REFLEXIÓN SERVIR CON HUMILDAD (Servicio y humildad)

TEMA CRISTIANO SOBRE LA HUMILDAD Y SERVICIO

Un sermón sobre la humildad y el servicio

Había pasado muchos años que no llovía, pero después comenzó a llover tanto que no se podía arar la tierra para sembrar. Como hijo mayor, tenía que organizar a todos los siervos para trabajar en la parcela de aquella provincia.

Así que araron la tierra. Para tenerla lista necesitaban doce yuntas de bueyes y doce siervos. El joven seguía arando y ya el día estaba para declinar. Este rancho un día sería de él; llegará a ser un hombre de recursos y se sentará entre los ancianos del pueblo, como lo hacía su padre Safat.

El futuro, aunque era un sueño, era brillante. De repente ve un hombre que viene de lejos. Se veía cansado del viaje y ya avanzado en años. El joven quitó su vista y siguió arando la tierra con sus bueyes.

De repente, sintió algo en su hombro. Era un manto que cayó sobre él, y el anciano viajero se regresa por el camino. Eliseo sabe lo que el manto significa: Ahora en vez de dirigir siervos, sería él mismo un siervo, y en vez de sentarse entre los ancianos, lavaría las manos de un anciano profeta.

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Ahora en vez de ser un heredero de la hacienda, sería un peregrino sin casa y sin bienes. Ese día Eliseo celebró su graduación con el arado y el yugo que nunca más necesitaría. Y ese mismo día hizo una fogata, mató los dos bueyes y dio de comer a toda la gente.

Eliseo había pasado de las cosas grandes a las cosas pequeñas. Muchas veces a través de nuestra vida, y especialmente por la causa de los tiempos que estamos viviendo, corremos el riesgo de olvidarnos de las cosas pequeñas. Pensamos que la vida siempre debe ser en lo grande. Pensamos en grande, soñamos en grande y vivimos en grande.

Hermanos, pensemos en la importancia de las cosas pequeñas. ¿No es cierto que si va a la playa, usted no busca lugares donde hay piedras rocosas, pero busca lugares donde hay arenilla? También preferimos las brisas que los soplos de un huracán.

Preferimos comer la miel de abejas que la leche de elefantes. También se puede notar que las melodías más hermosas y más dulces vienen de los pájaros más pequeños. ¿Cuándo han oído ustedes cantar un águila o un pavo como canta un canario? Tengamos en cuenta que las cosas pequeñas son las que más nos encantan. Cuando queremos dar un regalo especial, damos un perfume que viene en un frasco pequeñito.

Todo tiene su lugar, y lo cierto es que las cosas grandes se forman de las cosas pequeñas. La escritura misma enfatiza en Zacarías 4:10 «No menosprecies el día de las cosas pequeñas» (También te invito a leer: 7 Razones para Practicar el Lavado de Pies Según la Biblia)

Pero también son cosas pequeñas las que nos molestan. ¿Has tenido una piedrecilla en el zapato, o que tal una piedrecilla en los frijoles? Más casas son destruidas por un comején que por un terremoto. Sabemos que con un pequeño fósforo podemos quemar un bosque.

Podemos escaparnos de un hipopótamo pero no de un mosquito. Cuando desearon construir un canal sobre el istmo de Panamá, hombres y maquinarias desafiaron las grandes montañas y rocas; pero fracasaron porque el problema no estaba en las montañas, sino en los mosquitos que mataron miles de hombres, a través de la fiebre amarilla que transmitían.

Una hacha puede tumbar un gran árbol. Si te falta la llave del carro no puedes mover tremenda máquina. Una cadena, con un eslabón que es débil, toda la cadena es inservible.

De igual manera, cómo pasaremos nuestra eternidad puede depender de una pequeña decisión que hagamos. Una noche, un misionero pionero llegó a una iglesia en Inglaterra para tratar de animar a alguien que fuera a la obra misionera  en el África. Por causa del mal tiempo, pocas personas fueron esa noche, y lo que más preocupó al misionero fue que las pocas que fueron eran mujeres.

El texto que había escogido para su mensaje era Proverbios 8:4 «Hombres a vosotros hablo». No se fijó que allí había un jovencito que había venido para ayudar al organista a bombear el aire del órgano. Cuando el misionero hizo el llamado, ninguno respondió; pero ese joven sintió el llamado y se preparó como médico y dedicó toda su vida ayudando la obra en África. Ese joven fue David Livingston, uno de los más renombrados misioneros de la historia.

Recordemos el caso de Elías. Cuando Dios se manifestó a él, no fue en un terremoto pero en un silbido apacible. Cuando Jesús quiso alimentar a cinco mil personas, los alimentó con una pequeña comida de cinco panes y dos peces.

La Biblia nos da ejemplos en donde se usaron cosas pequeñas para hacer cosas grandes: David solo tenía un honda y mató un gigante: Moisés usó una vara y abrió un camino en el mar; Dorcas usó una aguja para hacer grandes cosas; Rahab, por medio de un cordón rojo salvó su vida. Estas minúsculas lograron mayúsculas a través de Dios. Y hablando de cosas pequeñas, los dos conceptos más importantes a los que me refiero son: La humildad y el servicio.

LA HUMILDAD

Permítame ilustrarlo: La Biblia dice: «Antes del  honor es la humildad, y antes de la caída es la soberbia» (Proverbios 16:18). Tenemos que evitar el síndrome del «yo» del gran Nabucodonosor. No pienses que eres número uno, ni te creas ser el único grano de arena en toda la playa; y no vengas a ser como el cuento del gallo que se creía que el sol salía todas las mañanas solo para oírlo cantar; o como la historia de un pájaro carpintero que estaba tallando un tronco de un árbol seco y comenzó a relampaguear, pero al pájaro no le importó y siguió tallando. De pronto cayó un rayo en el tronco, y el tronco se rompió y se hizo mil pedazos. Milagrosamente, el pajarito no se lastimó, salió volando y gritando; y si hubiera sido un humano, hubiera dicho así: «¡Fíjense todo lo que acabo de hacer; miren lo que yo hice!»

Es importante recordar que algún día serás un líder o presidente de algo. Quiero compartir una historia por si algún día tu posición llegue a subir a otros niveles. Esto te ayudará a mantenerte humilde. Un día un niño llegó a casa y dijo: «¡Mamá, fíjate que me acaban de nombrar como presidente del club de muchachos!». La madre le dijo: «¡Felicitaciones mi amor! ¿Pero por qué te dieron ese alto honor y esa gran responsabilidad?». Él contestó: «Bueno mamita, es que éramos tres muchachos en el club. Primero me querían nombrar de secretario, pero no se escribir ni leer. Después me quisieron nombrar de tesorero, pero no se contar. ¡Así que como no les tocaba otra, me nombraron el presidente!»

Hace algún tiempo escuché otra historia que enfatiza el punto de la humildad: Dos muchachos trabajaron duro construyendo un pequeño barquillo que sería movido a vapor. También instalaron in pito de vapor que un chatarrero les había regalado. Finalmente llegó el día en que podían poner a trabajar el barquillo. La caldera estaba cargada de vapor, pero antes de ponerlo en el lago y lanzarlo, dieron un jalón al pito par inaugurarlo, y de veras que sí se oyó un trompetazo. Solo había una dificultad: Habían usado tanto vapor para sonar el pito que no quedó vapor suficiente para mover el barquillo. ¡Deje que otros te alaben y no tu propia boca! Salgamos de la iglesia con el espíritu de Jesús. Él fue humilde, aún siendo él el Rey de Gloria.

Un día, un padre y su hijo pequeño caminaban por las calles de Nueva York, y veían esos grandes rascacielos. Se detuvieron a mirar lo alto de un edificio, cuando el niño le dijo: «¿Papi, qué hacen esos niños allá arriba?». Su padre le replicó: «Hijo, esos no son niños, son hombres grandes que están limpiando los vidrios». El niño preguntó: «¿Y por qué se ven tan pequeños?». Su papá contestó: «Porque están muy arriba». Después de una pausa dijo el niño: «Papi, entonces si llegan al cielo no se verá nada de ellos». Es cierto que cuando estamos más cerca de Dios, se debe ver poco de nosotros y mucho de Dios. Mantengamos el compromiso de ser humildes. Entre más arriba estés, más pequeño te debes ver.

EL SERVICIO

Hablemos un poco del servicio. Un hombre caminante tenía mucha sed y no encontraba agua para beber. De pronto vio una casa abandonada con una bomba de agua. Trató de sacar agua con la bomba, pero no podía. Miró al lado y vio un jarro lleno de agua con una nota que decía: «Para que trabaje la bomba tiene que verter el agua del jarro en la bomba». Y así lo hizo y sacó mucha agua del pozo. Antes de seguir su camino, llenó el jarro de agua y agregó la siguiente nota: «Creáme que tiene que darlo todo, para poder recibir mucho». La Biblia lo dice así: «Más bienaventurado es dar que recibir».

El éxito en la vida no está en lo mucho que gano o tengo, pero en lo mucho que doy. En mi vida descubrí lo siguiente: Lo que gasté, lo tuve. Lo que retuve lo perdí. Pero lo que di, todavía lo tengo. A veces decidimos que a menos que nos pongan a hacer algo grande, no haremos nada. Hay que servir sin conveniencia, amar sin condiciones y sembrar en el surco de la necesidad del otro.

Eliseo dejó atrás su gran sueño y su posición, y corrió atrás del anciano profeta. Ese día era el día de las cosas pequeñas, pero pronto las cosas pequeñas se transformaron en cosas grandes. La Biblia narra que Eliseo recibió una doble porción del espíritu que moraba en Elías. Ahora en vez de tener sueños, tenía visiones; en vez de seguir los bueyes, Eliseo seguía a Dios; en vez de sentarse con los ancianos del pueblo, es recordado por todos en la historia, por los milagros que a través de él comenzaron a suceder: Los muertos resucitaron, leprosos fueron limpiados y aún después de su muerte, sus huesos resultaron en milagro.

Servir con un espíritu de humildad

El éxito de la vida no consiste en cuántos años tienes, ni cuánto dinero tienes, ni cuan famoso eres, sino en el espíritu de humildad y servicio que exhibes durante tu vida. Y al final de la jornada serás bienvenido con las siguientes palabras: «Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu Señor» (Mateo 25:21).

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