Bosquejo para predicar: Empapados de agradecimiento
Hoy, reflexionaremos en Marcos 14:9 para aprender qué significa vivir empapados de agradecimiento, hasta el punto de dejar huellas que trasciendan generaciones.
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La gratitud verdadera no se mide por palabras bonitas, sino por acciones que nacen de un corazón transformado. En un mundo donde la queja y la indiferencia parecen tener más protagonismo que el agradecimiento, la Biblia nos presenta historias que rompen este patrón. Una de ellas es la de una mujer que, sin buscar reconocimiento humano, realizó un acto tan profundo de amor y gratitud hacia Jesús que quedó registrado para siempre en la historia sagrada. Su gesto no fue un detalle más, sino una ofrenda que tocó el corazón del Maestro y se convirtió en un memorial eterno.
I. Introducción: Un gesto que conmovió al maestro
En Marcos 14:9 encontramos una declaración impresionante de Jesús:
“Les aseguro que en cualquier lugar del mundo donde se anuncie la buena noticia, se hablará también de lo que hizo esta mujer, y así será recordada”.
No es frecuente en los Evangelios encontrar un momento en el que Jesús, profundamente conmovido en lo personal, prometa que un acto humano será recordado en todo lugar donde se predique el Evangelio. Esto nos hace preguntarnos: ¿Será que las muestras de gratitud hacia Él no eran tan comunes durante su ministerio?
La realidad es que, aunque son muchas las razones que tenemos para agradecer a Dios, en la práctica, el agradecimiento sincero se manifiesta con muy poca frecuencia.
A) Jesús no siempre recibió el agradecimiento que merecía
Una de las posibles razones por las que este gesto impactó tanto a Jesús es que no siempre recibió el agradecimiento que correspondía a sus milagros y actos de amor. Un ejemplo claro lo encontramos en Lucas 17:11-19, cuando diez leprosos fueron limpiados, pero solo uno volvió para glorificar a Dios. La pregunta de Jesús aún resuena como un lamento: “¿Y los nueve, dónde están?”
El contraste es notorio: mientras los líderes religiosos tramaban prenderlo y asesinarlo “por algún engaño”, esta mujer se acercó para honrarle con lo mejor que tenía, sin reservas, sin cálculos, y con un corazón rebosante de amor.
Ese acto espontáneo, sincero y costoso se convirtió en lo que podríamos llamar “el memorial antes de la cruz”, una ofrenda anticipada que reconocía la grandeza de Cristo cuando muchos otros no lo hicieron.
II. Suficientes motivos para agradecer
A) Un banquete rebosante de gratitud
Imagina la escena: un banquete en honor a Jesús en la casa de Simón, el que fue leproso, un hombre que había experimentado en su propio cuerpo el toque sanador del Maestro. Los invitados no eran personas comunes, sino testimonios vivientes del poder de Dios:
- Lázaro, quien había conocido la muerte cara a cara y regresado por orden del Hijo de Dios.
- Marta, sirviendo con diligencia, como siempre, reflejando su amor en actos prácticos.
- María, la adoradora, cuyo corazón rebosaba de gratitud.
Y tal vez entre los presentes había más milagros ambulantes: un cojo que ahora podía danzar, un mudo que enseñaba cánticos a los levitas, y muchos otros que tenían, como tú y yo, motivos más que suficientes para agradecer.
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1. Betania: El refugio del Maestro
La historia se desarrolla en Betania, ciudad natal de Lázaro y sus hermanas. Era un lugar amigo y seguro para Jesús, un sitio donde podía encontrar hospitalidad y afecto sincero, lejos de la hostilidad de los líderes religiosos en Jerusalén.
Según Juan, faltaban apenas seis días para la Pascua. Jesús había llegado con sus discípulos para celebrar, pero esta vez no era una reunión cualquiera: había sido invitado a una cena muy especial, la única cena registrada en esta última semana antes de la Pascua, aparte de la famosa Última Cena.
2. Historias que rebosan gratitud
Cada invitado tenía una historia que contar:
- Simón podía hablar de cómo su piel volvió a ser limpia, sus manos recuperaron fuerza y sus hijos pudieron abrazarlo sin temor.
- Lázaro podría relatar el momento en que desde las tinieblas escuchó una voz autoritaria: “¡Lázaro, ven fuera!”. La sorpresa de la multitud al verlo salir vendado como una momia habría provocado risas, asombro y lágrimas por igual.
- María, con los ojos llenos de lágrimas, no olvidaba que Jesús le había devuelto a su hermano.
En esa casa, cada respiración era un recordatorio de que Dios había hecho algo grande.
3. Lágrimas que hablan más que las palabras
Las lágrimas de María eran como las nuestras en esos momentos donde la gratitud nos ahoga el corazón:
- Cuando un ser querido se recupera de una enfermedad mortal.
- Cuando un hijo sale ileso de un accidente grave.
- Cuando un trabajo o una provisión llega justo a tiempo, sin que sepamos de dónde.
Sin embargo, hay un peligro: olvidar lo que Dios ha hecho y dejar que la rutina ahogue el agradecimiento.
4. El dilema del corazón agradecido
Mientras escuchaba las historias de los demás, María pensaba:
“¿Cómo puedo decirle gracias? ¿Cómo expresarle a Dios que lo amo? ¿Cómo hacer algo que lo conmueva?”
El problema es que muchas veces nos quedamos en la idea de: “Dios sabe”.
- “Dios sabe que lo amo”.
- “Dios sabe que estoy agradecido”.
Y sí, Dios lo sabe, pero Él también desea que lo expresemos. La gratitud no se justifica con silencio; se demuestra con acciones concretas, como las de María.
III. Agradecimiento expresado con un vaso de alabastro de nardo puro
María no se conformó con decir: “Dios sabe que lo amo”. Ella buscó una manera visible, tangible y costosa de expresar su gratitud. Tal vez no tenía facilidad para las palabras, pero sí un corazón capaz de reconocer que Jesús había hecho por ella algo que nadie más podía hacer.
En su cofre más preciado guardaba un tesoro reservado para una ocasión especial: un vaso de alabastro lleno de nardo puro, un perfume de altísimo valor. Quizá lo había guardado para un momento de necesidad extrema, o incluso para la preparación de su hermano Lázaro cuando estuvo en la sombra de la muerte. Sin embargo, María decidió que no existía mejor momento para usarlo que en honor a su Salvador.
A) El valor incalculable del nardo en un vaso de alabastro
El nardo era un perfume de un color rojo intenso y aroma inconfundible, importado desde la lejana India. Extraído de una planta poco común, se mezclaba con aceite y era tan valioso que se usaba en ocasiones solemnes, como la preparación de un cuerpo para la sepultura.
El recipiente que lo contenía era de alabastro, un fino mármol blanco importado desde Egipto. Solo el envase era costoso, pero su contenido representaba el salario de un año entero de un trabajador promedio. Estamos hablando de algo que, para la economía de la época, era un lujo casi inalcanzable.
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B) María quebró el vaso y derramó todo el perfume
En un acto que dejó a todos sin palabras, María quebró el vaso entero y derramó todo su contenido sobre Jesús. Con unas pocas gotas habría sido suficiente para cumplir con la costumbre de honrar a un invitado, pero ella no se limitó: decidió que todo sería para Él.
- Según Marcos, ungió su cabeza.
- Según Juan, ungió sus pies y los enjugó con sus cabellos.
De esto podemos concluir que todo el cuerpo de Jesús fue ungido, desde la cabeza hasta los pies. El aroma llenó la casa, impregnando el ambiente y el corazón de todos los presentes.
C) El malentendido de un acto de amor
En ese momento, las voces se alzaron. Algunos, encabezados por Judas Iscariote, protestaron:
“¿Por qué este desperdicio? Podía haberse vendido y el dinero dado a los pobres.” (Marcos 14:4-5)
Y en términos económicos tenían razón: el perfume valía el salario de trescientos días de trabajo. Pero no entendían que el amor verdadero nunca es un desperdicio.
Jesús, que siempre fue cuidadoso con los recursos y generoso con los necesitados, defendió el acto de María:
“Déjenla… ha hecho una obra buena conmigo. A los pobres siempre los tendrán… pero a mí no siempre me van a tener. Ha perfumado mi cuerpo de antemano para mi sepultura.” (Marcos 14:6-8)
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D) Un ungimiento profético sin que María lo supiera
María no podía imaginar que su acto sería el único ungimiento que Jesús recibiría antes de su sepultura.
- José de Arimatea y Nicodemo apenas pudieron envolver su cuerpo apresuradamente antes del inicio de la Pascua.
- Las mujeres que preparaban especias llegaron al sepulcro después… pero ya estaba vacío.
Sin saberlo, María se adelantó al tiempo y cumplió un acto profético (La anticipación de su sepultura) de profundo significado espiritual.
E) El poder de los pequeños actos de amor
Jesús vio lo que los demás no podían ver: el valor eterno de un acto hecho por amor sincero. No se trataba solo de perfume, sino de un corazón derramado a sus pies.
Y así es también en nuestra vida:
- Un abrazo a un niño que nunca recibe afecto.
- Una visita a un anciano olvidado.
- Una llamada a un hermano que se ha alejado de la fe.
- Un gesto de reconciliación con alguien con quien hubo distanciamiento.
Son pequeños actos, pero desde la perspectiva correcta, pueden tener consecuencias eternas.
F) Un memorial eterno
Jesús concluyó con una declaración sin precedentes:
“Les aseguro que en cualquier lugar del mundo donde se anuncie la buena noticia, se hablará también de lo que hizo esta mujer, y así será recordada.” (Marcos 14:9)
Así, dos actos son recordados en todos los rincones del mundo:
- La Cena del Señor, en memoria de Su sacrificio.
- El derramamiento del perfume de María, en memoria de su gratitud.
Lo que comenzó llenando una casa en Betania terminó llenando la historia de la iglesia y el corazón de millones de creyentes. El aroma de ese acto sigue perfumando la predicación del Evangelio “hasta lo último de la tierra”.
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IV. Empapados de agradecimiento: Lecciones que transforman la vida
A) Los agradecidos miran más allá del momento: ven el impacto eterno
En este relato, María y Judas representan dos corazones completamente opuestos. Ambos caminaron con Jesús, lo escucharon predicar, compartieron momentos cercanos… y aun así, entre ellos había un abismo. María estaba empapada de agradecimiento; Judas, no. Para ella, derramar aquel perfume era un acto movido por amor puro. Para él, solo era un desperdicio.
Los críticos razonaban: “Podría haberse vendido y dado a los pobres”. Y, en términos prácticos, tenían razón. Pero la fe y el amor no siempre se miden con calculadora. María pudo guardar el frasco en su cofre, pero entonces el mundo habría perdido uno de los ejemplos más conmovedores de amor y gratitud.
Miles de sermones que han tocado corazones jamás se hubiesen predicado; millones de creyentes no tendrían esta historia para inspirarse.
Reflexiona: ¿cuántas bendiciones hemos perdido por no haber obedecido el impulso de agradecer en el momento justo? Piense en aquel día en que alguien hizo algo inesperado por usted… no fue lógico, no fue presupuestado, pero fue profundamente significativo.
A veces, quebrar nuestro vaso de alabastro puede significar sacrificios: pagar estudios para un hijo, apoyar la obra de la iglesia en tiempos de escasez, invertir en un proyecto que bendecirá a otros. El amor verdadero siempre deja huella.
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B) Quien no está agradecido solo ve desperdicio
Para los que no conocen el valor de un acto de gratitud, todo parecerá excesivo. Ellos no ven amor, ven “gastos innecesarios”. Así pensaba Judas. Y Juan, con claridad, nos revela que sus palabras no nacieron de un interés real por los pobres, sino de un corazón egoísta y corrupto (Juan 12:4-6).
No todos los que critican actos de generosidad tienen las mismas intenciones que Judas, pero la raíz suele ser parecida: falta de visión espiritual y amor profundo por Cristo. Para el corazón agradecido, no hay límites. Lo que a ojos humanos parece mucho, frente a la cruz siempre será poco.
Jesús derramó Su vida por nosotros. Ese es el mayor “derroche” de amor de la historia, y su fragancia aún llena el mundo. ¿Cómo no corresponder con actos que, aunque costosos, nunca podrán igualar lo que Él ya nos dio?
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C) El agradecimiento no espera: actúa ahora
Jesús no tuvo otra oportunidad de ser ungido antes de su muerte. Si María hubiera postergado su gesto, se habría perdido para siempre. Piense en cuántas veces hemos guardado palabras, abrazos o ayudas “para otro momento”… y ese momento nunca llegó.
El vaso de alabastro guardado en el cofre simboliza esas oportunidades que aplazamos hasta que se vuelven inútiles. El amor y la gratitud pierden su fuerza cuando se demoran.
No deje que su vaso se empolve. Quiebrelo ahora: llame a esa persona, escriba ese mensaje, ofrezca esa ayuda, exprese ese cariño. Como alguien dijo: “El amor no calcula lo mínimo para quedar bien, sino que da hasta donde puede… y aun así piensa que fue poco”.
Estar empapados de agradecimiento significa actuar con la convicción de que lo que damos hoy puede ser la fragancia que toque vidas por generaciones. No se trata de medir el costo, sino de responder al amor inmensurable de Cristo:
“Y que así puedan comprender… cuán ancho, largo, alto y profundo es el amor de Cristo… para que lleguen a colmarse de la plenitud total de Dios” (Efesios 3:18-19).
Conclusión: Un Corazón que Desborda Gratitud Transforma la Vida
Vivir empapados de agradecimiento no es solo una actitud correcta, sino una condición espiritual que abre la puerta a las bendiciones de Dios y fortalece nuestra fe en medio de cualquier circunstancia. La gratitud no se limita a palabras bonitas en momentos de abundancia, sino que es una decisión diaria de reconocer la bondad y fidelidad del Señor, incluso cuando atravesamos pruebas.
Cuando cultivamos un corazón agradecido, aprendemos a mirar más allá de lo que nos falta y a enfocarnos en lo que Dios ya ha hecho y prometido. Esto nos libra de la amargura, del descontento y de la comparación con los demás, ayudándonos a vivir en contentamiento y paz.
El agradecimiento genuino también es una forma de adoración. Cada vez que expresamos gratitud, reconocemos que Dios es el Dador de todo bien, que nuestra vida está en Sus manos y que Él tiene control sobre nuestro presente y nuestro futuro.
Finalmente, estar empapados de agradecimiento nos impulsa a compartir con otros la bondad que hemos recibido, convirtiéndonos en canales de bendición y testigos vivos del amor de Cristo. Así, la gratitud deja de ser solo una emoción para convertirse en un estilo de vida que glorifica a Dios.
Que cada día nuestras palabras, pensamientos y acciones estén saturados de agradecimiento, para que el mundo pueda ver a Cristo reflejado en nosotros.