LA INTERPRETACIÓN TEOLÓGICA

HERMENÉUTICA: LA INTERPRETACIÓN TEOLOGICA

Cuando el proceso del análisis gramático-histórico de un texto se ha completado, ¿Puede decirse que el intérprete ha llegado al fin de su labor y que está en condiciones de fijar sus conclusiones exegéticas? Esto puede suceder en algunos casos, pero no siempre. 

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Recordemos que la Biblia es el medio por el cual la revelación de Dios llega a nosotros. Y esa revelación engloba un conjunto de hechos y verdades con un fondo de carácter doctrinal, didáctico (recuérdese 2. Ti. 3:16). Ese conjunto es además orgánico; constituye un todo coherente en el que cada una de las partes guarda una relación de armonía con las restantes. No hay discordancias o contradicciones reales en ella.

Se da el hecho de que algunos textos podrían ser interpretados según el método gramático histórico de modo tal que el resultado de la exégesis pareciera el más plausible, pero que estuviera en conflicto con otros textos

Si, por ejemplo, tomamos determinados pasajes de Eclesiastés (3:19-20; 9:4,6,10) no sería ilógico sostener que la Biblia niega la supervivencia espiritual del hombre después de la muerte. Si consideramos aisladamente textos como Mt. 19:16-17, Mr. 13:32 o 1. Co. 15:27,28 podríamos deducir que Cristo pese a su grandeza incomparable, no alcanza la naturaleza ni el rango de la divinidad. 

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Si miramos Hebreos 6:4-6, podríamos afirmar que cualquiera que haya aceptado el evangelio de Jesucristo y luego se aparte del Señor, ya no tiene ninguna esperanza de salvación. Si estudiáramos Santiago 2:14-26 prescindiendo del corpus doctrinal del conjunto de la Escritura, seguramente no titubearíamos en afirmar categóricamente que el hombre es justificado ante Dios por la fe y por las obras. 

Pero todas estas afirmaciones serían erróneas por cuanto difieren radicalmente de lo que enseñan globalmente muchos otros pasajes bíblicos. En conclusión el método gramático-histórico es insuficiente para suministrarnos elementos esenciales de la revelación que sólo se descubren mediante la reflexión teológica en torno al conjunto del material doctrinal de la Escritura.

EXÉGESIS TEOLÓGICA

La exégesis teológica es una exégesis que no se contenta meramente con extraer el significado verbal preciso del texto, sino que se extiende más allá para descubrir la teología que informa el texto

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Es una exégesis que busca descubrir no meramente lo que la antigua Ley exigía sino también la teología expresada en la Ley; no solo los abusos atacados por Amós, sino la teología que le indujo a condenarlos; no solamente las directrices dadas por Pablo a esta o aquella iglesia, sino la teología que le impelía a darlas. 

Todos los textos bíblicos expresan teología en el sentido que todos están animados, aunque a veces indirectamente, por una preocupación teológica. Incumbe al intérprete tratar de descubrir esa preocupación. 

Hacer esto no constituye ninguna violación de los sanos principios exegéticos. Mas bien es la consumación de la tarea exegética. Es, pues, indispensable interpretar teniendo en cuenta la perspectiva teológica de la Escritura

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Si importante es en la hermenéutica el fondo histórico, no lo es menos el fondo doctrinal. La interpretación teológica es un complemento de la gramático-histórica. El principio básico de la interpretación teológica es que el significado de un texto debe estar en consonancia no sólo con algunos textos escogidos a capricho, sino con la enseñanza que sobre el mismo punto de doctrina aparece a lo largo de toda la Biblia. 

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Ninguna doctrina debe ser aceptada como realmente válida por el hecho de que pueda apoyarse en uno o varios textos sueltos de la Biblia. Una doctrina sólo merece reconocimiento cuando escoja la perspectiva global de la Escritura. Por eso la interpretación de la Biblia no es tarea fácil si el intérprete no tiene debidamente estructuradas en su mente las grandes doctrinas de la Escritura.

PRINCIPIOS BÁSICOS PARA LA INTERPRETACIÓN TEOLOGICA

Una labor tan importante y delicada como es la de determinar el sentido doctrinal de un texto no puede realizarse a la ligera. Debe extremarse en ella la aplicación de unos principios fundamentales que aseguren lo correcto de los resultados.

1. El análisis lingüístico debe preceder a la interpretación teológica

Cuando hemos de hacer la exégesis de un texto doctrinal, debemos recurrir primeramente, como en cualquier otro caso, al análisis lingüístico, al contexto, a los pasajes paralelos y al fondo histórico. En muchos casos el sentido del texto ha sido desfigurado porque desde el primer momento se ha examinado a través del prisma dogmático.

2. La interpretación teológica ha de efectuarse teniendo presente la estructura doctrinal de la Escritura. 

La teología bíblica no nos presenta un conglomerado de concepciones religiosas, fruto de un progreso determinado de la evolución histórica. Lo que nos ofrece es el contenido de una revelación progresiva en la que sobresalen unos hechos y unas verdades que constituyen su armazón permanente. Esos hechos y esas verdades iluminan el sentido restante de la revelación.

3. La interpretación teológica debe asumir tanto la unidad esencial como el carácter progresivo de la revelación. 

Como repetidas veces se ha señalado en varios lugares, una de las particularidades fundamentales de la Biblia es la unidad esencial de su contenido, perfectamente compatible con la diversidad de sus libros y con el carácter progresivo de la revelación, del cual es depósito. 

Ya en el Génesis existen núcleos doctrinales primarios, rudimentarios a veces (3:15; 12:2,3, por ejemplo), que van desarrollándose en libros posteriores para adquirir la dimensión de su plenitud y significado en el Nuevo Testamento.

4. La interpretación teológica ha de apoyarse preferentemente en textos de sentido literal. 

Lo figurado o lo simbólico debe depender de y ser controlado por los textos en los que se impone la interpretación literal. Ninguna doctrina importante debiera fundamentarse en textos de sentido figurado si no tienen el apoyo indiscutible de otros textos cuyo significado literal es claro.

5. Las conclusiones doctrinales deben basarse preferentemente en el Nuevo Testamento. 

Aún admitiendo la unidad de toda la Escritura y la perennidad de múltiples enseñanzas del Antiguo Testamento, es obvio que algunos elementos veterotestamentarios tenían un carácter temporal o incompleto. Su validez caducó cuando con Cristo se asentaron definitivamente principios o elementos doctrinales superiores.

6. La interpretación teológica no debe rebasar los límites de la revelación. 

Hemos de recordar que la Escritura no arroja suficiente luz sobre algunos de nuestros interrogantes y que no faltan en ella pasajes envueltos en la oscuridad. Escasos e insuficientes son los datos relativos al origen del mal, a la caída de las huestes satánicas, a la medida cuantitativa y cualitativa de los sufrimientos de Cristo en la cruz y a su “descenso a los infiernos”. Textos como Mc. 13:32, demuestran que Jesús en su humanidad desconocía el día y la hora en que habían de cumplirse sus propias predicciones.

El intérprete, en virtud de su lealtad a la palabra de Dios, debe atenerse equilibradamente a aquello que tiene sólida base en la revelación, haciendo suyo el principio de que donde la Escritura no ha hablado lo más sensato es guardar silencio.

Es por eso interesante anotar lo que dice Deuteronomio 29:29: “Las cosas secretas pertenecen a nuestro Dios; más las reveladas son para nosotrosy para nuestros hijos para siempre, para que cumplamos todas las palabras de esta Ley” y las palabras de nuestro Señor a los discípulos en Hechos 1:7: “Y les dijo: No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad”.

En conclusión, el buen intérprete de la Escritura ha de ser un buen teólogo.Su teología sistemática ha de mantenerse constantemente abierta y supeditada a la orientación de una teología elaborada sobre la base de rigurosos trabajos exegéticos

Quizás alguien dirá que esto nos conduce a un nuevo “círculo hermenéutico”. Sin duda; pero no podemos librarnos de él, ni conviene que lo hagamos. La teología nos ayudará a hacer exégesis y la exégesis corregirá nuestra teología.

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