Por: Jason Dulle
CRISTOLOGÍA: LA RELACIÓN DE JESÚS CON EL P ADRE
La relación de Jesús con el padre, estudio bíblico, Jesús y el Padre
La Escritura abunda en declaraciones y terminologías que parecen implicar una inferioridad de Jesús con Dios, o del Hijo con el Padre. Incluso el propio Jesús dijo que su Padre era mayor que Él (Juan 14:28).
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Jesús y el padre
En otra ocasión, Jesús dijo: «No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente. Porque el Padre ama al Hijo, y le muestra todas las cosas que Él hace» (Juan 5:19-20. Ver también 3:32). Él dijo claramente de su propia capacidad, «No puedo yo hacer nada por mí mismo» (Juan 5:30).
El Evangelio de Juan está lleno de afirmaciones como éstas. Según Jesús, aún lo que Él enseñó lo recibió de su Padre. Las mismas palabras fueron enseñadas primero a Él, antes de que Él las enseñara a los demás (7:16, 8:26, 8:28, 8:38, 8:40, 12:48-50, 17:8).
La relación de Jesús con el Padre: Jesús era el destinatario y no el autor de la revelación divina
Jesús era el destinatario y no el autor de la revelación divina. Habló del Padre estando con Él (8:29), y dijo que era procedente y enviado por el Padre (8:42, 14:24, 16:27-28, 17:8, 17:18), que volvería al Padre (16:5, 16:7, 16:10), y que fue santificado por el Padre (10:36). Se dice incluso que el Padre honra al Hijo (8:55).
La Escritura se refiere comúnmente a Dios y a Jesús como si fueran dos personas distintas. Jesús continuamente habló de su Padre y dijo estar con su Padre, como si estuvieran separados el uno del otro.
Hablando de su Padre, le dijo a los fariseos, «el que vosotros decís que es vuestro Dios» (8:54). Jesús también dijo: «El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él... El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre lo amará, y vendremos a él, y haremos morada con él» (Juan 14:21, 23).
La larga oración que Jesús hizo por sus discípulos y que se encuentra en Juan capítulo 17, está llena de este tipo de terminología. En el versículo tres, Él dijo: «Que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado». Aquí Jesús llamó Dios al Padre. A pesar de que Jesús era Dios, Él reconoció a Dios el Padre como superior a sí mismo, y habló con Él de una manera como cualquier otro ser humano lo haría.
Jesús habló de sí mismo en tercera persona. Esto nos da una idea de la forma en que los hebreos utilizaron el lenguaje. No tiene sentido que hablemos de nosotros mismos usando nuestro propio nombre como si estuviéramos hablando de alguien más. Este uso peculiar de las palabras puede ayudarnos a entender las particularidades de estas y otras declaraciones bíblicas.
¿Juan registró todas estas declaraciones para demostrar que Jesús era, de alguna manera inferior al Padre o separado de Él? No parece probable, ya que el evangelio de Juan también contiene algunas de las afirmaciones más poderosas acerca de la deidad de Jesús y su igualdad con Dios. Tales declaraciones incluyen «Yo y el Padre uno somos», «Antes que Abraham fuese, yo soy», y «El que me ha visto, ha visto al Padre».
RELACIÓN DE JESÚS CON EL PADRE: EL HIJO ES DIVINO Y HUMANO, EL PADRE ES DIVINO
Jesús y el Padre
Frecuentemente Jesús habló de su relación con el Padre: «Yo estoy en el Padre, y el Padre en mí» (Juan 10:38, 14:10-11, 17:21). No se puede decir que el Hijo es el Padre, o que el Padre es el Hijo. El Hijo, por definición, es a la vez divino y humano, mientras que únicamente el Padre es divino.
Aunque la deidad del Hijo es de la misma esencia que la del Padre, la deidad del Hijo está inextricablemente unida a la humanidad formando una existencia distinta a la existencia de Dios como un Espíritu trascendente.
La Deidad del Padre está en el Hijo, pero la existencia del Hijo es diferente a la del Padre
La deidad del Padre está en el Hijo, pero la existencia del Hijo es diferente a la del Padre. Hay por lo tanto una distinción entre el Hijo y el Padre, pero no hay ninguna separación. La deidad del Hijo no es otra que la de Yahvé mismo, después de haber descendido a la forma de un siervo, hecho semejante a los hombres.
Por ello, nos encontramos con declaraciones como: «El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me envió; y el que me ve, ve al que me envió» (Juan 12:44-45). En otra ocasión, Jesús dijo: «El que me recibe a mí, recibe al que me envió» (Juan 13:20).
¿Cómo es que creer en Jesús equivale a creer en Dios? ¿No es posible creer en Jesús, pero no creer en Dios? ¿O cómo es posible haber visto a Dios, cuando uno en realidad sólo ha visto el cuerpo físico de Jesús? ¿No se puede aceptar a Jesús sin aceptar al Padre? Según Jesús, la respuesta es no.
Jesús hizo declaraciones aún más profundas de esta naturaleza. Estas incluyen: «Yo soy el camino, y la verdad y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí. Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais; y desde ahora le conocéis y le habéis visto» (Juan 14:6-7).
Jesús y el Padre: Jesús es el Padre que sólo puede ser conocido a través del Hijo
Jesús no es sólo el camino al Padre, sino el Padre que sólo puede ser conocido a través del Hijo. A nosotros nos parece que el Padre pudiera llegar a ser conocido aparte del Hijo, pero de acuerdo con Jesús, esto no es posible. (Quizás quieras leer: El Padre es el Espíritu Santo)
A los judíos que odiaron a Jesús por lo que Él dijo e hizo, Él les advirtió: «El que me aborrece a mí, también a mi Padre aborrece» (Juan 15:23). Probablemente uno de los mejores ejemplos que demuestran este punto, se encuentra en 2. Juan 9, donde Juan dijo: «Cualquiera que se extravía, y no persevera en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que persevera en la doctrina de Cristo, ése sí tiene al Padre y al Hijo» (Ver también Juan 2:23-24).
Jesús y el Padre: El conocimiento del Padre está ligado al conocimiento del Hijo
Si usted acepta a la persona de Cristo, usted tiene al Padre y al Hijo. Todas estas Escrituras transmiten una verdad común, a saber que el conocimiento acerca del Padre está ligado al conocimiento acerca del Hijo.
Esto se puede comparar con las identidades de padre e hijo que nosotros experimentamos. Cuando un hombre nace, experimenta el papel de un hijo. Aunque Él sabe que el papel de padre existe, todavía no ha tenido la experiencia personal de éste.
Al transcurrir el tiempo, puede agregar el rol de la paternidad a su identidad. Entonces llega a ser simultáneamente un hijo y un padre. Su identidad añadida como padre no niega su identidad como hijo, sino que se limita a añadir un rol con sus características correspondientes a su rol actual como un hijo.
DIOS AÑADIÓ OTRA IDENTIDAD SOBRE SÍ MISMO CUANDO SE MANIFESTÓ EN CARNE
Jesús y el Padre: Dios se manifestó en carne
De la misma manera, pero al revés, Dios añadió otra identidad sobre sí mismo cuando se hizo hombre. Dios siempre ha sido deidad, pero en el proceso de su plan para redimir al hombre le añadió la humanidad a su deidad. Su deidad no se vio comprometida o mitigada mediante la adición de este papel a su identidad, pero sin embargo su existencia exclusiva como la deidad fue compartida con una nueva existencia humana.
Dios nunca abandonó su deidad eterna e ilimitada al convertirse en el Hijo, al igual que un padre humano no renuncia a su identidad como hijo cuando se convierte en padre, porque no hay ningún cambio esencial en su persona, sino un cambio en su existencia, ya que ahora experimenta un papel que antes sólo conocía como un concepto.
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Entonces en un padre humano, el papel de padre pasa de ser a priori (antes de, e independientemente de la experiencia) a posteriori (partiendo de la realidad y dependiente de la experiencia). Lo que una vez fue un concepto abstracto, se convirtió en una realidad objetivamente entendida y de naturaleza empírica (conocimiento adquirido por la experiencia).
Usted puede conocer a una persona como un hijo, sin conocerlo en su papel de padre. Cuando la identidad de padre se agrega a su identidad como hijo, conoce a la persona en su papel de padre y asume que él también es un hijo.
De la misma manera, pero exactamente en el orden inverso, Dios asumió la condición de Hijo mientras que asumimos que Él también es el Padre. Así que el conocimiento de Dios en su encarnación (deidad y humanidad) asume el conocerle en su deidad.
Su identidad como ser humano fue añadida a su identidad como Espíritu
Su identidad como ser humano, fue añadida a su identidad como Espíritu. El conocimiento del Padre está ligado en el Hijo, porque la deidad esencial del Padre está en el Hijo. Conocer a Jesús (Dios en su inmanencia) es conocer al Padre (Dios en su trascendencia).
El conocer al Hijo, asume también el conocer al Padre, pero lo contrario no es cierto. No se puede conocer a Jesús al conocer al Padre, porque la identidad de Jesús va más allá que la del Padre, pues el Hijo tiene un componente de existencia que el Padre (Dios en su trascendencia) no tiene, es decir la humanidad. (Ver la figura siguiente). En cierto sentido se puede decir que Jesús es más que Dios; pero no más en su deidad, sino más con respecto a la adición de su existencia humana.
LA RELACIÓN DE JESÚS CON EL PADRE: DECLARACIONES DONDE SE HABLA DE JESÚS TENIENDO UN DIOS
Probablemente las declaraciones más incomprensibles de todas, son aquellas que hablan de Jesús teniendo a un Dios. Este tipo de declaraciones crean una sensación de inquietud entre los unicitarios y trinitarios por igual.
Pablo oró «que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él» (Efesios 1:17). Pedro también utilizó esta misma terminología cuando dijo: «Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia…» (1. Pedro 1:3). En el idioma griego, el artículo definido aparece con «Dios», pero no con el «Padre».
Esto significa que el «Padre» y «Dios» son dos términos que se refieren a la misma persona. El Padre de Jesús es también el Dios de Jesús. Si Jesús era Dios manifestado en carne, ¿cómo puede ser dicho que Él tiene un Dios? Esto parece contradictorio. Parece dar a entender que Jesús no es divino en absoluto, o que su deidad es inferior a la del Padre, y así el Padre es el Dios de Jesús. (Ver también 2. Corintios 11:31; Efesios 1:3; Hebreos 1:9; Apocalipsis 3:12)
En las bendiciones de las epístolas de Pablo, algo que se suele decir es: «Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo». [1] ¿Por qué este uso dual? ¿Por qué los escritores de la Biblia saludan a las iglesias o a las personas a las que les escribieron con la paz de Dios y de Jesús?
Dios y Jesús parecen ser mencionados como individuos separados. Es interesante que raramente encontremos una mención del Padre, de Jesús y del Espíritu Santo en un versículo o pasaje. Por lo general, sólo se habla del Padre y de Jesús. ¿Por qué es que el Espíritu Santo siempre es «dejado de lado»? Los escritores del Nuevo Testamento tienen un propósito con este tipo de terminología.
Este tipo de declaraciones no pueden ser ignoradas o negadas. La solución para la comprensión de este tipo de Escrituras, no se encuentra en la negación de la divinidad de Jesús, ni se resuelve al postular a un Dios en el cual dos personas conocidas como «Dios» participan igualmente de la deidad.
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La solución radica en el reconocimiento de la humanidad completa, auténtica y genuina de Jesús; [2] una humanidad que impuso limitaciones (voluntaria e intencionadamente) a su deidad, para que pudiera vivir en el mismo plano que cualquier otro ser humano, participando de todas sus experiencias.
Cuando Dios asumió la humanidad, Él adquirió una conciencia y una identidad que nunca poseyó antes de la encarnación. Él no tuvo una sique humana abrumada o consumida por su deidad. Jesús ejerció su naturaleza humana (con su conciencia, su espíritu, su voluntad, su mente, sus emociones y su carne) de tal manera que se requirió que en la encarnación se hablara de Jesús como si poseyera una identidad distinta pero no separada del Padre.
Así como nos encontramos con una distinción, pero no con una separación entre las dos naturalezas de Cristo, encontramos también una distinción, pero no una separación entre Dios y Jesús, o el Padre y el Hijo. Este punto de vista «no compromete la deidad de Cristo o el monoteísmo radical de la teología bíblica, pero sí da crédito a la integridad y autenticidad de su naturaleza humana [la de Jesús]. Cualquier otra explicación sí compromete la integridad de su divinidad o de su humanidad».
Todas las Escrituras anteriores, demuestran la relación entre la humanidad genuina y completa de Jesús (con su deidad latente en esa humanidad genuina) y el Espíritu trascendente del Padre. Ya que Jesús no se afianzó de su deidad con el fin de experimentar las limitaciones de la humanidad, Él necesitó de una relación con Dios.
Con base a su humanidad, Jesús pudo decir que su Padre es mayor que Él mismo. El Padre es mayor, no porque su deidad sea mayor que la de Jesús (Jesús es Yahvé en la carne), sino en el sentido de que el Padre (Dios como el Espíritu auto-existente) no está sujeto a ninguna de las limitaciones de la existencia humana como lo estuvo Jesús.
En la limitación voluntaria de su deidad, experimentó una vida como la de un hombre ungido por el Espíritu Santo, y por eso Jesús pudo decir que Él no podía hacer nada por sí mismo, sino lo que veía hacer al Padre. Jesús tuvo que confiar en su Padre, quien le enseñó y le mostró lo que Él quería que Jesús hiciera. En su humanidad, el conocimiento de Jesús era tan limitado que no sabía el día y la hora de su segunda venida.
¡Finalmente, en su humanidad genuina, se puede decir incluso que Jesús tenía a un Dios! La razón por la que Pablo casi siempre menciona en sus bendiciones a Dios el Padre y al Señor Jesucristo, se debe a que ahora conocemos a Dios en dos manifestaciones principales: Dios trascendente como el Espíritu auto-existente, y Dios inmanente tal como Él vino en carne para redimir nuestras almas.
Pablo y otros, no escribieron de esta manera para mostrar una separación en la Deidad, sino para mostrar la distinción entre la existencia como el Padre y como el Hijo, debido a la adición de la humanidad, y sin embargo, al mismo tiempo, la unicidad de la Deidad.
[1] Romanos 1:7; 1. Corintios 1:3; 2. Corintios 1:2; Gálatas 1:3; Efesios 1:2; Filipenses 1:2; Colosenses 1:2; 1. Tesalonicenses 1:1; 2. Tesalonicenses 1:2; 1. Timoteo 1:2; 2. Timoteo 1:1-2; 2. Pedro 1:1-2; 2. Juan 1:3; Judas 1:1.
[2] Segraves, 37.