Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia (Reflexión)

Prédica escrita: Buscad primeramente el reino de Dios (Reflexión)

En un mundo donde las prioridades parecen cambiar con cada tendencia, es fácil perder de vista lo verdaderamente esencial. Vivimos inmersos en una sociedad que constantemente nos empuja a buscar éxito, posesiones, seguridad financiera y reconocimiento. Sin embargo, en medio de todas estas voces que compiten por nuestra atención, Jesucristo nos recuerda una verdad fundamental que debe gobernar cada aspecto de nuestra vida: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33).

Esta poderosa declaración no es solo una invitación, sino un mandamiento del Señor que revela el orden correcto de nuestras prioridades. Nos enseña que cuando colocamos a Dios en el centro de nuestra vida —cuando buscamos su voluntad, su presencia y su justicia por encima de todo— entonces Él se encarga de suplir nuestras demás necesidades. Esta prédica escrita, titulada “Buscad primeramente el reino de Dios”, es una reflexión bíblica diseñada para ayudarnos a reordenar nuestra vida espiritual y comprender la importancia de poner a Dios en primer lugar en todo.

Tema para predicar: Buscad primeramente el reino de Dios (Estudio bíblico, Explicación)

Como seres humanos, tendemos a establecer nuestras propias prioridades de acuerdo con lo que creemos que es más urgente o importante. A menudo, estas prioridades giran en torno a lo material, lo inmediato o lo que satisface nuestros deseos personales. Sin embargo, en esa búsqueda constante, muchas veces dejamos en último lugar lo más vital: nuestra relación con Dios. Sin darnos cuenta, relegamos lo espiritual a un segundo plano y enfocamos nuestra energía en cosas que, aunque parecen necesarias, no tienen provecho eterno.

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La Palabra de Dios es clara: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33). Este versículo no solo nos ofrece una promesa de provisión, sino que establece una prioridad divina: Dios debe ocupar el primer lugar en nuestras vidas. No se trata simplemente de una sugerencia piadosa, sino de una instrucción directa de Jesús, quien conoce nuestras necesidades y sabe que si buscamos primero lo espiritual, lo demás vendrá por añadidura.

Dios debe ser el primer lugar en nuestra vida

En muchos casos, descuidamos nuestra comunión con Dios no por malicia o rebeldía consciente, sino por descuido, rutina o distracción. Nos dejamos llevar por el ritmo del mundo y sin darnos cuenta desplazamos a Dios a un lugar secundario. Pero cuando lo hacemos, nuestras prioridades se desordenan, nuestra alma se vacía, y nuestras fuerzas se desgastan en lo que no satisface.

El profeta Isaías lo expresó con gran claridad: “¿Por qué gastáis el dinero en lo que no es pan, y vuestro trabajo en lo que no sacia? Oídme atentamente, y comed del bien, y se deleitará vuestra alma con grosura” (Isaías 55:2).

Cuando escuchamos con atención la voz de Dios y decidimos buscar primeramente su reino y su justicia, experimentamos un cambio de enfoque: dejamos de correr tras lo que es temporal y empezamos a deleitarnos en lo que realmente sacia el alma. Es entonces cuando se cumple su promesa: “todas estas cosas os serán añadidas”. Dios provee lo necesario cuando Él es lo prioritario.

Buscad el reino de Dios primero 

Con frecuencia, permitimos que nuestras decisiones estén guiadas por el razonamiento humano, los deseos de la carne o pensamientos moldeados por una mentalidad carnal. Dejamos que nuestras emociones y perspectivas terrenales dicten nuestras prioridades, olvidando que éstas deben ser dirigidas por la Palabra de Dios. Nuestra brújula espiritual no puede ser nuestra lógica o conveniencia, sino la voz del Señor y sus principios eternos.

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La Escritura nos advierte sobre este peligro cuando dice: “Porque dos males ha hecho mi pueblo: Me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen agua” (Jeremías 2:13).

Este versículo refleja una triste realidad espiritual: abandonar a Dios, la fuente de vida, para buscar en otras cosas una satisfacción que nunca llega. Cuando no buscamos primero el reino de Dios, estamos cavando cisternas rotas, caminos que aparentan ofrecer vida, pero que están vacíos por dentro. Por eso, debemos examinarnos constantemente y asegurarnos de que nuestra confianza, esperanza y prioridad estén puestas en el Señor.

Deja tus malos caminos y vuelva a Dios

Buscar primeramente el reino de Dios implica un llamado al arrepentimiento y a la transformación del corazón. Es dejar de lado nuestros malos caminos, abandonar los pensamientos impíos y rendirnos sinceramente delante de Dios.

El profeta Isaías lo expresa con poder y claridad: “Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia; y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar” (Isaías 55:7).

Este versículo nos revela que el primer paso para priorizar a Dios es volvernos a Él con humildad, reconociendo nuestra necesidad de su perdón y dirección. No se trata solo de reorganizar nuestra agenda, sino de rendir nuestro corazón y pensamientos al Señor.

Lo secundario no deja de ser importante, pero no debe ser lo primero

Buscar a Dios en primer lugar no significa ignorar nuestras responsabilidades cotidianas ni desechar lo que tiene valor en esta vida. Las cosas materiales, los proyectos personales, la educación, el trabajo, la familia… todo eso es importante. Y precisamente porque es importante, tenemos la tentación de ponerlo por encima de Dios.

Pero Jesús fue claro: esas cosas deben ocupar su lugar después, no antes. Si bien no son malas en sí mismas, no deben convertirse en nuestro enfoque principal. La Biblia nos enseña a vivir con sabiduría, discernimiento y equilibrio, pero siempre con una prioridad espiritual bien definida: Dios primero.

Todas estas cosas os serán añadidas

Jesucristo dejó claro que si buscamos primeramente el reino de Dios y su justicia, todas las demás cosas —aquellas que forman parte de nuestras necesidades cotidianas— nos serán añadidas por el Padre celestial. Esta promesa se encuentra en el contexto del conocido pasaje de Mateo 6, donde el Señor nos exhorta a no afanarnos por lo material:

“No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?” (Mateo 6:25).

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Jesús no está sugiriendo que ignoremos nuestras responsabilidades o dejemos de atender las necesidades básicas de la vida. Él sabe que necesitamos alimento, vestimenta, techo y provisión. Pero lo que nos enseña con firmeza es que esas cosas no deben convertirse en el centro de nuestra preocupación ni en la prioridad de nuestro corazón.

El llamado es claro: lo primero debe ser Dios, su reino y su justicia. Cuando nuestra vida gira en torno a buscar a Dios —a vivir conforme a su voluntad y caminar en obediencia a sus principios— entonces podemos confiar plenamente en que Él suplirá lo necesario. Él es un Padre fiel que no olvida a sus hijos.

Por tanto, el énfasis de este versículo no es una negación de lo necesario, sino una corrección en el orden de nuestras prioridades: lo material es importante, pero lo espiritual es lo primero. Y cuando lo espiritual ocupa su lugar, lo material llega como resultado de la fidelidad de Dios.

Ejemplos en la Biblia

La Escritura está llena de ejemplos de hombres y mujeres que entendieron la importancia de buscar a Dios por encima de todo. Sus vidas nos sirven como inspiración y guía, mostrándonos que cuando priorizamos lo espiritual, Dios se encarga del resto.

La reina de Sabá: una mujer que buscó sabiduría

Un ejemplo notable lo encontramos en la reina de Sabá, quien viajó desde muy lejos para escuchar la sabiduría del rey Salomón (1 Reyes 10:1-13; Mateo 12:42). Su deseo de aprender la llevó a dejar su tierra, cruzar una gran distancia y presentarse ante el rey con preguntas profundas. La fama de Salomón, alimentada por la sabiduría que Dios le había concedido, provocó en ella un interés genuino por conocer la verdad.

Y si bien la sabiduría de Salomón fue grande, Jesucristo afirmó que en Él hay uno mayor que Salomón (Mateo 12:42). Esto nos lleva a reflexionar: ¿cuánto más deberíamos nosotros buscar la sabiduría de Dios, que supera todo entendimiento humano?

La Biblia declara: El principio de la sabiduría es el temor de Jehová (Proverbios 1:7).
Si verdaderamente deseamos sabiduría, dirección y entendimiento para nuestra vida, entonces debemos empezar por buscar a Dios. 

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Los apóstoles: un ejemplo de entrega y recompensa

Otro poderoso ejemplo lo encontramos en los apóstoles. Pedro, hablando en nombre de los discípulos, expresó con sinceridad: “He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido; ¿qué, pues, tendremos?” (Mateo 19:27).

La respuesta de Jesús fue una promesa gloriosa: “De cierto os digo que en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros que me habéis seguido también os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel. Y cualquiera que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna” (Mateo 19:28-29).

Los apóstoles dejaron atrás sus ocupaciones, hogares y seguridades terrenales para seguir a Jesús y predicar el evangelio. Mateo abandonó su puesto como recaudador de impuestos; Pedro, Andrés, Juan y otros, dejaron sus redes de pesca. Todos ellos priorizaron el reino de Dios por encima de sus propias vidas, y por ello recibieron la promesa de recompensa eterna.

Este ejemplo confirma la verdad de Mateo 6:33: cuando buscamos primero a Dios, Él se encarga de añadir lo demás.

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El apóstol Pablo: renunciar a todo por ganar a Cristo

El apóstol Pablo también representa una vida totalmente rendida a Dios. Habiendo sido un fariseo con privilegios, prestigio y formación académica, llegó a considerar todos sus logros como pérdida, con tal de ganar a Cristo.

Él mismo lo expresa así en Filipenses 3:7-8:
“Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo.”

Para Pablo, conocer a Jesús y vivir para Él era mucho más valioso que cualquier logro humano o posesión terrenal. Su vida es un testimonio poderoso de lo que significa buscar primeramente el reino de Dios y su justicia.

Los héroes de la fe: prioridad en Dios, añadidura del cielo

En Hebreos capítulo 11 encontramos una lista impresionante de hombres y mujeres que vivieron por fe. Ellos renunciaron a lo terrenal, soportaron persecución, esperaron promesas sin verlas cumplidas en vida, y sin embargo caminaron con fidelidad. ¿Por qué? Porque tenían la vista puesta en lo eterno.

Todos estos ejemplos nos enseñan que cuando Dios es nuestra prioridad, Él se encarga de lo demás. Estos hombres y mujeres vivieron convencidos de que las bendiciones del cielo valen más que las riquezas de este mundo.

Confía en Dios, Él va proveer las añadiduras

Jesús fue claro al decir: «Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas» (Mateo 6:33). Esta promesa revela el orden divino para nuestras prioridades: primero Dios, y luego las demás necesidades legítimas de nuestra vida. Cuando aprendemos a confiar en que Él suplirá lo que nos falta, descansamos en Su fidelidad y no vivimos angustiados como quienes no conocen a Dios.

Él conoce nuestras necesidades

Debemos confiar plenamente en que nuestro Padre celestial conoce nuestras necesidades antes de que se las pidamos. Jesús dijo: “Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas” (Mateo 6:32). El mundo corre tras las añadiduras —comida, bebida, vestido, seguridad financiera— pero los hijos de Dios somos llamados a poner nuestra mirada en lo eterno, en las cosas de arriba, sabiendo que quien cuida de los lirios del campo y las aves del cielo también cuida de nosotros. 

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Vivir conforme a Mateo 6:33 es una marca del verdadero creyente. Buscar primero el reino de Dios y su justicia es una demostración práctica de nuestra fe en las promesas divinas. En cambio, cuando ponemos las añadiduras por encima del Reino, nos alineamos con la mentalidad del mundo, revelando una fe débil o desordenada.

Recordemos lo que Jesús le dijo a Marta: “Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada” (Lucas 10:41-42). María entendió que sentarse a los pies del Maestro, escuchar su palabra y deleitarse en su presencia era la prioridad. Esa buena parte sigue estando disponible para nosotros hoy.

Confiar en Dios no es una excusa para la negligencia, sino una invitación a la dependencia. Dios se encarga de las añadiduras cuando nuestro corazón se enfoca en Él. Así que busca Su reino con todo tu ser, y las demás cosas vendrán por añadidura, en su tiempo y conforme a su perfecta voluntad.

No olvidemos nuestra prioridad

El llamado a buscar primeramente el Reino de Dios y su justicia no significa que debamos renunciar a nuestras responsabilidades personales, ni que esté mal tener metas terrenales o aspiraciones académicas y profesionales. No es pecado ahorrar, planificar el futuro o proveer para nuestra familia. Tampoco está mal disfrutar de las bendiciones materiales que Dios nos permite alcanzar. Sin embargo, lo que no debemos olvidar es que nuestra prioridad debe ser siempre Dios y Su Reino.

La Palabra de Dios no condena el progreso personal ni la buena administración de nuestros recursos, pero sí nos exhorta a no poner nuestra confianza en las riquezas ni a permitir que lo material ocupe el primer lugar en nuestro corazón. Jesús dijo claramente:

«No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan» (Mateo 6:19-20).

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Dios no exige que entreguemos todo nuestro tiempo ni todas nuestras posesiones, ni tampoco prohíbe los logros personales. Pero sí nos llama a ponerlo a Él en el centro de nuestra vida. Lo terrenal es pasajero, pero lo que se invierte en lo eterno permanece para siempre. Por eso, debemos vivir con equilibrio: cumplir nuestras responsabilidades, alcanzar metas legítimas, pero siempre obedeciendo el mandato de poner a Dios en primer lugar.

La voluntad de Dios para nosotros es clara: buscarlo a Él antes que cualquier otra cosa. Esta es la clave para una vida verdaderamente bendecida y significativa. Cuando nuestras prioridades están alineadas con el cielo, nuestras decisiones, metas y deseos se convierten en instrumentos para glorificar a Dios.

Cumplir con Mateo 6:33 

«Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas» (Mateo 6:33).

Cumpliendo con buscad primeramente el reino de Dios y su justicia

Para vivir en obediencia a este poderoso mandamiento y mantener un equilibrio saludable en nuestra vida, debemos tener claras ciertas prioridades que reflejan nuestro compromiso con Dios. Aquí te compartimos algunas formas prácticas para cumplir con Mateo 6:33:

a) Enfócate en lo eterno

Para poner a Dios en primer lugar, dirige tu mirada hacia las cosas de arriba. Ama a Dios y todo lo que tiene que ver con Él más que a los bienes terrenales. Recuerda que lo celestial es eterno, mientras que lo material es pasajero.

b) Haz tesoros en el cielo

Invierte tu vida en lo que realmente trasciende: da tu tiempo, tus talentos y tus recursos al servicio de la obra de Dios. Lo que entregues con amor y fe, nunca será en vano.

c) Cultiva tu vida espiritual

Dedica tiempo a la oración, al ayuno, al estudio de la Palabra de Dios, a congregarte con otros creyentes y también a compartir con tu familia. Estas prácticas fortalecen tu relación con Dios y te ayudan a mantenerte firme.

d) Sé obediente al llamado de Dios

Si el Señor te llama a un ministerio específico —ya sea pastoral, misionero, musical, educativo o en cualquier otra área— no lo ignores. Usa tus dones para bendecir a otros. Haz de ese llamado una prioridad en tu vida.

e) Honra a Dios con tus bienes

Sé fiel en tus diezmos y ofrendas. A medida que prosperes, colabora con generosidad en la obra del Señor y ayuda a los más necesitados. Dios ama al dador alegre.

f) Mantén la humildad

Si Dios te bendice con cosas materiales, no permitas que el orgullo entre en tu corazón. No te sientas superior a los que tienen menos. Recuerda que todo lo que posees es por la gracia de Dios.

g) Ten perspectiva eterna

Nunca olvides que las posesiones materiales son temporales. Algún día las dejaremos atrás y daremos cuentas a Dios por cómo las administramos. Úsalas sabiamente y con responsabilidad.

Poner en práctica Mateo 6:33 no significa descuidar nuestras responsabilidades terrenales, sino colocarlas en el lugar correcto. Dios debe ser lo primero. Cuando lo hacemos así, todo lo demás —lo que necesitamos— nos será añadido conforme a su voluntad y en el tiempo perfecto.

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Nada de este mundo podremos llevarnos

El apóstol Pablo lo expresó con claridad en 1 Timoteo 6:7:
«Porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar.» Esta afirmación contundente nos recuerda una verdad ineludible: nuestra existencia terrenal es pasajera y nada de lo material podrá acompañarnos cuando partamos.

El sabio Salomón también reflexionó sobre esta realidad en Eclesiastés 5:15-16:
«Como salió del vientre de su madre, desnudo, así vuelve, yéndose tal como vino; y nada tiene de su trabajo para llevar en su mano. Este también es un gran mal, que como vino, así haya de volver. ¿Y de qué le aprovechó trabajar en vano?»
Aquí se pone de manifiesto la frustración de quien vive solo para acumular bienes materiales, sin considerar lo eterno. La vida terrenal, por más próspera que parezca, es vana si se vive desconectada del propósito de Dios.

A estas palabras se suma el testimonio de Job en medio de su dolor: Job 1:21: «…Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito.»

Job reconoció que todo lo que poseemos proviene de Dios y que Él tiene plena autoridad para dar y quitar. Su actitud de reverencia y humildad frente a la pérdida refleja una perspectiva eterna y centrada en Dios.

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Conclusión: Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia

Las Escrituras nos enseñan con claridad que nada material nos acompañará al partir de este mundo. Vinimos sin nada y así también nos iremos. Por ello, no debemos vivir afanados por lo terrenal, sino enfocados en lo eterno.

Jesús lo dejó bien establecido en Mateo 6:33:
«Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.»
Este mandamiento nos invita a vivir con prioridades eternas: buscar a Dios, obedecerle y vivir conforme a su justicia. Cuando hacemos esto, Él se encarga de nuestras necesidades.

En lugar de afanarnos por acumular bienes que no podremos llevar, enfoquémonos en atesorar en el cielo lo que realmente perdura: una relación viva con Dios, obras de amor, obediencia a su Palabra y servicio a los demás. Porque al final, solo lo que hicimos para Cristo permanecerá.

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