El Plan Económico de Dios: Diezmos y Ofrendas
Desde tiempos antiguos, Dios ha establecido principios espirituales y prácticos para sostener Su obra en la tierra. Uno de estos principios es el diezmo: una expresión de fidelidad, obediencia y gratitud hacia el Creador. Pero más allá de una simple costumbre religiosa, el diezmo forma parte de un plan económico divino que trasciende culturas, generaciones y pactos. ¿Es el diezmo un asunto del pasado? ¿Qué papel juega en la iglesia hoy? ¿Cómo se conecta con la bendición espiritual y material del creyente?
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En este estudio bíblico exploraremos el origen, el propósito y la vigencia del diezmo y las ofrendas desde una perspectiva bíblica, comenzando por el Antiguo Testamento. Prepárate para descubrir que este principio no solo tiene raíces profundas en la historia sagrada, sino que también revela la manera en que Dios desea que Su pueblo participe activamente en el sostenimiento de Su obra.
El Diezmo en el Antiguo Testamento: Un Principio Divino y Eterno
El diezmo es un diseño divino establecido por Dios para sostener la obra espiritual en la tierra. No es una invención humana ni una simple tradición, sino un principio celestial revelado desde los primeros tiempos.
Cuando Dios liberó a Israel de la esclavitud de Egipto y lo condujo al Monte Sinaí, allí no solo le dio leyes morales y espirituales, sino que también organizó la estructura económica de la nueva nación, incluyendo instrucciones claras sobre los diezmos como medio para financiar el funcionamiento del tabernáculo, el ministerio sacerdotal y las necesidades del pueblo.
No es casualidad que el sabio Salomón dijera:
“Por placer se hace el banquete, el vino alegra a los vivos y el dinero responde por todo” (Eclesiastés 10:19).
Este pasaje destaca una verdad evidente: los recursos materiales son necesarios para llevar a cabo propósitos prácticos en la tierra, incluso los espirituales. Dios lo sabía, por eso instituyó el diezmo como parte fundamental de Su economía sagrada.
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¿Qué es el Diezmo?
El término «diezmo» proviene del hebreo maaser, que literalmente significa «la décima parte». Es decir, el diezmo representa el 10% de todos los ingresos del creyente. Por ejemplo, si una persona recibe un ingreso de cien mil pesos, su diezmo sería diez mil pesos.
Este acto no era simplemente una obligación financiera, sino una declaración de fe y de dependencia de Dios como proveedor supremo. El pueblo de Israel fue instruido a separar esa décima parte para el Señor como una manera de honrarlo, y como parte de un sistema ordenado de provisión para los siervos del templo y para las necesidades comunitarias.
El Diezmo Antes de la Ley: Un Principio Espiritual Antiguo
Una de las objeciones más comunes respecto al diezmo es la idea de que fue un mandato exclusivo de la ley mosaica. Sin embargo, las Escrituras revelan que el diezmo existía mucho antes de Moisés y del Sinaí, como parte de una relación de fe, honor y reconocimiento hacia Dios.
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Abraham: El Padre de la Fe y el Diezmo
Génesis 14:18-20 nos presenta un momento crucial en la historia de la fe:
“Entonces Melquisedec, rey de Salem y sacerdote del Dios Altísimo, sacó pan y vino; y lo bendijo, diciendo: Bendito sea Abram del Dios Altísimo, creador de los cielos y de la tierra; y bendito sea el Dios Altísimo, que entregó a tus enemigos en tus manos. Y le dio Abram los diezmos de todo.”
Aquí vemos a Abraham, el padre de la fe, entregando voluntariamente los diezmos a Melquisedec, quien era sacerdote del Dios Altísimo. Este acto fue espontáneo, no producto de una obligación legal, sino una respuesta de gratitud y honra a Dios por la victoria concedida.
Este pasaje muestra que el diezmo era una práctica reconocida como algo justo y santo aún antes de la ley. De hecho, Abraham vivió alrededor de 700 años antes de Moisés, lo que demuestra que el diezmo es un principio eterno, no limitado a un pacto específico.
Además, registros arqueológicos han revelado que culturas antiguas como los asirios, egipcios y chinos ya practicaban el diezmo para sostener a sus líderes religiosos y templos, lo cual indica que era una costumbre común y establecida incluso en contextos no hebreos.
Abraham entendía que Melquisedec, como representante de Dios, tenía una autoridad espiritual superior, por lo que el diezmo fue una forma de reconocer esa autoridad divina. También fue una manera de agradecer a Dios por su ayuda en la batalla. Fue un acto de adoración, obediencia y dependencia de Dios como su proveedor y protector.
La Biblia declara que nosotros somos hijos espirituales de Abraham (Gálatas 3:7), y también lo llama “amigo de Dios” (Isaías 41:8). Es significativo notar que el hábito de diezmar de Abraham contribuyó a ese reconocimiento divino. Si queremos seguir el ejemplo de Abraham y caminar en intimidad con Dios, no podemos ignorar este principio.
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Jacob: Diezmar como una Respuesta de Fe
Otro ejemplo poderoso lo encontramos en Génesis 28:20-22, cuando Jacob hace un voto a Dios:
“E hizo Jacob voto, diciendo: Si fuere Dios conmigo, y me guardare en este viaje en que voy, y me diere pan para comer y vestido para vestir, y si volviere en paz a casa de mi padre, Jehová será mi Dios. Y esta piedra que he puesto por señal será casa de Dios; y de todo lo que me dieres, el diezmo apartaré para ti.”
Jacob reconoció que la bendición de Dios sobre su vida estaba conectada con un compromiso práctico y espiritual: separar la décima parte de todo lo que recibiera. Es interesante que, entre tantas promesas posibles, Jacob eligió el diezmo como el medio para sellar su pacto con Dios.
Alguien podría preguntarse: ¿por qué el 10% y no el 5% o el 7%? La respuesta es que el diezmo ya era un patrón establecido y entendido como correcto incluso siglos antes de la ley. Recordemos que Melquisedec aceptó el diezmo de Abraham sin cuestionarlo, lo cual demuestra que era una práctica común, justa y aceptada por Dios.
Tanto Abraham como Jacob practicaron el diezmo siguiendo un principio espiritual, no una imposición legal. Lo hicieron por fe, gratitud, honra y adoración. Esto nos demuestra que el diezmo es más que una ley: es una expresión concreta del amor, la fidelidad y la dependencia del ser humano hacia Dios.
El Diezmo Bajo la Ley: Ordenanzas Sagradas para una Nación Santa
Cuando Dios organizó a Israel como Su pueblo escogido, no solo les dio leyes morales y espirituales, sino también un modelo económico para sostener el culto, el sacerdocio y el bienestar social. El sistema del diezmo en la ley mosaica era mucho más complejo y estructurado de lo que muchos imaginan. Contrario a la idea de un solo diezmo, el pueblo de Israel diezmaba de tres maneras distintas con propósitos específicos.
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1. El Diezmo de la Tierra: Para el Sustento del Sacerdocio Levítico
Levítico 27:30-34 establece:
“El diezmo de la tierra, tanto de la simiente de la tierra como del fruto de los árboles, es de Jehová: es cosa dedicada a Jehová…”
Dios reclamaba el diezmo de todo producto agrícola y ganadero como algo santo y apartado para Él. Este diezmo no se ofrecía al azar, sino que se entregaba como parte del sistema sacerdotal establecido por Dios en el Monte Sinaí.
Números 18:21-24 aclara el propósito:
“Yo he dado a los hijos de Leví todos los diezmos en Israel como heredad por su ministerio…”
Los levitas, que no recibieron tierras como herencia, fueron apartados exclusivamente para el servicio del Tabernáculo y el culto a Dios. A cambio, vivían del diezmo entregado por las demás tribus. Era un principio de redistribución divinamente ordenado.
Además, los propios levitas no estaban exentos de este principio:
Números 18:26-28:
“…presentaréis de ellos, como ofrenda mecida a Jehová, el diezmo de los diezmos.”
Es decir, incluso aquellos que vivían del diezmo debían dar su parte al Sumo Sacerdote. Esto muestra que nadie estaba por encima del principio de honra a Dios mediante el dar.
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2. El Segundo Diezmo: Para Celebración y Educación Espiritual
Deuteronomio 12:5-7; 14:22-27
Este diezmo era distinto. A diferencia del primero, que se entregaba a los levitas, este era consumido por el propio dador y su familia en el lugar que Dios escogiera para Su nombre.
“…comerás allí delante de Jehová, tu Dios… y te alegrarás, tú y tu familia…”
¿Su propósito? Inculcar el temor reverente a Dios, celebrar sus bendiciones, y reconocer que todo proviene de Él. Era una fiesta espiritual familiar, una forma tangible de dar gracias y reconocer Su señorío.
En caso de que el camino fuera muy largo para transportar los bienes, se permitía convertirlos en dinero, viajar al lugar de adoración, y allí comprar lo necesario para la celebración.
“…comprarás todo lo que deseas… y comerás allí delante de Jehová tu Dios…”
Además, se incluía la instrucción de no abandonar al levita, recordando nuevamente su dependencia del sistema de diezmos.
3. El Tercer Diezmo: Para el Bienestar Social
Deuteronomio 14:28-29
“Al cabo de tres años sacarás todo el diezmo… y lo guardarás en tus ciudades…”
Este diezmo se recolectaba cada tres años, y no era llevado al lugar de adoración ni consumido por la familia. Era un fondo de ayuda social: para el levita, el extranjero, el huérfano y la viuda. Es un claro reflejo del corazón de Dios por la justicia y la compasión.
“…y comerán y se saciarán, para que Jehová tu Dios te bendiga en toda obra que tus manos hagan.”
Este acto no solo sostenía a los necesitados, sino que desataba la bendición de Dios sobre el dador fiel.
Resumen: Tres Diezmos, Tres Propósitos
Tipo de Diezmo | Destino | Frecuencia | Propósito |
---|---|---|---|
Primer Diezmo | Levitas (Núm. 18) | Anual | Sostén del sacerdocio y culto |
Segundo Diezmo | El dador y su familia (Dt. 14) | Anual | Celebración, adoración, enseñanza espiritual |
Tercer Diezmo | Levitas, huérfanos, viudas, extranjeros (Dt. 14) | Cada tres años | Asistencia social y justicia |
El sistema de diezmos en la ley mosaica no era una carga religiosa, sino un modelo integral de sostenimiento espiritual, familiar y social. Reflejaba un Dios que se interesa tanto por la adoración como por la justicia y el bienestar de todos.
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Advertencia y Bendiciones del Diezmo: Una Llamada Divina a la Fidelidad
Uno de los pasajes más contundentes y solemnes sobre el tema del diezmo se encuentra en Malaquías 3:8-12, donde Dios mismo confronta al pueblo de Israel con una acusación directa y alarmante:
_“¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado. Y aún preguntáis: ‘¿En qué te hemos robado?’ En vuestros diezmos y ofrendas. Malditos sois con maldición, porque vosotros, la nación toda, me habéis robado.
Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto —dice Jehová de los ejércitos—, a ver si no os abro las ventanas de los cielos, y derramo sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde.
Reprenderé también por vosotros al devorador, y no os destruirá el fruto de la tierra, ni vuestra vid en el campo será estéril —dice Jehová de los ejércitos—.
Y todas las naciones os dirán bienaventurados, porque seréis tierra deseable —dice Jehová de los ejércitos—.”_
Este texto revela dos aspectos clave sobre el diezmo: la advertencia por su descuido y la promesa de bendición para quien obedece.
1. Una Advertencia de Dios al Pueblo: “Me habéis robado”
Dios acusa a su pueblo de robarle, al retener lo que le pertenece por derecho: los diezmos y las ofrendas. Esta no es una simple omisión, sino un acto grave de infidelidad. El diezmo no es una donación voluntaria, sino una porción consagrada que Dios ha reclamado como suya. Cuando no se entrega, no estamos reteniendo algo propio, sino usurpando lo que pertenece al Señor.
Dios no toma este acto a la ligera. Declara: “Malditos sois con maldición”, lo que implica una consecuencia espiritual y material para quienes ignoran este principio. Es una señal de que la economía del pueblo estaba afectada directamente por su desobediencia. Retener el diezmo conlleva pérdida, escasez y frustración.
2. Un Desafío de Fe: “Probadme ahora en esto”
Dios no solo corrige, también extiende un desafío amoroso y generoso: “Probadme ahora en esto”. Es uno de los pocos lugares en la Escritura donde el Señor invita explícitamente a ponerlo a prueba, pero no por incredulidad, sino por confianza en su fidelidad.
Cuando traemos nuestros diezmos al “alfolí” —es decir, a la casa de Dios, el lugar del sustento ministerial y espiritual—, Él promete abrir las ventanas de los cielos. Esta expresión simboliza una lluvia abundante de bendiciones que sobrepasa nuestras expectativas. Pero las bendiciones no son solo materiales; también incluyen paz, protección, estabilidad familiar, y dirección divina.
3. Protección Sobrenatural: “Reprenderé al devorador”
Dios promete intervenir directamente en favor de sus fieles. El “devorador” representa todo lo que consume y destruye nuestras ganancias: enfermedades, deudas, accidentes, pérdidas inesperadas. Dios dice que Él mismo lo reprenderá por nosotros. Este nivel de protección solo es activado cuando caminamos en obediencia al principio del diezmo.
4. Resultado Visible: “Todas las naciones os dirán bienaventurados”
Cuando el pueblo de Dios camina en obediencia financiera, se convierte en un testimonio visible para otros. La bendición no será oculta. Aún los de afuera dirán: “Este pueblo es bienaventurado, es tierra deseable”. Es decir, la provisión y la gracia de Dios sobre su pueblo será notoria e inspiradora.
Diezmos y Ofrendas en el Nuevo Testamento
Jesucristo y el Principio del Diezmo
Aunque Jesucristo no dedicó extensas enseñanzas exclusivamente al tema del diezmo, nunca lo invalidó ni lo contradijo. Al contrario, afirmó la vigencia de la Ley, la cual incluía el principio del diezmo como una práctica establecida por Dios desde tiempos antiguos.
Mateo 5:17: “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir.”
Jesús vivió y enseñó dentro del contexto de la Ley, y reconocía que sus oyentes ya estaban instruidos en la práctica del diezmo y las ofrendas. Nunca fue acusado por los fariseos —expertos en la Ley— de fallar en este aspecto. Por el contrario, en Mateo 23:23 reprende a los fariseos por enfocarse en aspectos superficiales de la ley y descuidar lo esencial, pero les dice claramente:
“Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello.”
Jesús enseñó que no se debía descuidar la justicia, la misericordia y la fe, pero tampoco dejar de dar los diezmos.
En otro pasaje significativo, Lucas 21:1-4, Jesús observa a una viuda pobre dando su ofrenda en el templo. Su enseñanza no se centra en el monto, sino en la actitud del corazón:
“Esta viuda pobre echó más que todos, porque de su pobreza echó todo el sustento que tenía.”
Aquí se revela un principio clave: el dar en el Reino de Dios está motivado por la fe, la obediencia y el amor, no por la abundancia.
“Dad a Dios lo que es de Dios” (Lucas 20:20-26)
Cuando Jesús fue interrogado maliciosamente sobre si era lícito pagar tributo al César, respondió con sabiduría divina:
“Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios.”
Esta declaración establece una distinción clara entre nuestras responsabilidades civiles y nuestras obligaciones espirituales. Así como los impuestos pertenecen legítimamente al gobierno, el diezmo y las ofrendas pertenecen legítimamente a Dios.
Los Apóstoles y el Espíritu de Generosidad
Desde los primeros días de la Iglesia en Jerusalén, el espíritu de dar sobrepasó incluso la letra de la ley. No solo diezmaban, sino que muchos vendían sus bienes y los compartían con los necesitados:
Hechos 2:45: “Vendían sus propiedades y posesiones, y las compartían con todos, según la necesidad de cada uno.”
Este modelo de generosidad no niega el diezmo, sino que lo trasciende. Los primeros cristianos comprendieron que todo lo que tenían provenía de Dios, y estaban dispuestos a darlo todo para el avance del Evangelio y el bienestar de sus hermanos.
Pablo: Diezmo, Ministerio y Sostenimiento de la Obra
El apóstol Pablo, aunque nunca menciona la palabra “diezmo” directamente en sus cartas, enseña principios que reflejan el mismo fundamento. Él mismo, como fariseo antes de su conversión, practicaba el diezmo rigurosamente, como deja ver en:
Filipenses 3:5-6
“…del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo… irreprensible.”
Como fariseo y conocedor de la ley, el diezmo era parte de su formación religiosa y práctica cotidiana.
En 1 Corintios 9:9-14, Pablo defiende el derecho de los ministros del Evangelio a ser sostenidos materialmente por aquellos a quienes ministran espiritualmente:
“Si nosotros sembramos entre vosotros lo espiritual, ¿será demasiado que cosechemos de vosotros lo material?”
Y agrega:
“Así también ordenó el Señor que los que anuncian el evangelio, vivan del evangelio.”
Este es un principio claro de sostenimiento ministerial. Pablo compara el servicio espiritual con el trabajo del templo en el Antiguo Testamento, donde los sacerdotes vivían de lo que se ofrecía en el altar, es decir, de los diezmos y ofrendas.
Principios Neotestamentarios de Dar
El Nuevo Testamento no abroga el diezmo, pero pone énfasis en la actitud y motivación del corazón. Se promueve una generosidad activa, constante, voluntaria y alegre. Aquí algunos textos clave:
- Gálatas 6:6
“El que es enseñado en la palabra, haga partícipe de toda cosa buena al que lo instruye.”
→ El creyente debe compartir con quien le ministra espiritualmente. - 1 Timoteo 5:17
“Los ancianos que gobiernan bien sean tenidos por dignos de doble honor, mayormente los que trabajan en predicar y enseñar.”
→ El término “doble honor” implica sustento económico y estima. - Romanos 15:25-27
“Si los gentiles han sido hechos partícipes de sus bienes espirituales, deben también ellos ministrarles de los materiales.”
→ Un reconocimiento de deuda espiritual que se expresa en apoyo material. - 1 Corintios 16:1-2
“Cada primer día de la semana, cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado…”
→ Un llamado al dar regular, proporcional y planificado. - 2 Corintios 8 y 9
→ Aquí Pablo desarrolla un principio profundo: “Dios ama al dador alegre”, y “el que siembra generosamente, generosamente también segará.”
El diezmo no ha sido eliminado
El Nuevo Testamento no elimina el diezmo, sino que lo trasciende al enfatizar el corazón generoso, obediente y sacrificial del creyente. El principio permanece: la obra de Dios debe ser sostenida por el pueblo de Dios. Jesús lo afirmó, los apóstoles lo practicaron, y la Iglesia lo ha mantenido como un pilar fundamental de fidelidad financiera.
Dar no es un acto meramente económico; es una expresión espiritual de honra, obediencia y gratitud a Dios.
Conclusión: El Diezmo y la Ofrenda — Un Compromiso de Amor y Fidelidad
El plan económico de Dios para su iglesia no se basa en sistemas humanos, sino en principios espirituales eternos que reflejan el carácter de obediencia, honra y fe del creyente. El diezmo y las ofrendas no son simplemente una obligación religiosa ni un requisito legal, sino una expresión concreta de nuestro amor, gratitud y confianza en Dios como nuestro Proveedor.
Desde el Antiguo Testamento hasta nuestros días, vemos cómo Dios ha establecido este modelo para sostener su obra, bendecir a su pueblo y formar corazones generosos y desprendidos. No se trata de una imposición, sino de una oportunidad divina para participar activamente en lo que Dios está haciendo en la tierra.
Negarnos a diezmar no solo afecta la obra de Dios, sino que también cierra la puerta a las bendiciones sobrenaturales que Él ha prometido a quienes le obedecen. Al contrario, cuando somos fieles en administrar lo que Él ha puesto en nuestras manos, las ventanas de los cielos se abren, y su provisión, protección y favor se manifiestan de manera poderosa.
En tiempos de escasez o abundancia, el principio del diezmo nos recuerda que todo lo que tenemos proviene del Señor. Diezmar no empobrece, al contrario: es una siembra de fe que produce fruto espiritual y material. No demos por temor, obligación o costumbre, sino con un corazón dispuesto, alegre y lleno de fe. Así, contribuiremos al avance del Reino y seremos parte de los testimonios vivientes de la fidelidad de Dios.