LIBRO DE MIQUEAS EN LA BIBLIA, EL PROFETA DE LOS OPRIMIDOS
El profeta Miqueas
Miqueas fue contemporáneo con Isaías pero empezó su ministerio poco después de éste. Miqueas profetizó en los días de Jotam, Acaz y Ezequías, reyes de Judá, y en los días de Pekaía, Peka y Oseas, reyes de Israel. El fondo histórico de su profecía está escrita en 2 Crónicas, capítulos 26 hasta 33, y 2 Reyes, capítulos 15,16 y 17. Era oriundo de Judá, y profetizó tanto a Judá como a Israel. Sin embargo, sus profecías se referían principalmente a Israel.
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Hubo una marcada semejanza entre las profecías de Miqueas y las de Isaías. Compare Miqueas 4:1-5 con Isaías 2:1-4. Dios, quien habló a través de sus profetas por su Espíritu, a veces daba el mensaje a más de un profeta. El respeto de Ezequías para las profecías de Miqueas se convirtió luego en un medio indirecto para salvar la vida de Jeremías (Jeremías 26:14-19).
EL LIBRO DE MIQUEAS, EL PROFETA, CAPÍTULO 1
Profecía del profeta Miqueas: Castigo por los Pecados Nacionales
El primer mensaje de Miqueas estuvo inspirado por una visión del Señor hollando las alturas de la tierra, castigando los pueblos pecadores de Israel y Judá. El vio el castigo de Dios como un fuego devorador ante Él, y como las aguas que corren por un precipicio, arrastrándolo todo. Esto sucedería en, todo Israel debido a sus transgresiones.
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Las transgresiones de Israel (Jacob) se originaron en Samaria, la sede del gobierno por sus reyes, sacerdotes y falsos profetas. Este fue un cuadro de la caída de ambos, Israel y Judá. Israel caería primero, pero finalmente Judá también caería en cautiverio. Sus tierras serían devastadas, sus casas destruidas, y sus ídolos (imágenes) serían despedazadas (versículos 2-7).
El profeta Miqueas profetizaba sobre lamentos y duelo del pueblo
Miqueas profetizaba lamentos y duelo del pueblo cuando su reino cayera frente a sus enemigos. Israel había caído tan profundamente en la idolatría que su pecado era incurable, excepto por el cautiverio. Judá también se había contaminado con la idolatría de Israel (Jeremías 3:6-10).
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Miqueas contó al pueblo de Israel sobre la gran pena y duelo en que sería sumergido cuando el castigo de Dios cayera sobre ellos por sus pecados. Dijo que ellos se raparían la cabeza en señal de su gran pena. Ellos llorarían como una madre que llora por la muerte de sus hijos. Esto se cumplió en los días de Oseas, último rey de Israel (2 Reyes 17:3-18).
EL LIBRO DE MIQUEAS, EL PROFETA, CAPÍTULO 2: LOS PECADOS DE JUDÁ E ISRAEL
El profeta Miqueas profetizó aflicción
Miqueas profetizó aflicción sobre el pueblo de Israel que pensaba iniquidades en sus camas y cuando llegaba la mañana las ejecutaban. Practicaban todas las obras (pecados) de la carne (Gálatas 5:16-21; 2 Timoteo 3:1-5). Codiciaban el terreno y las casas de sus vecinos, e imaginaban planes en las noches para apoderarse de ellos mediante fraude o violencia.
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Los gobernantes y los líderes del pueblo frecuentemente se apoderaban de las heredades de los pobres, por lo que Dios les iba a enviar un mal que los traería bajo el yugo de la esclavitud. A cada familia se le había dado una heredad en la tierra que Dios les había dado, pero ahora no habría heredad para ninguno de ellos (versículos 1-5).
Los profetas de Dios eran odiados y deshonrados
Israel trató de detener a los profetas en sus profecías porque sus mensajes habían traído vergüenza y condena sobre ellos. El camino del Señor era muy estrecho para ellos. Ellos amaban el camino ancho que les permitía hacer todo lo que ellos deseaban (Mateo 7:13,14). Sin embargo, la palabra de Dios trajo bendición solamente para quienes habían caminado con rectitud.
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Ese pueblo que en el pasado había sido grandemente bendecido por Dios, se había convertido en su enemigo (Romanos 5:10; Colosenses 1:21, 22; Santiago 4:4). Ellos habían quitado las casas a mujeres con hijos. Esas casas no serían lugares de reposo para ellos, pues serían destruidos ellos y las casas (versículos 6-10).
Los verdaderos profetas de Dios fueron odiados y deshonrados por los gobernantes de Israel, pero los profetas falsos, que les decían lo que ellos deseaban escuchar, eran los profetas del pueblo. Sin embargo, aun cuando Israel se había alejado tanto de Dios, todavía existía un remanente recto entre ellos, y Dios prometió reunirlos como ovejas de su rebaño. Ellos también necesitarían ir en cautiverio con los inicuos, pero Dios iría con los fieles y los cuidaría (versículos 11-13).
EL LIBRO DE MIQUEAS, EL PROFETA, CAPÍTULO 3: LOS PECADOS DE LOS DIRIGENTES
Miqueas retrató a los príncipes y gobernantes opresivos y mercenarios y a los falsos profetas, como lobos que quitaban la piel de sobre los huesos del pueblo. Un tiempo de desgracia vendría sobre esos inicuos. “Entonces clamaréis a Jehová, y no os responderá; antes esconderá de vosotros su rostro en aquel tiempo, por cuanto hicisteis malvadas obras” (Miqueas 3:4).
Los falsos profetas llevaron a pecar al pueblo
Los profetas falsos habían llevado al pueblo al pecado, que sólo conllevaba a la destrucción. Su única preocupación por el pueblo era hacer mercancía de ellos… “y claman: Paz, cuando tienen algo que comer, y al que no les da de comer, proclaman guerra contra él.” Dios prometió una noche muy oscura para los falsos profetas y para aquellos a quienes engañaban, cuando no hubiera ninguna respuesta de Dios (versículos 5-7).
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Miqueas les declaró que sus profecías de los castigos de Dios que caerían en Judá e Israel, eran del Espíritu del Señor. Condenó a los gobernantes tanto de Israel como de Judá por su odio hacia la equidad y justicia. Construyeron a Sion y Jerusalén con iniquidad y sangre.
El mensaje de Dios por medio del profeta Miqueas
Sus gobernantes juzgaron solamente por dinero y soborno; sus sacerdotes enseñaban por precio; y sus falsos profetas adivinaban por dinero, mientras que sostenían que el Señor estaba con ellos y ningún mal les vendría. Pero el verdadero mensaje de Dios por Miqueas era que Sion sería arada como campo, y Jerusalén llegaría a ser montones de ruinas, y el monte de la casa (el templo) como cumbre de bosques (versículos 8-12).
EL LIBRO DE MIQUEAS, EL PROFETA, CAPÍTULO 4: REINADO UNIVERSAL DE JEHOVÁ
El profeta Miqueas y su mensaje de esperanza
Después del mensaje de Miqueas del castigo (capítulo 3), él dio un mensaje de esperanza tanto a Israel como a Judá. Leemos en Isaías 26:9: “Con mi alma te he deseado en la noche, y en tanto que me dure el espíritu dentro de mí, madrugaré a buscarte; porque luego que hay juicios tuyos en la tierra, los moradores del mundo aprenden justicia.” Los pueblos de Israel y Judá aprendieron justicia y el temor del Señor en sus problemas en la tierra de cautiverio. De esto podemos aprender que hay esperanza para el pueblo de cada edad que escuche las lecciones de Dios sobre la verdad y justicia, aprendidas a través de sus juicios y castigos.
Miqueas vio desde el fondo oscuro de los dos cautiverios hacia el brillante día en un futuro distante. El templo de Salomón sería destruido, pero el Señor construiría un templo indestructible y perpetuo (I Corintios 3:16, 17; 6:19, 20; 2 Corintios 6:16; Efesios 2:19-22).
El templo de Dios que es su reino espiritual (Romanos 14:17; Colosenses 1:13, 14), no será jamás destruido (Daniel 2:44, 45). Cuando Jesucristo llegó con el evangelio de la salvación para todos los hombres, muchos israelitas lo aceptaron, pero Israel, en su totalidad, lo rechazó y fue cortado como nación, hasta que acepten a Cristo como su Señor y Salvador (Romanos 11:1-6,13-27).
Este mensaje de Miqueas (versículos 1-8) preveía los días del reino milenario de Cristo en la tierra (Apocalipsis 20:1-6). Será un tiempo sin guerra. No habrá nada que temer, pues satanás estará atado. La maldición del pecado tendrá que ser levantada de la tierra (Isaías 11:1-9; 65:17-25).
De la Escritura se entiende que los santos glorificados de Dios (la novia de Cristo) reinarán con él durante mil años (Mateo 19:2729). Ellos serán arrebatados cuando Cristo venga para levantar su iglesia (1 Corintios 15:50-57; Apocalipsis 19:7-9), y regresarán con el Señor cuando venga a rescatar el pueblo de Israel y destruir los ejércitos del anticristo en la batalla de Armagedón (Zacarías 14:1-9; Apocalipsis 19:11-21; 20:1-10).
Israel, después de su milagroso rescate en Armagedón, aceptará a Jesús como su Señor y Salvador (Ezequiel 38:14-23; 39:17-29; Isaías 25:6-9; Apocalipsis 19:17-21). Algunas referencias del Antiguo Testamento implican que también habrá gente mortal viviendo en la tierra durante el reino de Cristo de mil años, y que el nacimiento y la muerte continuarán (Isaías 11:6; 65:20).
EL LIBRO DE MIQUEAS, EL PROFETA, CAPÍTULO 5: NACIMIENTO DEL MESÍAS
Miqueas profetizó aquí que las tropas de Nabucodonosor sitiarían a Jerusalén, la tomarían y demolerían, y se llevarían a gran parte del pueblo a Babilonia. Dijo: “Rodéate ahora de muros, hija de guerreros; nos han sitiado; con vara herirán en la mejilla al juez de Israel” (versículo 1). En primer lugar, esto quizás se refería a la herida se Sedequías, último rey de Judá, pero fue más ciertamente profético de la herida de Jesús antes de su crucifixión (Mateo 26:67; 27:30).
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Miqueas profetiza el lugar del nacimiento del Mesías
Judá iba a ser herida y llevada a Babilonia dentro de 135 a 140 años a partir de la profecía de Miqueas. Pero había una gran victoria que le llegaría en un futuro distante. Miqueas es el único profeta que predice el lugar de nacimiento de Cristo (versículo 2).
Belén Efrata (de Judá), a seis millas aproximadamente al sur de Jerusalén, era pequeña en comparación a muchas de las ciudades de Judá, pero de gran importancia como lugar de nacimiento del Mesías, el Rey eterno de Israel. El cumplimiento de esta profecía es bien conocida hoy (Mateo 2:1-12; Lucas 2:1-20).
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Miqueas dijo que Dios pondría a su pueblo en manos de sus enemigos y que a través del sufrimiento, aprendería la fe y el temor de Dios, y fuesen curados de la idolatría (versículo 3). Sin embargo, él, quien debía gobernar a Israel con un reino perpetuo era quien debería redimir eternamente a su pueblo del pecado y del infierno mediante su propio sacrificio (Hebreos 2:14-17). Él será engrandecido hasta los fines de la tierra, porque Él sería la paz de su pueblo y les daría la victoria sobre todos sus enemigos (versículos 4, 5). Jesús, el Mesías prometido,vendría en la fuerza y majestad del nombre del Señor (Isaías 7:14, 9:6, 7; Lucas 1:26-35, 67-75).
Sin embargo, antes de la llegada de Cristo, los israelitas arrepentidos permanecerían esparcidos entre las naciones paganas durante un largo período. Ellos serían como el rocío de Jehová y como lluvia sobre la hierba de los paganos. En las tierras de su cautiverio, Dios los hizo evangelistas a través de los cuales el demostró su realidad y poder (Daniel 2:27-30; 3:14-28; 6:3-26). El hizo que los adversarios de Israel se convirtieran en amigos a quienes mucho respetaban. Muchos paganos se convirtieron a la fe en el Dios de Israel (Esdras 1:1-3). Cuando llegó Cristo, había muchos prosélitos de la religión judía en todas las naciones (Hechos 2:6-12).
Miqueas profetizó sobre la transformación del pueblo de Israel y de Judá
Miqueas profetizó sobre la transformación del pueblo de Israel y Judá, cuando ellos, en cautiverio, regresarían al Señor Ya no usarían el sistema pagano de caballos y guerreros en las batallas. Cuando el remanente regresara a su tierra natal, después de setenta años en cautiverio, ellos destruirían las ciudades que habían sido profanadas con altares a ídolos. Ellos se alejarían de sus brujerías, adivinadores e ídolos, y no idolatrarían la obra de sus propias manos (los dioses hechos por ellos mismos). La venganza y los castigos de Dios sobre los paganos quizás ocasionaron que muchos de ellos regresaran a la fe en el Dios de Israel (versículos 10-15).
LIBRO DE MIQUEAS, EL PROFETA, CAPÍTULO 6: LA CONTROVERSIA
El siguiente mensaje de Miqueas era en contra de la hipocresía religiosa del pueblo de Israel (versículos 1-16). El les recordó la liberación de sus antepasados de la esclavitud de Egipto, y de cómo los había llevado, por las manos de Moisés, hasta el desierto. Había suministrado todos sus alimentos, los había liberado de sus enemigos, y finalmente los había traído a la tierra prometida.
Los hijos de Israel ofrecían muchos sacrificios, realizaban muchas de las ceremonias de la ley de Moisés, e hipócritamente servían a Jehová, mientras que ellos idolatraban ídolos y practicaban todos los pecados de los paganos.
El Señor no estaba contento con sus sacrificios y profesiones. Miqueas les dijo: “Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: Solamente hacer justicia y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios” (versículo 8).
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Miqueas luego reprobó al pueblo por su medida escasa por la cual vendieron al necesitado, sus balanzas falsas y bolsas de pesas engañosas y tratos comerciales fraudulentos. Sus hombres ricos hablaron mentiras y estaban llenos de violencia.
Como castigo por sus pecados, el Señor los enfermaría y asolaría. Su alimento no los satisfacía; ellos sembrarían los olivos pero no obtendrían aceite, y tendrían vino dulce pero no podrían beberlo. Una vida de pecado no puede satisfacer. El pueblo de Israel no podría gozar de las cosas que buscaban, porque vivían según las normas y estatutos de Omri y la casa de Acab (1 Reyes 16:25-33).
LIBRO DE MIQUEAS, EL PROFETA, CAPÍTULO 7: LA VOZ DEL REMANENTE
Miqueas se sentía abandonado porque no había hombres rectos en Israel con quien él pudo confraternizar (versículos 1 y 2). El deseaba el primer fruto (De rectitud), pero la tierra estaba vacía de rectitud así como queda cuando han recogido los frutos del verano.
Parecía que en la tierra no habían quedado hombres buenos, y los paganos no se tenían confianza unos a otros. Todos los hombres trataban de conseguir del otro lo que pudieran, aunque fuera su hermano. En sus vidas voraces, egoístas y pecadoras, ellos hicieron mal con ambas manos.
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Nadie hacía un servicio sin ser pagada una suma exorbitante. “El mejor de ellos es como el espino; el más recto como zarzal; el día de tu castigo viene, el que anunciaron tus atalayas; ahora será su confusión” (versículo 4). No se podía confiar en nadie, ni siquiera en miembros de la familia (versículos 1-6).
Parece que Jesús había enviado a los doce discípulos, a quienes había escogido para que fuesen sus apóstoles, para evangelizar en una situación similar (Mateo 10:16-22). Podemos comprender que el gran día del castigo de Dios sobre el mundo está cerca, porque hoy en día existen muchos lugares que responden a la descripción de Miqueas de paganismo.
Al igual que el profeta Miqueas debemos mirar y esperar en el Dios de Salvación
Gracias a Dios, porque nosotros, como el profeta Miqueas, podemos mirar al Señor y esperar por el Dios de nuestra salvación. El nos oirá (versículo 7).
A pesar del paganismo de Israel en los días de la profecía de Miqueas, siempre había un remanente de fe entre el pueblo. Los fieles tuvieron que ir al cautiverio y sufrir con los impíos, pero tuvieron la esperanza de las promesas de Dios de librarlos. Muchos perversos que fueron al cautiverio se arrepintieron y llegaron al Señor desde Sida y otros lugares; de mar a mar, y de monte a monte, dondequiera que habían sido diseminados entre las naciones (versículos 7-13).
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Dios apacentó su pueblo de heredad con su cayado (De castigo) por lo cual muchos regresaron a él. El prometió llevarlos fuera del cautiverio, así como cuando salieron de Egipto. Las naciones de nuevo verían trabajando el poder de Dios entre su pueblo y ellos temerían (versículos 14-17).
Al debido tiempo, Dios vendría a su pueblo y al mundo a través de Cristo, para redimirlos de sus pecados, y darles Su poder de vida en el Espíritu Santo. Por el poder del Espíritu Santo, ellos podrían dominar sus iniquidades.
Nuestro Dios es un Dios de compasión y misericordia, deseando perdonar cuando el pueblo se arrepiente de ser pagano y pide misericordia (versículos 18-20). Dios ha cumplido su promesa a Abraham (Gálatas 3:16).