Reflexión en Lucas 9:60: Deja que los muertos entierren a sus muertos
En Lucas 9:60, Jesús pronuncia una declaración que, a primera vista, puede parecer dura e incluso insensible: “Deja que los muertos entierren a sus muertos.” Estas palabras fueron dirigidas a un discípulo que deseaba primero enterrar a su padre antes de seguir a Jesús. Sin embargo, el mensaje de Jesús no se trata de deshonrar a los padres ni de ignorar nuestras responsabilidades familiares, sino de establecer una clara prioridad: el llamado de Dios está por encima de cualquier obligación terrenal.
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En esta reflexión, exploraremos el verdadero significado de la declaración anterior y cómo nos desafía a colocar a Cristo en el centro de nuestras vidas, por encima de las tradiciones, las expectativas sociales y nuestros propios deseos personales.
Este hombre a quien se le dijo «deja que los muertos entierren a sus muertos», pudo haber querido cumplir con el deber del hijo mayor de enterrar al padre, estar cerca del padre para obtener una herencia, o permanecer cerca del cuerpo de su padre hasta por un año para volver a enterrar los huesos, una práctica de algunos judíos de la época.
En cualquier caso, la respuesta de Jesús deja claro que esta petición habría implicado anteponer la tradición o los propios deseos del discípulo al servicio de Jesús.
¿Quiénes son los muertos que enterrarían a sus muertos?
¿Quiénes son “los muertos” a quienes Jesús se refirió al decir dejen que los muertos entierren a sus muertos? La palabra muerto se usa en este pasaje en dos sentidos diferentes. Aparentemente es una paradoja y se usa de manera muy efectiva.
Los judíos usaban la palabra muerto a menudo para expresar indiferencia hacia algo o para expresar que algo no tiene influencia sobre nosotros. Estar muerto a la ley (Romanos 7:4), estar muerto al pecado (Romanos 6:11), significa que la ley y el pecado no tienen influencia ni control sobre nosotros. Somos libres de ellos y actuamos como si no lo fueran.
Dejar que los muertos espirituales entierren a los muertos físicamente
La gente del mundo está muerta para Cristo. No ven Su belleza, ni escuchan Su voz ni desean seguirlo. Solo Sus “ovejas” harán esas cosas (Juan 10:27). La gente del mundo son aquellos a quienes el Salvador describe aquí como los muertos (espiritualmente) que deben enterrar a los muertos (físicamente). Que las personas, dice Él, que no están interesadas en Mi obra, y que están “muertas en pecado” (Efesios 2:1), cuiden de los muertos. Tu deber ahora es seguirme.
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Si bien las Escrituras y Jesús son claros en cuanto a que debemos honrar a nuestros padres (Efesios 6:2), debemos entender que Jesús debe ser el primero en nuestras vidas, y esto habría sido especialmente así en este caso, es decir, con una relación directa y un mandato del Señor al decir «dejen que los muertos entierren a sus muertos».
El llamado de Dios es la prioridad
Pedro, Andrés, Santiago, Juan y Mateo reconocieron al Señor y lo siguieron de inmediato (Mateo 4:18–22; 9:9). La cosa a la que estaba llamado el hombre que quería enterrar a su padre era de más importancia que cualquier consideración terrenal, y, para ese tiempo, Cristo escogió exigir del hombre un sacrificio muy extraordinario para mostrar su sincero apego a Él.
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Nada es más importante que responder al evangelio
En cuanto a la gente del mundo, nada es más importante que responder al evangelio. Esto requiere que se predique el evangelio (Romanos 10:14), así que una vez que tomamos la decisión de seguir a Jesús y predicar sus buenas nuevas, debemos renunciar a las búsquedas y comodidades mundanas y muertas, y hacer la obra del Señor.
Sé un seguidor y no un profesante
Jesús quiere seguidores, no profesantes, y aquellos que estén espiritualmente vivos serán instrumentos en las manos del Señor para llamar a otros a una nueva vida en Cristo.
Conclusión
Seguir a Jesús implica una entrega total y una disposición a dejar atrás cualquier cosa que obstaculice nuestro llamado. Cuando Jesús dijo “Deja que los muertos entierren a sus muertos,” estaba enfatizando que el llamado a seguirle es urgente y supremo. Las preocupaciones del mundo y las tradiciones terrenales no pueden ocupar el primer lugar en nuestras vidas si realmente deseamos ser discípulos de Cristo.
La decisión de seguir a Jesús exige dejar atrás las comodidades y compromisos mundanos para abrazar una vida centrada en Él y en la proclamación de su Reino. Que podamos responder con fe y obediencia, confiando en que nada es más importante que seguir a nuestro Señor.