Por: Jason Dull, Cristología: Jesucristo, completamente Dios y Completamente Hombre
LA HUMANIDAD DE CRISTO, ESTUDIO BÍBLICO
La humanidad de Jesucristo
La importancia dada a la deidad de Jesús, también debe ser puesta sobre su humanidad. La negación total o parcial de este aspecto de la persona de Cristo, ha causado también muchos puntos de vista heréticos en la historia de la iglesia, al igual que la negación total o parcial de su deidad.
Como dije en la introducción, la humanidad de Cristo no puede reducirse al mínimo bajo la excusa de no sacrificar su deidad. La encarnación es soteriológica, ya que afecta directamente nuestra salvación.
Sin su humanidad, Dios no podría habernos salvado y no podría ser nuestro Sumo Sacerdote. Más adelante expondré sobre esto con más detalle, pero por ahora basta con decir que Dios tuvo que hacerse un ser humano genuino, completo y auténtico, para poder redimir a los que son de la humanidad genuina, completa y auténtica.
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La humanidad de Cristo: Pablo contrasta a Adán con Jesucristo
Esto se explica en Romanos 5:12-21, donde Pablo contrasta a Adán con Jesús. Pablo llamó a Jesús el «postrer Adán» (1. Corintios 15:45-49). La analogía entre los dos, sólo se da en referencia a su impecabilidad y a su existencia como causada por Dios.
Incluso este último aspecto no tiene un paralelo exacto, porque Adán fue creado del polvo de la tierra, mientras que Jesús fue engendrado por Dios y concebido en el vientre de una mujer. El único paralelo real entre Adán y Jesús, es que ambos estuvieron libres del pecado.
Debido a que Adán perdió su vida sin pecado, por ser nuestra cabeza representativa trajo como consecuencia la maldición del pecado y de la muerte sobre toda la humanidad. Entonces Dios tuvo que venir como un hombre sin pecado, viviendo en obediencia perfecta como el «Dios-hombre», llegando incluso por su obediencia hasta la muerte de cruz (Filipenses 2:8).
Por esta razón, está ahora en condiciones de otorgar su justicia a todos aquellos que están sometidos por el dominio del pecado, revirtiendo así la maldición provocada por Adán, trayendo la vida física y espiritual en lugar de la muerte física y espiritual (Romanos 6:6, 6:9, 6:11, 6:14, 6:16-18, 6:20-23, 8:2). Jesús, el nuevo Adán, fue enviado para revertir los efectos del pecado cometido por el primer Adán. Esto sólo podía hacerse en la misma humanidad en la que Adán vino.
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Para ser un humano hay que tener cuerpo, alma y espíritu (1. Tesalonicenses 5:23). El hombre está hecho de una parte material (cuerpo) y una existencia inmaterial (alma y espíritu). Si Jesús es verdaderamente humano, esperaríamos encontrar testimonios bíblicos acerca de su posesión de estos dos componentes de la existencia humana, y el examen lo comprueba.
Jesús mismo dio testimonio de que Él tiene un alma, cuando dijo: «Mi alma está muy triste, hasta la muerte» (Mateo 26:38. Ver también Juan 12:27). En cuanto a su espíritu, Jesús le dijo a su Padre: «En tus manos encomiendo mi espíritu» (Lucas 23:46. Ver también Lucas 2:40, Marcos 8:12). Jesús no solo tiene un alma y un espíritu humano, sino que también tiene una voluntad humana.
Jesús dijo en Juan 5:30: «Yo no busco mi voluntad, sino la voluntad del Padre que me envió». En el Huerto del Getsemaní, antes de su crucifixión, Jesús oró: «Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya» (Lucas 22:42. Las cursivas son mías).
Del relato de Mateo, encontramos que Jesús realmente hizo esta oración tres veces (26:38-44). Este tipo de declaraciones de Jesús, solo nos pueden llevar a la conclusión de que Jesús tiene una verdadera voluntad humana que está separada, aunque completamente sometida a la voluntad de su Padre. De ninguna manera, el espíritu humano de Jesús sería reemplazado por un espíritu divino o una voluntad divina. Si este fuera el caso, Jesús no podía ser verdaderamente humano en absoluto.
La Humanidad de Cristo: Jesús Tuvo una Naturaleza Humana Completa
Jesús tuvo una naturaleza humana completa, que solo se diferencia de la nuestra en que Él fue librado del pecado por medio del nacimiento virginal y porque fue engendrado por obra del Espíritu Santo. Esto no lo hace menos humano que nosotros, porque sabemos que Adán y Eva fueron verdaderos seres humanos y existieron sin la naturaleza pecaminosa antes de su transgresión.
En todo caso, Jesús es más humano que nosotros, porque nosotros estamos manchados por la naturaleza pecaminosa. Vivimos una existencia que limita nuestra relación con Dios. Jesús no fue limitado por el pecado o afectado por sus efectos: la separación de Dios, la maldad, la morbosidad, etc.
Hay una gran cantidad de Escrituras referentes a esta importante verdad. Es importante porque Dios necesitaba de un sacrificio perfecto y puro para expiar el pecado. Un pecador no puede expiar los pecados de otros pecadores.
Romanos 8:3 dice: «Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne». (La cursiva es mía).
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La humanidad de Cristo: Jesús tomó participó de carne, pero sin pecado
La forma escogida por Pablo para expresar la humanidad de Cristo es muy precisa. Si Pablo hubiera dicho que Jesús vino «en carne de pecado», habría negado su impecabilidad. Si hubiera dicho que Jesús vino «en semejanza de carne», habría negado su auténtica humanidad. Pablo escogió la redacción que le permitió comunicar la verdadera naturaleza de la encarnación: Jesús tomó carne verdadera, pero sin pecado (Ver también Mateo 27:4, 27:19; Lucas 23:41; Juan 8:29, 8:46; 2. Corintios 5:21; Hebreos 4:15, 7:26; 1. Pedro 2:22; 1. Juan3:5).
En apoyo a la auténtica humanidad de Jesús, Hebreos 2:14 dice que Jesús participó de carne y sangre, de la misma manera como todos los seres humanos. El versículo diecisiete profundiza más detalladamente sobre esto, cuando el autor dice: «Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos…» (La cursiva es mía).
Juan creyó que la confesión de la auténtica humanidad de Jesús es de tal importancia, que él dijo que aquellos que la niegan tienen el espíritu del anticristo (1. Juan 4:1-3; 2. Juan 1:7). Para combatir la herejía del docetismo (una forma temprana de gnosticismo), que niega la realidad de la humanidad de Jesús, Juan afirmó que él y otros habían oído, visto, contemplado y palpado lo relacionado al Verbo de vida (1. Juan 1:1-3). La humanidad de Jesús no fue una mera farsa o fachada, sino que era cierta y auténtica en todos los aspectos.
La Biblia declara que Jesús era de la simiente de Abraham (Hebreos 2:16), y de la simiente de David (Juan 7:42; Hechos 13:22-23; Romanos 1:3; 2. Timoteo 2:8). «Semilla» es una expresión para «hijos» o «descendientes». Cuando se habla de Él como la simiente de Abraham, se le identifica como descendiente del pueblo hebreo (Juan 8:33, 8:37; Romanos 11:1-2; 2. Corintios 11:22).
Cuando se habla de Él como la simiente de David, se le identifica más específicamente poseyendo el linaje real de David. Debido a que Cristo vino a través del linaje de David, Él será capaz de gobernar como rey en el trono de David durante el Milenio.
Es en este momento que se cumplirá el pacto que Dios hizo con David, que un rey de su linaje reinaría en el trono para siempre (2. Samuel 7:8-19; Salmo 89:3-4, 20-37, 132:11; Jeremías 33:25-26). Si Jesús no fuera verdaderamente humano, no podría ser el rey de la casa de David. Pedro entendió que Jesús era el rey profetizado por David, y que Jesús era un ser humano verdadero, cuando dijo que David supo que «Dios le había jurado que de su descendencia, en cuanto a la carne, levantaría al Cristo para que se sentase en su trono» (Hechos 2:30)
El cumplimiento del pacto Davídico, es la razón por la que Mateo y Lucas hicieron mucho énfasis en la genealogía de Cristo al comienzo de sus versiones del evangelio. María estaba dentro del linaje de David, y aunque José no era el padre físico de Jesús, sino que era su padre adoptivo, también estaba en la línea de David. Por medio del nacimiento virginal a través de María, Dios fue capaz de calificar para la realeza de Jesucristo.
Debido a que Jesús provino de un ser humano, por necesidad recibió el ADN, los genes y los cromosomas humanos. La composición genética que recibió es la del linaje de Abraham, de Isaac y de Jacob. Jesús no sólo era humano, sino que también era judío, porque su madre y sus descendientes eran judíos. Jesús nació de una mujer judía, en la nación de los judíos, con las costumbres, los hábitos y la cultura judía. ¡Jesús fue un judío! Él parecía y actuaba como cualquier otra persona judía lo haría. Probablemente Jesús participó de las danzas folclóricas, asistió a los eventos sociales (Juan 2:1-2), y jugó con otros niños de su pueblo.
A pesar de que su concepción fue milagrosa, Jesús nació como nace cualquier otro ser humano. Él creció física, intelectual, social y espiritualmente como cualquier otro hombre (Lucas 2:40, 52). A veces tenemos la idea de que cuando Jesús salió del vientre de María, miró a María y le dijo: «¡Hola mamá, soy Dios!», y entonces tras cortarle el cordón umbilical, salió corriendo para predicarle al mundo.
Cuando Jesús nació, Él no sabía que era Dios manifestado en carne. Su mente humana no había llegado a conocer o a comprender esto todavía. Él se dio cuenta de esto en algún momento futuro. En la Biblia no se discute cuándo y cómo ocurrió esto, pero sí sabemos que Jesús fue consciente de su identidad por lo menos a la edad de doce años. Fue en ese momento que le dijo a María: «¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?» (Lucas 2:42, 49).
Jesús vivió una infancia como la de cualquier otro niño judío. Tuvo que aprender y memorizar las Escrituras hebreas, usar pañales, ser alimentado, aprendió a hablar, a caminar, aprendió un oficio y todas las otras cosas que los niños deben hacer.
Estoy seguro de que Jesús babeó sobre el hombro de María, y mojó sus pañales. Como carpintero seguramente se lastimó con astillas, y al golpear su mano con el martillo Él debió gritar. No estoy siendo un sacrílego sino veraz. ¡Esto es lo que debe haber sucedido!
Jesús experimentó las mismas limitaciones físicas que nosotros. Él experimentó el hambre (Mateo 4:2; 21:18), la sed (Juan 19:28), la fatiga (Juan 4:6) y necesitó dormir (Marcos 4:38). Su cuerpo humano funcionó de la misma manera que nuestro cuerpo humano.
La Biblia también describe a Jesús participando del mismo tipo de cualidades emocionales y sicológicas que se encuentran en otros hombres. Jesús no era el hombre inexpresivo, seco y estoico que suelen presentar en las películas.
La Biblia dice que Él se compadece de nuestras debilidades (Hebreos 4:15). Jesús pensaba, razonaba y sentía como cualquier otro hombre lo haría. Se registra que Jesús amaba: Por ejemplo, Juan 13:23 habla del apóstol «a quien Jesús amaba» (Ver también Marcos 10:21; Juan 11:3). Jesús tuvo compasión de aquellos que estaban en crisis o experimentando algún dilema (Mateo 9:36, 14:14, 15:32, 20:34), pero en otras ocasiones también se mostró alegre (Juan 15:11, 17:13; Hebreos 12:2).
No sólo nos encontramos con emociones positivas en Jesús, sino que también encontramos lo que podríamos llamar «emociones negativas». Jesús se enfadó y se entristeció con la dureza de corazón de los judíos (Marcos 3:5).
La Escritura dice que cuando los discípulos reprendieron a quienes trajeron los niños a Jesús, Él «se indignó» (Marcos 10:14). Esta frase viene del griego aganakteo, que significa «ser movido por la indignación». Esta misma palabra se usa en Mateo 20:24 para referirse a los sentimientos de los diez discípulos hacia Jacobo y Juan, después de que aquellos dos le pidieron a Jesús el sentarse a su derecha y su izquierda en su reino (Ver también 10:41).
Se usa también en Mateo 26:8, para mostrar el asombro y el enojo por el ungüento costoso que los apóstoles pensaron que se había «desperdiciado» cuando la mujer ungió los pies de Jesús con el contenido del frasco de alabastro. Esta palabra indica una aversión grave, con un toque de disgusto.
La Escritura también implica que en ciertos momentos Jesús no quiso estar solo. Jesús estaba triste y angustiado en su espíritu antes de su crucifixión (Mateo 26:37). En el huerto del Getsemaní, antes de ser traicionado, Jesús quería que Pedro, Jacobo y Juan lo acompañaran a orar (Marcos 14:32-34). Obviamente, Él no quería estar solo durante este tiempo doloroso. El contar con el conocimiento sobre lo que le iba a acontecer, había perturbado su alma y le causó gran dolor y pesadez (Mateo 26:37; Juan 12:27). En la cruz, Él exclamó: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?» (Marcos 15:34). Este es un grito humano que obviamente resulta de la sensación de soledad.
En dos ocasiones nos encontramos con Jesús en el templo de Jerusalén volcando las mesas de los cambistas (Primero – Juan 2:15; Segundo – Mateo 21:12, Marcos 11:15). Aunque la acción fue premeditada (pues se indica que Él primero se tomó el tiempo para hacer un azote de cuerdas – Juan 2:15), no fue realizada bajo algún tipo de rabia incontrolable. Sin embargo, esto demuestra el espectro emocional de Jesús.
Él estaba realmente enojado con el pueblo. Su cólera no significa que pecó, porque es posible estar enojado y sin embargo no cometer pecado (Efesios 4:26). La ira de Jesús fue contra el pecado y la hipocresía de aquellos que se decían ser santos y religiosos. A veces Dios es mostrado como estando enojado, y sin embargo sabemos que Él no peca en su ira, por lo que seguramente Jesús podía estar enojado y sin embargo aún ser libre de pecado (Salmo 106:40; Jeremías 4:4).
Jesús tenía limitaciones intelectuales. Aunque nosotros vemos a Jesús sabiendo cosas que están más allá del conocimiento humano, a veces también lo vemos ignorante en otros asuntos. El mismo Jesús que conocía los pensamientos de los hombres (Lucas 6:8, 9:47), con frecuencia es encontrado haciendo preguntas. No hay nada en el contexto que nos de alguna indicación de que Jesús hizo preguntas por cualquier otra razón, sino para obtener conocimiento de lo que Él no sabía.
Aquel Jesús que conocía que la mujer samaritana había tenido cinco maridos en el pasado y que en la actualidad estaba viviendo con otro hombre (Juan 4:18), fue el mismo Jesús que preguntó al padre del muchacho epiléptico, «¿Cuánto tiempo hace que le sucede esto?» (Marcos 9:21). ¡Honestamente Jesús no lo sabía!
El mismo Jesús que sabía que Judas lo traicionaría y que Pedro lo negaría (Mateo 26:25, 26:34), es el mismo Jesús que en otra ocasión declaró expresamente su falta de conocimiento acerca de su segunda venida, cuando dijo: «Pero de aquel día y de la hora nadie sabe, ni aun los ángeles que están en el cielo, ni el Hijo, sino el Padre» (Marcos 13:32). Jesús no estaba tratando de ocultar aquel día y hora a los discípulos, pues Él realmente no se los podía decir, ya que Él mismo era ignorante sobre este día y hora.
Cuando la mujer con el flujo de sangre tocó el borde del manto de Jesús, Él preguntó: «¿Quién ha tocado mis vestidos?» (Marcos 5:30). Él sólo sabía que alguien lo había tocado porque sintió que salió virtud de su cuerpo, pero no sabía quién era ese alguien. No fue sino hasta que la mujer se identificó, que Jesús fue consciente de quién era ese alguien.
Aunque a veces Jesús tuvo conocimiento de los hechos pasados, presentes y futuros, o de los motivos de los corazones de los hombres, otras veces estaba tan limitado en conocimiento como cualquier otro ser humano.
Jesús también tuvo una vida religiosa. Ya que voy a exponer más adelante sobre esto, me limitaré aquí a dar los hechos. La Biblia dice que Jesús fue a la sinagoga (el lugar de culto judío) de forma regular y habitual (Lucas 4:16). Él oró con regularidad y muy intensamente (Lucas 22:44) y oró toda la noche antes de escoger a sus doce apóstoles (Lucas 6:12). Jesús confió en Dios para fortaleza y orientación, de la misma manera que nosotros lo hacemos.