La Alabanza en Nuestro Culto Pentecostal

La Alabanza en el Culto Pentecostal

Un estudio bíblico sobre el poder y el propósito de la alabanza en la vida del creyente

La alabanza no es un simple acto musical ni un momento emotivo dentro del servicio cristiano. La alabanza es un elemento central del culto pentecostal, una respuesta viva y espontánea a la grandeza de Dios y a sus obras maravillosas. Desde el Antiguo Testamento hasta la iglesia del Nuevo Pacto, la alabanza ha sido un lenguaje espiritual que une al pueblo con su Creador, abre la puerta a la presencia divina y prepara el corazón para recibir la Palabra.

El apóstol Pablo enseñó a los corintios que el culto debía realizarse con orden y propósito:

“¿Qué hay, pues, hermanos? Cuando os reunís, cada uno de vosotros tiene salmo, tiene doctrina, tiene lengua, tiene revelación, tiene interpretación. Hágase todo para edificación.” (1 Corintios 14:26)

Así entendemos que la alabanza no es un accesorio, sino una parte esencial del modelo bíblico del culto cristiano.

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1. ¿Qué es la alabanza?

La alabanza en la Biblia proviene de varios términos hebreos y griegos que muestran la riqueza de su significado. Por ejemplo:

  • Barak (hebreo): bendecir, arrodillarse en reverencia.
  • Halal: celebrar, jactarse de Dios, de donde viene Aleluya (“Alabad a Yah”).
  • Tehilah: un canto inspirado por el Espíritu.
  • Zamar: hacer música para Dios con instrumentos.
  • Epaineo (griego): reconocer públicamente las virtudes y obras de Dios.

Esto nos enseña que la alabanza no se limita a cantar, sino que implica honrar, proclamar y reconocer a Dios con todo lo que somos y tenemos.

Por lo tanto:

  • Bendecir: Reconocemos que toda bendición viene de Dios (Efesios 1:3).
  • Glorificar: Damos a Dios la gloria que ningún hombre merece (Isaías 42:8).
  • Exaltar: Lo levantamos en alto, confesando que Él está por encima de todo (Filipenses 2:9-11).
  • Expresión de gozo: La alabanza es fruto del gozo de la salvación (Isaías 12:3-6).

La verdadera alabanza nace en el corazón regenerado y se expresa de manera integral: en pensamientos, palabras, música, danza y, sobre todo, en la obediencia a Dios.

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2. El lugar de la alabanza en el culto cristiano pentecostal

En la vida pentecostal, la alabanza no es un adorno del culto o servicio, sino la puerta de entrada a la presencia de Dios.

  • Primero salmo, luego doctrina: Pablo lo deja claro en 1 Corintios 14:26. El corazón del creyente necesita ser sensibilizado con la adoración antes de recibir la enseñanza. La alabanza “ablanda” el terreno del alma para que la semilla de la Palabra dé fruto.
  • El modelo del tabernáculo: En el Antiguo Testamento, el pueblo no entraba directamente al Lugar Santísimo. Primero pasaba por el Atrio (acción de gracias y sacrificio), luego el Lugar Santo (adoración más íntima con incienso, luz y pan), y finalmente el Lugar Santísimo (la misma presencia de Dios). Así también, el creyente atraviesa una progresión espiritual cada vez que alaba.
  • La tribu de Judá: Su nombre significa alabanza, y siempre marchaba al frente en la batalla (Números 2:9). Esto enseña que la victoria espiritual comienza con la alabanza. No es casualidad que de Judá naciera el Mesías (Mateo 1:3).

De aquí entendemos que la alabanza no solo es preparación para el culto pentecostal, sino la puerta misma para entrar en la presencia divina.

3. ¿Por qué alabamos a Dios?

La alabanza es la respuesta natural del pueblo redimido ante las maravillas de Dios.

  • En la liberación: Después del cruce del mar Rojo, Moisés y María entonaron un cántico de victoria (Éxodo 15). La alabanza se levanta como un memorial de lo que Dios ha hecho.
  • En la victoria militar: Las mujeres cantaron para celebrar la valentía de David frente a Goliat y los filisteos (1 Samuel 18:6-7). Aquí vemos que la alabanza también es un canto de testimonio público.
  • En los milagros: El cojo sanado en Hechos 3 entró al templo “andando, saltando y alabando”. Su alabanza fue espontánea, resultado de la obra de Cristo en su vida.

Por eso, alabamos porque Dios nos ha salvado, sanado, perdonado y libertado. Si olvidamos sus beneficios, nuestra alabanza se vuelve fría y rutinaria; pero cuando recordamos sus maravillas, brota de lo profundo del corazón (Salmo 103:1-5).

La alabanza no es opcional, es la reacción natural de un pueblo que ha visto la mano poderosa de Dios en acción.

4. Expresiones de alabanza

La alabanza en la Biblia no se limitó nunca a un solo estilo o forma, sino que abarcó múltiples expresiones que reflejan el gozo y la reverencia del pueblo de Dios.

Expresiones que reflejan gozo y reverencia

a) Salmos, himnos y cánticos espirituales

El apóstol Pablo exhorta a los creyentes:

“Hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones.” (Efesios 5:19).

  • Salmos: Composiciones inspiradas que exaltan a Dios, tomadas de las Escrituras.
  • Himnos: Cánticos doctrinales que proclaman la grandeza de Cristo y enseñan la fe.
  • Cánticos espirituales: Expresiones espontáneas inspiradas por el Espíritu Santo, a menudo nacidas en la oración y en la adoración congregacional.

En el culto pentecostal, estas tres formas coexisten: lo escrito, lo aprendido y lo inspirado en el momento.

b) La danza delante del Señor

David danzó con todas sus fuerzas cuando el arca fue llevada a Jerusalén (2 Samuel 6:14). Su danza no fue mero movimiento físico, sino una expresión de gozo desbordante ante la presencia de Dios. La Biblia también profetiza que en tiempos de restauración, la danza volverá a ser parte del pueblo de Dios (Jeremías 31:13).

La danza bíblica no es un espectáculo carnal, sino un lenguaje espiritual que expresa alegría, victoria y adoración.

c) Instrumentos musicales

El Salmo 150 enumera instrumentos como trompeta, salterio, arpa, pandero, flautas y címbalos. Cada instrumento amplifica la alabanza y convierte el culto en un concierto de adoración al Creador. En el Antiguo Testamento, 4.000 levitas fueron apartados para alabar con instrumentos en la casa de Dios (1 Crónicas 23:5).

Esto nos enseña que la música no es algo secundario, sino un ministerio espiritual ordenado por Dios para acompañar la adoración.

d) Aplausos y júbilo

El aplauso es otra expresión de alabanza. El Salmo 47:1 dice:

“Pueblos todos, batid las manos; aclamad a Dios con voz de júbilo.”

El aplauso no es simple costumbre social, sino un acto bíblico de celebración que proclama victoria. Cuando aplaudimos al Señor, unimos nuestras manos en señal de unidad, gozo y triunfo en Cristo.

Cada expresión de alabanza refleja una faceta del corazón del creyente: el cántico instruye, la danza celebra, los instrumentos magnifican y los aplausos testifican la victoria del Señor.

5. El poder de la alabanza

La alabanza no es solo una manifestación de gratitud, sino una arma espiritual poderosa que desata la intervención divina.

Ejemplos bíblicos del poder de la alabanza

a) Los muros de Jericó

El pueblo rodeó Jericó en silencio durante seis días, pero el séptimo día, con trompetas y gritos de júbilo, los muros cayeron (Josué 6). Esto nos enseña que la obediencia y la alabanza unidas derriban fortalezas imposibles ante los hombres.

b) David y Saúl

Cuando David tocaba el arpa, el espíritu malo que atormentaba a Saúl huía (1 Samuel 16:23). Aquí vemos que la alabanza trae liberación espiritual y paz interior, pues la presencia de Dios se manifiesta a través de ella.

c) Pablo y Silas en prisión

Encadenados y azotados injustamente, ellos cantaban himnos a medianoche. Un terremoto sacudió la cárcel y las puertas se abrieron (Hechos 16:25-26). La alabanza en medio de la prueba provoca milagros y abre caminos donde no los hay.

d) Josafat y los cantores

En 2 Crónicas 20:21-22, Josafat envió cantores al frente del ejército. Cuando comenzaron a cantar, el Señor confundió a los enemigos. Aquí se revela que la alabanza desarma al adversario y cambia el escenario de la batalla.

Por lo tanto, la alabanza no es solo devoción, es estrategia espiritual: rompe cadenas, abre puertas, derriba muros, trae paz y asegura la victoria.

6. La alabanza prepara el corazón para la palabra

La alabanza no es un fin en sí misma, sino el puente hacia la revelación de Dios.

a) Jedutún profetizaba con arpa

En 1 Crónicas 25:3 vemos que algunos levitas no solo cantaban, sino que profetizaban con instrumentos. Esto muestra la relación entre la música ungida y la profecía. La alabanza abre los cielos para que fluya la Palabra profética.

b) Eliseo y el tañedor

En 2 Reyes 3:15, el profeta Eliseo pidió que le trajeran un músico. Mientras el músico tocaba, la mano de Jehová vino sobre él. La música inspirada es un vehículo espiritual que sensibiliza el corazón del profeta y de la congregación.

c) Samuel y los profetas

En 1 Samuel 10:5-6, Saúl se encontró con un grupo de profetas que descendían con salterio, pandero, flauta y arpa. Cuando se unió a ellos, el Espíritu de Dios vino sobre él y fue mudado en otro hombre. Esto enseña que la alabanza crea un ambiente espiritual propicio para la transformación del creyente.

La alabanza no solo nos alegra, sino que prepara el terreno del alma para que la semilla de la Palabra germine, crezca y dé fruto abundante.

7. Alabanza en todo tiempo

Uno de los mayores retos de la vida cristiana es mantener una actitud constante de alabanza, no solo en los momentos de victoria, sino también en medio de la prueba. La Biblia nos enseña que la alabanza es más que un acto litúrgico: es un sacrificio continuo, una ofrenda espiritual que sube como incienso delante del trono de Dios.

Estamos llamados a vivir en alabanza constante

a) La alabanza como estilo de vida

David proclamó:

Bendeciré a Jehová en todo tiempo; su alabanza estará de continuo en mi boca” (Salmo 34:1).

Esto no significa que todo el día cantaremos, sino que el corazón del creyente debe vivir en un estado de gratitud, adoración y reconocimiento de Dios en cualquier circunstancia. La alabanza es una actitud interior que se refleja en palabras, acciones y decisiones.

b) La alabanza como sacrificio

El autor de Hebreos nos recuerda:

“Ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre” (Hebreos 13:15).

Aquí la alabanza es presentada como un sacrificio voluntario: algo que damos aun cuando no tenemos ganas, cuando el dolor, la preocupación o la aflicción nos empujan al silencio. Al alabar en medio de la adversidad, el creyente demuestra su fe en el carácter inmutable de Dios, y no en las circunstancias cambiantes.

c) Alabanza en tiempos de aflicción y de gozo

Santiago 5:13 establece un principio práctico:

  • ¿Está alguno entre vosotros afligido? Haga oración.
  • ¿Está alguno alegre? Cante alabanzas.

Esto significa que la vida espiritual se equilibra entre la súplica y la alabanza. En la tristeza, oramos buscando fortaleza; en la alegría, cantamos para reconocer que todo proviene de Dios.

Asimismo, el sabio en Eclesiastés recuerda que “todo tiene su tiempo” (Eclesiastés 3:1-8): tiempo de llorar y de reír, de endechar y de bailar, de guerra y de paz. En cada una de esas estaciones, la alabanza se convierte en el hilo conductor que nos mantiene conectados a Dios.

d) El ejemplo de los levitas y su aplicación hoy

En el Antiguo Testamento, David organizó 4.000 levitas para alabar a Jehová continuamente, y de ellos, 288 fueron preparados como expertos en el canto (1 Crónicas 23:5; 25:7). Si bajo la sombra del antiguo pacto Dios requería alabanza día y noche en el templo, ¡cuánto más en el nuevo pacto, cuando cada creyente es templo del Espíritu Santo (1 Corintios 6:19)!

Esto nos enseña que cada cristiano está llamado a vivir en alabanza constante, no solo en la congregación, sino en el trabajo, en el hogar, en la prueba y en la victoria.

Conclusión: La Alabanza en Nuestro Culto Pentecostal

La alabanza pentecostal no es una emoción pasajera ni un ritual vacío: es el estilo de vida del creyente lleno del Espíritu Santo. Es la llave que abre la presencia de Dios, el incienso que sube al cielo, el testimonio vivo de un corazón agradecido y la fuerza que nos sostiene en la batalla.

  • Cuando alabamos, recordamos las obras de Dios y renovamos nuestra fe.
  • Cuando alabamos, el enemigo huye, porque la presencia del Señor se manifiesta.
  • Cuando alabamos, nuestro espíritu se abre para recibir la Palabra y ser transformados.
  • Cuando alabamos en la prueba, confesamos que Dios sigue siendo bueno, aunque las circunstancias digan lo contrario.

Por eso, la verdadera alabanza es más que música: es una rendición total del corazón.

Que la alabanza sea siempre el primer lenguaje de nuestra fe, la llave que abre el culto, la fuerza que nos sostiene en la prueba y el perfume que sube continuamente al trono de Dios.

Espero que este artículo sobre la alabanza en el culto pentecostal sea de bendición a tu vida. Jesucristo te bendiga.

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