RENACIMIENTO PENTECOSTAL

EL RENACIMIENTO DE PENTECOSTÉ

Para la mayoría de estudiosos del nuevo testamento, el día de pentecostés representa el verdadero nacimiento de la iglesia cristiana. Fue en ese día tan especial cuando se cumplió la promesa que Jesús había hecho a sus discípulos momentos antes de ascender en gloria:

«…recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra» (Hechos 1:8)

Por lo general, cuando se menciona la función del Espíritu Santo operando en la iglesia, casi siempre va acompañado de la palabra griega dunamis que se traduce como un poder que da capacidad para llevar a cabo cualquier cosa.

Veamos algunas de las manifestaciones de ese poder transformador que acompañan a la llenura del Espíritu Santo.

PENTECOSTÉS TRAE CONSIGO LIBERACIÓN

La ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús hace a los hombres libres, «y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad». Él es el Espíritu de poder y la primera demostración de poder es la emancipación. Él rompe el poder del pecado. No hay esclavitud de la cual Él no pueda liberar. Él rompe las cadenas del alma y abre las puertas de la prisión a los redimidos.

La salvación puede venir, bien como el estruendo de un veloz viento, o bien como una brisa de la mañana o la luz de la aurora. Viene para librar a los hombres de la esclavitud y la condenación. Es el evangelio de libertad para todos los que se encuentran aprisionados en sus pecados.

No hay esclavo que el evangelio no pueda salvar. La más grande liberación es la de la impotencia moral de la doble personalidad, del capítulo 7 de Romanos. La medida de su consumación está descrita en las palabras: «Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús…» Los hombres son liberados de todo los que pueda acarrearles condenación.

PENTECOSTÉS TRAE VITALIDAD ABUNDANTE

Nuestro Señor vino para que podamos tener vida, y vida en abundancia. Esa vida se encuentra en el don del Espíritu Santo. El don de Dios es el agua viviente brotando como un manantial para vida eterna. El agua de vida es el agua de la vitalidad de la eterna fuente de la vida.

La ley es buena, pero débil en la carne e inefectiva en la flaqueza humana. El Espíritu Santo fortalece el ser interior, santifica su naturaleza, despierta sus poderes, vitaliza sus cuerpos mortales e irradia sus vidas. Viven la vida que puede llamarse vida de verdad.

La experiencia de pentecostés convierte a los creyentes anémicos en santos exuberantes. Los que coontemplaban a los creyentes después de la experiencia de pentecostés decían que estaban embriagados, y en cierta forma lo estaban, pero no con vino. Estaban llenos de vitalidad.

La experiencia de pentecostés despierta la vida interior del hombre, vitaliza sus poderes latentes y hace que cada don y cada facultad rindan al máximo. Todos aquellos que desean tener una vida abundante, victoriosa, gloriosa y llena de satisfacción, deben acercarse a pentecostés.

La vida es la mejor medicina para cualquier clase de enfermedad. Cura todos los males, termina con todo el decaimiento y conquista la muerte.

PENTECOSTÉS TRAE ENTENDIMIENTO

¿De dónde sacó Pedro el mensaje que predicó el día de Pentecostés? No lo leyó de ningún manuscrito preparado. Este apóstol pescador siempre nos sorprende con las cosas que él sabe. ¿Quién le enseñó? ¿Cómo conocía el significado oculto de la profecía? ¿Cómo pudo entender la filosofía de la historia para poder decir con certeza las cosas que decía?

¿Cómo Pedro llegó a entender el significado de la cruz y a descubrir la explicación de la resurrección del Señor Jesús de entre los muertos? ¿Quién le instruyó a cerca de estas cosas? El maestro dijo como llegó él al conocimiento de que Él era el Cristo, el Hijo de Dios; y esta explicación aclara todo lo demás.

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Pedro habla todas esas cosas espirituales tan profundas por medio del Espíritu de sabiduría y de revelación. El Espíritu de verdad guía a toda verdad. Sabemos por medio del Espíritu que somos hijos de Dios y coherederos juntamente con Cristo.

El Espíritu mismo es nuestro testigo. Sabemos que el mundo entero espera la revelación de los hijos de Dios. Sabemos que «todas las cosas cooperan para bien de los que aman a Dios, de los que son llamados conforme a sus propósitos»

Sabemos que no corremos la misma suerte que los demás en el día de la adversidad. Conocimos a Dios y las cosas espirituales profundas. Sabemos que somos salvos por la eternidad y que estaremos aprobados en Cristo ante el trono de Dios. Nadie podrá acusar en nada a los escogidos de Dios.

«Nada nos puede separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús». El Espíritu conoce las cosas profundas de Dios, y toma de las cosas de Cristo y las revela a aquellos que le han recibido. Él es el Espíritu de sabiduría y de revelación. Él nos guía a toda verdad y a una sabiduría práctica. Él hace que los hombres sean sabios con la sabiduría que viene de arriba.

PENTECOSTÉS TRAE UNA NUEVA COMUNIÓN EN LA ORACIÓN Y PODER

«Y de igual manera, también el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues que hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Y el que escudriña los corazones sabe cual es la mentalidad del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos». Este es el secreto de la oración que prevalece.

Traer poder fue la promesa específica de Cristo: «pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra». (Quizás te puede interesar: El Poder de la Oración)

El testimonio prevalece sobre el enemigo: «somos más que vencedores dice el apóstol Pablo; y Juan adjudica la victoria al testimonio: «y ellos le han vencido por medio de la sangre del cordero y de la palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte» (Apocalipsis 12:11). El Espíritu de poder nos es conferido para que tengamos poder.

PENTECOSTÉS TRAE EL FUEGO DE DIOS Y PASION POR LAS ALMAS

El fuego es el símbolo escogido del cielo para la pasión moral. Es la misma emoción inflamada. Dios es amor; Dios es fuego. Los dos son uno. El Espíritu Santo bautiza en fuego. Las almas llenas del Espíritu Santo arden de amor para con Dios. Aman con un amor que ilumina, un amor radiante. El amor es perfeccionado en el fuego de Dios. Nada puede separarnos del amor de Dios.

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Pentecostés trae pasión. El capítulo 8 se derrama en el capítulo 9 de Romanos. La experiencia se consuma en angustia y lágrimas por los perdidos. No hay mejor prueba de la gracia que la actitud hacia los perdidos. Pentecostés nos lleva de vuelta al Getsemaní, pues nos bautiza con el bautismo de Cristo en su pasión redentora. 

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