FUERTES Y DÉBILES EN LA FE (ROMANOS 14:1-12
Romanos 14:1-3 «Recibid al débil en la fe, pero no para contender sobre opiniones. Porque uno cree que se ha de comer de todo; otro, que es débil, come legumbres. El que come, no menosprecie al que no come, y el que no come, no juzgue al que come; porque Dios le ha recibido»
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En esta ocasión vamos a reflexionar en el tema Fuertes y débiles en la fe. Examinaremos las exhortaciones del apóstol Pablo a los Romanos para determinar cuáles son los puntos de discusión que distancian los unos de los otros.
Por otro lado vamos a meditar en la propuesto ética que el apóstol Pablo hace a los romanos y su pertinencia a los cristianos de hoy.
Fuertes y débiles en la fe deben acogerse mutuamente
En las exhortaciones de la carta del apóstol a los romanos, expone los puntos específicos en que el creyente debe comportarse en la propia comunidad cristiana. En esta carta se distinguen dos grupos que son los débiles en la fe y los fuertes en la fe.
Pablo se identifica como fuerte en la fe en Romanos 15:1 al decir: «Así que, los que somos fuertes debemos soportar las flaquezas de los débiles, y no agradarnos a nosotros mismos», aunque no se puede apreciar los detalles de cada uno, fuertes y débiles en la fe, el tema dominante es el de la aceptación mutua (Proslambánomai), como se ve en la repetida exhortación (Romanos 14:1,3,7; 15:7) y en su contrario, el de evitar las condenas entre los hermanos (Romanos 14:3,4,5,13,22)
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Primeramente, Pablo exhorta a la mutua aceptación o ser acogedores entre todos los hermanos de la iglesia de Roma (Romanos 14:1-12), y luego más adelante exhorta a encarecer a no causar escándalo alguno (Romanos 14:13-23)
DIFERENCIA ENTRE LOS DÉBILES EN LA FE Y LOS FUERTES EN LA FE
El exhorto se dirige primero a los fuertes, que quizás eran mayoría en la comunidad romana. Pablo les pide que acojan a los débiles y que los ayuden. El tema de discusión parece ser insignificante, pero lo que para unos es motivo no más de una opinión, para otros es asunto muy importante de fe; por lo tanto, el apóstol encuentra dos puntos que distancian a unos de los otros.
1. La dieta de los débiles en la fe y los fuertes en la fe (Romanos 14:2-4
En el caso, los débiles comenvegetales exclusivamente, en tanto que la mayoría come carne sin ninguna restricción. En Roma se conocen varios grupos, incluidos los gladiadores, que excluían la carne de sus dietas por motivos ascéticos y religiosos.
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Los pitagóricos de la época, por ejemplo, con su énfasis místico en la numerología, los astros, los seres intermedios y la transmigración de las almas, eran vegetarianos y tenían ideales ascéticos que los obligaban a purificar el cuerpo, a fin de liberar el alma.
En el ámbito judío, son conocidos los esenios y los discípulos de Juan el bautista por su vegetarianismo y ascetismo. Al parecer, en la comunidad cristiana de Roma, la dieta alimenticia no viene determinada por el origen étnico de sus fieles. Los débiles podían proceder del paganismo, de entre los temerosos de Dios, de entre los prosélitos e incluso del propio judaísmo.
Fuertes y débiles en la fe y la observancia de ciertos días (Romanos 14:5-6)
El ritmo de la piedad para algunos se regía por ciertos ejercicios prescritos para determinadas fechas, con ritos propios. Todos los grupos religiosos se han atenido a esto, y en Roma era tan fuerte como en cualquier otro lugar.
Si observar el día de reposo era una marca predominante en la ley mosaica, aquí no se especifica, y es probable que se trate mas bien de disputas sobre el ayuno prescrito para determinados días, o sobre el descanso en fechas del comienzo y término de festividades como los de pascua y pentecostés, que eran distintamente apreciados entre los grupos judíos.
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Bien conocidas son las disensiones históricas entre judíos y samaritanos, por ejemplo, los más relevantes entre la administración saducea del templo y los esenios, los fariseos y los boetusianos (Un grupo de los saduceos). Esas prácticas eran parte integral de la espiritualidad y piedad judía y que tuvieron incidencia en el cristianismo de los primeros siglos. En este caso, la fe en Cristo resucitado procuraba una libertad inusual al respecto a ciertas prescripciones mosaicas.
Pablo se identifica con los fuertes en la fe y motiva a que se respete y apoye a los débiles en la fe
Pablo se identifica con los fuertes, pero como antes señalamos, la identidad de los débiles en la fe y de los fuertes en la fe, no necesariamente corresponde a su procedencia. Mas bien es un asunto de conciencia, y en tales términos se dirime.
El apóstol Pablo ya había confrontado una situación similar, aunque con un sesgo diferente, cuando en Corinto surgió el asunto de consumir la carne sacrificada a los ídolos (1 Corintios 8:1-13;10:12-33). Ahora la situación será similar para mantener la unidad armónica en la comunidad cristiana romana.
Para el apóstol Pablo, el principio de la unidad comunitaria consiste en que «cada uno aténgase a su convicción» (Romanos 14:5). Así, no cabe imponer la superioridad de los fuertes a los débiles, y mucho menos llevarlos a transgredir su conciencia (Acá tenemos una propuesta para una objeción de conciencia).
Por el contrario, la ética cristiana a implementar en la comunidad exige que los creyentes más vulnerables, los débiles, sean respetados en toda su integridad, a la vez que son apoyados en su crecimiento.
En las prácticas de piedad no se puede imponer la comprensión de la mayoría a la minoría. Esta, por su parte, no ha de lastrar a los fuertes, reprobando o condenando sus prácticas; esto causa desunión. Tolerancia y consideración mutuas son clave del amor recíproco que funda la comunidad cristiana.
En resumen, Pablo propone que cada cual ha de seguir su recta conciencia ante Dios, atendiendo a las necesidades de los demás; la solidaridad y la caridad, son la fuerza de la unidad comunitaria. Esta caridad es cristiana, no mera filantropía, pues se funda en la identidad pascual del creyente, como enseguida deja entrever la exposición.
PRINCIPIOS ÉTICOS DEL APÓSTOL PABLO EN RELACIÓN A LOS DÉBILES EN LA FE
En lo que sigue, Pablo explica lo que es el principio ético cristiano de vivir conforme a las propias convicciones (Romanos 14:7-12). La convicción de fe cristiana tiene por eje el acontecimiento pascual de Cristo, el que hizo Señor a Jesús, y del que el cristiano participa. Este matiz es perceptible en la dinámica de vivir y morir que comanda estos versos.
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El cristiano orienta su vida (Dieta y calendarios incluidos) y la desarrolla en el Señor, desde el momento mismo de su bautismo: Misterio de muerte y vida en Cristo. Esa es la transformación más radical. Más allá de las diferencias de opinión y de ciertas prácticas de piedad, es la vida nueva, la del señorío de Cristo, la que rige en todo momento al creyente. Ni siquiera los muertos se sustraen a ese señorío. No hay lapsos ni excepciones en esto.
Muerte y vida hablan de la totalidad de la existencia humana en proceso continuo ante Dios. Y esto mismo es lo que trae a colación la cita de Isaías 45:23 con la confesión que proclama. Esta convicción, la de vivir permanentemente bajo el señorío de Cristo, es lo que congrega al creyente y es la que debe marcar la conciencia de cada cual.
A modo de resumen, podemos decir que, en esta parte, el apóstol Pablo coloca la ética cristiana sobre tres notas eclesiológicas insustituibles.
La primera corresponde al carácter de la congregación; los reunidos han sido convocados por Dios, y ellos deben ser consecuentes con esto en su trato diario. Dios ha acogido tanto a los fuertes en la fe como a los débiles en la fe (Romanos 14:3b,21)
La comunidad de creyentes se vuelve, así, evangelizadora, testigo ante todos de la hospitalidad universal de Dios, no de su reprobación contra la humanidad.
La segunda nota, toca a la mística del creyente, informada desde el conocimiento de Cristo Jesús (Romanos 14:8), de manera que el cristiano obra en Cristo, cabe decir, pues, que su cuerpo y espíritu pertenecen al Señor; obra como cuerpo de Cristo gracias a que la comunidad eclesial lo ha injertado a partir de su profesión de fe y su bautismo. De aquí que la mente y los sentimientos de Cristo serán los que gobiernen su vida. En otra parte dirá Pablo «es Cristo quien vive en mí» (Gálatas 2:20).
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La tercera nota es la tensión escatológica que impregna la fe cristiana; es una escatología futura, en cuanto que el juicio está por venir, pero ya presente, porque ese juicio del futuro condiciona el hoy de la comunidad (Romanos 14:12). El creyente actúa permanentemente en presencia de Dios. Estas tres notas son los pilares que sostienen la identidad del cristiano hoy.
CONCLUSIONES SOBRE LOS FUERTES Y DÉBILES EN LA FE
Sobre lo meditado en este artículo, Fuertes y débiles en la fe, hemos examinado las exhortaciones que el apóstol Pablo hace a los romanos, exhortándoles que los modos específicos en que el creyente debe comportarse en la propia comunidad cristiana es la exhorta a la mutua aceptación o ser acogedores entre todos los hermanos de la iglesia de Roma y a no causar escándalo alguno.
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También se ha determinado que los puntos de discusión que distancias los unos de los otros (Fuertes y débiles en la fe) son la dieta, como primer punto, en donde se discutía qué se debía de comer y qué era malo comer. El segundo punto de distanciamiento era la observancia de ciertos días, estando de por medio el ritmo de la piedad que para algunos se regía por ciertos ejercicios prescritos para determinadas fechas con ritos propios.
Por otro lado, hemos reflexionado sobre la propuesta ética que el apóstol hace a los romanos y su pertinencia a los cristianos de hoy. El apóstol Pablo coloca la ética cristiana sobre tres notas eclesiológicas insustituibles:
La primera es el carácter de la congregación; deben ser consecuentes con esto en su trato diario. La segunda tiene que ver con la mística del creyente, quien obra e Cristo y pertenece al Señor; y la tercera, tiene que ver con la tensión escatológica que impregna la fe cristiana.