Uno de los grandes enemigos del alma es la carne (Estudio bíblico)
El propósito de este estudio bíblico, los enemigos del alma, no es dar honor a aquello contra lo cual luchamos, sino exponer contra qué o quién luchamos y de qué forma podemos salir victoriosos.
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Tenemos tres enemigos del alma, pero uno de ellos es la carne
1 Pedro 2:11 dice: «Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma«. Indudablemente los deseos de nuestra carne batallan contra el hombre interior que quiere deleitarse en la ley de Dios (Romanos 7:18-25).
La palabra de Dios nos insta a andar conforme al Espíritu y no conforme a la carne, porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz (Romanos 8:1-13).
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Tenemos tres enemigos del alma: La carne, el mundo y el diablo. En esta lección abordaremos el primer enemigo del alma, el cual es la carne.
Definición de la palabra carne
La palabra carne, en el contexto en el cual la estamos estudiando, no se refiere a la carne física del cuerpo humano, sino a la naturaleza humana. Según el diccionario Strong, carne viene de la palabra griega «sarx» la cual indica la naturaleza humana con sus flaquezas y pasiones, abarcando también carnalidad y tener una mente carnal.
Origen de esta naturaleza pecaminosa
Cuando el hombre pecó en el jardín del Edén, la naturaleza pecaminosa, también llamada la ley del pecado en Romanos 7:21-24, vino a ser parte de toda la raza humana. Es transmitida automáticamente a través del proceso de procreación.
La muerte física y espiritual vino como consecuencia del pecado de Adán (Génesis 2:17). «Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron» (Romanos 5:12).
Hemos heredado de Adán nuestra mala naturaleza que tiende a pecar. Esta naturaleza pecaminosa no puede ser removida de nosotros mientras estemos vivos. La naturaleza Adámica es pasada de generación en generación. Dios no quita los deseos pecaminosos, ni sentimientos y tendencias humanas cuando somos salvos; pues nuestra alma es redimida y salva, pero nuestro cuerpo o la carne no lo es.
Seremos libres de esta carne cuando nuestros cuerpos sean transformados
Recibiremos un cuerpo redimido o transformado cuando Jesucristo levante a su iglesia, tal como lo dice 1 Tesalonicenses 4:13-18. Nuestros cuerpos mortales serán vivificados por el Espíritu de Dios (Romanos 8:11). La palabra de Dios llama a esto «la redención del cuerpo«, así lo dice Romanos 8:23: «…nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo«.
1 Corintios 15:50-53 nos habla de que nuestros cuerpos van a ser transformados: «Pero esto digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción. He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados. Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad.
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Pablo dice que «por esto también gemimos, deseando ser revestidos de aquella nuestra habitación celestial; pues así seremos hallados vestidos, y no desnudos» (2 Corintios 5:2-3). Pablo afirma con claridad que nuestros cuerpos mortales nos hacen gemir, pero cuando resucitemos no seremos espíritus sin cuerpo («seremos hallados vestidos, no desnudos«).
Tendremos nuevos cuerpos que serán perfectos para nuestra vida eterna. Pablo escribió esto porque la iglesia de Corinto estaba en el corazón de la cultura griega y muchos creyentes tenían dificultad con el concepto de la resurrección del cuerpo; pues los griegos no creían en la resurrección corporal.
Las obras de la carne
La corrupta y profanada naturaleza pecaminosa de la carne produce lo que pablo llama «las obras de la carne» en Gálatas 5:19-21, las cuales son las siguientes:
- Adulterio
- Fornicación
- Inmundicia
- Lascivia
- Idolatría
- Hechicerías
- Enemistades
- Pleitos
- Celos
- Ira
- Contiendas
- Disensiones
- Herejías
- Envidias
- Homicidios
- Borracheras
- Orgías
Podemos buscar el significado de cada una de estas palabras en las fuentes que sean posibles para tenerlas claramente delineadas y definidas. Pablo termina diciendo «cosas semejantes a estas«, es decir, toda conducta que se relacione o semejante a las anteriores.
Verdades bíblicas con respecto a la carne
- La carne es débil, pero el espíritu está dispuesto (Mateo 26:41). Hay una lucha entre la carne y nuestro hombre interior.
- La carne para nada aprovecha (Juan 6:63), pero el ocuparnos de las cosas del Espíritu es lo que nos da vida.
- Se nos dice «no satisfagáis los deseos de la carne» (Gálatas 5:16), se nos insta a andar en el Espíritu (1 Pedro 2:11). Efesios 2:3 también nos menciona que hacíamos la voluntad de la carne y de los pensamientos, pero Jesús nos dio vida cuanto estábamos muertos en delitos y pecados (Efesios 2:1).
- El que siembra para la carne, de la carne segará corrupción (Gálatas 6:8), pero el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna.
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Hay una lucha constante entre la carne y nuestro hombre interior
Dos naturalezas en constante lucha
Por el nacimiento natural tenemos una naturaleza humana, carnal, pecaminosa, terrenal; sin embargo, por cuanto hemos nacido de nuevo, hemos llegado a «ser participantes de la naturaleza divina» (2 Pedro 1:4).
Dos leyes
En este caso, ley se define como un principio. La ley del pecado y de la muerte se refiere al principio del pecado original por el cual el hombre fue poseído en la caída (Romanos 8:1-2). Por otro lado, la ley del Espíritu nos libera y nos hace libres de la ley del pecado y de la muerte.
Dos mentes
La Biblia nos habla de la mente carnal y la mente de Cristo (1 Corintios 2:16; Romanos 8:5-6). Hay una constante lucha entre nuestra mente carnal y lo espiritual.
Dos hombres
Según Pablo, el hombre exterior es el cuerpo, pero el hombre nuevo es el hombre interior que necesita renovarse. Hay una lucha entre nuestro hombre exterior y nuestro hombre interior a casusa de la naturaleza pecaminosa que está en nosotros (Romanos 6:6; Efesios 4:22-24; Colosenses 3:9-10; 2 Corintios 4:16).
Debemos controlar la carne
Para poder controlar la carne, debemos crucificar la carne a fin de mantenernos vivos para Dios. Nuestro viejo hombre es crucificado con Cristo (Romanos 6:6). Pablo dijo:
«Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, más vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí» (Gálatas 2:20). Pablo también decía «el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo» (Gálatas 6:14), es decir, debemos morir para el mundo, pero vivimos para Cristo.
Para vencer los enemigos del alma, niéguese a sí mismo
Recordemos que el discipulado tiene tres prerrequisitos. Debemos negarnos a nosotros mismos, tomar nuestra cruz cada día y seguir a Jesucristo (Lucas 9:23-25; 14:26-27). Negarse a sí mismo es vencer las persistentes demandas de nuestra carne, es negarse a satisfacer sus deseos. Tomar tu cruz y sígueme significa morir a uno mismo para seguir a Jesucristo.
Cada deseo de la carne debe ser frenado o controlado y agradar a Dios en todo lo que hagamos, esto es crucificar la carne. Es la forma o método que podemos usar para vencer la naturaleza pecaminosa.
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Debemos orar, ayunar, estudiar la palabra de Dios, asistir a la iglesia, servir a Jesucristo, estas son otras maneras de crucificar la carne. Con la ayuda de Dios podemos lograrlo.