Introducción: Una mirada al corazón de Jesús
Cuando Jesús recorrió las aldeas y ciudades de Galilea, no solo observó multitudes, sino que vio necesidades espirituales profundas. La gente estaba desamparada, confundida, como ovejas sin pastor. Ante esta realidad, pronunció una frase que trasciende el tiempo: “A la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies” (Mateo 9:37-38).
Estas palabras no son simplemente una observación estadística, sino una revelación espiritual: el mundo está lleno de almas listas para ser alcanzadas, pero los trabajadores del evangelio son pocos. El problema no es la escasez de campo, sino la escasez de obreros.
Hoy, más de dos mil años después, este clamor sigue siendo urgente. La mies no ha disminuido; al contrario, ha crecido. Nunca hubo tantas personas, tantas culturas, tantas voces clamando por esperanza, como en nuestros días. Pero ¿Quiénes irán? ¿Quiénes obedecerán el llamado?
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1. ¿Qué significa la “mies”?
En la agricultura, la “mies” representa la cosecha madura que debe recogerse antes de que se pierda. Jesús utiliza este lenguaje para ilustrar las almas que esperan ser alcanzadas por el evangelio.
- La mies son hombres y mujeres heridos por el pecado.
- Son jóvenes confundidos, buscando identidad y propósito.
- Son familias rotas que claman por restauración.
- Son naciones enteras que aún no han escuchado el nombre de Jesús.
En otras palabras, la mies simboliza la urgencia del evangelismo. Una cosecha no espera indefinidamente; si no se recoge a tiempo, se echa a perder. Así también ocurre con las almas: el tiempo de salvación es ahora.
La mies es mucha porque las necesidades son innumerables, porque el mundo está hambriento de verdad, y porque Cristo ya preparó el terreno con su sacrificio en la cruz.
2. La compasión de Cristo: El motor de la misión
Mateo 9:36 declara que al ver las multitudes, Jesús “tuvo compasión de ellas”. La palabra griega traducida como compasión (splagchnizomai) expresa un sentimiento profundo en las entrañas: un dolor interior que se traduce en acción.
Jesús no fue indiferente. No vio números ni estadísticas; vio personas. Vio el vacío espiritual, la desesperanza, el cansancio. Por eso, antes de hablar de obreros, habló de su compasión.
Aquí hay una gran lección para nosotros:
- No basta con ver el mundo, hay que mirarlo con los ojos de Cristo.
- El evangelismo no nace de una obligación fría, sino de un corazón quebrantado.
- La compasión es el combustible de la misión: sin ella, el servicio se convierte en rutina; con ella, se transforma en pasión.
3. El problema: Pocos obreros
Jesús identificó la dificultad central: los obreros son pocos. La mies no era el problema. El campo estaba preparado. La necesidad estaba frente a ellos. El obstáculo era la falta de manos dispuestas a trabajar.
Este mismo dilema sigue vigente:
- Muchos se conforman con ser espectadores en lugar de trabajadores.
- Algunos prefieren comodidad en vez de sacrificio.
- Otros se excusan diciendo que no están preparados, cuando en realidad Dios no llama a los capacitados, sino que capacita a los llamados.
La iglesia de Cristo no puede limitarse a unos pocos líderes mientras la mayoría permanece pasiva. El cuerpo de Cristo necesita que cada miembro asuma su lugar en la obra.
4. El llamado a orar por obreros
Jesús no dijo que los discípulos debían orar por más cosecha. Dijo: “Rogad al Señor de la mies, que envíe obreros”.
Esto nos enseña varias cosas:
- La obra es del Señor. La mies no nos pertenece, sino a Él. Nosotros somos colaboradores, no dueños.
- La oración precede a la misión. Antes de salir, hay que clamar. No podemos pretender impactar al mundo sin depender de Dios.
- La oración nos involucra. Muchas veces, al orar por obreros, el Señor toca nuestro propio corazón y nos convierte en la respuesta a nuestra oración.
Orar por obreros es una invitación peligrosa, porque el Señor puede responder enviándonos a nosotros mismos.
5. Obreros, no espectadores
Jesús no llamó a gente para que simplemente lo siguiera como un espectáculo religioso. Él mismo marcó la diferencia entre la multitud y los discípulos: unos lo escuchaban, otros se levantaban a trabajar con Él.
Cuando dice que se necesitan obreros, está subrayando que el evangelio requiere esfuerzo, constancia y sacrificio. En el griego, la palabra usada es ergatés, que significa trabajador, alguien que se entrega al esfuerzo físico o mental en una labor específica. No se trata de alguien que contempla el campo desde la distancia, sino de quien mete sus manos en la tierra, suda y persevera hasta ver fruto.
Un obrero del Reino:
- Rompe con la pasividad espiritual. No se conforma con ocupar una silla en la iglesia. Se levanta a enseñar, evangelizar, discipular, servir.
- Trabaja aun cuando nadie lo aplaude. El verdadero obrero no depende del reconocimiento humano, porque sabe que su recompensa viene del Señor de la mies.
- Renuncia a sí mismo. Jesús advirtió: “El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame” (Lucas 9:23). Ser obrero implica renunciar a la comodidad y abrazar el sacrificio.
El cristianismo contemporáneo enfrenta un problema serio: sobran oyentes, faltan hacedores. Muchas congregaciones están llenas de espectadores que disfrutan los cultos, pero pocos se comprometen con la misión. Jesús, en cambio, nos está diciendo: “No necesito admiradores, necesito trabajadores del Reino”.
6. El modelo de Jesús en Mateo 9
El capítulo 9 de Mateo es una fotografía del ministerio de Cristo en acción. Jesús predicaba, enseñaba, sanaba, liberaba y caminaba entre la gente. Su labor no estaba limitada a un púlpito o a un día específico de la semana; su vida entera era servicio.
Esto nos enseña varias lecciones sobre el obrero:
- Integralidad del servicio. Jesús no separó lo espiritual de lo físico. Predicó el evangelio, pero también sanó cuerpos, consoló corazones y restauró dignidad. El obrero de la mies debe entender que el evangelio toca todas las áreas de la vida.
- Disponibilidad sin límites. Jesús recorría aldeas y ciudades, mostrando que la mies no está concentrada en un solo lugar. El verdadero obrero no se limita a esperar que las almas lleguen a él; va hacia donde están.
- Trabajo constante. El pasaje dice que “recorría todas las ciudades y aldeas”. Esto no es un evento ocasional, sino una vida dedicada. El obrero no sirve solo cuando “siente ganas”, sino que asume el ministerio como un estilo de vida.
- Compasión como motor. Lo que movía a Jesús no era la presión social ni el deber religioso, sino la compasión. El obrero que trabaja por obligación se cansa pronto; el que trabaja por amor, permanece firme.
Si hoy la iglesia desea impactar al mundo, debe volver al modelo de Cristo: evangelio completo, corazón compasivo, acción constante y vida de servicio real.
7. La Gran Comisión: Extensión del llamado
El envío de los doce en Mateo 10 fue un anticipo, pero la verdadera comisión llegó después de la resurrección: “Id y haced discípulos a todas las naciones” (Mateo 28:19).
Aquí vemos cómo el llamado a la mies se amplía de lo local a lo global. Jesús ya no hablaba solo de Israel, sino de todas las naciones. La mies es el mundo entero.
Algunas verdades clave de la Gran Comisión:
- Es una orden, no una sugerencia. Jesús no dijo “si quieren” o “si pueden”, dijo “Id”. El mandato es claro y no admite indiferencia.
- Involucra a todos los creyentes. No fue dada solo a los apóstoles, sino a la iglesia en general. Todo cristiano es un misionero, ya sea en su entorno cercano o en lugares lejanos.
- Se centra en hacer discípulos, no solo convertidos. La obra de la mies no termina en predicar, sino en formar vidas que sigan a Cristo.
En términos prácticos:
- La mies puede ser tu compañero de trabajo que nunca escuchó un testimonio claro de Jesús.
- La mies puede ser tu vecino esclavizado por vicios, esperando una palabra de esperanza.
- La mies son millones en países donde aún no existe una traducción de la Biblia en su idioma.
El campo es global y local a la vez. No todos pueden viajar a África o Asia, pero todos podemos compartir el evangelio en nuestra esfera de influencia. Y aunque no podamos ir a todas partes, podemos orar, apoyar económicamente y levantar la voz para que el evangelio llegue hasta lo último de la tierra.
La Gran Comisión nos recuerda que el evangelio es urgente, universal y personal. No hay excusa para quedarse al margen.
8. La urgencia del tiempo presente
La agricultura nos enseña algo vital: la cosecha tiene un tiempo limitado. Si no se recoge en el momento exacto, se pierde irremediablemente. El agricultor sabe que una demora puede significar la pérdida de meses enteros de trabajo. Jesús utilizó esta realidad para hablar de lo espiritual: cada día que pasa, miles de personas mueren sin haber escuchado ni respondido al evangelio.
En Juan 4:35, Jesús dijo: “¿No decís vosotros: Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega? He aquí os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega”. La expresión “ya están blancos” en la cultura agrícola de ese tiempo significaba que el grano había madurado por completo y debía recogerse de inmediato. Jesús estaba declarando que el tiempo de actuar no es mañana, es hoy.
Aplicación práctica:
- El joven que hoy tiene el corazón abierto, mañana puede endurecerse.
- La persona enferma que está dispuesta a escuchar el evangelio, quizá mañana no tenga vida.
- El vecino que hoy te pregunta por tu fe, quizá mañana ya no esté cerca de ti.
La mies no espera indefinidamente. La urgencia del tiempo presente nos obliga a dejar las excusas y entrar en acción. El reloj del cielo sigue corriendo y cada minuto cuenta.
9. Obstáculos que impiden trabajar en la mies
Jesús identificó el problema central: faltan obreros. Pero ¿Qué impide que los creyentes se levanten a trabajar?
- Indiferencia espiritual
Muchos corazones han perdido la sensibilidad por las almas. La rutina religiosa ha sustituido la pasión por los perdidos. La iglesia corre el peligro de parecerse a Jonás: conocía a Dios, sabía predicar, pero no quería ir a Nínive porque le faltaba compasión.- Indiferencia es ver multitudes perdidas y no sentir dolor.
- Es hablar de evangelismo como una teoría, pero nunca salir a practicarlo.
- Amor al mundo
Jesús advirtió: “No podéis servir a Dios y a las riquezas” (Mateo 6:24). El apego a los placeres, a la comodidad y a las posesiones apaga el deseo de servir en la mies. Muchos creyentes dedican horas a sus trabajos, negocios o entretenimiento, pero no reservan tiempo para hablar del evangelio. El amor al mundo roba la fuerza de la misión. - Temor
El miedo paraliza. “No sé hablar”, “me van a rechazar”, “me da vergüenza”, son excusas comunes. Pero la Escritura recuerda: “Dios no nos ha dado espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio” (2 Timoteo 1:7). El temor se vence con fe y con la seguridad de que el Espíritu Santo pone palabras en nuestra boca. - Conformismo religioso
Muchos piensan que predicar o evangelizar es solo trabajo del pastor o de los líderes. Esta mentalidad es peligrosa, porque ignora que Jesús comisionó a todos sus discípulos. El conformismo genera iglesias espectadoras, donde unos pocos hacen el trabajo y la mayoría observa.
Estos obstáculos no son nuevos. En tiempos de Jesús, también había indiferencia, amor al mundo, temor y conformismo. Sin embargo, el mismo Señor muestra que ninguno de estos obstáculos es más fuerte que el poder del Espíritu Santo.
10. El poder del Espíritu Santo en la mies
Cuando Jesús dijo en Hechos 1:8: “Recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos…”, estableció una verdad inquebrantable: sin el Espíritu Santo, la misión es imposible; con Él, es imparable.
El poder del Espíritu Santo no es opcional, es esencial. No se trata de elocuencia humana, estrategias modernas o programas atractivos; la mies se recoge con unción y poder espiritual.
Un obrero lleno del Espíritu Santo:
- Habla con autoridad. Pedro, que antes negó a Jesús por miedo, después de Pentecostés se levantó con valentía y tres mil almas fueron salvas en un solo día.
- Vive con integridad. El Espíritu no solo da poder para hablar, sino también para vivir en santidad, mostrando que el evangelio es real.
- Manifiesta frutos y dones. El obrero lleno del Espíritu refleja el fruto del amor, la paciencia, la mansedumbre; y también es usado en los dones para edificación.
- Impacta más allá de lo natural. El Espíritu abre corazones, convence de pecado y transforma vidas, algo que ningún argumento humano puede lograr.
Ejemplo: Felipe en Hechos 8. Lleno del Espíritu, predicó en Samaria, donde multitudes se convirtieron; luego fue dirigido sobrenaturalmente a un funcionario etíope, a quien explicó las Escrituras. La mies se recogió porque Felipe obedeció y el Espíritu Santo guió cada paso.
El mismo Espíritu que impulsó a la iglesia primitiva está disponible hoy. Lo que falta no es poder, sino disposición a ser llenos y guiados.
11. La recompensa del obrero fiel
Dios es justo y nunca olvida el trabajo de sus hijos. Pablo lo afirmó con seguridad: “Vuestro trabajo en el Señor no es en vano” (1 Corintios 15:58).
El obrero de la mies recibe varias recompensas:
- Gozo presente
No hay mayor satisfacción que ver una vida transformada por Cristo. El obrero disfruta ver lágrimas convertirse en sonrisas, familias restauradas, adictos liberados, corazones vacíos llenos de esperanza. El gozo de ganar un alma supera cualquier placer terrenal. - Recompensa eterna
Daniel 12:3 declara: “Los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad”. Los que trabajan en la mies brillarán eternamente en la presencia de Dios. Cada alma alcanzada será un testimonio eterno de la obra realizada. - Aprobación del Maestro
El obrero fiel espera escuchar aquellas palabras gloriosas de Jesús: “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu Señor” (Mateo 25:21). No hay premio mayor que ser aprobado por el Señor de la mies.
La recompensa del obrero no siempre se ve en esta vida, pero en la eternidad será incomparable. Por eso, aunque la obra sea difícil, aunque el mundo no reconozca nuestro esfuerzo, el Señor tiene preparada una corona incorruptible para aquellos que trabajaron en su mies con fidelidad.
12. Aplicación práctica: ¿Cómo ser un obrero de la mies hoy?
Convertirse en obrero de la mies no es solo un llamado general, sino una responsabilidad personal. Jesús no está buscando multitudes pasivas, sino discípulos activos que respondan a su voz. ¿Cómo podemos aplicarlo en la vida diaria?
- Ora diariamente por las almas y por más obreros.
La oración no solo abre puertas, también transforma nuestro corazón. Cada vez que doblamos rodillas, el Espíritu Santo nos sensibiliza hacia los perdidos. Orar es alinearse con el corazón misionero de Cristo. Sin oración, el trabajo es estéril; con oración, se convierte en siembra de eternidad. - Testifica con valentía en tu entorno inmediato.
Ser obrero de la mies comienza en la casa, en el barrio, en el trabajo. Muchas veces pensamos que evangelizar es ir a otra nación, pero el “campo” empieza frente a nosotros. Un testimonio sencillo puede convertirse en la semilla que Dios use para salvar a alguien. - Apoya la obra misionera con tus recursos y oración.
No todos pueden viajar, pero todos podemos contribuir. El apóstol Pablo fue sostenido por iglesias que, aunque no lo acompañaron físicamente, participaron en la cosecha. Cada ofrenda, cada ayuda, cada oración es parte de la red que extiende el evangelio. - Capacítate en la Palabra para dar razón de tu fe.
El obrero que no conoce las Escrituras es como un sembrador sin semilla. La capacitación constante nos permite responder dudas, derribar argumentos y edificar vidas. Un obrero de la mies no solo transmite emoción, transmite verdad. - Sé ejemplo de vida santa, porque el testimonio abre puertas.
El mundo escucha más lo que ve que lo que oye. Una vida coherente con el evangelio es el terreno fértil donde las palabras cobran poder. Ser luz y sal es parte esencial del trabajo de un obrero verdadero.
13. Un desafío para la iglesia actual
Vivimos tiempos paradójicos. Nunca hubo tantos medios de comunicación, tantas plataformas, tanta facilidad para difundir un mensaje. Sin embargo, la mies sigue siendo abundante y los obreros escasos. ¿Cómo explicar esta contradicción?
La respuesta está en la comodidad y en la falta de compromiso. Muchos cristianos se conforman con asistir a un culto, pero no asumen su rol de testigos. Otros esperan que el trabajo lo hagan los pastores o los evangelistas, cuando en realidad cada creyente ha sido llamado a ser un obrero en el campo espiritual.
El desafío para la iglesia de hoy es romper con la pasividad y salir de la comodidad. No basta con tener templos llenos, necesitamos corazones encendidos. El grito del Maestro aún resuena: “La mies es mucha, mas los obreros pocos” (Mateo 9:37). Ese clamor no ha perdido vigencia, porque la humanidad sigue hambrienta de verdad y esperanza.
La pregunta es: ¿Responderemos como Isaías? Cuando Dios preguntó: “¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros?”, el profeta respondió: “Heme aquí, envíame a mí” (Isaías 6:8). Esa misma respuesta es la que Cristo espera de su iglesia actual.
14. Ejemplos de obreros de la mies en la Biblia
Dios nunca dejó a su pueblo sin obreros. A lo largo de la historia bíblica encontramos hombres y mujeres que respondieron al llamado, y su ejemplo nos desafía a seguir sus pasos.
a) Pablo: El misionero incansable
El apóstol Pablo es quizás el mayor ejemplo de un obrero consagrado. Renunció a su comodidad, a su prestigio y hasta a su seguridad personal para llevar el evangelio a lugares donde nunca se había escuchado el nombre de Cristo. Viajó por mares, atravesó ciudades hostiles, fue encarcelado y golpeado, pero nunca se detuvo.
- Aplicación hoy: Ser obrero no es esperar condiciones favorables, sino estar dispuesto a predicar en cualquier lugar, bajo cualquier circunstancia. Como Pablo, debemos entender que “el amor de Cristo nos constriñe” (2 Corintios 5:14).
b) Felipe: El evangelista obediente
Felipe es un ejemplo de sensibilidad a la voz del Espíritu. Predicaba en Samaria con gran éxito, cuando el ángel del Señor lo envió al desierto para hablar con un solo hombre: el eunuco etíope (Hechos 8:26-39). Su obediencia inmediata dio como fruto la expansión del evangelio hacia África.
- Aplicación hoy: Ser obrero es estar dispuesto tanto a hablarle a multitudes como a una sola persona. A veces el plan de Dios no es lo masivo, sino lo personal. Cada alma vale más que el mundo entero.
c) Timoteo: El joven fiel
Timoteo fue un obrero joven, pero lleno de fe. Bajo la instrucción de Pablo, se convirtió en un pastor confiable, un ejemplo para los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza (1 Timoteo 4:12). Su vida demuestra que la juventud no es un obstáculo para servir a Dios.
- Aplicación hoy: Muchos jóvenes creen que deben esperar años para ser útiles en la obra. Sin embargo, el Señor llama desde temprano. La mies necesita manos jóvenes que traigan frescura, energía y visión a la iglesia.
d) Priscila y Aquila: Obreros en pareja
Este matrimonio es un ejemplo de colaboración en la obra de Dios. Trabajaban junto con Pablo haciendo tiendas, pero también abrían su casa para la iglesia (Hechos 18:2-3, 26; Romanos 16:3-5). Enseñaron a Apolos con mansedumbre y contribuyeron al crecimiento de la iglesia primitiva.
- Aplicación hoy: El servicio a Dios no es solo individual; las familias también son llamadas a ser obreras en la mies. Un hogar consagrado se convierte en un faro de luz y en un lugar de multiplicación del evangelio.
e) María Magdalena: La testigo agradecida
María Magdalena, liberada de siete demonios por Jesús, se convirtió en una seguidora fiel y una de las primeras en anunciar la resurrección (Juan 20:18). Su vida muestra que quienes más han recibido gracia, más pueden dar en gratitud.
- Aplicación hoy: No importa el pasado de una persona; el evangelio transforma y convierte a los redimidos en testigos poderosos. Todo creyente agradecido debe convertirse en obrero, anunciando lo que Cristo hizo en su vida.
f) Esteban: El obrero hasta la muerte
Esteban fue un diácono lleno de fe y del Espíritu Santo (Hechos 6:5). Su predicación encendida lo llevó al martirio, convirtiéndose en el primer mártir cristiano. Su muerte fue semilla que impulsó a muchos otros a predicar con valentía.
- Aplicación hoy: Ser obrero significa estar dispuesto a dar la vida por el evangelio. Aunque no todos seremos mártires, cada uno está llamado a vivir con entrega total, sin reservas, sabiendo que lo eterno vale más que lo temporal.
g) Lo que estos ejemplos nos enseñan
Cada uno de estos obreros de la mies nos deja una enseñanza concreta:
- De Pablo: Pasión y perseverancia.
- De Felipe: Obediencia inmediata.
- De Timoteo: Fidelidad desde la juventud.
- De Priscila y Aquila: Servicio en unidad familiar.
- De María Magdalena: Gratitud que impulsa a testificar.
- De Esteban: Valentía hasta las últimas consecuencias.
Estos ejemplos nos demuestran que la mies necesita obreros de todo tipo: jóvenes y mayores, hombres y mujeres, líderes y familias, pastores y laicos. El campo es tan amplio que todos tienen un lugar en la labor.
Conclusión: El clamor del Maestro
La mies es mucha pero los obreros son pocos
El corazón de Jesús palpita con compasión por las multitudes desamparadas. Él vio a la gente como ovejas sin pastor y su respuesta no fue indiferencia, sino un llamado urgente: “Rogad al Señor de la mies que envíe obreros” (Mateo 9:38).
Hoy ese clamor sigue vigente. El problema nunca ha sido la falta de mies; el campo está listo, las almas tienen sed. El verdadero desafío es la falta de obreros dispuestos.
- No se trata de si hay oportunidad, la oportunidad está frente a nosotros.
- No se trata de si tienes talento suficiente, Dios capacita a quien llama.
- No se trata de si tu aporte es grande o pequeño, en las manos del Señor se multiplica.
El Señor de la cosecha te llama hoy. No mires el campo desde lejos. Entra, trabaja, siembra, riega y cosecha. Hazlo con pasión, con fe y con obediencia, porque la mies no esperará eternamente.
Recuerda que el tiempo es corto, la urgencia es grande y la recompensa es eterna. No hay mayor gozo que ser hallado fiel cuando el Maestro venga a recoger el fruto.
La mies es mucha, los obreros pocos. Sé tú uno de esos obreros que hacen la diferencia para la eternidad.