El candelero de oro en la Biblia

El candelero de oro y sus partes

En medio del mobiliario sagrado del tabernáculo de Moisés, uno de los elementos más fascinantes y cargados de simbolismo es el candelero de oro. Más que una fuente de luz física en el Lugar Santo, este candelabro —hecho de oro puro y trabajado con extrema precisión— representa verdades espirituales profundas sobre la naturaleza de Dios, la obra de Cristo y el papel de la iglesia.

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Descrito detalladamente en Éxodo 25:31-40 y mencionado nuevamente en Levítico 24:1-4, el candelero no solo iluminaba el santuario, sino que simbolizaba la presencia continua de Dios, la santidad, y la revelación de Su Palabra. A través de su diseño, función y mantenimiento constante, se revela un poderoso mensaje: Dios es luz, y Su luz nunca se apaga.

Este estudio bíblico explora el significado del candelero desde su construcción hasta su proyección profética en el Nuevo Testamento, donde Jesucristo se revela como la luz del mundo (Juan 8:12). Acompáñanos a descubrir cómo este objeto antiguo sigue hablándonos hoy, inspirándonos a mantener nuestra lámpara encendida por el poder del Espíritu Santo y a reflejar la gloria de Dios en un mundo que necesita luz.

Significado Bíblico del Candelabro del tabernáculo

En Éxodo 25:31-40, Dios da instrucciones precisas sobre la construcción del Candelero de Oro (o Candelabro), una de las piezas más significativas del mobiliario del tabernáculo. Este candelero tenía la función de proporcionar luz en el Lugar Santo, permitiendo que los sacerdotes pudieran servir y ministrar en la presencia de Dios.

El Candelero de Oro se colocaba en el lado sur del tabernáculo, directamente frente a la Mesa de los Panes de la Proposición, que estaba al norte. De modo que, al entrar en la tienda, el candelero quedaba a la izquierda, emitiendo su luz sobre el espacio sagrado. Aunque la Biblia no detalla su forma exacta ni sus dimensiones, la tradición judía sostiene que medía aproximadamente 1.5 metros de alto y cerca de un metro de ancho.

A lo largo de los siglos, muchos lo han representado con forma de menorá, es decir, con siete brazos: uno central y tres a cada lado. Sin embargo, esta es solo una de varias posibles interpretaciones visuales. Lo importante es que su diseño no fue producto de invención humana, sino que fue revelado por Dios, como una obra de arte santa y simbólica.

Características destacadas del Candelero (Éxodo 25:31-39)

«Harás además un candelero de oro puro; labrado a martillo se hará el candelero; su pie, su caña, sus copas, sus manzanas y sus flores, serán de lo mismo… De un talento de oro fino lo harás, con todos estos utensilios».

Este candelero fue confeccionado a partir de una sola pieza de oro macizo, lo que implicó una tarea artística y espiritual de altísima complejidad. Pesaba un talento completo de oro, equivalente a unas 75 libras (aproximadamente 34 kilos). Sus detalles incluían copas en forma de flores de almendro, así como manzanas y flores, todos tallados a martillo, lo cual demuestra la habilidad extraordinaria del artesano que lo realizó.

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Un símbolo de luz perpetua

Una de las instrucciones más importantes era que la luz del candelero debía permanecer encendida continuamente. Este mandato divino está registrado en Levítico 24:2-4, donde se ordena que los hijos de Israel lleven aceite puro de olivas machacadas para mantener las lámparas ardiendo sin interrupción. Esta tarea diaria recaía sobre Aarón y sus hijos, quienes debían encargarse del encendido y mantenimiento de las lámparas todas las tardes y mañanas como un estatuto perpetuo delante de Jehová.

«Sobre el candelero limpio pondrá siempre en orden las lámparas delante de Jehová» (Levítico 24:4).

Luz, incienso y adoración continua

La función del candelero estaba íntimamente relacionada con otras prácticas sagradas dentro del tabernáculo. Según Éxodo 30:7-8, el encendido de las lámparas se realizaba junto con la quema del incienso en el altar correspondiente. Esta sincronización diaria aseguraba que siempre hubiera luz, oración (incienso) y alimento espiritual (pan) delante del Señor.

«Y Aarón quemará incienso aromático sobre él; cada mañana cuando aliste las lámparas lo quemará. Y cuando Aarón encienda las lámparas al anochecer, quemará el incienso; rito perpetuo delante de Jehová por vuestras generaciones».

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Esta combinación de elementos—luz, incienso y pan—refleja el corazón mismo de la adoración continua a Dios: iluminación por medio del Espíritu y la Palabra, intercesión constante, y comunión diaria con el Señor.

Hanukkah: La fiesta judía centrada en el aceite de oliva

Una de las festividades más significativas del judaísmo es Hanukkah (o Janucá), también conocida como la Fiesta de las Luces o Fiesta de la Dedicación. Esta celebración conmemora un milagro relacionado con el aceite de oliva puro, el mismo tipo de aceite que se utilizaba para mantener encendido el Candelero del Lugar Santo en el tabernáculo y, posteriormente, en el templo.

El evento que dio origen a Hanukkah tuvo lugar durante el período intertestamentario, es decir, el lapso de aproximadamente 300 años entre el final del Antiguo Testamento y el inicio del Nuevo Testamento. Para entonces, el Tabernáculo de Moisés ya había sido sustituido por el Templo de Jerusalén. El primer templo fue destruido por los babilonios en 586 a. C., y más tarde reconstruido bajo la dirección de Nehemías y Esdras. Posteriormente, Herodes el Grande lo renovó ampliamente, convirtiéndolo en una de las edificaciones más majestuosas del mundo antiguo.

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La opresión de Antíoco Epífanes y la revuelta de los Macabeos

Durante este periodo, el rey Antíoco Epífanes, gobernante del imperio seléucida (Siria), invadió Jerusalén y profanó el templo. Colocó una estatua de Zeus en el lugar santo e incluso sacrificó un cerdo sobre el altar, una abominación para los judíos, ya que el cerdo era considerado un animal inmundo según Levítico 11:7.

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En respuesta a esta blasfemia, un sacerdote anciano llamado Mattatías Macabeo y sus hijos —especialmente Judas Macabeo— lideraron una valiente revuelta contra el dominio griego. Tras una serie de intensas batallas, los judíos lograron recuperar su independencia y purificar el templo.

El milagro del aceite y el origen de Hanukkah

Al intentar reconsagrar el Templo, los sacerdotes se enfrentaron a un problema: solo encontraron una pequeña vasija de aceite ritualmente puro, suficiente apenas para un solo día. Sin embargo, por intervención divina, ese aceite ardió durante ocho días, el tiempo necesario para preparar y consagrar nuevo aceite puro.

Este milagro dio origen a Hanukkah, una fiesta de ocho días en la que se celebra la fidelidad de Dios y su provisión milagrosa. Durante esta celebración, se enciende cada noche una vela en un candelabro especial llamado janukiá, recordando que la luz de Dios nunca se apaga cuando su pueblo lo busca con corazón sincero.

El simbolismo de la luz y su cumplimiento en Cristo

El candelero del templo, iluminado por el aceite milagroso, representaba que Dios es la luz y guía de su pueblo. Su llama perpetua era un testimonio visible de su presencia continua.

En el Nuevo Testamento, esta conexión se profundiza aún más. En Juan 10, se menciona que Jesús estuvo en Jerusalén durante la Fiesta de la Dedicación. Allí, en el pórtico de Salomón, proclamó verdades que revelaban su identidad divina. Ya antes había dicho:

«Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida» (Juan 8:12).

Para los creyentes, Hanukkah es un recordatorio profético: Jesucristo es la luz verdadera, la que ilumina toda oscuridad. Así como la luz del candelero iluminaba el Lugar Santo, la luz de Cristo alumbra nuestro corazón, guiándonos a la verdad, a la santidad y a la comunión con Dios.

¿Qué significa el candelero?

Significado bíblico del Candelabro (Éxodo 25:31-40; Levítico 24:1-4)

El candelero de oro, también conocido como menorá, fue una pieza central del Tabernáculo de Moisés, hecho para alumbrar el Lugar Santo, donde no había luz natural. Desde la creación, Dios estableció la luz como una necesidad esencial para la vida (Génesis 1:16), y en el Tabernáculo, la luz del candelero representaba la iluminación espiritual provista por Dios.

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A nivel simbólico, el sol (la luz mayor) representa a Cristo, el Sol de Justicia (Malaquías 4:2), quien volverá en gloria para reinar en justicia. La luna (la luz menor) es símbolo de la iglesia, que refleja la luz de Cristo en su ausencia, tal como se nos enseña en Mateo 5:14-16: “Vosotros sois la luz del mundo”.

A. El Candelero fue hecho de oro puro (Éxodo 25:31):

Se elaboró de un solo talento de oro (Éxodo 25:39), una cantidad considerable, lo que simboliza el valor y la divinidad de lo que representa.

Fue de obra martillada (v. 31), es decir, formado de una sola pieza bajo el golpe del martillo:

  • Esto tipifica a Cristo, quien fue “molido” bajo el juicio de Dios para que nosotros pudiésemos recibir la luz del evangelio (Isaías 53:4, 6, 10).
  • El candelero no fue hecho dentro del santuario, sino fuera y luego llevado adentro, aludiendo a que Cristo sufrió fuera de la ciudad (Hebreos 13:12) y después fue exaltado a la gloria (Hechos 1:9; 1 Timoteo 3:16).

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B. El candelero debía arder continuamente (Levítico 24:2)

  1. Era la única fuente de luz en el Lugar Santo, y su fuego debía mantenerse siempre encendido. Esto nos habla de la necesidad de una luz espiritual constante en nuestra vida, alimentada por el aceite del Espíritu Santo (Éxodo 27:20; Levítico 24:2).
  2. Su diseño era único, con detalles florales y copa en forma de almendra (Éxodo 25:33), lo cual destaca su belleza y simbolismo divino.

C. Su propósito era dar luz en el Lugar Santo (Éxodo 25:37)

  1. Dios es Luz (1 Juan 1:5), y todo lo que Él produce refleja santidad, pureza y verdad.
  2. Jesucristo es la Luz del mundo (Juan 8:12), y la Palabra de Dios también es luz (Salmo 119:105,130), iluminando tanto la santidad de Dios como el pecado del hombre.

D. El candelero no tenía medidas

  1. A diferencia de otros muebles del Tabernáculo, no se especificaron medidas del candelero, lo cual sugiere que la luz de Dios no tiene límites.
  2. En Cristo habita toda la plenitud:
    • De la Deidad (Colosenses 2:9)
    • De gracia y verdad (Juan 1:14,16)
    • De bendición por el evangelio (Romanos 15:29)
    • De gozo y del Espíritu Santo (Juan 15:11; Efesios 5:18)
    • De fe y certeza espiritual (Hebreos 10:19-22)

E. El candelero tenía seis brazos laterales y una lámpara central

  1. Los tres brazos a la izquierda pueden representar la luz profética, simbólica y de promesa desde la creación hasta la cruz.
  2. La lámpara del medio representa a Cristo, el centro de la historia redentora (Apocalipsis 1:12-18).
  3. Los tres brazos a la derecha representan la plenitud de la salvación neotestamentaria: el agua, el Espíritu y la sangre (1 Juan 5:8), que testifican de la verdad.

F. El Sumo Sacerdote debía preparar las lámparas cada mañana (Éxodo 30:7-8)

  1. Así como el sacerdote vigilaba el candelero diariamente, Cristo como nuestro Sumo Sacerdote nos examina por Su Palabra, a través del Espíritu (1 Corintios 11:31-32).
  2. El creyente también es como un candelero: su vida debe reflejar la luz del Espíritu Santo. Sin el aceite del Espíritu, no hay vida espiritual ni verdadera comunión con Dios.

Conclusión sobre el Candelero de Oro

El candelero de oro en el tabernáculo no era simplemente un objeto litúrgico; era un símbolo poderoso de la luz divina que guía, santifica y transforma. Su resplandor constante en el Lugar Santo no solo alumbraba físicamente, sino que representaba la presencia viva de Dios en medio de su pueblo, una presencia que no depende de la luz natural, sino del aceite espiritual: el Espíritu Santo.

A lo largo de toda la Biblia, desde el Antiguo hasta el Nuevo Testamento, este candelero nos apunta a Jesucristo, la verdadera luz del mundo (Juan 8:12), quien vino para disipar las tinieblas del pecado y revelar la gloria del Padre. Así como el candelero debía arder sin cesar, nuestra vida cristiana debe mantenerse encendida y nutrida por el aceite del Espíritu, brillando en medio de un mundo envuelto en oscuridad.

Además, el candelero nos recuerda que la Iglesia es llamada a ser luz (Mateo 5:14-16), no por su propia fuerza, sino reflejando a Cristo. Cada creyente es una lámpara en la casa de Dios, moldeado bajo el martillo del carácter, encendido por la fe, y sostenido por la Palabra y el Espíritu.

Que el mensaje del candelero nos impulse a vivir una vida de devoción, pureza y testimonio fiel, dejando que la luz de Dios fluya a través de nosotros para alumbrar a otros. Que nuestra lámpara no se apague, sino que arda con claridad hasta el día en que estemos en su presencia, donde ya no habrá necesidad de sol ni de luna, porque el Cordero será nuestra luz eterna (Apocalipsis 21:23).

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