Tengo sed (Quinta palabra de Jesús en la cruz)

Reflexión sobre la quinta palabra de Jesús en la cruz: Tengo sed

Texto base: «Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba consumado, dijo, para que la Escritura se cumpliese: Tengo sed.» (Juan 19:28, RVR1960).

En las últimas horas de su vida, mientras colgaba del madero, nuestro Salvador pronunció siete frases conocidas como las “siete palabras de Jesús en la cruz”. Cada una de estas declaraciones tiene un significado profundo y revela aspectos del carácter, la misión y la humanidad del Hijo de Dios. En esta reflexión nos centraremos en la quinta palabra: “Tengo sed”, una frase breve pero de una profundidad espiritual inmensa.

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¿Por qué Jesús, el Verbo hecho carne, el Pan de vida, el Agua viva, expresa sed en este momento? ¿Qué nos revela esta expresión sobre su humanidad, su sufrimiento, su obediencia, y su amor por la humanidad? ¿Qué implicaciones tiene para nosotros hoy como creyentes? Estas son las preguntas que exploraremos en este extenso análisis bíblico y espiritual.

I. El contexto físico y espiritual del “Tengo sed”

La crucifixión era una forma brutal de ejecución que provocaba un sufrimiento físico extremo. El cuerpo del crucificado se deshidrataba rápidamente por la pérdida de sangre, la exposición al sol, la fiebre y la asfixia progresiva. Jesús había sido azotado cruelmente, cargó su cruz, y fue clavado en ella. Había pasado horas sin tomar agua, expuesto a burlas, rechazo y dolor. En ese estado, no es de extrañar que tuviera sed.

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Sin embargo, el evangelista Juan nos deja ver que esta palabra no fue simplemente un clamor humano de alivio físico, sino que tenía un propósito espiritual: “para que se cumpliese la Escritura” (Juan 19:28). Jesús, incluso en su agonía, tenía presente el plan de Dios y su cumplimiento profético.

El Salmo 69:21 profetiza: “Me pusieron además hiel por comida, y en mi sed me dieron a beber vinagre.” Jesús estaba cumpliendo cada detalle del plan redentor, incluyendo esta profecía que alude a su sufrimiento.

II. La humanidad de Cristo

La frase “Tengo sed” nos muestra algo fundamental de la doctrina cristiana: Jesús fue verdadero Dios, pero también verdadero hombre.

Durante siglos, la iglesia ha defendido el misterio de la encarnación, la unión de la naturaleza divina y humana en una sola persona. En la cruz no tenemos a un ser celestial ajeno al dolor, sino a un Salvador que conoce el sufrimiento humano en toda su intensidad. Él sintió hambre, cansancio, tristeza y sed.

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El hecho de que Jesús tenga sed nos recuerda que Él se hizo como uno de nosotros. No vino en apariencia de hombre, sino en verdadera carne. Como dice Hebreos 4:15:

“Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.”

Este Jesús que tiene sed es el mismo que nos entiende cuando pasamos por nuestras propias sequías espirituales, emocionales o físicas. Él no es indiferente a nuestro dolor, porque lo ha vivido. La cruz nos revela a un Dios que se humilló hasta lo más profundo para poder rescatarnos desde lo más bajo.

III. El cumplimiento profético y la obediencia total

Juan recalca que esta expresión fue dicha “para que se cumpliese la Escritura”. Jesús, incluso en sus últimas fuerzas, no estaba centrado en sí mismo, sino en obedecer completamente la voluntad del Padre.

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Desde el principio de su ministerio, Jesús dejó claro que su alimento era hacer la voluntad de Dios (Juan 4:34), y en la cruz no fue diferente. Cada detalle de su sufrimiento fue anunciado en las Escrituras, y Jesús se aseguró de cumplirlas al pie de la letra.

Esta palabra nos habla de una obediencia total, aun en el dolor, de una entrega completa por amor. Jesús no fue obligado a ir a la cruz. Él fue voluntariamente, y en cada paso demostró su fidelidad a las promesas de Dios. Su sed nos recuerda que el plan divino no quedó a medias, sino que fue consumado hasta el final.

IV. El contraste simbólico: El que sacia la sed ahora tiene sed

Jesús dijo en Juan 7:37-38:

Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva.”

Él se presentó como la fuente de agua viva, como la única respuesta a la sed espiritual del alma humana. Y sin embargo, en la cruz, Él mismo expresa tener sed. Este contraste no es casual. Jesús está tomando nuestro lugar.

En la cruz, el que saciaba, fue despojado. El que sanaba, fue herido. El que era vida, fue llevado a la muerte. Él tomó nuestra sed para que nosotros pudiéramos ser saciados.

Esto nos lleva a Isaías 53:4-5:

“Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores… Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados…”

Jesús tuvo sed para que tú y yo nunca más tengamos que vivir una eternidad alejados de la fuente. Su sed fue el resultado de cargar con nuestro pecado, que lo separó momentáneamente del Padre, y lo llevó a la soledad más profunda.

V. La sed del alma humana

La palabra “sed” no sólo tiene una dimensión física, sino también espiritual. El ser humano tiene sed de amor, de justicia, de verdad, de sentido, de eternidad. San Agustín escribió: “Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti.”

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Esa sed existencial solo puede ser saciada en Cristo. El mundo ofrece “bebidas” que prometen saciar: placer, fama, poder, posesiones, pero todas dejan vacío. Jesús, en cambio, es el agua viva que realmente llena el alma.

Cuando Jesús dijo: “Tengo sed”, también estaba expresando, simbólicamente, su deseo por las almas. Su sed era también una sed de redención, de reconciliación, de cumplimiento del propósito eterno. Él deseaba llevarnos de regreso al Padre.

VI. La respuesta del hombre: vinagre

Cuando Jesús expresó su sed, le ofrecieron vinagre. ¡Qué ironía y qué tragedia! El Creador sediento recibe amargura como respuesta.

Esto simboliza cómo muchas veces la humanidad responde a Dios. Dios nos busca, y le damos excusas. Dios nos ama, y le damos rechazo. Dios nos llama, y le damos indiferencia.

El vinagre representa lo que el mundo tiene para ofrecer: una imitación amarga, un sustituto de lo verdadero. Pero Jesús lo aceptó como parte de su sufrimiento, y aún así no dejó de amar.

VII. Aplicaciones prácticas para el creyente

Aplicación práctica de la quinta palabra de Jesús en la cruz

1. Jesús comprende tus momentos de sed

Hay momentos en la vida cristiana donde experimentamos “sed espiritual”, sequías internas, momentos de desánimo, confusión, debilidad. En esos tiempos, podemos recordar que Jesús también tuvo sed, y eso lo hace cercano a nosotros. No estamos solos en nuestro dolor.

2. La verdadera sed del alma solo se sacia en Cristo

No hay nada en este mundo que sacie como Él. Aun después de años en la fe, debemos volver a la fuente. Debemos buscar la comunión con Él diariamente, porque sólo su presencia sacia nuestra alma.

3. Vivir en obediencia aunque duela

Jesús tuvo sed, pero no se rindió. Cumplió cada parte del propósito de Dios. También nosotros debemos ser fieles a pesar de las pruebas. La vida cristiana no siempre es fácil, pero hay gozo en obedecer y confiar.

4. Imitar el amor sacrificial de Cristo

Si Él se entregó hasta el último aliento por amor, ¿Cómo no vamos a vivir también con ese mismo amor por los demás? Su sed nos invita a una vida de compasión, servicio, y entrega.

VIII. Conclusión: La sed que cambió la historia

La quinta palabra de Jesús, “Tengo sed”, nos abre la puerta a una comprensión más profunda del sacrificio de Cristo. Nos recuerda su humanidad, su dolor, su fidelidad, y su amor. En esas dos palabras se resume el corazón del evangelio: un Dios que lo dio todo, hasta lo último, por amor a nosotros.

Hoy, si sientes que hay sequía en tu alma, acércate a la cruz. Allí encontrarás al que tuvo sed para que tú pudieras tener vida. Allí está la fuente inagotable de gracia, perdón y restauración. No busques en otros pozos; ven a Cristo y bebe.

Como dijo Apocalipsis 22:17:

“Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente.”

¿Estás tú sediento hoy? Jesús todavía está ofreciendo su agua viva. Solo en Él podemos ser verdaderamente saciados. Acerquémonos a la cruz, y escuchemos esa voz que aún resuena: “Tengo sed”… sed de ti, sed de tu alma, sed de redención.

Llamado al altar: Responde al clamor de Jesús

La cruz sigue hablando. Las palabras de Jesús no quedaron en el pasado, siguen teniendo eco en nuestros corazones hoy. Cuando Él dijo que estaba sediento, no solo expresaba una necesidad física: estaba revelando su profundo anhelo por reconciliarse contigo, por tener comunión contigo, por salvarte.

Él tuvo sed para que tú ya no vivas más con el alma reseca, vacía, sin dirección. Su sacrificio abrió el camino para que bebas del agua de la vida. Hoy, el mismo Jesús que habló desde la cruz, te invita a responder a su amor.

No importa cuán lejos hayas estado, no importa cuánta sed has sentido en tu caminar. Hoy es el día de venir a la fuente. Hoy es el día de reconciliarte con Dios, de renovar tu compromiso, o de dar el paso de fe por primera vez.

Ahí donde estás, haz de este momento tu altar. Cierra tus ojos y permite que el Espíritu Santo ministre tu corazón. Cristo está llamando. No endurezcas tu corazón. Si escuchas su voz, dile “Señor, yo vengo a ti, sacia mi sed”.

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