Pentecostalismo Unicitario: Teología, Origen y Estructura Organizacional
Singularidad y Alcance Global del Pentecostalismo Unicitario
El pentecostalismo unicitario no es simplemente una corriente dentro del cristianismo, sino una restauración del mensaje apostólico original que proclamaron Pedro y los apóstoles en el primer siglo. Creemos firmemente que hay un solo Dios que se manifestó como Padre en la creación, como Hijo en la redención y como Espíritu Santo en la vida de la Iglesia. Este fundamento bíblico nos distingue, pues no adoramos a un “Dios en tres personas”, sino al único Dios verdadero revelado plenamente en Jesucristo.
Lejos de ser una doctrina reciente, el mensaje de la Unicidad es la fe que transforma vidas, la misma que predicaron los apóstoles en el libro de los Hechos: arrepentimiento, bautismo en el nombre de Jesús para perdón de los pecados, y recibir el Espíritu Santo con la evidencia de hablar en nuevas lenguas. En un mundo lleno de religiones y confusión doctrinal, el pentecostalismo unicitario proclama con claridad que Jesús es el nombre sobre todo nombre, y que en Él encontramos salvación completa.
Este artículo busca presentar nuestra fe desde dentro: quiénes somos, qué creemos, de dónde venimos y cómo estamos organizados en todo el mundo. Más que una explicación académica, es un testimonio vivo de que la Iglesia del Nombre de Jesús sigue avanzando con poder, con la misma llama del Espíritu Santo que descendió en Pentecostés y que hoy sigue encendiendo corazones en cada nación.
Contexto y Definición del Pentecostalismo Unicitario
El pentecostalismo unicitario surge en el marco del avivamiento pentecostal de principios del siglo XX, un movimiento caracterizado por el poder del Espíritu Santo, evidenciado en dones espirituales como la sanidad divina y el hablar en lenguas. Dentro de esta gran corriente, el mensaje del Nombre de Jesucristo se levantó con fuerza como una verdad bíblica restaurada, posicionándose como una de sus vertientes más sólidas y fieles al modelo apostólico.
A lo largo de los años, se nos ha identificado de diferentes maneras: algunos nos llaman “pentecostales del Nombre de Jesús”, mientras que otros, con tono despectivo, nos denominan “Solo Jesús”. Pero para nosotros, estos nombres confirman nuestra identidad: predicamos y practicamos lo mismo que los apóstoles, con un énfasis totalmente cristocéntrico y con la fórmula bautismal en el nombre de Jesucristo como una verdad esencial de salvación.
El pentecostalismo unicitario se distingue por su doctrina fundamental: la Unicidad de Dios. Creemos en un solo Dios verdadero, indivisible, que se manifestó como Padre en la creación, Hijo en la redención y Espíritu Santo en la iglesia. Por eso, rechazamos la doctrina de la Trinidad, ya que no se encuentra en las Escrituras, y reconocemos que esta es la diferencia teológica central que nos separa de las demás ramas del cristianismo.
La Teología de la Unicidad: Doctrina, Práctica y el Plan de Salvación
La Doctrina de la Unicidad de Dios: Un Dios, Múltiples Manifestaciones
La enseñanza central del pentecostalismo unicitario es la firme convicción en la existencia de un solo Dios verdadero, indivisible y eterno. Este Dios se ha manifestado a la humanidad de diversas maneras a lo largo de la historia, pero siempre siendo el mismo. Así, cuando la Biblia habla de Padre, Hijo y Espíritu Santo, no presenta tres personas co-eternas y distintas, sino diferentes manifestaciones del único y soberano Dios.
En este entendimiento, el Padre es Dios en su rol de Creador y fuente de toda vida; el Hijo es el mismo Dios encarnado en la persona de Jesucristo para llevar a cabo la redención; y el Espíritu Santo es ese mismo Dios obrando y morando en la vida de los creyentes. De esta manera, la plenitud de la Deidad habita corporalmente en Cristo (Colosenses 2:9), y toda revelación divina encuentra su centro en el nombre de Jesús, que es el nombre sobre todo nombre.
Mientras que el dogma trinitario afirma que Dios es uno en esencia pero tres en personas, la fe apostólica de la Unicidad sostiene que el Dios del Antiguo Testamento —el único Yahweh— es el mismo que se manifestó en carne como Jesús y hoy se revela por su Espíritu. Por eso proclamamos con convicción que Jesús no es la segunda persona de una trinidad, sino el único Dios verdadero hecho hombre.
El Bautismo en el Nombre de Jesús: Fundamento y Mandato Apostólico
Uno de los pilares más importantes del pentecostalismo unicitario es la práctica del bautismo en agua en el nombre de Jesucristo. Creemos que un bautismo es válido únicamente cuando se realiza por inmersión y de acuerdo con la fórmula apostólica: “en el nombre de Jesús”.
Esta convicción no es una invención moderna, sino una restauración del patrón bíblico que encontramos en el libro de Hechos de los Apóstoles, donde todos los bautismos registrados se hicieron invocando el nombre de Jesús (Hechos 2:38; 8:16; 10:48; 19:5).
Algunos señalan Mateo 28:19 como prueba de una fórmula trinitaria, pero los unicitarios reconocemos que ese texto habla del nombre (en singular) del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, un nombre que fue revelado como Jesús. Por eso entendemos que los apóstoles no desobedecieron a Cristo, sino que cumplieron su mandato al bautizar exclusivamente en su nombre.
Este énfasis en el bautismo en el Nombre fue, de hecho, el punto de partida histórico del avivamiento pentecostal en 1913, cuando a ministros pentecostales comprendieron esta verdad y comenzaron a predicarla con denuedo, llevando a un reexamen de la doctrina de Dios y a una separación doctrinal con el pentecostalismo trinitario.
La Soteriología Unicitaria: El Plan de Salvación en Hechos 2:38
Para nosotros, el plan bíblico de salvación está claramente expresado en Hechos 2:38: arrepentimiento, bautismo en el nombre de Jesucristo para perdón de pecados y recepción del Espíritu Santo con la evidencia inicial de hablar en nuevas lenguas.
Este proceso constituye lo que Jesús llamó “nacer de nuevo” (Juan 3:5), pues involucra tanto el agua como el Espíritu. Creemos que la salvación es un regalo de Dios por gracia mediante la fe en Jesucristo, pero esa fe se expresa y se sella en obediencia al mandato apostólico. El arrepentimiento transforma el corazón, el bautismo limpia el pecado y el Espíritu Santo capacita al creyente para vivir en santidad y victoria.
A diferencia de otros sistemas teológicos que reducen la salvación a una confesión verbal o a una aceptación intelectual, la fe unicitario-pentecostal insiste en una experiencia viva y transformadora, donde el poder del Espíritu Santo confirma con señales la obra regeneradora de Cristo.
(Puede que te interese: ¿Soteriología Pentecostal o Evangélica?)
La Cristología: Jesucristo, la Plenitud de la Deidad Encarnada
Nuestra cristología está centrada en la verdad gloriosa de que Jesucristo es Dios manifestado en carne (1 Timoteo 3:16). No vemos al Hijo como una persona divina separada o co-eterna con el Padre, sino como la manifestación visible del Dios invisible (Colosenses 1:15).
El “Hijo” no existía como persona antes de Belén, sino que comenzó en la encarnación, cuando el único Dios eterno tomó forma humana para salvarnos. Así, Jesús es al mismo tiempo verdadero Dios y verdadero hombre: Dios en cuanto a su naturaleza divina, y hombre en cuanto a la carne que asumió.
Por eso, cuando Cristo ora o habla del Padre, lo hace desde su humanidad, mostrando su dependencia como hombre, pero sin negar su plena deidad. En Él convergen la majestad del Dios eterno y la humildad de la carne humana. Esta revelación nos lleva a adorarle con entendimiento: Jesús no es parte de Dios, ni una persona secundaria, sino la plenitud misma de Dios en forma humana.
Orígenes Históricos y el Nacimiento del Pentecostalismo Unicitario
El Contexto del Gran Despertar Pentecostal
Hablar del pentecostalismo unicitario es adentrarnos en una de las manifestaciones más poderosas del Espíritu Santo en la historia reciente de la iglesia. Su nacimiento no puede entenderse sin situarlo dentro del Gran Avivamiento Pentecostal de principios del siglo XX, cuando miles de creyentes comenzaron a experimentar el derramamiento del Espíritu con la evidencia bíblica de hablar en otras lenguas, tal como en el día de Pentecostés (Hechos 2:4).
Este mover tuvo sus primeras expresiones en Topeka, Kansas, en 1901, bajo el liderazgo del pastor Charles Fox Parham, pero fue en la Calle Azusa, Los Ángeles (1906), bajo la dirección de William J. Seymour, donde el fuego pentecostal se propagó de una manera sin precedentes. Allí, personas de diferentes culturas, razas y trasfondos espirituales fueron llenas del Espíritu Santo, confirmando que la promesa era para todos los que el Señor llamare (Hechos 2:39). Fue precisamente en ese ambiente de búsqueda, oración y avivamiento que nacería, pocos años después, el movimiento unicitario.
El Momento Fundacional en Arroyo Seco (1913)
En el año 1913, durante un campamento pentecostal en Arroyo Seco, California, el Espíritu de Dios guió a un reexamen profundo de las Escrituras. En un servicio de bautismo, el ministro canadiense R.E. McAlister predicó que la práctica apostólica registrada en el libro de Hechos siempre mostraba el bautismo en el nombre de Jesucristo (Hechos 2:38; 8:16; 10:48; 19:5), y no en una fórmula trinitaria.
Sus palabras provocaron una revolución espiritual: muchos comenzaron a cuestionar la tradición heredada y a redescubrir la verdad apostólica del bautismo en el nombre de Jesús. Este no fue un simple debate teológico, sino un mover del Espíritu que estaba restaurando a la iglesia primitiva en su mensaje y práctica.
El Papel Catalizador de Frank Ewart y Glenn Cook
La chispa encendida por McAlister fue avivada por el ministerio de Frank J. Ewart, quien, convencido por la Escritura, se convirtió en el más ferviente defensor de la doctrina de la Unicidad en sus primeras etapas. En el 15 de abril de 1914, Ewart junto al evangelista Glenn Cook dieron un paso decisivo: se bautizaron mutuamente en el nombre del Señor Jesucristo, obedeciendo literalmente lo enseñado en Hechos 2:38.
Este momento es considerado el nacimiento formal del pentecostalismo unicitario. Desde entonces, Ewart comenzó a difundir activamente esta verdad mediante su periódico Meat in Due Season, y la doctrina del Nombre de Jesús empezó a ganar terreno rápidamente entre los creyentes que buscaban una experiencia más genuina y bíblica.
La Separación Doctrinal y el Gran Cisma (1916)
Como en cada restauración bíblica, la oposición no tardó en llegar. En 1916, las Asambleas de Dios, una de las principales organizaciones pentecostales, tomaron una postura oficial en contra de la doctrina de la Unicidad y del bautismo en el nombre de Jesús. Este acto marcó el inicio de un cisma histórico: por un lado, el pentecostalismo trinitario consolidó su identidad; por otro, los creyentes que habían recibido la revelación del único Dios manifestado en Cristo Jesús comenzaron a organizarse en nuevas estructuras eclesiásticas.
Lejos de ser un retroceso, este acontecimiento fortaleció la identidad del movimiento unicitario, que comprendió que el Señor estaba restaurando la plenitud del evangelio apostólico. Desde ese momento, se levantaron organizaciones y ministros que, con denuedo, proclamaron al mundo que Jesucristo es el único Dios verdadero manifestado en carne, y que el bautismo en Su nombre es el único bíblicamente válido para la remisión de los pecados.
Organizaciones e Iglesias Asociadas: Un Movimiento con Alcance Global
La Iglesia Pentecostal Unida Internacional (UPCI): Un Gigante en Crecimiento
La Iglesia Pentecostal Unida Internacional (UPCI) es, sin lugar a dudas, la organización más grande y representativa del movimiento pentecostal unicitario en el mundo. Fundada en 1945 tras la unión de dos cuerpos: la Iglesia Pentecostal Incorporada y las Asambleas Pentecostales de Jesucristo, esta fusión dio origen a una visión más fuerte y unificada en la proclamación del evangelio del Nombre de Jesucristo.
Lo que comenzó con 521 iglesias locales hoy se ha convertido en un movimiento que supera las 45,000 congregaciones, con más de 45,000 ministros acreditados y una membresía que alcanza los 5.8 millones de creyentes en 231 naciones y territorios. Este crecimiento no solo refleja organización y estrategia, sino sobre todo el respaldo de Dios a un mensaje que exalta la verdad bíblica de la unicidad de Dios y la necesidad de nacer del agua y del Espíritu (Juan 3:5; Hechos 2:38).
La estructura de gobierno de la UPCI combina la autonomía congregacional con la dirección de una autoridad central a través de conferencias y de su Junta de Presbíteros Generales, un modelo que ha permitido orden, expansión y unidad sin perder la diversidad cultural de cada nación. Con su sede en Weldon Spring, Misuri (EE. UU.), la UPCI sigue siendo un faro de influencia espiritual y doctrinal, guiando a millones en la fe del Nombre de Jesús.
Panorama de Otras Organizaciones Unicitarias Clave
Si bien la UPCI es la más reconocida a nivel global, el movimiento pentecostal unicitario no se limita a una sola organización. A lo largo de las décadas, diversas iglesias y concilios han surgido y se han consolidado en diferentes regiones, especialmente en América Latina, llevando el mismo mensaje apostólico de salvación y santidad.
A continuación, se presenta una visión general de algunas de las organizaciones más influyentes:
| Nombre de la Organización | País(es) de Origen/Influencia Principal |
|---|---|
| Iglesia Pentecostal Unida de Colombia (IPUC) | Colombia, con alcance global |
| Iglesia Pentecostal Unida de México (IPUM) | México |
| La Asamblea Apostólica de la Fe en Cristo Jesús | Estados Unidos y México |
| Iglesia Evangélica Apostólica del Nombre de Jesús (IEANJ) | Ecuador |
| Iglesia Pentecostal del Nombre de Jesús (IPNJ) | Venezuela |
| Iglesia Pentecostal Unida de España | España |
| Iglesia Apostólica de la Fe en Cristo Jesús | México y varios países de América Latina |
Un Movimiento Unido en el Nombre de Jesús
Aunque la lista anterior no es exhaustiva, refleja cómo el pentecostalismo unicitario se ha convertido en una red descentralizada, pero espiritualmente conectada, de organizaciones que proclaman la misma fe: un solo Dios manifestado en carne, un solo evangelio y un solo bautismo en el Nombre de Jesucristo.
Más allá de las fronteras geográficas o denominacionales, estas iglesias conforman un movimiento que continúa impactando el mundo con la predicación del Mensaje Apostólico, defendiendo la santidad, la doctrina apostólica y la misión de llevar la Palabra hasta lo último de la tierra (Hechos 1:8).
Organización y Misión al Servicio de la Unicidad
El crecimiento y la diversidad de las organizaciones unicitarias no solo reflejan orden y planificación administrativa, sino que evidencian un propósito espiritual común: proclamar al mundo la verdad bíblica de que hay un solo Dios revelado en Jesucristo. Cada iglesia, ya sea parte de la UPCI o de otras organizaciones locales, sirve como un punto de luz que lleva el mensaje de salvación, santidad y renovación espiritual a sus comunidades y más allá de ellas.
Esta red global, aunque descentralizada, permanece conectada por la fe y la obediencia al evangelio apostólico. La estructura organizativa permite que cada congregación se fortalezca localmente mientras participa de un movimiento unificado en la misión, recordando que la verdadera expansión no se mide solo en números, sino en el alcance espiritual y el impacto transformador en vidas individuales y familias enteras.
En última instancia, la existencia y consolidación de estas iglesias demuestra que el pentecostalismo unicitario no es solo un fenómeno histórico o denominacional, sino un cuerpo vivo al servicio del Reino de Dios, comprometido a llevar el Nombre de Jesús a todas las naciones, cumplir la Gran Comisión y garantizar que la verdad de la Unicidad de Dios siga siendo proclamada con fidelidad y poder sobrenatural (Hechos 1:8; Hechos 2:38).
Análisis Crítico y Controversias Teológicas
El Debate sobre la Trinidad vs. la Unicidad
La doctrina de la Unicidad de Dios ha sido constantemente objeto de críticas por parte de teólogos trinitarios, quienes la perciben como una negación de lo que denominan “cristianismo ortodoxo”. Autores como Fred Sanders han señalado que el pentecostalismo unicitario es una “negación ultraconservadora de la Trinidad”, diferenciándola de la “negación liberal” de grupos como los Testigos de Jehová. La diferencia fundamental es clara: mientras que los unicitarios no niegan la plena divinidad de Jesucristo, lo afirman de manera tan absoluta que eliminan la necesidad de una supuesta “distinción de personas” dentro de la Deidad.
El punto de choque principal radica en la preexistencia de Cristo. Para los trinitarios, Jesús es una persona divina distinta del Padre que existía junto a Él desde la eternidad. Para nosotros, los unicitarios, Jesús es Dios mismo manifestado en carne (1 Timoteo 3:16), no una segunda persona eterna, sino la plenitud de la Deidad encarnada (Colosenses 2:9).
En este sentido, la llamada “relación interna de la Deidad” no necesita ser explicada como una interacción entre tres conciencias divinas, sino como la obra de un solo Dios que se ha revelado de diferentes maneras a lo largo de la historia: como Padre en la creación, como Hijo en la redención y como Espíritu Santo en la regeneración.
El argumento trinitario de que la Unicidad es incoherente ignora el testimonio bíblico que constantemente subraya la unicidad absoluta de Dios: “Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es” (Deuteronomio 6:4). El Nuevo Testamento nunca contradice este fundamento; por el contrario, lo confirma al declarar que ese Dios único se ha revelado en Jesucristo (Juan 14:9).
Unicidad y Herejía Histórica: ¿Un Retorno al Modalismo?
Los críticos han intentado encasillar la teología unicitaria bajo etiquetas históricas como el sabelianismo o el modalismo monarquiano, corrientes del siglo II que fueron condenadas por la iglesia institucional de aquel tiempo. Para ellos, la Unicidad no sería una revelación bíblica fresca, sino una reedición de un “error doctrinal” ya superado.
Sin embargo, esta crítica se basa más en una construcción histórica trinitaria que en la realidad bíblica. El hecho de que los primeros concilios condenaran el “modalismo” no significa que la verdad revelada en la Escritura fuese derrotada, sino que el poder eclesiástico y filosófico grecorromano impuso la terminología de la Trinidad sobre la simplicidad de la fe apostólica.
No obstante, los unicitarios sostenemos que no somos modalistas en el sentido clásico. El modalismo enseñaba que el Padre, el Hijo y el Espíritu eran simples “modos pasajeros” de Dios, como disfraces que Él se quitaba y se ponía. La Unicidad, en cambio, enseña que Jesucristo es la plena revelación del único Dios verdadero: Padre en su eternidad, Hijo en su encarnación y Espíritu Santo en su obra actual en la Iglesia. No son meras formas temporales, sino distintas maneras en que el mismo Dios único actúa en la historia de la redención.
El Pentecostalismo Unicitario No es un nuevo error Ni un resurgimiento de herejía
La Unicidad no es un “nuevo error” ni un “resurgimiento de herejía”, sino la continuidad de la fe bíblica y apostólica. Los apóstoles jamás enseñaron un Dios trino; ellos predicaron que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y que en Él habita la plenitud de la Deidad. El Credo Atanasiano y otros credos trinitarios no forman parte de la Biblia; son desarrollos posteriores que intentaron explicar la revelación divina en categorías filosóficas, introduciendo conceptos inexistentes en el texto sagrado como “tres personas consustanciales”.
El recurso de los credos históricos como el Credo Atanasiano es también cuestionable. Este texto fue elaborado en un ambiente filosófico grecorromano, siglos después de los apóstoles, utilizando conceptos como “persona” y “sustancia” que no aparecen en la Biblia. Por tanto, apelar a su autoridad para invalidar la Unicidad equivale a poner la tradición sobre la revelación. Nosotros, los unicitarios, sostenemos que la verdadera doctrina de Dios no debe buscarse en los concilios eclesiásticos, sino en las Escrituras inspiradas.
La doctrina de la Unicidad se fundamenta directamente en la Escritura y en la experiencia de la Iglesia primitiva: el bautismo en el nombre de Jesucristo (Hechos 2:38; 10:48; 19:5), la proclamación de un solo Dios y Señor (Efesios 4:5-6), y la confesión de que Jesucristo es el mismo Dios de Israel revelado en carne (Juan 8:24; Isaías 9:6).
La Cuestión Sociológica: ¿Evangélicos pero no Cristianos?
Desde una perspectiva sociológica, el pentecostalismo unicitario comparte muchas características externas con el movimiento evangélico trinitario: pasión por la adoración, énfasis en el evangelismo, práctica de los dones espirituales y un estilo de vida conservador. Esto lleva a muchos observadores a pensar que las diferencias doctrinales son secundarias. Sin embargo, en el plano teológico, la divergencia es fundamental.
Los críticos trinitarios llegan incluso a afirmar que los unicitarios no son cristianos porque rechazan la doctrina de la Trinidad, considerada por la “cristiandad histórica” como la base de la fe. Pero esta acusación se tambalea ante la evidencia bíblica: el cristianismo no nace en Nicea ni en Constantinopla, sino en Jerusalén, bajo la predicación apostólica. Allí, Pedro proclamó en Pentecostés que la salvación está en el nombre de Jesucristo (Hechos 4:12), no en una fórmula trinitaria.
La verdadera paradoja es que quienes acusan a la Unicidad de estar fuera del cristianismo terminan admitiendo, sin quererlo, que su propia definición de “cristiano” está más ligada a credos post-apostólicos que a la Biblia misma. Para los unicitarios, el tema no es un mero debate teológico, sino un asunto de salvación: conocer y creer en el único Dios verdadero manifestado en Jesucristo (Juan 17:3). La identidad de Dios y de Jesús no es un detalle secundario, sino el corazón mismo del evangelio.
Reconocer a Cristo como la plena manifestación de Dios
La cuestión central es si la comprensión de Dios es un asunto de salvación. La teología de la Unicidad responde con claridad: sí lo es. Jesús mismo dijo: “si no creéis que yo soy, en vuestros pecados moriréis” (Juan 8:24). Reconocer a Cristo como la plena manifestación de Dios no es un detalle secundario, sino el núcleo de la fe apostólica. Predicar un Dios dividido en tres personas es, desde esta perspectiva, una distorsión de la revelación bíblica que confunde la identidad de Jesús.
Por tanto, el pentecostalismo unicitario afirma con firmeza que no solo son cristianos, sino los más cercanos a la fe original de los apóstoles. No se trata de evangélicos “a medias”, sino de creyentes que han vuelto a la raíz del mensaje: el bautismo en el nombre de Jesús (Hechos 2:38), la unicidad de Dios (Deuteronomio 6:4) y la experiencia del Espíritu Santo como sello de salvación.
El debate no es simplemente una disputa teológica entre tradiciones, sino una batalla por la revelación del verdadero Dios. La Unicidad no es una herejía revivida, sino un retorno a la fe bíblica que proclama que Jesucristo es el único Dios verdadero y Salvador.
Por lo tanto, mientras que la perspectiva trinitaria acusa a la Unicidad de herejía, inconsistencia e incluso exclusión del cristianismo, la fe pentecostal unicitario sostiene que la verdadera fe apostólica nunca fue trinitaria, sino radicalmente monoteísta y cristocéntrica. No es un retorno al modalismo, sino una restauración de la verdad bíblica: que Jesucristo es el único Dios verdadero manifestado en carne.
Conclusión: La Vigencia y Poder del Pentecostalismo Unicitario
A lo largo de este recorrido, hemos podido apreciar cómo el pentecostalismo unicitario surge no como una simple variante teológica, sino como un movimiento profundamente bíblico y apostólico. Desde los avivamientos del Gran Despertar Pentecostal hasta el nacimiento formal en Arroyo Seco y la consolidación de organizaciones como la UPCI, la historia del movimiento revela un constante énfasis en obedecer la Palabra de Dios, proclamar la unicidad del Señor y vivir bajo la autoridad de Jesucristo.
Teológicamente, la doctrina de la Unicidad de Dios representa un retorno a la fidelidad del Antiguo y Nuevo Testamento: un Dios único que se ha revelado en diversas manifestaciones para la salvación de su pueblo. A través del bautismo en el nombre de Jesús, la recepción del Espíritu Santo y la experiencia del hablar en lenguas, el creyente participa de un plan de salvación claro, efectivo y bíblicamente fundamentado (Hechos 2:38). Esta fe no es un mero formalismo ritual, sino un camino de transformación espiritual que conecta al hombre con Dios de manera íntima y personal.
El Pentecostalismo Unicitario sigue creciendo
Hoy, el movimiento unicitario sigue creciendo a nivel mundial, alcanzando millones de miembros y extendiendo su influencia en diversos continentes. Las iglesias unicitarias no solo conservan la herencia histórica de obedecer a Cristo en su nombre, sino que también impactan vidas mediante el evangelismo, la enseñanza bíblica y la manifestación del poder del Espíritu Santo. Su relevancia contemporánea demuestra que la fe en un Dios único revelado en Jesucristo no es una teoría del pasado, sino una realidad viva, dinámica y transformadora.
En definitiva, el pentecostalismo unicitario no solo defiende la unicidad de Dios frente a controversias históricas y teológicas, sino que proclama un mensaje de salvación completo y bíblico, ofreciendo a cada creyente una relación personal con Cristo, la plenitud del Espíritu Santo y la esperanza de vida eterna. Esta es la fuerza y la vitalidad de un movimiento que nació de la Palabra y sigue floreciendo por la obediencia y la fe en Jesús, el único Dios verdadero.