¿Qué es la Salvación?

¿Qué es la salvación según la Biblia?

La salvación es uno de los temas más fundamentales y gloriosos de toda la Biblia. A lo largo de las Escrituras, se presentan múltiples imágenes y descripciones que, en conjunto, revelan la grandeza del plan divino para rescatar al ser humano de la esclavitud del pecado y conducirlo a una vida nueva en comunión con Dios. Pero ¿Qué es exactamente la salvación según la Biblia? ¿Cómo se experimenta y qué implica para la vida del creyente?

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En este estudio bíblico exploraremos varias expresiones inspiradas por el Espíritu Santo que describen la experiencia de la salvación. Cada una de estas imágenes —como lavamiento, resurrección, nacimiento, circuncisión, traslado, entre otras— nos ayuda a comprender con mayor profundidad lo que ocurre cuando una persona es redimida por la gracia de Dios.

Es importante entender que estos términos no se refieren a procesos separados, sino que todos juntos representan distintos aspectos del nuevo nacimiento, que Jesús describió como nacer “de agua y del Espíritu” (Juan 3:5). Por tanto, este análisis no solo nos brinda conocimiento, sino que también puede llevarnos a una experiencia más consciente y agradecida de nuestra redención en Cristo.

¿Qué es la Salvación desde una perspectiva bíblica?

Desde una perspectiva bíblica, la salvación no es simplemente un cambio de religión ni una afiliación doctrinal. Es una transformación total de la condición espiritual del ser humano, iniciada por la gracia de Dios y efectuada mediante el evangelio de Jesucristo. Se trata del rescate del alma humana de la muerte espiritual y de la condenación eterna, y su restauración a una relación viva con su Creador.

La Biblia nos muestra que la salvación abarca una experiencia integral: incluye el perdón de los pecados, la purificación del alma, la regeneración del corazón, la adopción como hijos de Dios y la esperanza gloriosa de la vida eterna. Todos estos elementos están reunidos en lo que Jesús llama el nuevo nacimiento (Juan 3:3-7), que ocurre cuando la persona obedece el mensaje del evangelio: se arrepiente de sus pecados, es bautizada en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados, y recibe el don del Espíritu Santo (Hechos 2:38).

Por eso, al estudiar lo que es la salvación, es necesario considerar los distintos términos que la Biblia utiliza para describir esta realidad espiritual. Cada uno de ellos resalta un aspecto único de esta experiencia divina que nos introduce al Reino de Dios.

¿Qué es la salvación según las escrituras?

Es un lavamiento

Uno de los términos más ilustrativos sobre la salvación es el de lavamiento. Esta palabra comunica la idea de limpieza, purificación y renovación interior. El ser humano, manchado por el pecado y separado de Dios, necesita ser lavado para poder estar limpio delante de Él.

La Biblia enseña que este lavamiento no es simplemente simbólico, sino una acción espiritual real que ocurre cuando obedecemos la palabra de Dios. Esta purificación es realizada por medio de la sangre de Jesús, el agua del bautismo y la acción regeneradora del Espíritu Santo.

Jesús lo expresó claramente:

«El que está lavado, no necesita sino lavarse los pies, pues está todo limpio; y vosotros limpios estáis, aunque no todos» (Juan 13:10)

Pablo también afirma esta verdad al recordar a los creyentes de Corinto su transformación:

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«Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios» (1 Corintios 6:11)

Pedro refuerza esta idea cuando escribe:

«Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu…» (1 Pedro 1:22)

Y en Apocalipsis se nos recuerda el poder de la sangre de Cristo:

«Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre» (Apocalipsis 1:5)

Estos pasajes nos revelan que la salvación incluye un acto sobrenatural de purificación espiritual. El alma es lavada de su culpabilidad, es limpiada de la mancha del pecado y es transformada para reflejar la santidad de Dios. Este lavamiento no puede lograrse por obras humanas, sino únicamente a través del sacrificio redentor de Cristo y la obra del Espíritu en nosotros.

Así, cuando hablamos de salvación como un lavamiento, no solo pensamos en el perdón, sino en una renovación total que nos hace aptos para vivir en comunión con Dios.

Es una resurrección

La salvación es una resurrección espiritual. El ser humano, sin Cristo, está muerto en delitos y pecados. Pero cuando recibe la salvación, es como si experimentara una resurrección interna, pasando de la muerte espiritual a una vida nueva en comunión con Dios.

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Esta transformación no es meramente simbólica, sino un acto sobrenatural donde el Espíritu de Dios infunde vida al alma. Somos resucitados juntamente con Cristo, y esta resurrección espiritual nos permite vivir en una nueva dimensión de fe, esperanza y victoria.

El apóstol Pablo describe esta realidad con claridad:

«Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados… y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús» (Efesios 2:1,6)

«Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados» (Colosenses 2:13)

Además, Pablo relaciona esta resurrección con el bautismo en Cristo, que simboliza nuestra muerte al pecado y el nuevo comienzo de una vida resucitada:

«¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva. Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección» (Romanos 6:3-5)

La salvación, entonces, es una resurrección espiritual que nos saca de la muerte del pecado para hacernos partícipes de la vida eterna en Cristo.

Es un nacimiento

La salvación es un nuevo nacimiento, una nueva vida en Dios. Esta expresión fue utilizada por el mismo Señor Jesús cuando enseñó que para entrar en el Reino de Dios es necesario nacer de nuevo, es decir, nacer de agua y del Espíritu (Juan 3:5).

Así como un bebé nace físicamente para entrar en el mundo natural, el creyente debe nacer espiritualmente para entrar en el Reino celestial. Este nuevo nacimiento es un milagro de regeneración interior producido por la Palabra de Dios y el poder del Espíritu Santo.

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El nuevo creyente comienza como un niño espiritual, pero con el tiempo, alimentado por la Palabra, va creciendo hasta convertirse en un siervo maduro y útil para el propósito divino.

Jesús lo declaró de manera enfática:

«De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios… De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios… Os es necesario nacer de nuevo» (Juan 3:3,5-7)

Este nacimiento no proviene del esfuerzo humano ni de la carne, sino de la voluntad de Dios:

«Los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios» (Juan 1:13)

«Pero como entonces el que había nacido según la carne perseguía al que había nacido según el Espíritu, así también ahora» (Gálatas 4:29)

«Siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre» (1 Pedro 1:23)

«Todo el que hace justicia es nacido de él» (1 Juan 2:29)

La salvación, entonces, es un nacimiento espiritual que nos introduce a la familia de Dios y nos da una nueva identidad como hijos del Altísimo.

Es una circuncisión

La Biblia nos enseña que la salvación es una circuncisión espiritual del corazón. No se trata de una señal externa como la circuncisión física en el Antiguo Testamento, sino de una obra profunda y transformadora en lo más íntimo del ser humano.

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El profeta Jeremías lo expresó claramente al llamar al pueblo a una transformación interna:

«Circuncidaos a Jehová, y quitad el prepucio de vuestro corazón…» (Jeremías 4:4)

Esta circuncisión del corazón ocurre cuando la persona obedece al evangelio y se somete al plan de salvación revelado en la Escritura. Pedro predicó el mensaje de salvación con estas palabras:

«Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo» (Hechos 2:38)

En este acto de arrepentimiento, bautismo en el nombre de Jesús y recepción del Espíritu Santo, el corazón es purificado, separado del pecado, y marcado por Dios como propiedad suya.

Pablo lo confirma cuando enseña:

«Pues no es judío el que lo es exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace exteriormente en la carne; sino que es judío el que lo es en lo interior, y la circuncisión es la del corazón, en espíritu…» (Romanos 2:28-29)

La salvación, por tanto, es una transformación interna que separa al creyente del pecado y lo consagra completamente para Dios.

Es un traslado  

La salvación también es descrita en la Biblia como un traslado espiritual, una migración sobrenatural del reino de las tinieblas al Reino de Jesucristo. Este cambio no es geográfico, sino espiritual y eterno.

Cuando el hombre es salvo, deja de estar bajo el dominio de Satanás y pasa a estar bajo el señorío de Cristo, como enseña el apóstol Pablo:

«Y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús» (Efesios 2:6)

«El cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo» (Colosenses 1:13)

Esta obra de traslado divino implica libertad, ciudadanía celestial, y una nueva posición espiritual en Cristo. El creyente ya no es esclavo del pecado ni rehén de las tinieblas; ahora es hijo del Rey y ciudadano del cielo.

Es estar en el reino de Dios

La salvación es entrar al Reino de Dios. No se trata simplemente de una futura esperanza, sino de una realidad presente en la vida de todo aquel que ha nacido de nuevo. La entrada al Reino no es por herencia natural ni por esfuerzos humanos, sino por el nuevo nacimiento espiritual.

Jesús fue muy claro:

«El que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios» (Juan 3:5)

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El Reino de Dios es una esfera espiritual donde reina la justicia, la paz y el gozo en el Espíritu Santo. No se trata de una estructura política ni terrenal, sino de una realidad celestial en la cual el creyente participa desde ahora:

«Porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo» (Romanos 14:17)

«Pero cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres» (Hechos 8:12)

Además, Jesús enseñó que el Reino es un regalo del Padre para aquellos que lo buscan con sinceridad:

«Mas buscad el reino de Dios, y todas estas cosas os serán añadidas. No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino» (Lucas 12:31-32)

«A ti te daré las llaves del reino de los cielos…» (Mateo 16:19)

Estar en el Reino de Dios es vivir bajo su gobierno, disfrutar de su presencia y obedecer su voluntad. Es una dimensión espiritual donde Cristo reina en el corazón del creyente.

Es ser una nueva criatura

¿Qué es la salvación? Según la Escritura, la salvación es llegar a ser una nueva criatura en Cristo. La palabra “criatura” en este contexto significa nueva creación. Cuando una persona nace de nuevo, no se trata simplemente de una mejora moral o de un cambio de comportamiento, sino de una transformación espiritual profunda y total.

El apóstol Pablo lo declara con firmeza:

«De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas» (2 Corintios 5:17)

Esta transformación implica el abandono de la vieja vida de pecado, y el inicio de una existencia completamente nueva, vivida bajo la dirección del Espíritu de Dios.

Pablo también afirma:

«Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino una nueva creación» (Gálatas 6:15)

Esto significa que nada externo ni ritual tiene poder en sí mismo para salvarnos, sino únicamente la obra regeneradora de Cristo en nosotros, que nos convierte en una nueva creación conforme a su imagen.

¿Qué es ser salvo?

La salvación, en su esencia más pura, es una obra de gracia realizada por Dios en el corazón del ser humano. No la merecemos ni la alcanzamos por méritos propios, sino que es un regalo divino que se recibe por medio de la fe y la obediencia al evangelio.

El apóstol Pablo lo resume así:

«Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo» (Tito 3:5)

Este «lavamiento de regeneración» ocurre cuando el creyente se arrepiente de sus pecados, es bautizado en el nombre de Jesús y recibe el Espíritu Santo (Hechos 2:38). Así, la salvación no es un acto emocional pasajero, sino un nuevo nacimiento espiritual que transforma nuestra naturaleza y nos reconcilia con Dios.

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La salvación también implica obedecer el evangelio tal como lo define 1 Corintios 15:

«Además os declaro, hermanos, el evangelio que os he predicado… Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras» (1 Corintios 15:1-4)

Ser salvo, entonces, es haber pasado por esta experiencia completa: muerte al pecado, sepultura en el bautismo, y resurrección a una vida nueva mediante el poder del Espíritu Santo.

Conclusión: ¿Qué es la Salvación según la Biblia?

La salvación, según la Palabra de Dios, no es simplemente un concepto teológico, sino una experiencia vivencial, poderosa y transformadora. Es:

  • Un lavamiento que limpia nuestra alma del pecado.
  • Una resurrección que nos da vida cuando estábamos muertos espiritualmente.
  • Un nacimiento que nos introduce a la familia de Dios.
  • Una circuncisión del corazón que nos aparta para el Señor.
  • Un traslado del reino de las tinieblas al Reino de Cristo.
  • Una entrada al Reino de Dios, donde reina la justicia, la paz y el gozo.
  • Una nueva creación, en la que todo lo viejo queda atrás y todo es hecho nuevo.

Y todo esto ocurre por gracia, mediante la fe y la obediencia al evangelio de Jesucristo. La salvación no es solo el inicio de la vida cristiana, sino la puerta a una eternidad gloriosa con Dios.

Hoy más que nunca, es necesario conocer, experimentar y proclamar esta gloriosa verdad: que en Cristo Jesús hay salvación para todo aquel que cree.

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