Que tu mano izquierda no sepa lo que hace tu derecha
El Evangelio de Mateo contiene muchas enseñanzas prácticas de Jesús para sus seguidores. Una de las más llamativas y profundas es esta declaración, contenida en Mateo 6:3: “Cuando des a los necesitados, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha”. Aunque esta frase es breve, está cargada de sabiduría y nos invita a reflexionar sobre cómo vivimos la generosidad y la humildad.
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Contexto de Matero 6:3: «Que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha»
Jesús pronuncia estas palabras en el Sermón del Monte, un discurso extenso en el que aborda cómo deben comportarse sus seguidores frente a Dios y al prójimo. En los versículos previos, Jesús advierte sobre el peligro de practicar actos de justicia con el objetivo de ser vistos y alabados por los demás. Afirma que quienes buscan reconocimiento humano ya han recibido su recompensa, pero quienes actúan en secreto serán recompensados por el Padre celestial, que ve lo que se hace en lo oculto.
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El mensaje de Jesús es claro: no hagas de tu generosidad un espectáculo. En una cultura donde las buenas obras podían ser vistas como un medio de prestigio y estatus, Jesús introduce un principio revolucionario: el valor de una acción no radica en su publicidad, sino en su sinceridad y discreción.
La intención del corazón
Cuando reflexionamos sobre esta enseñanza, es fundamental considerar la intención de nuestro corazón. Muchas veces, nuestras acciones están influenciadas por el deseo de reconocimiento. Incluso cuando hacemos el bien, podemos caer en la tentación de buscar aprobación o admiración de otros. Jesús nos llama a examinar nuestras motivaciones y a actuar por amor a Dios y al prójimo, no por vanagloria.
¿Cómo podemos saber si nuestras intenciones son puras? Una manera es preguntarnos: “Si nadie se enterara de esta buena acción, ¿seguiría haciéndola?” Esta pregunta nos confronta con nuestras verdaderas motivaciones y nos ayuda a enfocarnos en agradar a Dios, no a los hombres.
El acto secreto: un reflejo de fe
Cuando damos en secreto, demostramos nuestra confianza en Dios. Creemos que Él ve nuestras acciones y que su aprobación es suficiente. Este acto de fe también nos recuerda que nuestra generosidad no se trata de acumular méritos o reconocimiento, sino de reflejar el corazón de Dios, quien da con abundancia y sin condiciones.
Dar en secreto también nos protege del orgullo. Al mantener nuestras acciones alejadas de la vista pública, evitamos la tentación de creernos superiores o merecedores de honor por nuestras buenas obras. En cambio, aprendemos a depender de Dios y a cultivar una humildad genuina.
El impacto en los demás
Aunque la enseñanza de Jesús nos llama a la discreción, esto no significa que nuestras acciones no tengan impacto. De hecho, cuando damos con un corazón puro, nuestras acciones pueden inspirar a otros de maneras profundas. Pero este impacto debe ser un efecto secundario, no nuestra motivación principal.
Jesús dijo en Mateo 5:16: “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”. Hay una diferencia clave aquí: la gloria debe ser dirigida a Dios, no a nosotros. Cuando damos en secreto, permitimos que Dios sea quien reciba el reconocimiento y la alabanza.
Aplicaciones prácticas
¿Cómo aplicar que tu mano izquierda no sepa lo que hace tu derecha?
1. Da con discreción
La discreción no significa que nunca podamos hablar sobre actos de generosidad, sino que nuestro enfoque no debe estar en nosotros mismos. Por ejemplo, si decides ayudar a alguien en necesidad, busca maneras de hacerlo que no atraigan atención innecesaria hacia ti.
2. Revisa tus motivaciones
Antes de actuar, dedica un momento a examinar tus intenciones. Ora y pídele a Dios que purifique tu corazón. Reconoce si hay deseos de reconocimiento y pídele a Dios que te ayude a actuar con un espíritu de humildad y amor.
3. Confía en la recompensa de Dios
Recuerda que Dios ve lo que haces en secreto y promete recompensarte. Esta recompensa no siempre será material o inmediata, pero será significativa y eterna. Confía en que lo que haces por amor a Él no es en vano.
4. Fomenta una cultura de humildad
Si lideras en tu comunidad, iglesia o lugar de trabajo, anima a otros a practicar la generosidad sin buscar reconocimiento. Crea un ambiente donde la humildad y la gratitud sean valoradas más que la ostentación.
Reflexión final
“Que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha” no es solo un llamado a la generosidad, sino una invitación a una vida marcada por la humildad, la fe y el amor sincero. Es una enseñanza que nos desafía a examinar nuestro corazón y a vivir de manera que nuestra recompensa sea la aprobación de Dios, no el aplauso de los hombres.
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Al meditar en estas palabras, pidamos al Señor que nos dé un corazón dispuesto a dar con gozo y sin esperar nada a cambio. Que nuestra generosidad sea un reflejo de su amor infinito y que nuestras vidas, en su totalidad, sean un testimonio de su gracia transformadora. Amén.