de administrar la justicia y juicio al pueblo.
Benaía, ante la situación, respondió con un gran «amén», en el que expresaba su deseo de que Dios mismo confirmara las palabras del monarca. Sabía que el éxito de David se debía al hecho de que el Señor lo acompañaba. Benaía, leal a la decisión de David, deseaba que el trono de Salomón fuera aún más grande. Es decir, Salomón heredaría el gran trono de David. Y mientras Jehova acompañara a Salomón el trono se engrandecería cada vez más, pero la gloria le pertenecería a Jehová.
Con la cooperación de los Cereteos y lo peleteos (Cretenses y filisteos que fueron contratados al principio como soldados mercenarios y luego pasaron a ser miembros leales de la guardia personal, comandada por Benaía), los tres amigos de David cumplieron sus órdenes y ungieron a Salomón. Mientras cabalgaba la mula de David, Salomón recibió más honores que el fatuo despliegue de caballos y carrozas que se le diera a Adonías. Quizás se prefigure aquí a otro monarca humilde que entró a Jerusalén en un pollino cumpliendo la promesa de Dios (Zacarías 9:9). Y que por siempre eclipsara la gloria de los más grande conquistadores de este mundo.
Reconocido Públicamente
El desfile por la ciudad atrajo a una gran multitud que al presenciar la unción de Salomón supo que este era el escogido de Dios y de David. La reacción fue maravillosa. El pueblo comenzó a tocar instrumentos musicales y hubo grandes exclamaciones de gozo.
En realidad, el ruido hacía retumbar la tierra. Parecía un terremoto. Después, Salomón se trasladó en procesión solemne hasta el palacio de David, donde fue ascendido al trono. David entonces comenzó a adorar a Dios e invocar la bendición divina con espíritu de agradecimiento.
¡Imaginémonos el terror de Adonías cuando oyó la noticia! Él se hallaba esperando en un recodo del camino, fuera de la vista de Gihón. Sus amigos lo habían proclamado monarca y esperaba que se esparciera la noticia y que el pueblo se le uniera. Pero al parecer habían estado celebrando con demasiada antelación.
Cuando Jonatan, el hijo del desleal Abiatar, llegó con la noticia la rebelión de Adonías se desplomó. Temiendo que Salomón le hiciera a él lo mismo que el había pensado hacerle, Adonías corrió al patio del tabernáculo y se aferró a los cuernos del altar en busca de refugio (Éxodo 21:12-14;27:1,2;Amos 3:14). Salomón, sin embargo, no se aprovechó de la derrota de su rival sino que lo perdonó y le dio la oportunidad de rehabilitarse.